Armonizar su corazón y su cerebro para crear sanación - Parte 2

Segunda y última parte

Una de las preguntas que la gente se hace a menudo es cómo puede algo que ocurre dentro de nuestro cuerpo tener alguna influencia, algún efecto, sobre lo que sucede más allá de nuestro cuerpo, más allá de los límites de nuestra piel y nuestra carne, cómo puede influir en el mundo que nos rodea. Tal vez la mejor manera de explicarlo, desde mi punto de vista, sea a través de una historia.
Vivo en el desierto alto del norte de Nuevo México, a una hora de la ciudad más cercana y a una milla de nuestro vecino más próximo. Es una parte del mundo muy aislada, remota, prístina, magnífica y hermosa. A principios de la década de 1990, esa zona sufría una grave sequía, la peor en más de cien años según recordaban los ancianos. El ganado sufría, los cultivos morían y la situación era realmente mala. Un querido amigo mío al que llamaré David para honrar su privacidad, me llamó un día y me dijo: "Gregg, ¿te gustaría unirte a mí en un lugar que nuestros ancestros erigieron hace tanto tiempo que ni siquiera sabemos quién construyó esta rueda medicinal donde está para una oración de lluvia?" No tuve que pensarlo dos veces. Dije: "Claro, absolutamente, me encantaría". Y no estaba preparado para lo que David me mostró ese día, pues esperaba algún canto, alguna danza, algún tipo de movimiento, algún tipo de ceremonia y no fue eso lo que vi en absoluto.

Caminamos a través de 130.000 acres de la más fragante salvia del alto desierto, del tipo que libera su aroma cuando tus rodillas rozan sus pequeñas hojas, algo simplemente hermoso, y llegamos a esta antigua rueda medicinal. David se sentó, se descalzó y se metió en el centro de esta rueda. Me dio la espalda, cerró los ojos y mantuvo sus manos en un mudra de oración sólo por unos segundos, en silencio. Luego me miró y dijo: "Tengo hambre. ¿Quieres ir a tomar el té?". Me sorprendí y le dije: "Sí, pero pensé que ibas a rezar para que lloviera". Y esta es la clave y por eso estoy compartiendo la historia. Me miró desde el interior de ese círculo directamente a los ojos y dijo. "No. Si hubiese rezado para que lloviese, no podría llover nunca, porque en el momento en que pedimos que algo ocurra acabamos de reconocer ante el Universo que ahora no existe. Estaríamos afirmando la misma cosa que estamos rezando para que cambie".

Y yo contesté: "Bueno, si no rezaste para que lloviera, ¿qué hiciste?" Y él respondió: "Cuando cerré los ojos, percibí lo que se siente cuando llueve a cántaros en nuestro pueblo. Sentí los olores que se perciben cuando la lluvia rueda por las paredes de tierra de mi casa de Pueblo. Y sentí la sensación de mis pies desnudos en el barro, y el barro estaba ahí porque llovía mucho. Y di las gracias, gratitud y aprecio por la lluvia que ya se había producido". Fuimos al pueblo más cercano, almorzamos y cuando regresé a mi propiedad esa tarde, vi algo que no habíamos visto en mucho tiempo: grandes nubes negras ingresaban sobre las Montañas Sangre de Cristo. Al anochecer comenzó a llover y llovió y llovió y llovió. Llovió toda la noche, toda la mañana siguiente, la tarde siguiente, llovió y llovió y no paró. Llovió tanto que los campos se anegaron, las carreteras se inundaron y el ganado quedó varado.

Llamé por teléfono a mi amigo David y le dije: "David, ¿qué diablos es esto? Es un desastre. Todo está cubierto por la lluvia, se está inundando todo". Él se quedó un momento en silencio y dijo: "Gregg, esa es la parte de la oración que los ancestros nunca pudieron comprender. Podían traer la lluvia, ¡pero no podían saber cuánta!"

Así que cuando cuento esa historia debo decir que -como científico- no puedo asegurar que la oración de David haya generado la lluvia. Lo que puedo decir es que hay una alta correlación entre el momento en que se ofreció la oración y cuando llegaron las nubes que no habían estado durante meses en esa área geográfica localizada. Vi los informes meteorológicos de la estación de televisión que pueden llegar a nuestras comunidades cercanas, y vi al meteorólogo de Denver, Colorado, observando la corriente en chorro que venía por el oeste y al llegar a Wyoming se sumergía en Colorado y luego en Nuevo México, hacía un pequeño giro y volvía a subir, justo sobre el lugar donde había llovido. Y el meteorólogo dio un paso atrás y simplemente dijo: "¡Ja!", porque no había visto nada igual.

Entonces ¿cómo ocurre eso? ¿Cómo es posible que la gratitud sincera de un hombre pueda influir en nuestro entorno físico? Me gustaría compartirles la razón. A finales del siglo XIX hubo una tremenda revolución espiritual que estaba barriendo la Tierra. La ciencia y la espiritualidad estaban realmente muy unidas y se estaban uniendo en una visión compartida de nuestra naturaleza conectada y de cómo funciona el mundo. Pero todo eso cambió con la Primera Guerra Mundial. Entramos en una mentalidad de guerra y ni bien acabamos de salir de ella, llegó la Segunda Guerra Mundial y las demás guerras posteriores. Lo que tenemos que cuestionarnos ahora que estamos pasando por una revolución espiritual y científica similar. Y las guerras del pasado acabaron con la posibilidad de esta fusión entre ciencia y espiritualidad, ¿vamos a hacer lo mismo de nuevo?

