Una vez que las plantas han recibido la información sobre una persona concreta, comienzan un proceso de intercambio de información con las fuerzas cósmicas, pero ellas son solamente unas intermediarias, que cumplen una función estrechamente dirigida al cuerpo físico y también a algunos planos del alma. Nunca tocan los complicados procesos, que de entre todo el reino animal y vegetal del planeta, sólo son inherentes al cerebro humano y a los planos humanos de existencia. Sin embargo, este intercambio de información que ellas establecen, le permite al ser humano hacer aquello que sólo él o ella puede hacer: beneficiarse del ingenio cósmico, o más exactamente, intercambiar información con esta Inteligencia. Un procedimiento que no es nada complicado, le permite hacer esto y sentir los efectos beneficiosos de tal intercambio.
Anastasia lo exponía así:
Una noche en que las condiciones del tiempo lo permitan, organízate para pasar la noche bajo el cielo estrellado. Es menester poner el lecho no lejos de los arbustos de frambuesas o groselleros, o de las plantaciones de cereales. Tienes que estar solo. Al acostarse en el lecho, con la cara hacia el cielo estrellado, no hay que cerrar los ojos enseguida, deambula por los cuerpos cósmicos con la mirada y mentalmente. No te pongas tenso pensando en ellos. El pensamiento tiene que ser ligero y libre.
Primero, intenta pensar en los mismos cuerpos celestes que son visibles a tus ojos, después puedes soñar en aquello que atesoras en tu corazón, en las personas cercanas a ti, en aquellos a quienes deseas el bien. Ni se te ocurra pensar en este momento en venganza o desear a alguien el mal. El efecto puede resultar desfavorable para ti. Este procedimiento, nada complicado, reavivará algunas de las muchas pequeñas células durmientes en tu cerebro, la mayoría de las cuales se quedan sin despertar en todo el periodo de la vida de una persona. Las fuerzas cósmicas estarán contigo y te ayudarán a conseguir la materialización de los más increíbles sueños luminosos, a encontrar paz interior, a establecer relaciones favorables con los seres cercanos, y a acrecentar o a despertar su amor por ti. Es muy provechoso hacer este procedimiento varias veces.
Esto tendrá efecto solamente si se hace en los sitios de vuestro contacto permanente con el reino vegetal. Y vosotros mismos lo sentiréis tan pronto como a la mañana siguiente.
Es particularmente importante hacer tal procedimiento cada vez que sea la víspera de tu cumpleaños.
Tratar de explicar ahora cómo funciona este mecanismo sería demasiado largo, además de innecesario. Habría parte de las explicaciones que no creerías, y otras partes no las entenderías. Será mucho más fácil y breve hablar con aquellos que ya lo hayan probado, y hayan experimentado el efecto de este proceso sobre sí mismos, puesto que la información recibida y verificada facilitará la percepción de la información subsiguiente.
# Apoyo y maestro de tu hijo.
Al preguntarle a Anastasia de qué modo un trozo de tierra con sus plantaciones –aun habiendo sido plantadas de ese modo especial y encontrándose en contacto directo con la persona– podría contribuir a la crianza de los niños, me esperaba oír de ella una respuesta así como que es necesario inculcar a los niños el amor a la naturaleza, o algo similar. Sin embargo, me equivoqué. Lo que ella me dijo, me asombró por la simplicidad del argumento y, al mismo tiempo, por la profundidad de su sentido filosófico.
