Jesús - Jeshua - El prestigio del Mesías en la Judea fué debido al Bautista.

CAPÍTULO VII

El prestigio del Mesías en la Judea fué debido al Bautista, quien fué después encarcelado por sus reproches en contra de los vicios de la corte de Herodes y decapitado al fin por influencia de Herodiades. Jesús nada pudo hacer en favor del mártir.

Mi prestigio en la Judea lo debía a la personalidad de Juan. Es evidente, que a no haber mediado la muerte de Juan, Jesús no habría conseguido influenciar las masas para que lo siguieran en un país donde las masas honraban al piadoso cenobita. Y, por otra parte, está probado por ello, que la celebridad de Jesús hubiera quedado circunscripta entre la protección del Maestro y la dulce afectuosidad de algún discípulo, si Juan hubiera conservado por más tiempo su prestigio en la Judea. Mas, por efecto de la voluntad divina, la muerte de Juan vino a favorecer la misión de Jesús. La pérdida del Apóstol era fácil el preverla en vista de su extraña predicación; mas el género de muerte que le impuso una mujer escandalosamente deshonrada, hizo esta pérdida más cruel para los amigos del mártir.

Juan fué arrestado y encarcelado por orden de Herodiades, que se había casado con Herodes, a causa de un delito. Desde su prisión, Juan, que podía comunicarse con sus discípulos, me mandó muchos de entre ellos para darme a conocer su penosa situación y confiarme el poder que tenía en la Judea.

Mis Apóstoles acogieron con frialdad a los discípulos de Juan. El relato de los sucesos y la aprensión por una suerte igual para mí a la del Maestro, les causó estupor y despertó en ellos un vergonzoso egoísmo. Desconociendo la fraternidad del dolor, desprovistos de esa elevación en la fe, que más tarde conquistaron, me suplicaron todos que renunciara al encargo que Juan quería confiarme y que permaneciera como un espectador neutral en una tragedia cuyo desenlace no podría ser cambiado de manera alguna por mi influencia.

Asustado por las consecuencias del arresto de Juan, desesperado por el probable fracaso de mis tentativas, pero resuelto a ensayarlas, y, fuerte, sobre todo por el legado que me dejaba el Apóstol de Dios, me encaminé con los discípulos del prisionero para colocarme en las condiciones de poderlo servir y para recibir sus últimas instrucciones.

Mis Apóstoles y los discípulos de Juan tenían la misma fe. Pero estos últimos, endurecidos por las privaciones mayores, exaltados por más fuertes tensiones de Espíritu, tenían que superar a los míos en todas las circunstancias de extremo infortunio y de fulminante adversidad.

La cólera de Jesús prorrumpió en amargos reproches. El llamó viles y perjuros a los malos servidores de Dios, a los que faltan a la delicadeza, al honor, a la amistad y predijo el abandono y el aislamiento de su alma a los que los llamaran con el miedo y la fuga.

Mas la cólera de Jesús tenía que calmarse en la soledad, porque una elevada manifestación le inspiraba palabras como estas: "Perdónales, Dios mío, puesto que no me conocen. Sostenme porque tú eres el solo fuerte. Defiéndeme en contra de la fatiga, en contra de la irritación, en contra de la desesperación y consolida mi voluntad que vacila. Tú eres mi único refugio, tú eres mi sola esperanza".

Jesús encontraba amplias compensaciones, en la adorable bondad de Dios, a las tristezas que invadían su Espíritu, y las malas impresiones desaparecían en la plegaria.

Hermanos míos, el más bello de los heroísmos humanos es el olvido de sí mismo para llevar a otros la palabra de paz y de consuelo.

Las más grandes virtudes se encuentran en los senderos dolorosos y la marcha del alma hacia su Creador no se efectúa si no a fuerza de sacrificios.

"Honrad la desventura, inclinaos delante de la miseria, haced brotar la esperanza en los corazones febriciente, trabajad empeñosamente en servir a los enfermos y en adormecer sus sufrimientos; quebrad al mal en sus obras y esforzaos en la liberación del justo".