A fines del siglo XIX hubo un experimento muy famoso que se realizó en 1887 en la Case Western Reserve University, en el sótano de la universidad, en una habitación muy oscura, y el experimento se llevó a cabo para cambiar para siempre la forma de pensar de los científicos respecto al mundo. Se llamó el Experimento Michelson-Morley -dos científicos muy famosos- y su propósito era simplemente este: La comunidad científica creía que existía un campo de energía que conectaba todas las cosas, pero no se había podido demostrar científicamente. Además, había un cuerpo de científicos que decía que eso no existía, así que se realizó el experimento para determinar de una vez por todas, definitivamente, si este campo existe o no. En mi opinión, fue un buen experimento, pero mal interpretado. Funcionaba así: Si yo salgo al exterior y humedezco mi dedo y lo coloco por encima de mi cabeza y cuando lo hago no siento el viento contra mi dedo, mi suposición es que el aire no existe.

Ese es el equivalente al experimento de Michelson-Morley. El hecho de que el viento no sople no significa que el aire no exista. Ellos creían que el campo ahí fuera está en movimiento y que sería posible detectar el movimiento. El experimento no lo detectó y concluyeron que no existe un campo que conecte todas las cosas. Y la mejor ciencia del siglo XX se basa en esta idea de separación, en que no hay un campo que conecte todo lo demás, por lo que lo que hacemos no tiene ningún efecto sobre lo que ocurre aquí; lo que pido o rezo por mis seres queridos y mis familiares y mi cuerpo no tiene ningún efecto sobre ellos en la otra punta del mundo. Cien años después, todo esto cambió. Se repitió el experimento de Michelson-Morley con mejores equipos bajo los auspicios de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y no solo detectaron el campo que Michelson y Morley habían predicho, sino que estaba exactamente en el rango, bajo los parámetros que habían esperado cien años antes.

Su equipo simplemente no había sido capaz de detectar el campo. Así que ahora sabemos que existe un campo que conecta todas las cosas. Esto está causando problemas en la comunidad científica porque la matemática se basa en la ausencia de este campo. Ahí es cuando la Física Cuántica entra en escena con la Física tradicional y están cambiando la historia. Cuando decimos "¿Quiénes somos?", ahora sabemos que estamos profundamente conectados con nosotros mismos, con los demás, con la Tierra, con el Cosmos, y sabemos por qué. Así que cuando nos preguntamos cómo podría mi oración, mi meditación, mis pensamientos amorosos de gratitud y aprecio, impactar en la sanación de otra persona que está en la habitación conmigo o en la otra punta del mundo, ahora tenemos una respuesta. Y la respuesta es que estamos profundamente conectados a través de un fenómeno que se conoce como Entrelazamiento. Entrelazamiento es el término de la física que nos indica lo profundamente conectados que estamos en realidad.

Nicholas Gisin fue el científico de Ginebra (Suiza) que lo determinó en los años 90. Tomó una partícula de materia, de fotones -de eso están hechos los átomos- y dividió ese fotón en un tubo porque quería dos fotones iguales, que fuesen gemelos. Utilizando cables de fibra óptica encerró estos dos fotones en direcciones opuestas el uno del otro, a más de once kilómetros en una dirección uno, a más de once kilómetros en la otra dirección el otro, por lo que estaban a veintidós kilómetros y medio de distancia entre sí, y luego comenzaron una serie de experimentos que demostraron que lo que le ocurría a un fotón cuando se le hacían cosquillas (es el término que utilizaron), al hacerlo girar en el sentido de las agujas del reloj, por ejemplo, o al hacerlo tomar un determinado camino, lo que fuera que ocurriese aquí, el que estaba a veintidós kilómetros y medio de distancia actuaba como si estuviera teniendo exactamente la misma experiencia pese a que ya no estaba conectado físicamente.

Y la pregunta que la ciencia ha tenido que hacerse es cómo era posible. ¿Por qué actuaban como si estuvieran conectados? Y la respuesta es que es un fenómeno conocido como Entrelazamiento que dice "Una vez que algo se unifica, que comienza como un todo aunque esté separado físicamente por muchos kilómetros o años luz, (es lo que están descubriendo en el Cosmos) todo sigue conectado energéticamente". ¿Por qué es importante? Porque si nos remontamos lo suficiente en el tiempo, hubo un momento en el que ustedes, yo y la Tierra estábamos todos profundamente conectados antes del Big Bang, la gran liberación de energía. Cuando sucedió, las partículas comenzaron a separarse físicamente, pero siguieron conectadas energéticamente. Somos parte unos de otros. Son de esta Tierra y de todo lo que ven, y eso les da poder y me da poder a mí para participar en la sanación de nuestros cuerpos y los de nuestros seres queridos de formas que la ciencia recién está empezando a comprender.

Así que la oración de mi amigo David es un ejemplo de la sabiduría indígena, de un principio que la ciencia sólo ha empezado a comprobar recientemente en condiciones de laboratorio.

