Gaia - Madre Tierra - El chakra raíz.

Queridos amigos,

Soy la Tierra. Os amo, sois mis hijos. Os movéis sobre mi superficie mientras atendéis a las obligaciones de vuestra vida cotidiana y yo os sigo, a la vez que deseo empujaros a que regreséis al núcleo de quienes sois. Quiero despertaros a lo que sois en esencia.
Todos estáis realizando un viaje hacia dentro; vuestra alma quiere descender completamente en la Tierra, fundirse con un cuerpo humano y aquí vivir y manifestarse. Mientras que vosotros andáis buscando maneras de trascender vuestra humanidad, vuestra alma busca encarnarse, hacerse corpórea. Desea ser humana, anclarse totalmente en la Tierra y crear una fusión entre alma y cuerpo. Tal es vuestro propósito en la Tierra.

Hoy, hablamos del chakra raíz, ese centro de energía localizado al final de vuestra columna, el chakra más cercano a la Tierra y el que más profundamente se ve afectado por ella. En muchos de vosotros hay miedo alojado en el chakra raíz. Si pudierais ver el chakra raíz de la mayoría de los habitantes de la Tierra, os daríais cuenta de que está fragmentado, no entero, y que a veces está incluso vacío. La consecuencia es que muchas personas dudan de si realmente pueden sentirse en la Tierra como en casa. Se preguntan si de verdad pueden sentirse a salvo y bienvenidas en este planeta.

La Tierra es un lugar con un enorme potencial de abundancia y bienestar, y con ello me refiero a una gran riqueza de experiencias para las almas que sois. Hay aquí mucha alegría e inspiración por experimentar, pero en la Tierra también persiste muchísima oscuridad. Durante siglos, la humanidad ha permanecido cautiva de ilusiones y miedos que han convertido la vida en la Tierra en un infierno y, de resultas, un velo ha caído sobre vuestra sabiduría natural. Padecéis una enajenación que alcanza el núcleo de vuestro ser.

La capacidad de vivir —en el verdadero sentido de la palabra: vivir en la alegría y la inspiración— solo puede proporcionarla la naturaleza, pero los seres humanos se han situado en oposición a la misma. La humanidad ha intentado colocarse por encima de la naturaleza y ha tratado de imponer, con empeño y obstinación, orden y estructura a la realidad del mundo circundante, pero la cosa no os ha funcionado bien. Estáis viviendo entre los pedazos de una vieja visión del mundo que va perdiendo validez cada vez más rápidamente. Es una visión en la que los humanos organizáis y manipuláis el mundo de alrededor. En la que habéis intentado controlar la naturaleza desde la mente y la razón. Pero, al hacerlo, habéis quedado profundamente alienados de vosotros mismos. Habéis perdido el vínculo con aquello que más natural os resulta: vuestros sentimientos y la unión con la realidad viva de la naturaleza que os rodea.

Una vez que perdéis la conexión con vuestra vida interior, también perdéis la conexión con la vida exterior. Desarrolláis una cierta frialdad, un endurecimiento que puede observarse en muchos corazones humanos. Debido al miedo y a la represión que allí se alojan, resulta obvio en su chakra raíz que muchas personas no se sienten conectadas a la Tierra de una forma dinámica y vital.

En canalizaciones anteriores he hablado de cómo el alma desciende a la Tierra. El alma desea intensamente encarnar en este planeta y descender a las capas más profundas de la materia con el fin de traer luz a la Tierra y de que la materia pueda cobrar vida desde dentro. Hemos hablado de un viaje por los chakras inferiores, un viaje que empieza en el corazón y prosigue por el abdomen hacia el plexo solar, el chakra sacro y, por último, el chakra raíz, ubicado en la base de la columna. De este chakra raíz es de lo que estamos hablando hoy.

Estáis muy acostumbrados a ajustaros al mundo que os rodea, y eso incluye las expectativas de la sociedad, pero lo que hoy necesita la humanidad es gente que esté dispuesta a transitar por un nuevo camino con el fin de permitir que la naturaleza se revitalice. Y eso significa la naturaleza en mí —vuestra madre, la Tierra— y, sobre todo y ante todo, la naturaleza en vosotros. Y esto lo hacéis fomentando una nueva vitalidad para que esas partes vuestras endurecidas y congeladas se derritan, se tornen cálidas y líquidas, y puedan fluir de nuevo.

