Emmanuel - Cómo sintonizar con el propósito de tu vida.

 Tómate un instante de cada hora del día y pregúntate:


«¿Qué quiero yo ahora?» «¿Qué decisiones estoy tomando en este momento?» «¿Quién soy ahora?» «¿Qué estoy haciendo ahora?»

Este ejercicio fijará la atención en tu conciencia interior.

Supone una manera de afinar la sintonía con tu verdadera esencia, que abrirá el abanico de tu libertad de elección en 360 grados.

- Cómo tratar el miedo.

Centrando la atención sobre la «dificultad» de la que el miedo se ha hecho dueño. Experimentando la tranquilidad se consigue el equilibrio para moverse a través del miedo.

Empieza pues, imaginando lo que sería vivir sin miedo.

Comienza por imaginarte a ti mismo mientras caminas por una calle normal. Pasas de una manzana a otra y te das cuenta de cuán a menudo aparece el miedo.

El miedo puede identificarse no sólo como terror, sino como resistencia, limitación, vacilación, cansancio o desconfianza.

A continuación, imagínate alguna acción sencillísima realizada completamente sin miedo (luego te enfrentarás con las complicadas).

Hazlo cinco minutos cada día.


- Cómo reponerte.

Entra en tu yo interior, en tu «personalidad». Descubre ese yo y aspíralo por un instante.

Pregúntale a ese yo qué es lo que le está fatigando en ese preciso instante.

«¿Qué te gustaría estar haciendo ahora? ¿Dónde estás? ¿Qué te estás negando?» (Los cuerpos humanos no precisan tanto descanso como te imaginas. Lo que necesitan es liberarse.

Lo que necesitan es permiso para expresarse. Lo que necesitan es dejar fluir libremente su pasión.)

Noventa y nueve veces de cada cien que estás cansado, la fatiga no es consecuencia lo que has hecho, sino el no haber hecho lo que querías.

Plantéale estas preguntas a tu yo.

Y la próxima vez, si tienes la posibilidad de hacer lo que te gustaría sin causar ningún daño, hazlo! No es que seas indulgente contigo mismo, como te dijeron, es que te respetas a ti mismo!


- Conocerte a ti mismo.

Penetra en tu silencio. Imagínate entrando en una habitación.

No hay nadie más que tú en ella. De repente, al otro lado, te ves a ti mismo tal como realmente eres, en tu belleza interna. Permítete conocerte a ti mismo, con ternura, con cariño.

Entonces, cógete de la mano. Devuélvete a ti mismo.

Quédate cerca de ti durante el resto de tu vida. El ser que acabas de conocer esperaba únicamente que te fijaras en él desde siempre.

Y una vez que te hayas fijado bien, una vez que te hayas enterado de quién eres (y precisarás muchos ejercicios como éste; te insto a realizarlos al menos una vez al día), empezarás a darte cuenta de lo poco que importa lo que piensen los demás. ¿Verdad que esto te libera?


- Volver a percibirte.

Durante diez minutos al día contémplate como si verdaderamente fueras un ser divino con la deliciosa tarea de esparcir la Luz estés donde estés.

Contémplate a ti mismo como si fueras derramando amor y alegría sin ninguna vergüenza, como si sonrieras, como si creyeras en la paz, en el gozo y en la ausencia de dolor.

Inténtalo. Descubrirás que se trata de la cosa más contagiosa que hayas sentido nunca.


- Descubrir cuál es tu tarea en la vida.

¿Qué es lo que haces mejor? ¿Qué es lo que te da la mayor sensación de plenitud? En eso consiste tu tarea!

El corazón no sólo habla a través de la oración y la meditación, sino también a través del deseo, del simple y puro deseo humano.




Extracto de El libro de Emmanuel
Transmitido por Pat Rodegast



Fuente:   www.trabajadoresdelaluz.com