Annie Besant - El sendero del discipulado. Primeros pasos. II

PRIMEROS PASOS


Lo mismo cabe decir de todas las modalidades de acción. Primero aprende el hombre a cumplir la acción como deber de sacrificio y pago de una deuda al mundo en que vive, como si restituyera a los diversos reinos de la Naturaleza, lo que de ellos recibió. Después, el sacrificio es ya algo más que el pago de una deuda. Es la gozosa donación de todo cuanto el hombre tiene para dar. El sacrificio parcial es la deuda que ha de pagarse; el sacrificio perfecto es la donación total.
 Entonces el hombre se entrega con todas sus potencias y actividades, no ya deseoso de dar parte de lo que posee en pago de una deuda, sino que él mismo es la dádiva de su donación. Cuando llega a este punto, realiza el yoga y aprende la lección del Karma-Yoga. Considerad como un paso hacia esta finalidad los cinco sacrificios diarios que la religión hinduista exige de sus fieles, y advertid lo que entraña la prescripción de estos sacrificios. Cada uno de ellos es el pago de una deuda, el reconocimiento de lo que el hombre debe individualmente a la colectividad que le rodea, como de ello os convenceréis si, aunque a la ligera, los examináis uno por uno. Consideremos el primero: el sacrificio a los devas. 

¿Por qué está prescrito este sacrificio? Porque el hombre ha de saber que su cuerpo tiene contraída una deuda con la tierra y con las inteligentes entidades que presiden el régimen de la Naturaleza, por cuya virtud da la tierra sus frutos que de alimento le sirven; y por lo tanto, el cuerpo del hombre, en pago de esta deuda, ha de restituir a la Naturaleza el equivalente de lo que de ella recibió, por mediación de las inteligentes entidades kósmicas o devas que guían las fuerzas del mundo inferior. ¿Por qué se le ordenó al hombre que consumiera su ofrenda en el fuego? La explicación de esta ceremonia está en la frase: "Agni es la boca de los Dioses." Las gentes repitieron esta frase sin cuidarse de comprenderla ni escudriñar bajo la superficie del externo nombre de deva las funciones de los devas en el mundo. 

El verdadero significado de la antedicha frase es que por doquiera actúan los conscientes y subconscientes obreros de la Naturaleza en cohortes de diversos grados jerárquicos con un superior deva cósmico al frente de cada una de las huestes del numeroso ejército. Subordinados a los devas que respectivamente gobiernan el fuego, el agua, el aire y la tierra, actúan numerosas legiones de devas de inferior categoría que presiden las separadas y diversas operaciones de las fuerzas naturales del mundo, como las lluvias, la potencia productiva del suelo y los fertilizantes agentes de vario linaje. 

Este primer sacrificio sirve de alimento a los devas inferiores que lo reciben por medio del fuego; y se dice que el fuego (Agni) es la boca de los Dioses, porque el fuego desintegra y transmuta primero en vapor y después en éter los sólidos y líquidos que se someten a su acción, convirtiendo, por lo tanto, las ofrendas sacrificiales en etéreo alimento de los devas inferiores encargados de ejecutar las órdenes de los superiores devas kósmicos. Así les satisface el hombre la deuda con ellos contraída, y en recompensa cae la lluvia, fructifica la tierra y recibe el hombre su alimento. Esto es lo que daba entender Shri Krishna al prescribir al hombre: "alimentad a los dioses y los dioses os alimentarán." Este ciclo de alimentación ha de reconocer el hombre. Al principio lo aceptó como religiosa enseñanza. Después vino un período en que lo tuvo por superstición, porque desconocía la obra interna y sólo echaba de ver las externas apariencias. 