¡La naturaleza, la mente del Universo han hecho que cada nuevo ser humano nazca soberano, rey! El recién nacido es semejante a un ángel: puro e inmaculado. Al tener todavía abierto el sincipucio, recibe un gran torrente de información del Universo. Las capacidades de cada recién nacido le permiten convertirse en la criatura más sabia del Universo, semejante a Dios. Necesita muy poco tiempo para derramar gracia y felicidad sobre sus padres. El periodo en el que está tomando conciencia de la esencia de lo que constituye el Universo y del sentido de la existencia humana, abarca solamente nueve años terrestres. Y todo lo que necesita para esto, ya existe. Únicamente, los padres no deberían tergiversar la genuina estructura natural del Universo apartando al niño de las creaciones más perfectas del mismo. Pero el mundo tecnócrata no les permite a los padres hacerlo. ¿Qué ve el bebé en su primera mirada consciente? Ve el techo, el borde de su cuna, algunas prendas de tela, las paredes..., todo ello atributos y valores del mundo artificial, creados por la sociedad tecnócrata. Y en este mundo se encuentra su madre y sus pechos. “Pues así deben de ser las cosas” -concluye-. Sus sonrientes padres le obsequian con objetos que tintinean o chirrían, los juguetes. ¿Para qué? Va a pasar mucho tiempo intentando llegar a entender con qué fin estas cosas tintinean y chirrían. Va a intentar comprenderlo con su mente consciente y su subconsciente.
Luego, los mismos padres sonrientes van a atarle con unos trapos que le resultan de lo más incómodo 50 . Él va a intentar librarse, ¡pero en vano! ¡Y la única manera posible de protestar es el grito! El grito de protesta, la petición de ayuda, el grito de indignación.
Desde este momento, el ángel y soberano se convierte en un esclavo, un indigente que mendiga.
Uno tras otro, el niño es obsequiado con atributos del mundo artificial. Es recompensado con un nuevo juguete, una nueva ropita, como un bien. Y con esto, le inculcan que estos objetos son los más importantes de este mundo al que ha venido. A él, el ser más perfecto del Universo, aunque sea pequeño todavía, le hacen gorgoritos y tratan con condescendencia, con esto mismo, sin querer, le tratan como si fuera un ser imperfecto. Incluso en las instituciones que vosotros consideráis educativas, le siguen hablando constantemente de los valores de ese mundo artificial. Solamente, hacia la edad de nueve años, mencionan, de paso, la existencia de la naturaleza, como si fuera un anexo de lo otro, de lo principal, sobreentendiendo que lo principal es todo lo que ha sido hecho por la mano del Hombre. Y la mayoría de la gente hasta el fin de sus días, no es capaz de tomar conciencia de la verdad. Podría decirse que la sencilla pregunta: “¿En qué consiste el sentido de la vida?”, queda sin resolver.
Y el sentido de la vida hay que encontrarlo en la verdad, la alegría y el amor. Un niño de nueve años, criado por el mundo natural, tiene una comprensión mucho más precisa del Universo que las instituciones científicas de vuestro mundo y que muchos de los científicos reconocidos por vuestra sociedad.
¡Para, Anastasia! Probablemente te refieres a un conocimiento de la naturaleza, asumiendo que su vida transcurriera de la misma manera que la tuya. Y aquí puedo estar de acuerdo contigo. Pero es que el hombre actual está forzado, para bien o para mal –eso es otra cuestión– a vivir, precisamente, en nuestro mundo tecnócrata, como tú lo llamas. El Hombre criado así como propones, va a conocer la naturaleza, a sentirla, pero en las otras cosas será un absoluto profano. Es que... verás, están también las ciencias, como las matemáticas, la física, la química, o simplemente, el conocimiento de la vida, de las manifestaciones sociales.
Para alguien que ha aprendido en su justo momento la esencia del Universo, todo eso es una nimiedad. Si él quiere o considera necesario probarse a sí mismo en el dominio de alguna ciencia, sobresaldrá fácilmente de entre todos los demás.
¿De dónde has sacado esto, Anastasia? Me interesa saber.
El hombre del mundo tecnocrático no ha inventado todavía nada que no exista en la naturaleza. Incluso los perfectos mecanismos manufacturados, son solamente una mísera sombra de lo que existe en la naturaleza.
