Queridos amigos,
Soy Jeshua. Sentid mi energía en torno a vosotros. Os saludo a todos. Es maravilloso que estemos aquí, en este espacio y tiempo, en este siglo, pues os halláis en el umbral de una nueva era.
Cada uno de vosotros es, en esencia, un elemento individual de una consciencia mucho más amplia y, más particularmente, de vuestra propia alma. Vuestra alma es como un sol eternamente radiante y vosotros sois uno de sus rayos. Contemplaos a vosotros mismos como ese luminoso rayo de sol. Formáis parte de un todo más grande y tenéis a vuestro alcance la posibilidad de conectar con el centro de ese sol. Imaginad que ascendéis a lo largo de ese rayo de sol que sois de momento a través del chakra de la coronilla. Viajad hacia el centro de ese sol que irradia luz en toda su superficie y bañaos en esa luz. Capturadla en lo más hondo de vuestras células y lleváosla con vosotros en vuestro camino de vuelta desde ese centro solar hasta el rayo de luz que ahora mismo sois aquí, en la Tierra.
Sentid que esa luz ha sido absorbida por todos los fluidos, tejidos, músculos y órganos de vuestro cuerpo. Vuestros cuerpos están muy familiarizados con esa energía. Después de todo, lo que hace que cobren forma es la energía de la luz de vuestra alma. Vuestro cuerpo es, por supuesto, un regalo de la Madre Tierra, pero es la vibrante luz de vuestra alma, de vuestro núcleo divino, lo que hace posible que estéis aquí, gracias a la fusión de alma y cuerpo. Al dar forma al espíritu, incorporáis una parte de la eternidad en vuestros cuerpos.
El cuerpo es un mensajero del alma. En vuestro cuerpo lleváis recuerdos que van más allá de la infancia de esta vida actual. Traéis en él capas de sentimientos de otras encarnaciones, generalmente a nivel inconsciente, y esos sentimientos incluyen vivencias traumáticas. Dichas experiencias traumáticas se corresponden con las partes más endurecidas o rígidas de la energía del alma. La luz de quien en verdad sois no consiguió alcanzar esas partes en vidas pasadas, por lo que permanecen privadas de luz. Son, por tanto, como una bola de grillete que arrastráis, un nudo en el estómago o cualquier otra expresión que queráis emplear —en resumen, un aspecto atrofiado de vosotros mismos que no puede avanzar libremente hacia la nueva era. Lo que esas partes os están pidiendo ahora es que les prestéis atención y que las envolváis en amor y sabiduría.
Es precisamente en estos tiempos, en los que numerosas almas en la Tierra se sienten llamadas a regresar al Hogar que constituye su auténtica esencia, cuando viejas cargas, a menudo de otras vidas, piden ser vistas, y ahora estáis preparados para hacerlo. Esto es algo de lo que generalmente no os dais cuenta: estáis preparados para transformar esas partes más oscuras que pueden dar lugar a una noche oscura del alma. Por transformarlas entiendo, simplemente, que permitís que la luz de vuestra consciencia las ilumine. No me refiero a que os lo trabajéis, en el sentido de bucear en el pasado e intentar analizarlo todo, sino, sencillamente, a que reconozcáis lo que hay ahí —ahora mismo— y a dejar que la luz de vuestra consciencia irradie hacia esas partes ensombrecidas. Hagámoslo juntos ahora mismo de una manera muy práctica.
Ante todo, quiero persuadiros de que sois perfectamente capaces de afrontar, transformar y liberar esas partes vuestras más recónditas y oscuras. Sois mucho más que esas partes traumatizadas, pero primero tenéis que tomar consciencia de vuestra luz, algo que podéis lograr mediante la conexión con el sol radiante que sois. No solamente sois seres infinitos en el centro de ese sol —manifestación de lo Divino—, sino que los rayos que emitís también son infinitos. Y así, cada vez surgen más posibilidades únicas de canalizar vuestra energía hacia nuevos lugares, con el fin de acumular sabiduría y abundancia interior.
Sed muy conscientes de vuestro yo radiante cuando, dentro de unos instantes, vayamos hacia alguna parte de vosotros que carezca de luz. Utilizo el presente para describir esta carencia de luz, porque es algo que está ocurriendo ahora. Lo que sea que no pudo ser redimido en vidas anteriores se os vuelve a presentar en una vida posterior; no como un castigo ni a raíz de una condena, sino en virtud de un deseo interno de que esa parte sea transformada para que pueda brindar sus dones. Pues en toda experiencia hay una revelación, un fruto que cosechar, un poder sanador.
