Emmanuel - Vosotros y Dios sois uno.


- Vosotros y Dios sois uno

La conjunción definitiva de la mente, el corazón, el alma y el cuerpo, os conducirá a la alineación completa.

Ello os librará entonces de los ciclos de reencarnación.

Vuestra autorrealización definitiva es la realización de Dios, pues vosotros y Dios sois uno.

Eso es lo que tanto trabajo os ha costado descubrir a lo largo de tantas y tantas vidas.

- Emmanuel: ¿cómo puedo conocer a Dios o a mi yo más profundo, si ni siquiera estoy seguro de creere en la existencia de uno y otro?

La fe no es algo intelectual.

Es un sentimiento.

No tenéis que creer.

Sólo tenéis que tener la intención de creer.

No os podéis obligar a tener fe; pero una vez hayáis eliminados los obstáculos, la fe llegará, pues constituye una parte natural de vuestro ser.

Para conocer verdaderamente a Dios, debéis descubrir quiénes sois.

Ya que ahora podéis pensar que Dios es una verdad superior, una realidad más amplia, un orden natural, una seguridad divina y un amor.

Con esto quiero decir que es una realidad eterna, de índole generosa, amable y cariñosa.

Podéis hacer de él la imagen humana que mejor os plazca, pero una vez hayáis situado vuestro propio núcleo, vuestra esplendente Luz, sabréis quién es Dios.

Probablemente vuestra mente no pueda entender a Dios.

Pero vuestro corazón ya lo conoce.

La mente fue creada con la finalidad de llevar a cabo las órdenes del corazón.

La mente responde el «cómo», no el «qué».

El «qué» es una cuestión más profunda.

La guerra más grande de toda la vida dentro de cada individuo es la que libran el intelecto y el corazón.

En ella el corazón dice: «Las cosas son así», y el intelecto replica:

«No lo entiendo, luego, no creo».

Cuando estáis con otro ser humano, ¿realmente os comunicáis con la mente?

¿O más bien habláis a un alma, mientras las mentes se dedican a divagar, intentando poner orden y verbalizarlo?

Cuando vuestra mente pregunta «¿Por qué?», os dais cuenta de lo fácil que es contentarla con una respuesta superficial.

Cuando vuestro corazón pregunte «¿Por qué?» no quiere más que la verdad de Dios.

El corazón es una brújula infalible dentro de cada uno.

El corazón conoce el alma mejor que la mente.

Si vuestra mente no está al servicio del corazón, se convierte en un amo perverso y retorcido.

El único camino adecuado para vosotros es el que está ya trazado en vuestro interior.

Para encontrarlo, debéis escuchar a vuestro corazón.

Sencillamente no hay otro camino.

Mientras que vuestra pequeña mente, en sus temores, sea rígida y deseosa de controlarlo todo, la parte más profunda de vuestro ser empezará a la susurrar verdad de vuestra salvación eterna y de vuestra Unicidad con Dios.

Por tanto escuchad a vuestro corazón.

Ahí están vuestra Luz y vuestra verdad.

Vuestra voluntad y la voluntad de Dios son la misma.

Qué dulce resulta decirlo y qué difícil creerlo!

En cuanto empecéis a confiar en vuestro corazón, os daréis cuenta de que, cuando algo os produce alegría y satisfacción, es la voluntad de Dios que habla a través de vuestro corazón.

Nacisteis con la semilla de Dios en vuestro interior.

¿No tenéis confianza en que esa semilla os hable?

Confiad además en que allá donde vuestro corazón desee conduciros es donde también Dios desea conduciros.

Cada vez que ese anhelo de Dios se manifiesta en vuestra conciencia, limáis otro poquito de aspereza, de resistencia, en la sustancia anímica que todavía, en algún nivel, sigue negando la voluntad de Dios.

Si contáis los granos de arena de la playa, sabréis cuántas veces, en esta vida y en las pasadas, habéis anhelado realizar vuestra Unicidad con Dios.

Cuando decís desde el fondo del corazón:

«Escojo conocer la voluntad de Dios» se trata de un uso fundamental de vuestro libre albedrío.

Este solo puede darse cuando hay una libertad de opción.

En el acto de rendirse no cabe la violencia.

Desear liberarse aprieta las cuerdas de la liberación, pues ésta no sede a la voluntad.

Cede a ceder.

Rendíos a vuestra propia realidad, a vuestra integridad.

Ni una ni otra puede seros arrebatada ni cabe realizarse si no es por vosotros.

Al tiempo que se profundiza la rendición más se destaca la autonomía.

Al rendiros hacéis realidad el control absoluto que tenéis de vuestras vidas.

Rendirse es una opción, una opción absoluta, personal.

No cabe rendirse completamente más que ante Dios.

Cualquier otra rendición es simbólica.

La rendición puede ser definida como el acto más egoísta pues conduce a la plenitud total.

Cuando la voluntad del hombre se ajusta a la voluntad de Dios, surge una existencia sin dificultades, en la cual la sabiduría que habita en vuestro interior se halla cómoda y lleva suavemente el control.

Para conocer la presencia de la voluntad de Dios debéis escuchar las múltiples voces que habitan en vosotros.

Descubriréis voces de miedo, de furia, de contradicción, de terquedad, engaños de todo tipo.

Cuando os acostumbréis a esas voces, tanto más fácil será escuchar la amabilidad, la suavidad, el calor y la Luz de vuestra sabiduría interior.

En contraste con la cacofonía de las demás voces, que se imponen al conocimiento interior de que es la voluntad de Dios.

La lección final que recibe cada alma es la rendición final a la voluntad de Dios, manifiesta en vuestro corazón.


- No hay que oponerse al temporal.

Si uno cede, se convierte en viento.

La relaciÓn entre el alma individual y el Alma Universal es Dios, es la misma que la unidad existente entre cualquier agente de energía y su fuente.

Sois parte de esa fuerza global y eterna.

Con cada encarnación sembrasteis equívocos que os mantienen separados de la Unicidad.

Es sólo la confusión lo que os ha dividido y ahora estáis buscando la manera de volver.



Extracto de El libro de Emmanuel
Transmitido por Pat Rodegast




Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com
06 enero 2020