Está bien, que sea así, pero me prometiste explicar cómo se puede criar a un niño y desarrollar sus capacidades en nuestras condiciones. Sólo te pido que hables de ello, de forma que lo pueda entender, dando ejemplos concretos.
Intentaré darte ejemplos concretos, -contestó Anastasia-. Yo ya he modelado situaciones así y he intentado sugerirle a una familia qué hay que hacer, sólo que no hay forma de que ellos se den cuenta del punto clave, y hagan a su niño la pregunta adecuada... Estos padres resultaron tener un niño excepcionalmente puro y capaz, que podría haber traído mucho beneficio a los que viven en la Tierra, pero... Estos padres llegan con su niño de tres años a su parcela de dacha y traen consigo sus juguetes favoritos. Los juguetes artificiales, que desplazan las verdaderas prioridades del Universo. ¡Ay, si al menos no hicieran eso! En efecto, al niño se le puede entretener y entusiasmar con otra ocupación más interesante que la desprovista de sentido e incluso perjudicial comunicación con los objetos manufacturados.
En primer lugar, pedidle que os ayude, pero hay que hacerlo muy en serio, sin condescendencia alguna, ya que, de hecho, él realmente os ayudará.
Si estáis plantando, pedidle que sostenga las semillas que se van a plantar o que rastrille el bancal, o que, de por sí, ponga la semilla en el hoyo preparado. En todo momento, comentadle lo que estáis haciendo, por ejemplo, así:
“Vamos a poner la semilla en la tierra y con la tierra lo cubrimos. Cuando el solecito luzca y caliente la tierra, la semilla sentirá el calorcito y empezará a crecer, querrá mirar al solecito y asomará de la tierra un brotecito verde, tal como éste”. Y con estas palabras, hay que señalarle alguna hierbecita. “Si le gusta, el brotecito va a hacerse cada vez más y más grande y puede convertirse en un árbol, o en algo más pequeño, en una flor. También quiero que nos dé un sabroso fruto, y tú lo comerás, si te gusta. El brotecillo preparará su fruto para ti”.
Cada vez que lleguéis con el niño a vuestro terreno, o cuando despierte por la mañana, lo primero que hay que hacer es proponerle mirar si ha asomado ya el brotecito. Cuando veáis que el brotecito ya ha aparecido, regocijaos. Si sembráis plantones en vez de semillas, también hay que explicarle al niño lo que estáis haciendo. Si sembráis los plantones de tomates, entonces, que él os traiga los tallos uno a uno. Si quebrara alguno sin querer, tomad en las manos el tallito quebrado y decid: “Creo que éste no va a vivir y no nos dará fruto, se ha quebrado, pero con todo y con eso, vamos a probar a plantarlo”. Y plantad, junto a los otros, al menos un plantón quebrado.
Al cabo de unos días, cuando os acerquéis otra vez al bancal con vuestro hijo y los tallos de tomates hayan agarrado ya, señaladle al pequeño también el tallito quebrado, que se está marchitando y recordadle al niño que éste se quebró al plantarlo. Pero al hacer esto, no habléis al niño en un tono aleccionador. Hay que hablarle como a un igual. En su conocimiento tiene que grabarse que en algunas cosas él os supera a vosotros, por ejemplo, en pureza de pensamientos. Él es un ángel. Si lográis entender esto, posteriormente podréis actuar ya intuitivamente, y verdaderamente vuestro hijo llegará a ser esa persona que os hará felices a vosotros.
Cuando vayáis a dormir bajo el cielo estrellado, llevad con vosotros también a vuestro hijo, acostadle a vuestro lado, que mire el cielo estrellado, pero en ningún caso le expliquéis ni los nombres de los planetas, ni cómo vosotros entendéis su origen y predesignación, puesto que vosotros mismos no lo sabéis, y los dogmas que existen en vuestro cerebro, solamente van a desviar al niño de la verdad. Su subconsciente conoce la verdad, y ésta, de por sí, pasará a su conciencia. Podéis comentarle simplemente que os gusta mirar las estrellas luminosas y preguntarle a vuestro hijo qué estrella le gusta más de entre todas.