Sed conscientes de vuestra alma y aferraos a esa luz mientras os inclináis ante ese algo o alguien que sale de la oscuridad y que seguramente se siente muy perdido, solo y abandonado en el frío; algo o alguien que se ha visto privado de luz durante larguísimo tiempo. Es posible que esa parte no quiera ni acercarse porque siente que debe protegerse. Quizás considere como una amenaza la luz que irradiáis, pues no siente capaz de integrar tanta luz.
Arrodillaos junto a esa aparición, sea lo que sea: un niño, un vagabundo, un demonio o, incluso, una figura monstruosa, da igual. Arrodillaos junto a ella, sin soltar vuestra luz. Decidle a esa aparición: «Te amo y estoy aquí para liberarte. He vuelto a buscarte; ha llegado el momento de volver a Casa. Te necesitamos; no podemos seguir avanzando sin ti». Tendedle una mano y conectad con ella. No olvidéis que, aunque a lo mejor se resista y aunque desconfíe, esa parte también quiere regresar a Casa. En su corazón hay un impulso irresistible de volver al Hogar, pues es la única solución que cabe a su aislamiento.
Decidle a esa parte vuestra: «Te seguiré esperando tanto como sea necesario». Y tened paciencia. Cuando estéis así, arrodillados como un Ángel de Luz, como el mensajero de vuestra alma, sentíos como tal. Daos cuenta de lo pacientes que sois y de hasta qué punto comprendéis las emociones de otro. Sentid que os acercáis con comprensión hacia esa parte vuestra traumatizada y que la abrazáis con ternura. Sin «deberías», sin expectativas, sin prisa, sin presiones. Tomad consciencia de lo mucho que sabéis acerca de esa aparición que tenéis enfrente —pues forma parte de vosotros. En cierto modo, esa aparición es creación vuestra, es vuestro niño, y queréis hacer todo lo que esté en vuestra mano para que ese niño pueda florecer de nuevo y volver a confiar en la vida.
No olvidéis que no es preciso que sufráis junto a ese niño. Estáis ahí con toda vuestra fuerza y toda vuestra inocencia. Sed un Ángel de Luz. Desplegad vuestras alas mientras permanecéis sentados en el suelo y acoged a quien se haya sentado enfrente de cada uno. Este es el único gesto que tenéis que hacer. Confiad en el impulso que habita en ese niño, en ese ser, en esa aparición. También quiere volver a Casa, si bien requiere, en términos terrenales, tiempo para vencer sus resistencias y superar viejas decepciones, tristezas y desilusiones, todo lo cual es comprensible. Por tanto, dadle a esa parte vuestra el tiempo que necesita y que se merece.
Solo desde esa aceptación incondicional podrá vuestro niño volver a Casa. Forzarlo y presionarlo es contraproducente; lo único que necesita es que estéis ahí. No olvidéis que este proceso, una vez lo iniciáis, no es solamente vuestro. Si observáis aunque solo sean los últimos siglos de la historia de la Tierra, no es difícil comprender por qué hay tanto trauma en la gente. Las guerras y los conflictos entre las personas han dejado heridas profundas; a veces tan profundas que se han convertido en parte de la atmósfera astral a la que vais cuando morís en la Tierra.
Si no transformáis un trauma emocional durante una vida terrenal, se queda adherido a vosotros. Su deseo es regresar al Hogar y sabe que, para poder ser redimido en algún momento, tiene que permanecer con vosotros. A menudo, el alma elige nacer nuevamente en la Tierra con el objetivo de conectar con viejos traumas, solo que en circunstancias que hagan posible su sanación. Tal es, hoy por hoy, el caso de muchos de vosotros.
Es casi seguro que en esta vida os encontraréis con gente o situaciones que activarán ese viejo dolor y harán que salga a la superficie, pues es lo que habéis elegido que ocurra desde vuestra alma, desde ese centro del sol que sois. Una vez que el trauma se activa y que os veis atrapados en corrientes mucho más fuertes y profundas que lo que está ocurriendo en la superficie de vuestra vida, podéis o bien dejaros arrastrar por ellas o bien transformarlas —la elección es vuestra.