Llegué al lado de Juan con la pasajera esperanza de salvarlo, mas él ahogó esta esperanza dándome las más espantosas informaciones respecto del poder que lo mantenía en cadenas.

Lo que yo debía hacer, me dijo Juan, en el interés de nuestra causa, era mantenerme alejado del centro de la persecución y continuar haciéndome de partidarios en las clases más ínfimas.

Quedé solo con Juan, no habiendo nada en mis apariencias que pudiera dar la menor sospecha a los guardianes del prisionero, y escuché la palabra del Apóstol inspirada ya por los resplandores, que él entreveía, del más allá, entre las sombras de la muerte. De rodillas, como poco tiempo antes, durante la penitencia del Jordán, incliné la cabeza delante de esa gran figura en la historia de los siglos. Juan me levantó, me abrazó, me dió ánimo y rae hizo prometer que seguiría sus consejos.

Resuelto a morir antes que renegar de sus palabras, me hizo saber así la condición que se le imponía para concederle la vida y la libertad.

"No veo la hora de alejarme de la justicia de los hombres y te dejo el cuidado de mi gloria ante la posteridad. Hijo de Dios, continúa mi misión. - ¡Date prisa! - Los días están contados y nuestra alianza debe recibir su sello en la patria celeste, después del éxito. -

¡Date prisa! - La causa de Dios está en peligro y el Mesías Juan confía al Mesías Jesús.

Adora la causa de Dios que nos ha lanzado aquí y marcha hacia la muerte con la mirada fija en el porvenir. En el porvenir el nombre de Jesús será glorificado y su fe triunfará, porque el Dios de Justicia y de amor lo ha designado el Mesías de la Religión Universal". (1)

La voz de Juan tomó entonces un tono profético, pasaron visiones ante él e hizo resurgir en mí la seguridad de mi futura elevación.

¡Oh, fe santa! - ¡Tú despiertas el coraje y las virtudes, proporcionas el desprecio de los honores y de los sufrimientos, cumples milagros de amor y de sacrificios; adquieres fuerzas y devoción; llevas la libertad al Espíritu y la tranquilidad a los corazones. Tú eres la puerta de la esperanza, la llama de la caridad, la estrella maravillosa que brilla en el cielo oscuro de los náufragos!

¡Oh, amor de Dios santo! — ¡Tú sólo te manifiestas al alma creyente y a todo Espíritu fuerte y desligado de las tinieblas"!

(1)La "Religión Universal" debe ser la aspiración, en el sentido religioso, de todos los hombres de Espíritu progresista e independiente. Jesús nos dió ya su fórmula inmortal con las palabras: "Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo". Nada mejor nos ha dictado después ninguna doctrina.

-¡Oh, Dios mío!--Haz fácil la fe a los hombres que leerán estas palabras y manifiéstales todo tu amor!

La paciencia de Juan no se desmintió, pues él recibió la muerte con la tranquilidad que da la fe.

Habiendo quedado solo después de la muerte de Juan para dirigir a los hombres en la nueva creencia, yo recobré fuerzas en el recuerdo de las brillantes promesas de mi amigo y reuní los principios de su severidad para los pecadores con una moral cuya base era la fraternidad.

Engrandecido por la fama del solitario, seguí la costumbre de la purificación en el Jordán, tomando abiertamente el título de Hijo de Dios y dejando a Juan el nombre de Precursor que él había tomado espontáneamente. Designando la habitación de mi Padre en el Cielo, presentaba esta imagen con colores que convenían a los hijos de la Tierra de ese tiempo. Hoy no podría decir más: el cielo y el infierno; las puertas del infierno no prevalecerán en contra mía; la muerte es eterna para el pecador; el demonio lo arrastrará a un abismo sin fondo, y no lo verá jamás a Dios, porque él lo habrá maldecido, y porque la luz no penetrará en el infierno; la luz es Dios; el demonio reina en las tinieblas y el réprobo lanza gritos de angustia, llamando a Dios, el que permanecerá no obstante eternamente sordo a ellos.