Me fascina que nuestros ancestros, que no comprendían necesariamente la ciencia, pero sí las técnicas, supieran lo que funciona y lo que no funciona, conocieran y comprendieran la relación con el mundo. Eso me maravilla. Como he mencionado, la ciencia tiene unos 300 años de antigüedad y durante 300 años ha intentado demostrar si tenemos o no esta conexión entre nosotros y la Tierra, mientras que nuestros antepasados, durante 5.000 años, empezaron con la suposición de que todo está conectado. Aunque trataran de demostrarlo 5.00 años, se planteó la cuestión de cómo podemos utilizar esa conexión para mejorar nuestras vidas y ayudar a nuestros amigos y a nuestra familia y tener una comunidad más fuerte. Así que aquí es donde la combinación de la ciencia y la espiritualidad es fundamental. La ciencia sólo puede darnos los detalles básicos de cómo funciona algo, no puede decirnos necesariamente cómo aplicarlo en nuestras vidas.

La experiencia humana puede decirnos cómo sin saber específicamente por qué las cosas funcionan como funcionan. Así que hoy nos encontramos en esta época de extremos en nuestras vidas y en el mundo. Mi sensación es que cuando aceptamos la unión de la ciencia y la espiritualidad, creamos una sabiduría que en su unión es mayor de lo que cualquiera de las dos podría ser individualmente. Y creo que eso es lo que nos da la ventaja evolutiva en nuestra época de extremos.

Mi amigo David y su oración son un ejemplo muy poderoso de este principio que fue comprendido por nuestros antepasados, y que la ciencia solo está empezando a confirmar en condiciones de laboratorio. ¿Qué sucedió cuando David creó esa oración? ¿Por qué tuvo el efecto que tuvo? Lo que la ciencia sabe es que vivimos en un mundo de campos eléctricos y magnéticos. Es un hecho aceptado. Recientemente, los descubrimientos han demostrado que el corazón humano, su corazón y mi corazón, son los campos eléctricos y magnéticos más potentes del cuerpo humano, no el cerebro como nos enseñaron en el pasado. El cerebro sí tiene un campo eléctrico y un campo magnético, y son relativamente débiles en comparación con el corazón humano.

Así que si somos seres diseñados para comunicarnos con el mundo que nos rodea y ese mundo es un mundo eléctrico y magnético, para mí tiene mucho sentido que nuestra comunicación no sea necesariamente verbal, porque existe una comunicación energética con el único órgano de nuestro cuerpo diseñado para hacer precisamente eso: nuestro corazón. Ahora sabemos que esta relación entre el corazón y el cerebro es profunda e influye no solo en lo que ocurre en nuestro cuerpo, sino fuera de él cuando somos capaces de armonizar el corazón y el cerebro. Esto es lo que mi amigo David hizo a su manera y es lo que se está haciendo ahora en el laboratorio.

Lo que hacemos es acceder a esa armonización que se llama coherencia y que se puede medir eléctricamente. La coherencia óptima entre el corazón y el cerebro es de 0,1 Hertz, una frecuencia muy, pero muy baja, de menos de 1 Herz, y curiosamente es la frecuencia con la que se comunican los delfines y las ballenas. Los militares, los submarinos, también la utilizan y crea problemas con los delfines y las ballenas, porque es una frecuencia universal y poderosa.

Cuando podemos percibir los sentimientos de nuestro corazón, cuando podemos elegir crear esos sentimientos que generan 0,1 Hertz entre el corazón y el cerebro, entonces estamos armonizados, estamos conectados, y eso se llama “coherencia”. El Instituto de HeartMath, un instituto de investigación pionero en el norte de California, fue uno de los primeros en confirmarlo de una manera práctica que podemos utilizar en nuestra vida diaria. Ellos hacen un trabajo increíble investigando el corazón de formas que no se hacen convencionalmente en las ciencias duras.

Lo que HeartMath descubrió es que cuando podemos cerrar los ojos, llevar nuestra atención hacia el interior y concentrarnos en nuestro centro del corazón, saliendo de nuestra mente, de nuestro cerebro, e ir a nuestro corazón, el acto de hacerlo, en primer lugar, modifica nuestro cuerpo que comienza a cambiar la química, porque por lo general nuestra atención está en el mundo que nos rodea y ahora estamos pidiéndole que se concentre en el interior, diciéndole al cuerpo que algo ha cambiado, que algo va a suceder. Ese es el primer paso.

Cuando empezamos a respirar un poco más lento de lo habitual, tal vez cinco a seis segundos para inhalar y exhalar o lo que sea que funcione para ustedes, lo que descubrimos es que eso le envía una segunda señal a nuestro cuerpo, porque el único momento en el que realmente empezamos a respirar de esa manera es cuando sabemos que estamos a salvo y en un ambiente donde está bien no estar atentos al mundo que nos rodea sino tener ese enfoque interno, así que respiramos con más lentitud y eso envía una segunda señal al cuerpo. Esta es una de las técnicas que se utilizan para llevar nuestra atención hacia nuestro corazón desde nuestro cerebro.

Ahora bien, mi amigo David, en su tradición autóctona, creó un mudra donde los centros de energía están en las puntas de los dedos y en las palmas de las manos y se juntan. Con este mudra tocó físicamente su centro del corazón de una manera muy budista. Los monjes, las monjas y los abades en los monasterios budistas lo hacen todo el tiempo y una de las cosas que están haciendo es representar los centros de energía de su cuerpo. Hacen contacto con todos estos circuitos corporales.