Más tarde, acrecienta el hombre sus conocimientos, y aunque la ciencia se inclina de pronto al materialismo, muda luego de orientación en virtud de más cuidadosos estudios, y se alza al reconocimiento del reino espiritual. La ciencia ya empieza a decir hoy en términos técnicos lo que los rishis dijeron en terminología espiritual, esto es, que el hombre es capaz de gobernar y dirigir la operación de las fuerzas inferiores de la Naturaleza por sus propias acciones. Con esto el conocimiento científico corrobora las enseñanzas antiguas y la inteligencia confirma lo que el hombre espiritual ve por directa intuición o vista interna. Después del sacrificio a los devas, prescribe la religión hinduista el sacrificio a los antepasados. Este otro sacrificio implica el reconocimiento de lo que el hombre debe a quienes antes de él estuvieron en el mundo. Es el pago de la deuda contraída con quienes actuaron en la tierra antes de que él naciese la última vez. 

Deuda de gratitud y veneración hacia quienes con su esfuerzo llevaron a cabo en el mundo las mejoras, progresos e innovaciones que de ellos heredamos. Este sacrificio es la deuda de gratitud con quienes inmediatamente nos precedieron en la humana evolución, que tomaron parte en ella durante sus vidas terrenas y nos legaron el resultado de su labor. Como quiera que nosotros cosechamos el fruto de su obra, debemos satisfacer la deuda de gratitud. Por esto, uno de los sacrificios diarios es el reconocimiento de esta deuda de gratitud a los antepasados. Sigue a éste el sacrificio de conocimiento, o sea, el del estudio de las Escrituras, que capacite al hombre para instruir a los ignorantes, de modo que también puedan adquirir el conocimiento necesario para la manifestación de su interno Yo. 

El cuarto sacrificio es el que se hace en provecho del prójimo, dando de comer cada día a un necesitado, en reconocimiento del deber contraído con la humanidad, de que los hombres se han de auxiliar mutua y fraternalmente con toda clase de favores y buenas obras en el mundo físico. El sacrificio a los hombres es el formal reconocimiento de este deber, y al dar de comer al hambriento y aposentar hospitalariamente al peregrino, alimentáis y concedéis albergue en vuestro corazón a la entera humanidad representada en el hambriento y en el peregrino. El último sacrificio diario es el prescrito en favor de los animales. El dueño de la casa echa comida en el suelo para que de ella se aprovechen los animales de paso. En este sacrificio se encierra el reconocimiento de nuestro deber de alimentar, adiestrar y auxiliar al mundo inferior. 

El sacrificio a los animales tiene por objeto inculcar en la mente del hombre la idea de que ha de ser auxilio, guía y valimiento de las criaturas que están por debajo de él en la escala de la evolución. Siempre que tratamos con crueldad, aspereza o brutalidad a los animales, pecamos contra el supremo Ser que en ellos mora y de quienes son inferiores manifestaciones. Así, para que el hombre pudiese reconocer el bien en el bruto y comprendiera que también está Shri Krishna en los animales, aunque mucho más velado que en el hombre, se le ordenó que hiciese sacrificio en obsequio a los animales, pero no a su forma externa, sino a su interno Dios. El único sacrificio que podemos ofrecer a los animales consiste en tratarlos con cariño, amabilidad y compasión, en auxiliarlos y ayudarlos a evolucionar, y no deprimiéndolos con la crueldad que por doquiera presenciamos. 

De esta suerte se le enseñaron al hombre, por medio de ritos y ceremonias externas, las internas verdades espirituales que habían de llenar su vida. Y una vez cumplidos los cinco sacrificios, se entregaba a sus diarias ocupaciones, que también pueden considerarse como sacrificio cuando tienen por objeto el cumplimiento de los ordinarios deberes. La vida diaria que comenzó por los cinco sacrificios enumerados, prosiguió consagrada a la externa vida social. Pero el descuido en la practica de los cinco sacrificios tuvo por consecuencia la dejadez en los deberes de la vida cotidiana, no precisamente porque dichos sacrificios sean de por sí indispensables, pues tiempo vendrá en que el hombre los transcienda; pero recordemos que sólo podrá transcenderlos cuando su vida sea un continuo y viviente sacrificio. Mientras no llegue a esta etapa le es necesario el formal reconocimiento del deber con objeto de realzar su conducta. 