En general, es muy importante saber hacerle al niño o a la niña las preguntas. Al año siguiente, hay que ofrecerle su propio bancal, adornarlo, darle la posibilidad de hacer allí todo lo que quiera. En ningún caso hay que obligarle a hacer algo en este bancal, ni corregir lo que haga. Solamente se le puede preguntar de vez en cuando lo que quiere hacer. Se le puede ayudar, pero sólo después de haberle pedido permiso para trabajar un poco junto a él o ella. Cuando vayáis a sembrar los cereales, invitadle a que eche algunos granos en el bancal con su manita.
Bueno -observé todavía con incredulidad-, puede que de esta manera, el niño muestre interés por el mundo vegetal, y puede que llegue a ser un buen agrónomo, pero, de todas formas, ¿de dónde le van a venir los conocimientos en los otros ámbitos?
¿Pero cómo, de dónde? No es sólo una cuestión de que va a tener un conocimiento y un sentimiento de qué crece y cómo. Lo principal es que él empezará a pensar y a analizar, y en su cerebro se despertarán unas pequeñas células que van a funcionar ya toda su vida. Precisamente éstas, le van a hacer más inteligente y con más talento que aquellos que tienen estas celulitas dormidas. En cuanto a la vida, a lo que vosotros llamáis el progreso, esta persona puede resultar insuperable en cualquier campo, y la mayor pureza de sus pensamientos, en comparación con los otros, le hará más feliz. El contacto que ha establecido con sus planetas le permitirá recibir e intercambiar, constantemente, más y más información nueva cada vez. Toda esta información va a ser recibida por su subconsciente y transmitida a la conciencia en forma de más y más pensamientos y descubrimientos nuevos. En apariencia, parecerá una persona corriente, pero interiormente... éste es el tipo de persona a la que vosotros llamáis “un genio”.
# La escuela del bosque.
Dime, Anastasia, ¿es ésta la manera en la que tus padres te criaron a ti?
Me contestó tras una breve pausa durante la cual, supongo, estuvo recordando su infancia:
Casi no me acuerdo de papá y mamá en carne y hueso. El abuelo y el bisabuelo me educaron así, como te he contado ahora, más o menos. Pero, de hecho, es como si yo sola pudiera sentir bien la naturaleza y el mundo animal a mi alrededor. Quizás, sin comprender completamente todo su mecanismo, pero eso ya no es lo principal cuando puedes sentirlo. De vez en cuando, el abuelo y el bisabuelo venían a mí y me hacían preguntas que me pedían que contestara. En nuestra cultura, la generación mayor trata al bebé o al niño pequeño como a la divinidad y, a través de las respuestas del niño, comprueban su propia pureza.
Empecé a pedirle a Anastasia que recordara alguna pregunta concreta y la respuesta que ella dio. Sonrió y me contó:
Un día, estaba yo jugando con una culebrilla. Me volví, y allí estaban el abuelo y el bisabuelo, a mi lado, sonriendo. En seguida me alegré mucho, porque era interesante estar con ellos. Sólo ellos pueden hacerme preguntas, y su corazón palpita al mismo ritmo que el mío, los animales tienen otros ritmos diferentes. Me acerqué corriendo a ellos, el bisabuelo me hizo una reverencia y el abuelo me cogió en sus rodillas. Yo escuchaba cómo palpitaba su corazón y jugaba con los pelos de su barba examinándolos. Ninguno decía una palabra. Estábamos allí juntitos pensando cada uno en lo nuestro, y se estaba tan bien así. Después el abuelo me preguntó:
Dime, Anastasia, ¿por qué aquí y aquí me crece el pelo -señalando su cabeza y su barba- y aquí y aquí no me crece? -señalando su frente y su nariz.