¿Cómo podéis llevar a cabo ese proceso en vosotros mismos? ¿Cómo podéis observar, aceptar y soltar ese miedo primario alojado en vuestro chakra raíz? Hoy, quisiera hablaros de tres pasos que podéis dar para conseguirlo.

El primer paso consiste en experimentar la belleza de la naturaleza. A fin de serenar vuestro primer chakra, chakra raíz o perineo —distintos nombres para un mismo centro— y llevarlo a que se abra y se sienta a salvo en la Tierra, es preciso que busquéis algún lugar en la naturaleza en el que os sintáis a gusto. Un lugar en el que podáis absorber la belleza de la naturaleza: los árboles, las plantas, las flores, los animales, los pájaros, las nubes, el cielo y el ritmo de la estaciones. Un lugar en el que os embarguen el ambiente y la belleza de la naturaleza.

Buscad ese lugar deliberadamente y, si no podéis salir fuera, tened en vuestra casa alguna planta o un jarrón con flores que podáis contemplar. Siempre hay cerca algún pedacito de naturaleza. Contemplad su belleza natural y, al mismo tiempo, sentid en qué consiste esa belleza. No se trata de una belleza superficial, de un modelo que pueda juzgarse hermoso o feo a partir de una serie de criterios humanos. Se trata, más bien, de una belleza que surge de su naturaleza intrínseca. Lo que experimentáis como belleza es la vida en sí misma: la sencillez y entrega que fluyen en una planta o un árbol al unísono con las estaciones; el pájaro que canta; la tranquila y retozona inocencia de los animales en el discurrir de sus días —eso es lo que os conmueve.

Lo que os estoy pidiendo es que os reconozcáis a vosotros mismos en la naturaleza. Generalmente pensáis que estáis apartados de la misma, así como de la armonía y belleza que en ella encontráis, pero vosotros sois parte de la naturaleza. Intentad percibirlo mientras contempláis la belleza, el equilibrio y el ritmo de la naturaleza, pues todas ellas son cualidades que también desean fluir en vosotros. Vuestra actividad mental puede levantar barreras para impedir ese sentimiento y puede deciros que este no es vuestro lugar, pero todos vosotros sois ya parte de la naturaleza, puesto que vivís en un cuerpo.

Admirad vuestro cuerpo de la misma manera en la que admiráis algo de la naturaleza. Para lograrlo, necesitáis empezar a experimentar vuestro cuerpo desde dentro en vez de desde fuera, es decir, considerando solo su aspecto y si reúne o no determinados requisitos. Todos esos ideales de belleza establecidos por la sociedad suponen una pesada carga que os hace sufrir, aparte de que son inventados y falsos. Son tan fríos y artificiales como la mentalidad que los crea y prescribe —¡no son reales!

Fijaos sin ir más lejos en las hojas de los árboles o en los pájaros. Ninguno es igual a otro, cada uno es único. No los comparáis unos con otros. Cuando dais un paseo por un bosque o una playa, os limitáis a apreciar la armonía y el equilibrio naturales que emanan de la naturaleza. Su simplicidad —tal como se revela en toda su complejidad— es lo que sosiega al ser humano cuando una persona pasea en medio de la naturaleza. Ahora, sentid que vosotros mismos formáis parte de ese flujo, así como de esa inocencia. Podéis ser lo que sois: una parte de la naturaleza, la cual también desea desarrollarse con alegría y equilibrio a través de vosotros.

Demos ahora un segundo paso. Centrad toda vuestra atención en vuestro propio cuerpo. Podéis hacer este ejercicio —si así queréis llamarlo— cuando estéis en casa o, quizás mejor incluso, en algún precioso lugar de la naturaleza. Enfocad vuestra atención hacia dentro e imaginad que sois tan parte de la naturaleza como lo es un hermoso árbol. En vosotros fluyen energías y fluyen líquidos que saben exactamente adónde tienen que ir. Vuestro corazón late, la sangre circula y todo en vosotros sabe lo que tiene que hacer. Pese a que el cuerpo es un organismo muy complejo, todos sus órganos saben lo que tiene que hacer y se orientan de forma natural hacia la salud y la vitalidad. Sentíos incluidos en el poder revitalizador y sanador que posee la naturaleza. En ella fluyen numerosas corrientes de sanación y todas están a disposición de vuestro cuerpo. Vuestras células vivas saben lo que necesitáis, pues vuestro cuerpo es un organismo sumamente sabio.