Desgraciadamente, los cinco sacrificios diarios están muy en desuso en la India actual, no porque los hombres se hayan purificado y espiritualizado hasta el punto de transcenderlos sin necesitar estímulo, sino al contrario, porque se han materializado y caído en la indiferencia en nivel muy inferior al ideal de su Manú. Repugnan el reconocimiento de todo deber con las Potestades superiores; y por lo tanto, no cumplen sus deberes con sus iguales. Consideremos ahora los deberes del individuo en la vida social. Doquiera esté, ha nacido en determinada familia de tal o cual municipio correspondiente a tal o cual nación. Su nacimiento le señala sus deberes para con la familia, el municipio y la nación. Las circunstancias del nacimiento limitan los deberes del hombre, pues por el nacimiento le coloca la Buena Ley, según las instrucciones kármicas, en el lugar de actuación y en la escuela donde ha de aprender. Así se ha dicho que a cada hombre le incumbe cumplir su propio deber o dharma. 

Vale más cumplir nuestro particular deber, aunque imperfectamente, que entretenerse en cumplir el deber ajeno. Por eso el lugar de su nacimiento es el más necesario para cada cual, porque allí aprenderá lo que mejor le conviene saber. Cumplid con vuestro deber sin preocuparos de las consecuencias, y entonces aprenderéis la lección de la vida y daréis vuestros primeros pasos en el sendero del yoga. Desde luego que en un principio la acción tendrá por inmóvil, la apetencia del fruto que de ella se espere, el deseo de recompensa. Así comprendemos por qué en los comienzos de su instrucción se le enseña al hombre a obrar con la esperanza de recibir en el cielo (svarga) el premio de sus buenas obras. Al hombre infantil se le alecciona con el estímulo del premio y se le representa el cielo como recompensa del cumplimiento de sus deberes morales y de las ceremonias religiosas. 

De este modo se le induce a portarse moralmente, como se induce a un niño a que aprenda las lecciones prometiéndole un premio o cualquiera otra recompensa. Pero cuando la acción se encamina al logro del yoga, sin deseo de recompensa en este ni en ningún otro mundo, entonces se cumple como un deber. Consideremos ahora las cuatro castas de la India y veamos cuál fue el propósito de su institución. El brahmana tenía el deber de enseñar para que pudiese haber una estirpe de sabios instructores capaces de dirigir la evolución de la raza. No había de enseñar por dinero ni por poderío ni por cosa alguna de personal provecho, sino tan sólo en cumplimiento de su deber de transmitir a los demás sus conocimientos. En toda nación bien organizada habría de haber siempre instructores capaces de guiar, dirigir y aconsejar a las gentes sin móviles egoístas, de suerte que nada adquirieran ellos personalmente, sino que cuanto adquiriesen fuese para los demás. De esta manera cumplirían su deber y quedaría libertada su alma. 

La casta de los guerreros o kshattriyas tenía por objeto la educación y adiestramiento de la actividad de los hombres nacidos para el gobierno y defensa del país. Pero no se les educaba ni nacían en esta casta para que se engriesen de su poder, sino para administrar justicia de modo que el pobre estuviese amparado y el rico impedido de tiranizarlo, a fin de que la imparcial justicia prevaleciese en el batallador mundo de los hombres. Porque en este mundo de luchas, rencores y contiendas, donde los hombres sólo buscan su personal satisfacción en vez del bien colectivo, se les ha de enseñar el imperio de la justicia, y que si el fuerte abusa de su fuerza, debe el gobernante justo reprimir el abuso para que no quede pisoteado y oprimido el débil. Por esto el deber del rey era administrar justicia entre los hombres, de modo que todos los vasallos mirasen el regio trono como la fuente de que manaba la divina justicia. Este es el ideal de la monarquía divina, del rey divino. 