Toqué su frente y su nariz, pero la respuesta no me nacía, y no podía hablar irreflexivamente, tenía que entenderlo por mí misma antes que nada.
La siguiente vez que vinieron, el abuelo dijo de nuevo:
Bueno, todavía sigo pensando, por qué aquí me crece el pelo, y aquí no y otra vez señaló su frente y su nariz.
El bisabuelo me miraba atenta y seriamente. Entonces pensé que quizás, realmente, éste era un problema serio para el abuelo y le pregunté:
Abuelo, dime, ¿quieres de verdad que el pelo te crezca por todas partes, tanto en tu frentecita como en tu naricita?
El bisabuelo se quedó pensativo y abuelo contestó:
No, no quiero.
¡Entonces, por eso no te crece, porque no lo quieres!
Él, con aire pensativo, se preguntó, ya como a sí mismo, pasándose la mano por la barba:
¿Y si aquí crece, entonces, es porque lo quiero así?
Y presisamente aquí fue donde yo le confirmé:
Claro, abuelo, tú lo quieres, y yo y aquel que te inventó.
En este momento, el bisabuelo, un poco exaltado, me preguntó:
¿Y quién? ¿Quién le inventó?
Aquel que lo inventó todo respondí.
¿Pero dónde está él? Señálale, me pidió el bisabuelo, haciéndome una reverencia.
Yo no les pude contestar enseguida, pero esta pregunta se quedó conmigo, y empecé a pensar en ella a menudo.
¿Y finalmente, les diste una respuesta? le pregunté a Anastasia.
Contesté, al cabo de un año más o menos, y entonces comencé a recibir más preguntas, pero hasta que contesté aquélla, los abuelos estuvieron sin plantearme nuevas cuestiones, y esto me preocupaba mucho.
# Atención a la persona
Pregunté a Anastasia quién le había enseñado a hablar si apenas recordaba a su madre y su padre, y su abuelo y su bisabuelo se comunicaban con ella raramente. Las respuestas que recibí me dejaron estupefacto y creo que deberían ser interpretadas por especialistas, por lo que trataré de reproducirlas lo más completa y fielmente posible. El sentido de éstas empezó a aclararse para mí poco a poco. Tras mi pregunta, ella precisó:
¿Te refieres a la habilitad de poder hablar las diferentes lenguas de la gente?
¿Que quieres decir con “diferentes”? ¿Es que sabes hablar en diferentes idiomas?
Sí contestó Anastasia.
¿También en alemán, francés, inglés, japonés, chino?
Sí repitió ella y añadió:. Si lo estás viendo, que hablo contigo en tu lengua.
¿Quieres decir, en ruso?
Bueno, eso sería generalizar mucho. Yo hablo, o al menos lo intento, con los giros y palabras que, precisamente tú, usas en tu lenguaje. Esto me resultaba un poco difícil al principio porque tú tienes un vocabulario pequeño, repites mucho los mismos giros, y además, expresas muy débilmente los sentimientos. Con tal lenguaje, es difícil exponer de manera suficientemente exacta todo lo que se quiere.
Espera, Anastasia, ahora te preguntaré algo en lengua extranjera y tú me contestas.
Le dije “buenos días” en inglés, después en francés. En seguida me contestó.
Por desgracia, no domino las lenguas extranjeras. En la escuela estudié alemán, pero me dieron sólo un aprobado. Me acordé de una frase entera en alemán, que nos habíamos empollado bien mis compañeros de escuela y yo. Se la dije a Anastasia:
Ich liebe dich, und gib mir deine hand. 51
Ella me extendió la mano y contestó en alemán:
Te doy mi mano.
Quedándome estupefacto, todavía sin dar crédito a mis oídos, pregunté:
¿Quieres decir, entonces, que a cada persona se le puede enseñar todas las lenguas?