Es del todo humano y probable que, en un primer momento, os dejéis arrastrar por ellas y volváis a experimentar esos espantosos sentimientos que una vez experimentasteis en alguna o algunas vidas pasadas —que los reviváis. Sin embargo, el arte de este proceso consiste en soltar el pasado y en contemplar esas emociones a la luz del alma. Sé lo que vais a decir: «Pero es que es muy difícil, siento que me hundo y me ahogo». Y ciertamente, la atmósfera de la Tierra no ayuda mucho a lidiar con todo esto, pues aún reina entre la gente muchísima negatividad y mucho miedo. Pero insisto, sois los portadores de la luz y quienes traéis la nueva era. ¡Tomad consciencia de vuestro poder! Sentid la luz de ese sol que constituye vuestra esencia —irradia eternamente.
El dolor terrenal puede generar mucha oscuridad. Con todo, sois más fuertes que ella. Podéis dejar que la luz brille incluso en los lugares más oscuros, porque tal es vuestro mayor deseo. El propósito de vuestra alma para esta vida es que lo logréis en vosotros mismos y que, al hacerlo, contribuyáis también a aligerar la carga colectiva que pesa sobre la Tierra. Así pues, quisiera pediros ahora que difundáis vuestra luz hacia el pasado, no solo el vuestro, sino también hacia el pasado colectivo de la humanidad. No os equivoquéis: el pasado no ha terminado, sigue aquí. Pervive en amplios grupos de personas que aún responden a viejos miedos, prejuicios y resquemores que no han brotado en el presente, sino que tienen raíces muy viejas. Son personas que aún están lidiando con un dolor sin procesar acumulado a lo largo de muchas vidas.
Puede que ahora estéis pensando: «Pero no puedo hacer esto, no quiero hacerlo, es demasiada carga para mí». ¡Permaneced en vuestra luz, sentid la luz de vuestro Sol! No tenéis que haceros cargo de todo ese dolor; no es necesario que sufráis. Lo único que tenéis que hacer es permanecer en vuestra luz y dejad que brille. De ese modo, os reafirmáis a vosotros mismos que no sois la oscuridad y que no es preciso que viváis en ella; sino que sois mensajeros de una nueva luz en la Tierra. De ese modo, os hacéis grandes.
Imaginad que os posáis aquí, en la Tierra, como un enorme Ángel de Luz y bondad. Desplegad completamente vuestras grandes alas. Atreveos a ser grandes y a asumir vuestro lugar. Imaginad que andáis descalzos por el suelo terrenal, dejando que vuestra Luz Angélica se difunda. Fijaos en el dolor que aún vive en la gente, contempladlo ante vosotros como si fuera una niebla espesa o una energía turbia y opresiva, pero no os adentréis en ella. Lo único que tenéis que hacer es observarla y dejar que vuestra luz fluya hacia ella. Tampoco es necesario que la rehuyáis, pues vosotros ya estáis del otro lado.
Observad cómo es recibida la energía de luz, amabilidad, compasión y paciencia que irradiáis. Sois trabajadores de la luz en la Tierra y en eso consiste traer luz —las esferas angélicas— a la gente. Gracias a vuestra presencia, luces diminutas empiezan a brillar en esa densa niebla de miedo, tristeza y soledad, y los corazones comienzan a abrirse. Vuestra luz obra cambios. A veces, vosotros mismos sois capaces de apreciar su efecto, si bien no soléis hacerlo. Lo que no quita para que, de todas formas, ese efecto se ejerza. Confiad en el proceso y en el hecho de que estáis aquí. No le tengáis miedo a la oscuridad, a la sombra. Creed en vuestra propia fuerza.
Tal es el llamamiento que os hago. En estos tiempos, la elección de la que antes hablé es sumamente importante. Estáis preparados para elegir la luz y para no volver a caer en la repetición de viejas pautas, sino para crear pautas nuevas tanto para vosotros como para los demás. Centrad vuestra consciencia en lo que en vosotros es poderoso, luminoso y bueno —y entonces seréis capaces de cualquier cosa. Todo puede y debería fluir a través de vosotros. Vuestra luz no se ve debilitada por la oscuridad, se hace más fuerte. Ese es el auténtico significado de traer luz a la Tierra. Estoy íntimamente conectado con vosotros. Muchas gracias por vuestra presencia.
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Traducción de Laura Fernández
https://jeshua.net/
Fuente: www.trabajadoresdelaluz.com