Rama y Krishna vinieron a enseñar este ideal; pero los hombres fueron tan torpes que no aprendieron la lección, porque los kshattriyas se prevalieron egoístamente de su fuerza para oprimir a los demás y se apoderaron de las riquezas y del trabajo ajeno en provecho propio. Perdió el kshattriya el ideal del gobernante divino que encarnaba la justicia en el belicoso mundo de los hombres. Sin embargo, estaba destinado a hacer de este ideal el objeto de su vida; y por lo tanto, su deber era gobernar el país en provecho de sus habitantes y no por satisfacción personal de sí mismo. Lo mismo cabe decir de las funciones del kshattriya como soldado. La nación había de actuar en paz. Las gentes sencillas e inermes habían de gozar de seguridad en sus personas y haciendas para vivir contentas y dichosas. Los comerciantes habían de llevar a cabo en paz sus negocios. Todas las profesiones sociales habían de ejercerse sin riesgo de extrañas agresiones. 

Así al kshattriya se le enseñaba a pelear en defensa de la inerme población civil y sacrificar generosamente su vida para que las gentes pudieran vivir en paz. No había de pelear por afán de victoria ni con intentos de conquistas y dominación, sino rodear como muralla de hierro el territorio nacional, de modo que todo ataque se estrellase contra su cuerpo, y pudiesen vivir las gentes en paz, seguridad y dicha en el recinto nacional con su pecho amurallado. Para seguir el sendero del Yoga dentro del deber de kshattriya, había de considerarse como agente del divino Actor, y por esto dijo Shri Krishna que El lo había hecho todo y que Arjuna repetía la acción en el mundo de los hombres. Cuando el divino Actor se muestra en todas las acciones del hombre, entonces cumple el hombre toda acción como un deber, sin deseo de recompensa, y así no es capaz la acción de ligar al alma. 

Análogas consideraciones cabe aplicar al comerciante o vaishya, encargado de acumular riquezas, no para su provecho, sino para el sostén de la nación. Había de ser rico con objeto de que toda actividad nacional necesitada de riqueza pudiese tenerla a mano en un común depósito que la distribuyese por doquiera, de suerte que los pobres tuvieran hogar y los viajeros albergue y los enfermos hospitales (tanto para personas como para bestias), y templos los devotos, y en donde sirviese la riqueza para sostener todas las funciones de la completa vida nacional. Así el dharma del vaishya era la acumulación de la riqueza para el bien común, y no en personal provecho. De esta manera podía seguir el sendero del yoga, y mediante el Karma-Yoga disponerse a la vida superior. Igualmente el shudra tenía sus deberes que cumplir en la colectividad social. Era de su deber constituir el brazo manual de la nación, que le proporcionase cuantos productos necesitara y efectuase las serviles mecánicas externas. 

Para realizar el yoga había de cumplir gozosamente sus deberes, por ser sus deberes y no por el fruto que pudiera allegarle el cumplimiento. Así, primero obran los hombres por interés personal y de este modo adquieren experiencia. Después aprenden a obrar por deber y con ello inician la práctica del yoga en su vida diaria. Por último, su acción es un gozoso sacrificio sin pedir nada en recompensa, sino al contrario dar y entregar cuanto poseen para el cumplimiento de la obra divina. Y así realizan la unión con Dios. El significado de lo que entendemos por purificación resulta comprensible al observar las tres etapas de egoísmo, deber y sacrificio. Son las etapas del sendero de purificación. Pero ¿cómo debe ser esta purificación para que conduzca a las etapas superiores, al introito del discipulado a cuya preparación concurre toda actividad? El hombre ha de purificar cuerpo y alma. 