Cuando tocamos físicamente nuestro centro cardíaco, eso atrae automáticamente nuestra conciencia al lugar del cuerpo donde sentimos la sensación. Así que estamos manteniendo la presión físicamente justo en el centro cardíaco, moviendo la conciencia de la mente al corazón. No lo digo como una regla. Es algo que muchos han descubierto que funciona para ellos y puede funcionar para ustedes también. Son tradiciones indígenas, por eso lo hacemos; no tiene ninguna connotación religiosa, es un mudra energético muy poderoso que convoca nuestra atención a nuestro corazón en ese momento. A medida que desplazamos nuestra conciencia a nuestro corazón, a medida que enlentecemos la respiración, el tercer paso ahora es percibir en nuestro corazón los sentimientos de gratitud, aprecio, cuidado, compasión, para agradecer lo que ya ha sucedido.

Y lo que los investigadores de HeartMath han comprobado es que esas palabras -otras palabras pueden funcionar para algunos, ustedes se conocen mejor que nadie- en condiciones de laboratorio, son las que optimizan esta coherencia: aprecio, gratitud, cuidado, compasión. Y como podemos empezar a percibir este sentimiento, eso establece la coherencia que armoniza el corazón y el cerebro.

Este es el tercer paso. El primero es trasladar su atención al corazón. El segundo es cambiar su atención y ralentizar la respiración y el tercero es sentir la sensación. Y a medida que avanzamos por estos pasos tan sencillos, estamos armonizando el corazón y el cerebro en dos redes neuronales separadas en un único sistema potente. Una vez que estamos en este espacio, ahora la puerta está abierta para una miríada de usos desde este espacio tan poderoso. Aquí es donde podemos comenzar a percibir los sentimientos como si ya estuviéramos sanos, y nuestras células comienzan a responder a ello. Desde este lugar además podemos crear intencionadamente estados profundos de intuición que también juegan un papel poderoso en la sanación.

Todos conocemos la intuición espontánea en el mundo occidental al estar en un vehículo ante un semáforo esperando que la luz roja se ponga verde, sin pensar en nada durante esos pocos segundos, cuando de repente, de la nada, uno tiene esta tremenda intuición, entiende los interrogantes más profundos de la existencia humana y el significado de la vida y el propósito de nuestro origen y la luz se pone verde y todo desaparece porque ahora uno está enfocado en su vidas nuevamente. Esa es una experiencia espontánea. ¿Cómo la creamos por encargo cuando lo elegimos? La técnica que estoy compartiendo con ustedes es la que se utiliza precisamente para hacerlo. Es con este profundo sentido de intuición que podemos realmente tener una conversación con nuestros cuerpos. Entramos en ese espacio y les pedimos a nuestros cuerpos que compartan con nosotros lo que necesitan en los momentos de dolencia y enfermedad. No les preguntamos con la mente sino con el corazón.

Y aquí es donde las 40.000 neuritas sensoriales del corazón se hacen tan necesarias, porque ellas piensan y recuerdan y sienten y se comunican independientemente de nuestro cerebro, así que a medida que aprendemos a escuchar –literalmente- el lenguaje de nuestro corazón, no el lenguaje verbal, nuestro cuerpo puede decirnos lo que está experimentando, lo que necesita, lo que requiere de nosotros, lo que necesita cambiar en el entorno y lo que podemos hacer para facilitar lo que estamos programados para experimentar.

En muchos casos, los nuevos descubrimientos de la ciencia ahora están confirmando lo que nuestros antepasados nos dijeron durante mucho tiempo respecto a nosotros, la sanación de nuestros cuerpos y nuestra relación con nuestros cuerpos y la Tierra y nuestra capacidad de influir en la sanación. Lo que sabemos es que nuestro cuerpo es literalmente un espejo de lo que creemos que es cierto acerca de nosotros mismos y nuestra relación con el mundo. La clave es que muchas de nuestras creencias no son necesariamente conscientes. Algunas de nuestras convicciones más profundas están arraigadas en nosotros antes de nacer, en el útero. Hasta alrededor de siete años, esencialmente somos una esponja abierta al mundo que absorbe los patrones de todas las personas a las que estamos expuestos y de las que estamos rodeados, por lo que tenemos cuidadores que son realmente conscientes y han aprendido a manejar sus emociones y a sanar sus heridas de forma saludable, y eso es algo realmente bueno.

Muy pocas personas que conozco han tenido la suerte de venir de esas familias. Muchos de nosotros tenemos experiencias, tanto en las relaciones como en el estado de nuestros cuerpos, cuando somos adultos y a veces jóvenes adultos. Esto no tiene que ser cuando tenemos cincuenta, sesenta, setenta años. Nuestros cuerpos en realidad están reflejando las creencias subconscientes que están aún con nosotros casi desde el momento de nuestro nacimiento. Pero no sabemos qué son, así que ¿cómo vamos a descubrirlo? Esta es una manera muy, pero muy diferente de pensar respecto a nuestros cuerpos.