Mas digo en cambio:

"Hermanos míos, el Cielo es una designación vaga de la habitación de Dios. El infierno no existe. La muerte es el término de una etapa del Espíritu; las existencias sucesivas operan paulatinamente la purificación en la naturaleza de los Espíritus, a los que la Justicia de Dios da, a todos por igual, una manifestación confusa de la verdad, la cual paso a paso se perfecciona a medida que ellos caminan en la presencia del porvenir, por el abandono de los instintos materiales y por la pureza de los deseos".

Mis preceptos son los mismos ahora que entonces, mas se apoyan sobre el punto fundamental de una doctrina, cuya exposición no hubieran podido comprender los hombres que entonces me rodeaban, y yo debía purificar sus Espíritus sin preocuparme de los medios. Tenía que exhibirme como Hijo de Dios, porque la palabra reformador no hubiera sido suficiente, siéndome de necesidad el conquistar un principio divino para elevarme ante la posteridad, para la que tal vez hubiera pasado ignorado sin este principio. En mis primeras predicaciones de Jerusalén había ciertamente adelantado la negación del infierno durante mis demostraciones respecto de la bondad divina, mas ahí me escuchaban hombres familiarizados ya con dicho pensamiento, hijo de la misma razón. Aquí la tradición del infierno imprimía a mis discursos la tétrica energía de que las masas se manifiestan siempre deseosas, yo quería atraerme la confianza de esas masas.

Durante mi estada en Jerusalén había, es cierto explicado la manifestación del Espíritu para con el Espíritu, mas aquí yo hablaba del Espíritu de Dios y del Espíritu de las tinieblas, del Espíritu puro y del Espíritu impuro, de la resurrección de los cuerpos y de la presencia de Dios en el juicio de cada hombre después de morir e insistía en lo de mi presencia a la derecha del Padre Celeste, cuando vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.

Hermanos míos, los enemigos de Jesús han sacado partido de estas contradicciones para acusarlo y el expediente que Jesús empleaba para dominar las masas le valió el que se le hiciera considerar como un ambicioso de los favores populares. Pero las pruebas respecto de las verdaderas intenciones de Jesús se encuentran en sus invariables demostraciones en cuanto a la fraternidad e igualdad entre los hombres, en su continua familiaridad con los más pobres y más desvergonzados, en su fácil renuncia a los halagos de la carne, en su alejamiento de las riquezas y de la disipación mundana, en su modo de presentarse, en su hábitos, en su suplicio, que pudo evitar, y, en fin, en el supremo honor que recibió de Dios al designarle como vuestro Mesías y vuestro iniciador en las nuevas doctrinas, en su felicidad, sus dolores, sus alegrías, su gloria.

Sabedlo, hermanos míos, la pura luz de Jesús lo llevaba a establecer una creencia basada en la Ley Divina de la asociación fraterna de los Espíritus. Mas no era llegado aún el tiempo de esta elevada demostración y Jesús tenía que plegarse a los solos medios que podían consagrar su popularidad. Sabedlo también: Jesús tenía como guía la inspiración de los Espíritus del Señor; pero Jesús llamaba hacia sí la inspiración mediante la emulación de su misma voluntad, y, muchas veces, errores, cuyo recuerdo le impone su memoria, fueron cometidos, siendo su causa la desviación de su juicio, en circunstancias en que el solo libre albedrío debe gobernar el Espíritu. Me manifiesto ahora con la alta protección de Dios. En el mundo terrestre también hablaba con la alta protección de Dios. Entre mis dos apariciones corren diez y nueve siglos y mi filiación, así como mis palabras, no pueden ser las mismas.