No me detendré a discurrir sobre la purificación del cuerpo; pero valga recordar que, según las enseñanzas del Bhagavad Gíta, se logra por medio de la moderación y la templanza, no por medio de la maceración ascética que, como Shri Krishna dice, tortura al cuerpo y al morador del cuerpo. El yoga se realiza por la suave subyugación y la deliberada disciplina de la naturaleza inferior, adoptando un puro régimen dietético, regulando las actividades físicas y disciplinando el cuerpo de modo que se someta al gobierno de la voluntad del Yo. Por lo tanto, se prescribió la vida conyugal porque los hombres, excepto unos cuantos, no estaban capacitados para seguir el áspero camino del celibato. El estado de brahmacharya no era para todos. 

Por medio de la vida de familia se le enseñaba al hombre a disciplinar sus pasiones sexuales, no sofocándolas violentamente de pronto y en un solo esfuerzo, (porque esto es imposible en la generalidad de los seres humanos, y si acaso alguien lo intentara con imprudente energía, diera por resultado arrojar al imprudente en el libertinaje) sino por gradual moderación, practicando las abnegadas virtudes domésticas de modo que la naturaleza inferior se acostumbre por medio de la templanza a obedecer a la superior, arrancándola de todo exceso y subordinándola enteramente al verdadero Yo. Entonces interviene la operación del Karma-Yoga. El jefe de familia ha aprendido gradualmente a dominar su personalidad por la práctica de la moderación, sometiendo la naturaleza inferior a la superior y disciplinándola día tras día hasta que en absoluto se sujete a la voluntad. De este modo purifica el cuerpo y se predispone a dar los altos pasos del yoga. 

Después ha de purificar por completo las pasiones de la naturaleza inferior. Pondré de esto tres ejemplos que puedan servir para la enmienda de la conducta. Consideremos la pasión de la ira y examinemos cómo la transmuta el Karma-Yoga en virtud. La ira es una energía que surge del hombre y produce su efecto exterior. En el hombre inculto y atrasado es una pasión que se manifiesta en variedad de formas brutales que, sin reparar en los medios, se debate contra todo cuanto se oponga al logro de sus deseos. En esta forma es una indisciplinada y destructiva energía natural, que forzosamente ha de subyugar quien anhele seguir los métodos del Karma-Yoga- ¿Cómo dominar la pasión de la ira? Primeramente ha de eliminar el elemento personal. Cuando alguien le injurie o agravie, no se resienta del agravio. Tal es su deber. Si recibís un daño o sois víctima de una injusticia ¿qué hacer? Podéis dar rienda suelta a la ira y revolveros contra el agresor devolviéndole golpe por golpe con intento de prevalecer contra él. 

Os ha injuriado y le injuriáis a vuestra vez. Os agravió y le agraviáis. Así la ira se desborda con destructores efectos en la que debiera ser asociación humana. ¿Cómo purificar esta pasión? Que responda cualquiera de los Instructores que enseñaron el Karma-Yoga, o sea el modo de que la acción en el mundo de los hombres pueda servir a la finalidad del Yo. Recordaréis que en el Decálogo del Manú figura como uno de los diez mandamientos el perdón de las injurias. También recordaréis que el Buddha dijo: "El odio nunca cesará por el odio, sino por el amor." Igualmente tendréis en cuenta que el instructor cristiano Pablo se expresó en términos análogos al decir: "No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal." (Rom. 12:21). Esto es Karma-Yoga. Perdonar las injurias. Devolver amor por odio. Vencer el mal con el bien. De esta suerte eliminaréis el elemento personal y ya no sentiréis ira porque os agravien. Habréis eliminado el elemento personal y la ira no tendrá ya en vosotros esta baja modalidad. 

Pero todavía quedará otro linaje más sutil de ira. Cuando veis que se comete una injusticia con el débil, os airáis contra el injuriador. Cuando veis que maltratan a un animal, os indignáis contra el que comete la crueldad. Cuando veis oprimido al pobre, sentís ira contra el opresor. Es una ira impersonal, más noble que la modalidad anterior y necesaria en la evolución humana, porque mucho mejor y más noble es airarse contra un agresor del desvalido, que presenciar la agresión con estólida indiferencia, sin la más leve simpatía con el sufrimiento infligido. La ira impersonal es más noble que la indiferencia, pero todavía es imperfecta y se ha de transmutar en la superior cualidad de hacer justicia por igual al fuerte y al débil, de compadecer asimismo al agredido y al agresor, porque sabe que el agresor resulta más gravemente dañado que el agredido. Por ambos se entristece y a los dos abarca en un mismo sentimiento de amor y justicia. 