Si literalmente los podemos ver como un espejo de nuestras experiencias y nuestras convicciones, sin juzgarlo como correcto, incorrecto, bueno o malo, cuando aparezca una condición que muestre lo que el médico llamará dolencia o enfermedad, si podemos aceptar que nuestro cuerpo está expresando algo en ese momento como un reflejo que estamos albergando consciente e subconscientemente, podemos aceptarlo sin juzgar y utilizarlo. Mi querido amigo y hermano espiritual y colega, Darren Weissman lo llama un portal. Cada dolencia, cada enfermedad, es un portal en nuestros cuerpos. La cuestión es si estamos dispuestos a entrar en ese portal para observar y ver lo que nuestro cuerpo nos está diciendo realmente. Y cuando nuestra respuesta es afirmativa, entonces empezamos a ver que nuestro cuerpo solo está reflejando energéticamente la calidad de la creencia que sostenemos.

Yo vengo de una familia disfuncional. Mi padre era un alcohólico que se marchó cuando yo tenía diez años. Y antes de irse, les infligió daño a los tres miembros de mi familia -mi madre, yo y mi hermano pequeño- y cada uno interpretó sus experiencias de forma muy singular. Una de las características de su alcoholismo era menospreciar a los demás, criticar tremendamente, por lo que había muchas críticas entre mi familia y cada uno lo interpretó de forma diferente. En lo que a mí respecta, cuando lo oí nunca me lo creí, así que desde el principio tuve una forma sana de afrontarlo. Otros miembros de mi familia sí creyeron y aceptaron esas críticas a tal punto que su autoestima se vio dañada y eso afectó las decisiones que tomaron respecto a sus parejas, sus trabajos, sus carreras, sus propios cuerpos y su salud, todo ello relacionado con estas creencias aunque ni siquiera eran conscientes de haberlas escuchado cuando eran muy jóvenes. Así que este es un ejemplo de cómo estas cosas pueden acortar nuestras vidas.

Cuando tenemos la sabiduría de reconocer que nuestro cuerpo no está necesariamente quebrado, que nos está expresando algo, y tenemos el valor y la fuerza de dar el paso y decir: "¿Qué pasa, cuerpo? Mi cuerpo, ¿qué me estás diciendo en este momento?" (Conozco a científicos que literalmente tienen conversaciones consigo mismos). Creemos que somos un individuo, pero en realidad somos una comunidad de unos cincuenta billones de células. Como diría Bruce Lipton, mi querido hermano, amigo espiritual y colega, esos cincuenta billones de células funcionan como una comunidad que tiene un nombre. Mi comunidad se llama Gregg. Así que puedo hablar con Gregg si estoy en la carretera, si estoy detrás del escenario, preparándome para salir, y empiezo a sentir algo en mi cuerpo.

En lugar de atemorizarme y tomar algo para que desaparezca, le pregunto: "¿Qué necesitas, Gregg?" "¿Qué necesitas, cuerpo mío?" Literalmente, me hablo así a mí mismo y le pregunto desde mi corazón con la técnica que acabo de compartir, y lo que me resulta fascinante es que la respuesta es evidente incluso antes terminar de preguntar. Cuando estoy formulando la pregunta, mi corazón y mi mente ya tienen la respuesta y sé casi de inmediato qué necesito en ese momento. A menudo es algo sencillo, es cambiar la perspectiva de la creencia. La gente me pregunta todo el tiempo cuán profundamente conectados podemos estar en el mundo, es decir, cuán literal es esa conexión y yo les respondo compartiendo un par de historias.

Viví en el norte de California a principios de los años noventa. Tenía una amiga que estaba en una relación romántica, una relación íntima que estaba atascada. Ella la llamaba “la cita interminable” porque ambos no podían llevar la relación hacia un compromiso más profundo y no podían terminarla, así que ella sentía que estaban atascados. Un día almorcé con ella. Hacía tiempo que no la veía y le pregunté: "¿Cómo van las cosas?" Y ella dijo: "¡Oh, no creerías lo que ha pasado en mi vida!" Yo le respondí: "Bueno, inténtalo". Ella dijo: "Estaba sentada con mi novio en el sofá. Estábamos viendo la televisión cuando oímos un golpe en el baño. Fuimos a ver y la tubería del agua caliente debajo del lavabo había estallado con tal fuerza que arrancó la puerta del lavabo de las bisagras y la hizo volar contra la pared del otro lado del baño". Yo dije: "¡Guau, eso es increíble!" Ella dijo: "Todavía no he terminado.

Cuando íbamos a entrar en el garaje para meternos en el auto e ir a la ferretería para arreglar el lavabo, vimos que el suelo del garaje estaba cubierto de agua caliente procedente del calentador de agua que había explotado en el garaje. Y mientras estábamos ahí, la manguera del radiador de mi auto se abrió y expulsó el líquido caliente del radiador por toda la entrada". Yo le dije: "Vaya, ¿qué demonios está pasando en tu vida?". Ella dijo: "No creerías lo que es mi vida… ¡Nuestra casa es como una olla a presión!" y entonces se detuvo en seco y dijo: "No creerás que eso tenga que ver con lo que acaba de pasar en el baño y en el garaje, ¿verdad?" Y yo dije: "Bueno, en mi mundo tiene todo que ver con lo que sucedió, porque la presión emocional que estás sintiendo en esta relación se refleja en el mundo que nos rodea a veces de formas que son obvias y a veces en formas que no lo son, y eso depende de si podemos resolver esas cuestiones o no. Creo que estamos profundamente sintonizados con nuestro mundo y los unos con los otros.