Intuitivamente, sentí que debía de haber alguna explicación sencilla para este extraordinario fenómeno, y yo tenía que entenderlo bien para hacerlo llegar a la gente.
Anastasia, venga cuéntamelo en mi lenguaje, e intenta hacerlo con ejemplos, y que sea comprensible pedí un poco excitado.
Está bien, está bien, sólo tranquilízate, relájate, porque si no, no lo comprenderás.
Pero primero vamos, voy a enseñarte a escribir en lengua rusa.
Yo ya sé escribir. Tú cuéntame lo de la enseñanza de las lenguas extranjeras.
No simplemente escribir, te enseñaré a ser un escritor, con talento. Escribirás un libro.
Es imposible.
¡Es posible! Si es muy fácil.
Anastasia cogió una varita y trazó en la tierra todo el alfabeto ruso con los signos de puntuación, y me preguntó cuantas letras había allí.
Treinta y tres contesté.
Ya ves, hay muy pocas letras. ¿Llamarías a esto que he trazado aquí un libro?
No contesté, es un alfabeto normal y nada más. Son simplemente las letras normales y corrientes.
Pero es que todos los libros en la lengua rusa se componen de estas letras normales y corrientes, -observó Anastasia.- ¿Estás de acuerdo con esto? ¿Entiendes qué fácil es todo?
Sí, pero en los libros están dispuestas de otra manera.
Es cierto, todos los libros se componen de multitud de combinaciones de estas letras, la persona las coloca automáticamente, guiándose por los sentimientos. De ahí se deduce que primero nacen los sentimientos, dibujados con su imaginación, y no la combinación de las letras y los sonidos. A quien lo lee le surgen, poco más o menos, los mismos sentimientos y se le quedan en la memoria por mucho tiempo. ¿Puedes recordar imágenes o situaciones de libros que has leído?
Puedo, contesté tras pensar un momento.
Por algún motivo, recordé Héroe de nuestro tiempo, de Lérmontov 52 , y empecé a contárselo a Anastasia. Ella me cortó:
Ya ves, puedes describir a los personajes del libro y contar lo que sentían, a pesar de haber transcurrido no poco tiempo desde que lo leíste. Y si ahora te pidiera que dijeras en qué orden están colocadas las treinta y tres letras en ese libro, qué combinaciones se han construido con ellas, ¿podrías reproducirlo?
No, es imposible.
En verdad es muy difícil. Entonces, los sentimientos de una persona se pasaron a otra por medio de toda clase de combinaciones de treinta y tres letras. Tú miraste estas combinaciones y las olvidaste en seguida, pero los sentimientos y las imágenes se grabaron para quedarse en la memoria por mucho tiempo...Y así resulta que si uno vincula los sentimientos del alma directamente con estos signos, sin pensar en convencionalismo alguno, el alma hará que estos signos se organicen y combinen de tal forma que el que lo lea posteriormente, sentirá el alma de aquel que lo escribió. Y si en el alma de aquel que lo escribió...
Espera, Anastasia. Explícamelo de forma más sencilla, más comprensible y concreta, y muéstrame cómo se enseñan las lenguas por medio de algún ejemplo.
Puedes hacerme un escritor más tarde. Y ahora dime quién te enseñó a ti a comprender las diferentes lenguas y cómo.
Mi bisabuelo contestó Anastasia.
Dame un ejemplo pedí yo, deseoso de entenderlo todo rápidamente.
Está bien, pero no te preocupes. De todas formas, encontraré la manera de que esto sea comprensible para ti, y si para ti es tan importante, intentaré enseñarte también todas las lenguas. De hecho es fácil.
Para nosotros esto es absolutamente increíble, Anastasia, por eso, trata de explicarlo. Y dime, ¿cuánto tiempo sería necesario para enseñármelo?