Quien así purifica la pasión de ira, abomina del agravio, porque deber suyo es abominarlo; pero al propio tiempo se muestra benigno con el agresor, porque necesita lección y auxilio. De este modo la ira fulminada contra una injuria personal se transmuta en justicia que evita todo agravio e igualmente protege al fuerte y al débil. Esta es la purificación cumplida en el mundo de la actividad por medio del diario esfuerzo que va depurando la naturaleza inferior, a fin de lograr la unión con el Yo superior. Consideremos ahora el amor. Puede revestir la baja y brutal forma de la pasión animal entre los sexos; una pasión de índole ruin que para nada tiene en cuenta el carácter de la persona hacia quien se siente, ni cuida para nada de su naturaleza moral y mental, sino que tan sólo atiende a la belleza física, a la atracción carnal y al placer concupiscente. Esta es la ínfima modalidad del amor. Su móvil es el egoísmo. 

Pero quien sigue el Karma-Yoga lo transmuta en el amor que se sacrifica por el ser amado, que cumple los deberes familiares, cuidando de la esposa y los hijos, y hace por ellos cuanto puede, sacrificándoles sus personales gustos, placeres e inclinaciones. Trabaja para aumentar las comodidades de la familia y satisfacer más holgadamente las necesidades del hogar. En él no busca ya el amor su personal placer, sino la protección y auxilio de los seres amados, asumiendo en sí mismo cuantos males les amenacen a ellos, a fin de que vivan con toda seguridad escudados por él. Mediante el Karma-Yoga purifica el hombre su amor de los elementos egoístas, y lo que era pasión animal por el otro sexo, se transmuta en amor conyugal, del hermano mayor, del pariente que cumple su deber trabajando en provecho del ser amado para que vivan más contentos y dichosos. Después llega la última etapa en que el amor depurado de egoísmo se efunde por doquiera. 

No sólo actúa en el reducido círculo del hogar, sino que en todo prójimo ve un necesitado de auxilio, en todo hambriento ve un hermano menesteroso de pan y en toda mujer desamparada una hermana a quien proteger. El hombre así purificado se convierte en padre, hermano y auxiliador del desvalido, no porque lo ame personalmente, sino porque lo ama idealmente, y lo favorece en virtud de su desinteresado amor, aunque el favorecido no le corresponda. El amor supremo, el amor dimanante del Karma-Yoga no pide nada en cambio de lo que da; no anhela gratitud ni reconocimiento; actúa en secreto, y más le place obrar desconocido e ignorado, que obrar de modo que pudiera recibir agradecimiento y recompensa. La última purificación del amor es la que lo transmuta en divino, y da, porque es su naturaleza difundir la dicha, porque nada pide para sí y sólo procura la ajena satisfacción. Lo propio cabe decir de la codicia. Los hombres apetecen el lucro para disfrutar de los placeres, adquirir posición y poderío. 

Pero después purifican esta baja modalidad de codicia por la apetencia de ganancias para mejorar la condición de su familia y ponerla a cubierto de la miseria y el sufrimiento. Ya no es hombre que así procede tan egoísta como antes. Más tarde desean poderío para emplearlo en el bien, de suerte que alcance a una esfera más amplia que la de la familia y en un campo más dilatado que el del hogar, hasta que, como en el caso del amor, aprenden a dar sin deseo de recompensa. Entonces anhelan conocimiento y poderío, no para detentarlo y gozar exclusivamente de ellos, sino para difundirlo. Así eliminan el egoísmo. ¿Por qué se representa a Mahádeva o Siva sobre las llamas? Extraña parece en verdad semejante morada y tal ambiente para tan poderosa Entidad que es la misma pureza. Pero la representación simboliza a Siva realzado sobre la vida humana, cuyas menudencias consumen las llamas. 