A continuación, considerad vuestro cuerpo como una entidad que tiene su propio lenguaje. Vuestra alma se revela a través de y en el cuerpo, ¡y eso es lo que precisamente anhela hacer! El cuerpo no es una entidad menor ni inferior; el cuerpo es un maravilloso libro, un manual del alma. Imaginad que el cuerpo es un precioso regalo que os ha dado la Creación. Sentid el respeto que la Creación siente por vuestro cuerpo y el aprecio que la vida desea mostraros. Estáis demasiado acostumbrados a considerar vuestro cuerpo desde fuera y a criticarlo. Sentidlo ahora desde dentro. Sentid cómo surge de una fuente infinita de vitalidad y alegría, y cómo podéis darle forma y nutrirlo con vuestra fuerza desde lo más profundo de vuestra alma.

Imaginad que una cálida fuerza vital emana de vuestro chakra raíz. A medida que brota espontáneamente, podéis visualizarla envuelta en un color rojo —o cualquier otro color. Sentid que, desde ese fuego, esa profunda fuerza vital, fluye una corriente cálida y sanadora que recorre todo vuestro cuerpo: piernas, columna, cintura. Dejad que fluya hacia los hombros y, luego, hacia los brazos y las manos. Sentíos firmemente plantados, sentid vuestros pies desde dentro y cómo descansan sobre mí, la Tierra. Y sentid también la fuerza vital disponible en el suelo. Hacedle al cuerpo estas preguntas: «¿Te sientes bien? ¿Hay algo que pueda hacer por ti? ¿Necesitas algo de mí?». Preguntad y luego esperad pacientemente. Es posible que el cuerpo no os responda de inmediato. Puede que tengáis que aprender a hablarle de este modo, pero es del todo posible hacerlo.

El cuerpo os escucha. Vosotros sois su fuerza impulsora, por lo que ¡claro que quiere contactar con vosotros! Así pues, hacedle preguntas. Recorred todo el cuerpo suavemente con vuestra atención. Empezad por la cabeza. Dejad que vuestra atención la envuelva como si fuera un dulce susurro, un ligero soplo de aire. Imaginad que vuestra atención es como una tenue brisa que le pregunta cariñosamente al cuerpo: «¿Va todo bien? ¿Puedo ayudarte? Eres un regalo precioso. ¿Necesitas algo con lo que pueda envolverte?». El mero roce de esa tenue brisa de vuestra atención reanima vuestras células y las hace felices. Se ponen a bailar en un gozoso círculo de alegría, a medida que vuestra amorosa atención las revitaliza.

Dejad que vuestra atención rodee el cuello, los hombros. Dejad que recorra el corazón, el plexo solar y el chakra sacro, para finalmente regresar al chakra raíz. Fijaos bien en esa zona. Puede que en ese chakra raíz ubicado en el coxis, al final de la columna, se os presente alguna imagen o algún sentimiento. Puede que sintáis algo; quizás un viejo miedo o una obstrucción y un bloqueo, pero no es necesario que hagáis nada al respecto. Basta con que estéis presentes mientras esa tenue brisa acaricia la zona con suavidad. Y si no sentís ni veis nada, tampoco pasa nada.

Limitaos a estar presentes con vuestra atención, porque es vuestra atención lo que sana, lo que al cuerpo le resulta liberador. El cuerpo quiere que lo veáis y que lo escuchéis, y no que lo consideréis tan solo como un mecanismo que os permite hacer cosas; quiere que lo apreciéis por su propia belleza. Pero no la belleza que os muestran las imágenes de los periódicos y revistas, sino la misma belleza que irradia un pájaro posado en la rama de un árbol o una rana inmóvil al borde de un estanque. Es la belleza del verdadero ser, una belleza sincera, con sus colores y formas naturales. Ese es el tipo de atención que vuestro cuerpo quiere recibir de vuestra mente; quiere saber que lo apreciáis.

