Jesús - Jeshua - Sois precursores.

Queridos amigos,

Soy Jeshua. En su día encarné el nacimiento de la energía de Cristo en la Tierra. Fui el principio, pero ese comienzo necesita completarse y, en estos tiempos que estáis viviendo, eso es lo que está ocurriendo. Actualmente, esa ola de energía crística que comenzó conmigo está ganando impulso y tiene la capacidad de arrastrar con ella toda la consciencia que existe en la Tierra, incluyendo la del propio planeta.

Tanto en la consciencia de la humanidad como en la de la propia Tierra se están ejerciendo presiones que apuntan a la necesidad de un cambio interior. A nivel externo, podéis observar que hay muchas cosas que van mal o que están quedando atascadas. Esto es particularmente evidente en el acontecer político: en las luchas de poder entre países, grupos de personas y culturas. Pero se trata de un cambio que, además, también afecta al destino de la propia Tierra y a la relación de la humanidad con la vida de la naturaleza.

Hoy por hoy, determinados asuntos y dilemas están pasando a un primer plano y vosotros habéis venido en este tiempo para ayudar a que ese cambio de intensidad creciente se genere de la manera más amorosa posible. En estos momentos, el cambio es tan intenso y perceptible en el corazón de todas las personas que está provocando crisis y, a menudo, formas de pensar ancladas en puntos de vista extremos y posturas antagonistas a escala global.

Esta transformación necesita apoyarse en una consciencia equilibrada. Necesita gente capaz de ver más allá y de comprender la voz del amor. El amor abarca los extremos de los puntos de vista humanos, con toda su variedad de conductas y formas de expresión. El amor os lleva de vuelta a la fuente. En última instancia, esa fuente fluye en cada uno de vosotros como una indestructible chispa divina, una luz viva que es creadora. ¡Esa luz sois vosotros! Y la luz de cada uno de vosotros es única e individual, posee su propio brillo, su propia intensidad, su propia naturaleza.

Lo que más se necesita en la Tierra es gente que empiece a escuchar nuevamente a su propia naturaleza divina, a su auténtica esencia; gente que no se deje condicionar por todas las influencias sociales aprendidas, temores y limitaciones. Sois precursores. En algún lugar de la memoria de vuestra alma palpita un recuerdo que os hace saber que es aquí donde tenéis que estar ahora. Sabéis que hay algo en vosotros que os impulsa a dejaros llevar por esta ola de cambio y a promoverla.

Os voy a pedir que os toméis unos instantes para distanciaros de vuestras preocupaciones diarias, de esos temas recurrentes en los que vuestra mente suele afanarse —de esas cosas que os angustian—, y que percibáis ese yo más amplio que sois. No sois solamente un cuerpo ni solamente una personalidad moldeada por el pasado, por ideas aprendidas y reflejos condicionados. ¡Sois infinitamente más que eso! Habéis vivido muchas vidas en la Tierra y en el Universo. En verdad, sois mucho más de lo que generalmente pensáis o podéis siquiera aprehender.

Para hacer algo más tangible ese sentimiento, esa consciencia de vuestro núcleo divino, os voy a pedir que llevéis la atención a vuestra columna vertebral y que la percibáis muy conscientemente durante unos instantes. Sentaos con la espalda recta y sentid una luz fluir hacia abajo a través de vosotros: una energía que empieza en la coronilla y que, pasando por la cabeza, el cuello y la parte superior de la espalda, va bajando por vuestra columna —seguid ese flujo. Puede que sintáis como un estremecimiento. Con vuestra atención, guiad ese flujo hacia el corazón y, una vez allí, acogedlo. Recordad quiénes sois conectando con la luz chispeante de esa corriente.

Luego, dejad que la luz siga descendiendo por la columna, que pase a la altura del estómago y del abdomen, y que llegue al coxis. En ese punto, percibid una energía clara, algo así como un cristal. Un cristal es algo transparente, es similar a una consciencia abierta e imparcial: una consciencia que todo lo abarca y nada juzga. Sentid lo agradable que es estar en este campo de consciencia en el que podéis descansar porque ya no tenéis que temer vuestros miedos. Los podéis observar y contemplar, pero permanecéis tranquilos. Dejad que ese campo de luminosidad cristalina se haga más grande a vuestro alrededor, hasta que envuelva todo vuestro cuerpo.

Las grandes e inconmensurables fuerzas del Universo se unen a vosotros a través de esa consciencia cristalina. No estáis solos. Eso es siempre una ilusión. En cuanto os sentís abandonados y solos, lo que en realidad ha ocurrido es que habéis perdido el contacto con vosotros mismos —algo que podéis remediar, conectando con una perspectiva más amplia.