El HIJO DE Dios, es un Espíritu inteligente llegado a su más alto destino por el cumplimiento de los deberes trazados a todos los Espíritus de su orden y las palabras de Jesús con los hombres de estos tiempos tienen que señalar la distancia existente entre ellos y los pueblos de la Judea a los que se dirigía Jesús en su vida corporal. Emociones de elevada significación empujaban a Jesús hacia la familia espiritual por él merecida y al mismo tiempo las emociones de su vida carnal durante su misión humana lo empujan a manifestar el origen y el fin de ésta a los hombres de hoy día.

¿Qué sería necesario para hacer desaparecer las dudas de la gran mayoría de estos hombres?

Sería necesario repetir mis conversaciones familiares de otros tiempos y sus divagaciones en los discursos destinados a honrar la humanidad futura con la exposición de los deberes y de la revelación de las verdades prometidas al hombre inteligente. Sería necesario humillar más aún mi naturaleza y descender al nivel de las manifestaciones de los Espíritus que permanecen en la atmósfera material, en donde su puesto les está señalado desde larga fecha. Sería necesario ofrecer pormenores sobre los acontecimientos futuros y hacer un empleo vergonzoso de la gracia divina destinándola a manifestaciones tontas.

Sería necesario obligar la fe de la humanidad con un milagro auténtico y arrojar el relámpago de la llama sobre la revelación, de la que yo soy el Mensajero.

Exponer mi opinión sobre el papel no vale nada, lo mismo que el describir el camino que yo seguí. - ¿Dar la penetración del porvenir? - ¿Qué importancia podría tener ello para hombres cuya vida se pasa en el desperdicio de la inteligencia, en el embrutecimiento que origina el abuso de la fuerza, en los permanentes deseos ambiciosos e inmorales, en el grotesco desdén por todo lo que les recuerda la fragilidad de la existencia presente y la pesada responsabilidad del Espíritu inmortal, en la negación de Dios y en el desafío arrojado a su justicia, con abominables divagaciones y con ejemplos más abominables aún. en el olvido completo de las atribuciones de hombre y en el olvido de todo pudor, de toda delicadeza, de toda probidad, de todo honor, de todo sentimiento humano?

Me coloco al nivel intelectual del médium que elegí; más algunos hombres de Espíritu grande encontrarán debilidad en mis manifestaciones y otros de más modesto talento harán notar las dificultades que surgen de estas mismas manifestaciones. Otros, y son los más numerosos, me acusarán de haber engañado al pueblo hebreo con enseñanzas que lo animaban a abrazar una creencia que yo mismo no tenía.

A ello contesto:

En casi todas las circunstancias de mi vida recabé mi coraje del convencimiento que tenía de los favores divinos y era necesario hacerme digno de esos favores con un desprendimiento completo de los goces de la familia y de toda ambición propia del hombre.

Tenía que sostener luchas para llegar al estado que yo deseaba, pero la firmeza de mi fe tenía que triunfar, porque Dios era mi apoyo y el premio a que aspiraba. ¿La misericordia divina no me mandaba para llenar Una misión fraterna? ¿Y no bastaba acaso la fuerza de este pensamiento para levantarme lleno de ardor después de un momento de depresión?

En casi todas las obras de mi vida me preocupé del fin.

En cuanto a los medios para persuadir y convencer a los hombres, empleé los que requerían la situación de las cosas y la inteligencia de mis oyentes. Convencido de la asistencia de los Espíritus de Dios, no podía asociar esta definición con los dogmas fundamentales de la ley judaica, puesto que los sacerdotes, cuya arrogancia estaba de acuerdo con su poder, vigilaban para el fiel cumplimiento de la ley y que estos sacerdotes me habrían hecho morir antes de la hora establecida, antes del cumplimiento de la obra si hubiera empezado demasiado pronto la siega de la mies del Señor. Tenía el convencimiento de la asistencia de los Espíritus de Dios, pero al mismo tiempo estaba seguro del peligro que corría por esta revelación en una época en que los Espíritus no estaban dispuestos a recibirla, y fundé una doctrina más en armonía con el desarrollo del Espíritu humano, persuadido de que más tarde estas verdades se abrirían camino.