Ahora, dejad que la brisa recorra suavemente vuestras piernas. Llevadla del chakra raíz hacia las rodillas, los tobillos, los talones, la planta de los pies e, incluso, cada uno de los dedos de los pies, y sentid cómo os incorporáis al flujo de la vida. Gracias a la atención interior fomentada por este ejercicio, si así queréis llamarlo, se produce una influencia sanadora, pero en última instancia se trata básicamente de reconocer cuál es la fuente de la que procedéis.

Así pues, empezáis dando el primer paso, es decir, experimentar la belleza de la naturaleza. Y luego dais el segundo, esto es, reconocer esa misma belleza en vosotros, en vuestro cuerpo. Sois parte de la naturaleza, de una corriente de vida natural, por lo que no tenéis que hacer nada para alcanzarla, ya estáis en ella. El tercer paso consiste en conectar con la vitalidad y el entusiasmo dentro de vosotros, y también con disfrutar experimentando la solidez, la seguridad y el aplomo de vuestro chakra raíz. Y cuando digo «disfrutar», me refiero a algo distinto a lo que podríais esperar. Lo que os pido es que vayáis al encuentro de vuestro niño interior, imaginando que se trata de una criatura de cinco años. Intentad no pensarlo mucho, sino más bien sentir el cuerpecito de ese niño, su fuerza vital, su frescura. Está en pleno desarrollo, así que se muestra curioso y quiere saberlo todo de todo.

Este niño vive en alguna parte dentro de vosotros y yo os pido que conectéis con él y que hagáis lo que el niño quiera hacer. Puede ser que vuestro niño se sienta ansioso, reprimido o asustado. Por lo que también puede ser que la primera manera en la que el niño se presente ante vosotros sea mediante una emoción negativa, lo cual parece contradecir la idea de disfrutar. No obstante, lo que quiero que comprendáis es que ese niño es vuestra parte más espontánea, es la parte que no está hecha de sentimientos pulidos y aceptables, esos que la sociedad que os educa os dice que son apropiados. Al contrario, este niño representa vuestra parte primigenia, la parte que contiene vuestra originalidad y que es, por ello, la más natural y espontánea.

Os pido que hagáis visible a ese niño. Aunque no visualicéis una imagen concreta de forma inmediata, intentad imaginarlo. Imaginad que ahora mismo sois un niño de cinco años, poco más o menos. Observad la primera imagen que se os venga a la mente y limitaos a observar el aspecto del niño. ¿Se muestra feliz o triste? ¿Se está riendo o parece desdichado? ¿Está alegre o desanimado? ¿Asustado o tranquilo? Tendedle una mano y mirad a ver si el niño os la toma. Sed pacientes, pues disponéis de todo el tiempo necesario. Proponedle que se siente con vosotros y tomadlo en vuestros brazos.

En algunos casos, al niño le encantará lanzarse a vuestros brazos. En otros, el niño mantendrá la distancia porque siente desconfianza. Pero no importa. Lo que más importa es que conectéis con vuestro niño, que intentéis comprender mejor su actitud y que pongáis al descubierto las profundas emociones que, gracias a él, os están siendo reveladas. No se trata de sanarlo ni de hacer que se sienta mejor inmediatamente; se trata de preguntarle: «¿Qué quieres de mí en estos momentos? ¿Qué te apetece hacer? ¿Qué es lo que más necesitas ahora mismo?».

Esto es algo que podéis hacer con frecuencia en vuestro día a día. Tomad la costumbre de ir hacia dentro y de preguntarle a vuestro niño qué necesita. Así es como conectáis con vuestro flujo vital primigenio, el cual es mucho más fácilmente accesible para los niños que para los adultos, cuya vida emocional está ya muy estructurada y limitada por todo un corpus mental de reglas. Dejad que vuestra parte más espontánea os hable y se os acerque, pues quiere expresarse a través de vosotros y, al hacerlo, volver a convertirse en una fuente de belleza. No un tipo de belleza artificial, sino una belleza original, natural, como la de un arroyo tintineante que, en algunos sitios, se muestra apacible e inmóvil, mientras que en otros cae en cascada bravía desde lo alto de un acantilado. Vuestro niño es como esa agua llena de vida que quiere fluir y discurrir, así que dejaos llevar por él.