Para experimentar esa conexión de manera más concreta, pedid que se os aparezca algún guía que esté conectado con vosotros; un guía que os ayude, que tienda un puente entre vosotros y esa realidad más amplia de la que formáis parte. Podéis sentir a ese guía y, quizás, ver un color, un símbolo, una forma o un rostro. Dejad que el guía restablezca la conexión entre vosotros y vuestro yo superior, vuestra alma: vuestra parte infinita.

Preguntadle a vuestro guía qué necesitáis saber en estos momentos para confiar más en vosotros mismos; qué necesitáis para seguir el camino de vuestra alma. La respuesta puede llegar en forma de sentimiento o de algo que se os entrega o de un mensaje expresado con palabras —no importa. Sentid que existen fuerzas que os ayudan y que siempre os están dando pistas con respecto hacia dónde ir o qué ruta es la que permitiría que vuestra luz brille con mayor intensidad.

A menudo sucede que, en vuestro fuero interno, os sentís llamados a seguir un determinado rumbo porque hay algo en él que os atrae, que sentís que es bueno para vosotros y que hace que os sintáis inspirados, y es ahí adonde vuestra alma desea que vayáis, de manera que podáis manifestaros y expresaros. Encontrar ese «algo» genera, al principio, sentimientos de alegría y entusiasmo, como si fuerais un niño que sueña y que se ve colmado con algo, y ese «algo» es la voz de vuestra alma. Os trae vida, renovación, rejuvenecimiento, inspiración.

Al mismo tiempo, sin embargo, habéis asimilado todo tipo de ideas de la sociedad en la que vivís. Y esas ideas generalmente os dicen cosas negativas, como, por ejemplo, que algo no puede suceder debido a todo tipo de limitaciones y objeciones; o que lo queréis es ingenuo o irrealista, y que no es posible.

Yo os invito a que miréis de frente vuestro principal temor en este ámbito. Todos lleváis en vuestro interior un sueño, una inspiración, algo que hace que vuestro corazón lata más deprisa y que, al mismo tiempo, despierta vuestros miedos. Y yo puedo deciros por qué: porque sois diferentes. Vuestros sueños, vuestras inspiraciones, por lo general no encajan con la consciencia predominante en vuestra sociedad y en vuestro entorno. Sois diferentes precisamente porque sois precursores. Habéis venido a traer algo nuevo, y ese algo nuevo es sumamente bienvenido y necesario en la Tierra.

No obstante, a nivel de lo cotidiano y desde la perspectiva de las viejas estructuras sociales que prevalecen, aquello que es nuevo no es bienvenido en absoluto. Y el hecho de que lo sepáis hace que os resulte incómodo manifestaros en esta nueva forma de energía. Además de vuestra inspiración, tenéis —casi todos— mucho miedo a manifestar de verdad los impulsos de ese aguijoneo interno que sentís.

Tomad ahora consciencia, sin complicaciones, de vuestro cuerpo o del campo energético que lo rodea. Mirad a ver si sentís alguna zona más encogida, más oscura, en la que se ha concentrado vuestro miedo: el miedo a escapar de lo viejo y a entrar en lo nuevo. Vuestro cuerpo refleja lo que sentís, por eso puede ser un instrumento tan útil de autoconocimiento. Por lo tanto, identificad desde la consciencia cristalina de vuestro interior qué es lo que os está frenando y dejad que se presente.

Llamad a vuestro miedo, invitadlo a que se muestre: «¿Qué es lo que más me asusta y me impide seguir de verdad a mi alma?». Concretad ese miedo expresándolo verbalmente: «Me da miedo…». Nombradlo. ¿Miedo al rechazo, a la carencia, a la vulnerabilidad, a la soledad, a la incomprensión? Intentad ponerlo en palabras. Daos cuenta de la gran entereza que supone ser capaz de encarar y nombrar los propios temores. Al hacerlo, creáis un espacio mayor que el miedo y os eleváis por encima del mismo. Cuanto más directo y honesto es uno al reconocer sus miedos, más fácil es librarse de ellos. Trabajad con vuestro miedo, con esa parte vuestra más oscura. Porque entonces se produce una alquimia interior, una transformación que os ayuda y que también os hace receptivos a recibir ayuda.

Sois pioneros de lo nuevo. Vuestra tarea no es fácil porque tenéis un yo humano muy condicionado por el pasado. Sentís vuestro miedo y vuestra vulnerabilidad, y es importante que no los neguéis. Con todo, vuestra alma quiere poner algo en esta atmósfera terrenal y preparar el camino para una nueva consciencia en la Tierra. Reconoceos como parte de esta nueva consciencia. Es importante que comprendáis quiénes sois, que seáis conscientes de la luz que lleváis en vuestro interior.

Os saludo desde la íntima conexión que nos une. Soy uno con vosotros. Muchas gracias.



Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández




Fuente:
www.Trabajadores de la Luz.com