Permítanme contarles una historia sobre la profunda sintonía que tenemos con los seres con los que compartimos este mundo. Mi mamá tenía una perrita que se llamaba Cory Sue, una pequeña terrier que ya no está en este mundo. Cuando vivía, compartió una lección muy importante con mi mamá. Yo solía hablar con mi mamá. La llamaba desde cualquier parte del mundo todos los domingos para ver cómo estaba y decirle: “¡Hola!, ¿cómo estás?”, ya saben. La llamé un domingo y me dijo: "Estoy bien, pero estoy preocupada por Cory, ha estado actuando de forma extraña. La llevé al veterinario y le hizo algunas pruebas y le tomó unas radiografías y sus pulmones están cubiertos de manchas negras que están empeorando y amenazan su vida, ¿qué te parece?" Y le dije: "Me preocupa Cory porque en mi mundo vivimos en una realidad reflejada, Cory está reflejando en su cuerpo algo de la realidad que compartes con ella. ¿Qué está pasando en tu cuerpo? ¿Te hiciste un chequeo médico recientemente?”

Ella dijo: "Sí, me hice uno". "¿Te hiciste una radiografía de tórax?" "No, lo dejé para más adelante". Entonces le dije: "Fíjate en la radiografía". La llamé a la semana siguiente y ella lo venía dilatando. Dijo "Sí, lo haré, pero primero quiero hacer un jardín y tener césped en el patio, y quiero tener la casa pintada”. Todas diversiones. Yo le dije: "Mamá, ve a hacerte esas radiografías". Ella lo hizo y efectivamente mostraron que tenía un tumor maligno en el pulmón. Mamá ha leído todos mis libros y conoce todos mis programas, por eso comprende que la autosanación es posible. Quiero compartir esto con ustedes para que vean cómo podemos pensar diferente respecto a estas cosas. "Puedo comprender que es posible, pero no es para mí", dijo. "Necesito saber en mi mente que este tumor se ha ido, quiero internarme para que me operen y me lo quiten, y una vez que me lo extirpen, eso me liberará de forma que cambie mi estilo de vida".

Y empezó a hacer ejercicio y a tomar suplementos y modificó su dieta y todo eso, pero tenía que saber, en su estado mental, que estaba libre del tumor, y es lo que hizo. Por eso les cuento la historia.

Cuando se recuperó, llevamos a Cory al veterinario para que la examinara de nuevo y, cuando le tomaron las radiografías, todas las manchas negras habían desaparecido de su pulmón. Cory estuvo reflejando la condición en el cuerpo de mi mamá antes de que ella supiera que estaba presente. Y cuando observamos detenidamente, descubrimos que esto sucede todo el tiempo. Nuestro mundo es el reflejo de nuestras convicciones más profundas y de la encarnación física de esas convicciones y, a veces, los que nos rodean -personas y animales por igual- nos aman tan profundamente que asumirán y reflejarán las condiciones que tal vez no estemos preparados para ver todavía.

Uno de los lugares donde esto es muy frecuente en la vida cotidiana, es en las selvas del Perú, donde no tienen equipos médicos modernos ni máquinas de rayos X. Cuando alguien está realmente enfermo y el curandero local quiere saber qué sucede dentro del cuerpo de alguien, lo que hace es tomar un conejillo de indias y de una manera muy ceremonial pasa el cuerpo de este conejillo de indias, (solo lo pasa) a través de la energía de la persona que se siente enferma, y de manera muy compasiva le quita la vida al conejillo de indias y le abre el cuerpo. Sus órganos reflejarán lo que acaba de experimentar en el campo energético del ser humano que acaba de atravesar y asumir así de rápido. No es correcto o incorrecto, bueno o malo, es simplemente un reflejo de su reacción energética al cuerpo.

Así que cuando el curandero nativo ve que algo está sucediendo en los pulmones -en el ejemplo del conejillo de indias, a la izquierda- puede saber que el pulmón izquierdo del humano necesita ser tratado y entonces pasará a todos los remedios herbales y el aire puro y el agua potable y el ejercicio y todas las cosas para sanar lo que se diagnosticó mediante a lo que reflejó otra criatura viviente.

Y comparto esta historia, todas estas historias, porque no oímos a menudo sobre esto. Nos enseñaron a creer que estábamos separados de nuestro mundo cuando en realidad estamos tan profundamente sintonizados y conectados con el mundo -tanto a nivel consciente como subconsciente- que si observamos de cerca lo que está sucediendo en nuestros cuerpos, obtendremos una visión más profunda de nuestras verdaderas creencias, no de lo que afirmamos que es cierto, no de lo que nuestra mente o ego dice que es verdad, sino un panorama de lo que realmente creemos, incluso a nivel subconsciente. Una vez hecho esto, como dice el Dr. Darren Weissman, ese es el portal y entonces podemos entrar en esa creencia y formular la pregunta: “¿Es cierto esto? ¿Dónde lo aprendimos? ¿Dónde escuchamos esto? ¿Quién nos lo dijo? Si no es cierto, ¿cómo podemos sanar eso? ¿Con qué podemos reemplazar esa creencia que apoyará un cuerpo más sano, un sistema inmunológico más sano?”