Ella se quedó pensando un momento, mirándome, y después dijo:
La memoria la tienes ya mediocre, y luego están tus problemas cotidianos... Se necesitará mucho tiempo para ti.
¿Cuánto? no tenía paciencia para escuchar la respuesta.
Para una comprensión de nivel básico, como “buenos días”, “hasta luego”, etc., creo que no menos de cuatro, o incluso seis meses contestó Anastasia.
Ya está, Anastasia, cuenta cómo lo hacía tu bisabuelo.
Él jugaba conmigo.
¿Cómo jugaba? ¡Cuenta!
Entonces tranquilízate, vamos, relájate. Para nada puedo entender por qué te pones tan nervioso.
Y ella continuó con tranquilidad:
El bisabuelo jugaba conmigo, como si bromeara. Cuando él venía a mí, solo, sin el abuelo, siempre se acercaba, hacía una profunda reverencia, me tendía su mano, yo la mía. Primero, me estrechaba la mano, después apoyaba una rodilla en el suelo, me besaba la mano y decía: “Buenos días, Anastasia”.
Una vez que vino, todo lo hizo como siempre, sus ojos, como siempre, me miraban con cariño, pero sus labios dijeron algún tipo de abracadabra. Le miré con asombro, cuando él ya me empezó a decir otra cosa completamente incoherente. No me resistí y le pregunté:
Abuelito, ¿te has olvidado qué se debe decir?
Lo he olvidado, contestó el bisabuelo.
Después, el bisabuelo se alejó de mí unos pasos, pensó en algo, y otra vez se acercó, me tendió la mano, yo le di la mía. Él apoyó su rodilla y me besó la mano. Con su mirada cariñosa, movió los labios, pero, esta vez, no dijo nada en absoluto. Hasta me asusté. Y entones fue cuando le soplé:
Buenos días, Anastasia -dije.
Correcto confirmó el bisabuelo y sonrió.
Y yo entendí que esto era un juego y jugábamos así, a menudo. Al principio era fácil, después el juego se iba complicando cada vez más, aunque también se hacía más interesante. Este juego se empieza a la edad de tres años y se termina a los once, cuando la persona como que se examina y el examen consiste en que, mirando atentamente al interlocutor, esta persona pueda comprenderle sin palabras, cualquiera que sea la lengua en la que el interlocutor se exprese. Tal diálogo es mucho más perfecto que el hablado, y es más veloz, más pleno. Vosotros lo llamáis transmisión de pensamientos a distancia.
Lo consideráis algo extraordinario, como un fenómeno de la esfera de lo fantástico, cuando es simplemente una actitud atenta a la persona, una imaginación desarrollada y buena memoria. Detrás de esto se encierra, no solamente una manera más perfecta de intercambio de información, sino también el conocimiento del alma humana, del mundo vegetal y animal, de todo el Universo en general.
Pero Anastasia, ¿qué tienen que ver las plantaciones que crecen en la huerta con todo esto? ¿Qué importancia tienen ellas aquí?
¿Cómo que qué tienen que ver? Simultáneamente, el niño está conociendo el mundo de las plantas como la partícula del mecanismo del Universo y entra en contacto con sus planetas. Con su ayuda y la ayuda de sus padres, rápidamente, muy rápidamente, concibe la verdad e intensivamente se desarrolla en el dominio de vuestras ciencias: psicología, filosofía, ciencias naturales. Pero, si al realizar este juego de los idiomas se utiliza como ejemplo alguna cosa manufacturada del mundo artificial, el niño se embrollará. No le van a ayudar las fuerzas de la naturaleza, del Cosmos.
Ya te lo decía, Anastasia: el niño al fin y al cabo puede llegar a ser un agrónomo.
Pero en los otros campos, ¿de dónde le surgirán los conocimientos?
Pero Anastasia empezó a afirmar que la persona criada de esta manera tendrá la capacidad de adquirir conocimientos de manera rápida en cualquier ámbito de nuestras ciencias.