Si no fuera por El, las cosas terrestres se corromperían hasta la putrefacción y fueran un foco de infección que se extendería por doquiera. Pero en el ardiente paraje en que mora y cuyo fuego lo atraviesa de parte a parte, se consume todo lo egoísta, lo personal, todo cuanto pertenece a la naturaleza inferior. De estas regeneradoras llamas surge triunfante el yogui, completamente depurado de todo elemento personal, porque el fuego del Señor consumió las bajas pasiones y no queda corrupción alguna capaz de difundir el contagio. Por esto a Siva se le llama el Destructor. Es el destructor de lo inferior a fin de posibilitar la regeneración. Del fuego de Siva emanó originariamente el alma y de sus llamas brota el purificado Yo. Así guían estos primeros pasos hacia el verdadero discipulado, conducen al encuentro del Maestro, hacia el recinto interno del Templo, en cuyo lugar santísimo reside el Maestro de la humanidad. Estos son los primeros pasos que se han de dar y el camino que se ha de recorrer. 

A pesar de vivir en el mundo y estar ligados por mundanos lazos, con actividades sociales y políticas, en el fondo de vuestro corazón anheláis el verdadero yoga y el conocimiento de la permanente y no de la transitoria vida. Porque sí buscáis en las intimidades de vuestro corazón, encontraréis el ansia de saber algo más, el deseo de vivir más noblemente de lo que hoy vivís. Sin duda, en apariencia amáis las cosas del mundo, y las amáis con vuestra naturaleza inferior; pero en el corazón de quien no ha renegado del todo de su país ni apostatado de su religión, hay todavía un íntimo anhelo de algo más que las cosas terrenas, una débil aspiración, dejada en huella por las tradiciones populares, a que la India sea más noble de lo que hoy es y sus habitantes más dignos de su pasado, He aquí, pues, el camino que habéis de emprender. No es posible la grandeza de una nación si no son magnánimos los individuos. No será poderoso un pueblo si los individuos son mezquinos, sórdidos y egoístas. 

Podéis empezar desde el punto en que ahora os halláis y con la conducta que observáis, pues siguiendo la dirección que a grandes rasgos acabo de señalaros, daréis los primeros pasos hacia el Sendero. Terminaré anticipando lo que es el término del Sendero, aunque en las sucesivas conferencias ampliaré el estudio del tema. El término del Sendero es la unión por medio de la acción. Hay otros pasos que dar; pero ¿qué significa "unión"? Recordad cómo Shri Krishna señala las características del hombre que ha transcendido las gunas y es capaz de beber el néctar de la inmortalidad, de conocer al Supremo y de unirse con El. Un hombre así no reconoce otro agente que las gunas. Conoce a Aquel que está más allá de ellas. Ve la actuación de las gunas, y no las desea cuando ausentes ni las rechaza cuando presentes. Está ecuánime entre amigos y enemigos, en la alabanza y en el oprobio. Confiado mira todas las cosas de igual manera, el barro de la tierra y la barra de oro, al amigo y al enemigo. 

Para todos es el mismo, porque ha transcendido las gunas y ya no le alucina su acción. Tal es la meta a que aspiramos. Estos son los primeros pasos hacía el Sendero que atraviesa sobre las gunas. Mientras no se hayan dado estos primeros pasos, no es posible seguir adelante; pero una vez dados, se descubre el comienzo del verdadero Sendero.


EL SENDERO DEL DISCIPULADO – ANNIE BESANT
PRIMEROS PASOS
KARMA - YOGA. PURIFICACION
Annie Besant - Extracto de EL SENDERO DEL DISCIPULADO



Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com
22 de Noviembre 2018