Estableced esa conexión, una y otra vez, en el aquí y el ahora. Es así como regresáis a vuestro propio ser fundamental. Es importante que el niño se sienta a salvo. Esto significa que os sentís seguros en vuestro ser, en vuestro chakra raíz, en vuestros cimientos. Significa que podéis confiar en vosotros a la hora de consultar vuestras emociones más profundas. Significa que no tenéis que esconderos de vosotros mismos, sino que podéis afrontar vuestros miedos y perdonar y aceptar todo cuanto hay en vosotros. Cuando le dais la bienvenida a vuestro niño interior, ¡conquistáis el mundo! A partir de entonces, nada más puede sucederos realmente, porque decís «sí» a la vida, a sus altibajos, a sus picos y valles. Y en eso consiste la seguridad.

Sentirse a salvo no radica en saber de antemano cómo van a desarrollarse los acontecimientos ni en asegurarse un buen futuro a base de asegurarse cosas con la mente. Vivir de verdad radica en entregarse a los cambios, a todas las vueltas y revueltas que, como un río, uno encuentra en su discurrir, sintiéndose, pese a todo, seguro. Pero tal cosa solo es posible cuando confiáis en la corriente de la propia vida. No desde una mente que la vigila desde fuera, sino formando parte de ella y, al mismo tiempo, confiando en ella. Eso es seguridad, eso es estabilidad, en eso consiste la auténtica fuerza interior. Y todo eso solo podéis encontrarlo en vosotros, en vuestro cuerpo, en vuestro niño. Hacerlo os exige un esfuerzo enorme, puesto que se os ha enseñado que tenéis que controlar la vida desde la cabeza, desde vuestro lado mental. Pero al final todos tendréis que regresar a la fuente de la propia vida, y eso es algo que no puede lograrse por medio de la mente, sino gracias a la espontaneidad de vuestra naturaleza.

No os equivoquéis, la naturaleza no es caótica. En la naturaleza operan reglas naturales, pero son muy distintas de las que podéis aprehender con vuestra mente racional o vuestra lógica. Se trata de vivir desde el propio sentimiento y hacia donde la vida quiere que vayáis. Permaneced en contacto con vuestro cuerpo y con la naturaleza. Permaneced en contacto con vuestro niño interior y entonces podréis comprobar que la vida también se desarrolla de acuerdo con unas leyes, solo que unas leyes de un tipo totalmente diferente. No las leyes de la lógica, sino aquellas orientadas a la escucha de un todo mayor, un todo que también os incluye y que desea vuestro bienestar. Cada uno de vosotros está conectado a ese todo y, cuando os entreguéis a él de verdad, os sentiréis guiados y amparados por algo inefable, algo grande y bueno, algo seguro.

Yo también formo parte de ese todo mayor. Debido a todo lo que en mí vive y se desarrolla, yo, la Tierra, constituyo un todo en mí misma. Pero solo soy una pequeña parte de la enormidad del Cosmos. Y a través de esa enormidad fluye algo que vosotros llamáis «Dios» y que yo llamo, simplemente, «vida»: algo infinito e indestructible. Cada uno de vosotros es un destello minúsculo de ese algo, pero, sea cual sea la forma que adoptéis, vosotros también sois infinitos e indestructibles, y en eso reside la auténtica seguridad que podéis experimentar en la Tierra. Sentid el fulgor de esa enorme corriente de energía cálida, dinámica y amorosa que impregna el universo.

Yo estoy con vosotros. Y quiero dar fe de esa corriente, de la verdad de su existencia. Fijaos en la belleza a vuestro alrededor y aún visible en la Tierra: la de las plantas y los animales, pero también vuestra propia belleza, pureza e inocencia, y la de la gente que os rodea. Fijaos de nuevo en ello y regresad a la vida, apreciadla.

Muchísimas gracias por vuestra atención.


Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández
octubre 22, 2021 Comments 2 comments
Pamela Kribbe canaliza a la Tierra



Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com