Y debo decirles que puede suceder muy, pero muy rápidamente, mucho más rápido que las 72 horas que mencionamos anteriormente al hablar del crecimiento de las nuevas neuritas.

Tuve una experiencia personal con portales en mi cuerpo que me ayudó a aceptar mi pasado, y el Dr. Darren Weissman fue un catalizador que me ayudó a entender y hacer mis conexiones en mi vida. Fue después de la muerte de mi padre, quien falleció durante la primera semana de mi gira del libro El Código de Dios en 2004. Cancelé la primera semana de mi gira y volví para hacerle un homenaje a un hombre que realmente no conocía. No sabía hasta qué punto me estaba afectando y, poco después, me salió un sarpullido en la parte superior del cuerpo, en el pecho. No estaba ahí todo el tiempo, pero sí lo suficiente. Tenía una irritación que era la clave y a veces se agudizaba más. Intenté todo lo que se me ocurrió. No tenía ni idea de lo que me estaba pasando porque no era una experiencia consciente. Por eso acudí al Dr. Darren, que es un maestro en acceder a nuestras creencias subconscientes a través del portal de nuestros propios cuerpos.

Y me encanta la forma en que lo hace, porque no es una terapia de conversación, él tiene un protocolo muy específico, bum, bum, bum, hace las preguntas y según las respuestas sabe a dónde ir a partir de ahí para averiguar lo que nuestro cuerpo nos está diciendo. Bueno, en este caso el Dr. Darren y yo tuvimos una conversación de 45 minutos. A los 20 minutos fue capaz de determinar que mi sarpullido era literalmente una irritación que mi cuerpo estaba expresando, una frustración de mi incapacidad para sanar con mi padre cualquier asunto que tuvimos antes de que falleciera. Ahora que se había ido, aunque pueda hacerlo en el nivel interno, nunca podré tener una conversación física con él de nuevo. Y al final de la charla, el enrojecimiento y la hinchazón debida al sarpullido habían desaparecido por completo y a la mañana siguiente el sarpullido se había ido y nunca volvió.

Y ese es un testimonio poderoso para mí que me dice cómo estas creencias subconscientes aparecen en nuestras vidas en los momentos que menos esperamos, a veces en el momento menos oportuno, y qué comunicación clara nos están presentando si aprendemos el lenguaje de nuestros cuerpos. Es una forma muy diferente de pensar en ellos.

El modelo médico diría "Ah, tienes un sarpullido, es una respuesta inmune a algo, pongamos un poco de cortisona para que desaparezca hasta que se cure", y ese es otro camino. Así que no estoy diciendo que uno sea correcto o incorrecto, bueno o malo. No estoy juzgando eso, solo digo que nuestra orientación en la vida nos ayuda a determinar cuán profundamente queremos entender lo que la vida nos muestra. Y a medida que aceptamos las verdades más profundas de estas relaciones con nuestro cuerpo, la sanación se vuelve casi secundaria, la cura física del cuerpo es el subproducto de la resolución, del sentimiento, o la emoción, o la creencia. Y esa es la belleza de comprender la sanación de nuestros cuerpos.


Kelly Noonan Gores:

Entiendo perfectamente bien cuán condicionados estamos y cómo lo que no está resuelto se manifiesta a nivel físico. ¿Pero y los niños que llegan al mundo y tienen leucemia? ¿Es su destino?


Gregg Braden:

No lo sabemos. Puedo especular, sospecho que es el karma, el destino, la suerte. Soy un científico, me formé como tal. Creo que nos debemos a nosotros mismos el ser honestos, veraces y objetivos sobre quiénes somos y nuestra relación con el mundo, y esos hechos nos permiten seguirlo en mayor medida y ser inteligentes respecto a lo que eso significa. La ciencia médica actual en Occidente, en mi opinión, tiene los mejores diagnósticos; no podemos estar sin diagnósticos, sin saber qué está pasando en nuestro cuerpo. No podemos superar la tecnología que tenemos hoy en día, la capacidad de mirar de forma no invasiva dentro del cuerpo y enterarnos de lo que está pasando. Ahora bien, lo que hagamos con esa información pienso que es lo que da lugar a la gran elección. Para mí, no hay elección, creo que nos debemos a nosotros mismos el honrar nuestros cuerpos y saber lo que está ocurriendo.

Una vez que entendemos qué nos está diciendo nuestro cuerpo, ya sea utilizando diagnósticos médicos, yendo a ver a alguien como el Dr. Darren Weissman, y pasando por lo energético o lo espiritual, ¿qué hacemos con esa información? ¿Cómo la abordamos? Ahí es donde se unen toda la sabiduría de nuestros ancestros y nuestra sanación tradicional, nuestra sanación cuántica, el poder de la emoción para cambiar la química de nuestros cuerpos.

Así que lo que le digo a la gente es simplemente esto: “Tengamos en cuenta, sin entrar en todos los detalles, que estamos diseñados para sanar. El cuerpo quiere sanar y la capacidad de sanar no es un añadido evolutivo que se produjo después de 200.000 años de experiencia, es parte de nuestro diseño, sea quien sea el responsable de que lo tengamos desde que llegamos a esta Tierra hace 200.000 años. Así que sabiendo que estamos programados para sanar, sabiendo que nuestros cuerpos quieren sanar, entonces la cuestión se convierte en cómo lo estimulamos y lo facilitamos mejor y lo incorporamos en nuestras vidas. Todos tenemos diferentes sistemas de creencias y todos aprendemos de diferente manera, y aquí es donde creo que las cosas de las que estamos hablando ahora, desde mi perspectiva, se convierten en una herramienta que ponemos en la caja de herramientas con todas las demás para poderlas sacar y utilizar según sea necesario para nuestro más alto bien con lo mejor de nuestra capacidad.

Así que ya sea que se convierta en una religión o más bien en nuestra propia práctica, creo que si podemos adoptar todas estas cosas juntas, ahí es donde encontramos nuestro mayor bien.

Las personas me preguntan: "¿Qué pasa con los niños, nuestros niños, los niños pequeños que vienen a este mundo dañados en el útero de alguna manera, o con alguna deformidad o alguna condición? ¿Cómo puede provenir de su subconsciente?" y la respuesta a eso es que simplemente no lo sabemos. Tengo que ser honesto y decir que lo que ha sucedido con cada ser humano antes de llegar aquí es diferente y no tenemos forma de saberlo. Y aquí es donde empezamos a cruzar los límites de la ciencia y la espiritualidad y se habla de karma o destino o suerte, y no sabemos lo que son. Lo que sí sé sin sombra de duda es que una vez que ese hermoso niño llega a este mundo, su cuerpo, sus células, su ADN, responderán a las condiciones del entorno que le demos. Nuestro trabajo es aprender a optimizar ese entorno y esas condiciones.

La epigenética es la nueva ciencia que nos dice en lenguaje científico que nuestro diseño genético no está codificado. No estamos sujetos al diseño original de nuestro ADN para toda nuestra vida; es como si la Naturaleza nos diera un código genético preestablecido y eso fuera suficiente para ponernos en marcha cuando venimos al mundo. Eso será todo lo que necesitarán algunas personas, otras eligen expandir sus vidas y para ello hacen las elecciones de pensamiento, sentimiento, emoción, creencia, estilo de vida, que realmente combinan y estimulan porciones de ese código en formas que no estaban antes. Otras personas tienen las condiciones, el virus o la enfermedad que estaba con ellos cuando llegaron al mundo, eso es lo que tienen para empezar, y sus cuerpos responderán positivamente, como todos los demás, a los factores epigenéticos, al medio ambiente, al amor, el cuidado, la compasión, a una profunda comprensión, a la relación con el mundo, a lo que sienten es seguro en el mundo, a la nutrición.

La forma en que los cuidadores interactúan entre sí en presencia del niño es igual de importante, porque esa persona joven está aprendiendo a enfrentarse a la vida a través de los gestos, los patrones de voz y las emociones de sus cuidadores a los que sus padres lo están exponiendo en las primeras etapas de su vida. Eso nos pasa a todos. Así que no podemos conocer todos los factores antes de venir al mundo, pero lo que sí podemos saber con certeza es que estamos diseñados para sanar y que nuestros cuerpos responderán al estímulo sanador si sabemos cómo crearlo en nuestras vidas.


Kelly Noonan Gores:

Entonces, el amor es el mayor sanador...


Gregg Braden:

Me referiré a ello. Cuando armonizamos nuestro corazón y nuestro cerebro a través de las emociones, nuestro aprecio, cuidado, gratitud, compasión, una de las preguntas más comunes que recibo en una audiencia en vivo es que la gente me pregunta: "¿Qué pasa con el amor?" Es una buena pregunta. Y les hice la misma pregunta a los investigadores de HeartMath, y me sorprendió la respuesta. Lo que me dijeron fue: "Gregg, el amor significa cosas distintas para diferentes personas y todos tenemos distintas experiencias del amor. Y para algunas personas no ha sido una buena experiencia, por lo que la palabra “amor” muchas veces puede no ser la mejor para armonizar el corazón y el cerebro, para crear coherencia. Eso por un lado. Por el otro, cada una de esas palabras está comprendida en él. Así que el cuidado es una fase del amor, la compasión es una fase del amor, el aprecio, la gratitud son expresiones de amor, así que en última instancia estamos utilizando el poder del amor sin utilizar esa palabra específica.

Ahora tengamos en cuenta todo lo que sabemos sobre nuestros cuerpos, nuestras relaciones, nosotros mismos, los demás, los nuevos descubrimientos que están revirtiendo 300 años de ciencia. Para mí todo se reduce a un principio muy simple: Cuanto mejor nos conozcamos a nosotros mismos, mejor equipados estaremos para sanar nuestros cuerpos, para sanar nuestras emociones, para sanar la experiencia interior que nos permita amar en el grado más profundo en el mundo exterior, y creo que eso es realmente lo importante cuando se trata de la sanación que ahora comprendemos.



por Gregg Braden
Preview – Hay House HEAL Summit
https://www.discover.hayhouse.com/heal-summit-day2/#l¡p-pom-block-930
Título en ingles: Harmonizing Your Heart and Brain to Create Healing
Desgrabación y traducción: Susana Peralta



Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com