Tenía el convencimiento de la asistencia de los Espíritus de Dios, pero en Jerusalén los amigos míos que tenían mi misma creencia se habían negado a sostenerla en público. ¡Ello no significaba más, sin embargo, que un rejuvenecimiento de creencias! ¡Ello a pesar, sin embargo, de que las revelaciones se encuentran en el orden natural de las fuerzas humanas y de las fuerzas espirituales, de los designios de Dios y de los senderos abiertos por la Providencia! - ¡Mas en este mundo de errores y de falsos profetas, cuántos obstáculos tienen que vencerse para demostrar la verdad! - ¡Cuántos vicios y cuántos desvaríos se oponen a las nociones traídas por la virtud y por la razón! - ¡Oh, mártires de todos los siglos que me habéis precedido! -

¡Oh, mártires de todos los siglos que me habéis seguido! - Descended de las regiones en que ahora os encontráis para decir conmigo: ¡Pobre humanidad! - ¿Cuándo, pues, llegarás a ser digna de los esfuerzos de los que quieren emanciparte? - ¿Cuándo tendrás tú el coraje de levantarte y de mirar a Dios? - De maldecir la ignorancia y de lanzarte hacia la inmortalidad con la fe y con el amor?

Hermanos míos, la vida de Jesús tiene que ser explicada por él mismo para borrar las dudas que existen todavía respecto de su naturaleza y de su sinceridad. Jesús lo dijo:

Fué el Apóstol de Juan y, después de la muerte del Solitario, busqué de reunir los antiguos preceptos con los que le dictaba la alta inteligencia de los mundos. El amor fraterno, la solidaridad humana, la justicia y la misericordia de Dios, tales eran los dogmas establecidos por Jesús. Mas, para predicar estas cosas con algún desarrollo era necesario romper con los dogmas antiguos, con la idea de la creación de un solo mundo, la dependencia del alma con relación al infierno, la condenación eterna, el poder del demonio, las demostraciones pueriles, los sacrificios impíos, en una palabra, era necesario destruir y reconstituir, y no tenía yo el tiempo ni los medios para llevarlo a cabo.

En mis conversaciones con Juan había quedado convenido que arrojaríamos la semilla en medio de la gente plebeya y que el título de Hijo de Dios serviría para atraer a las masas en el porvenir, para que mi misión fuera provechosa e inmortal. La doctrina de Jesús tenía que apoyarse sobre el prestigio de la filiación divina, con el propósito de que ella quedara absolutamente establecida y religiosamente observada a fin de humillar todas las miserias morales. ¿Podía acaso el Mesías Jesús lanzar el anatema en contra del poder y de la dureza de los ricos?

No. Las turbas tantas veces engañadas por las apariencias de la virtud, no habrían admitido la moral del pobre Nazareno y lo habrían acusado de envidiar a los mismos que él señalaba para desprecio de los adoradores de Dios. - ¿Podía acaso el Mesías Jesús lanzar el anatema en contra de la esclavitud y de la justicia humana? - No, puesto que la muchedumbre no hubiera comprendido a un hombre que intentaba derrumbar las instituciones hasta entonces respetadas. Mas lo que el Mesías Jesús no podía intentar podría intentarlo el Hijo de Dios y el porvenir recompensaría a Jesús por la derrota y contrariedades de su vida presente. Al Hijo de Dios le correspondería el decir: ''mi reino no es de este mundo".

"El Cielo y la Tierra pasarán, pero no pasarán mis palabras".

"Permaneced en la paz del Señor, caminad dentro de sus leyes y creed en la resurrección de los Espíritus".

"Pedid y se os dará, la mano de Dios es sin fin y su amor es inmenso".

"Bajad hasta el fondo de vuestros corazones y arrojad de él todo lo que tenga de impuro. Las impurezas corrompen el corazón y el alma".

"Sembrad, destruid la mala hierba. Yo os lo digo hombres de buena voluntad: los que habrán sembrado aquí recogerán en otra parte. Os lo digo aún: Abandonad los bienes de la Tierra, puesto que los ricos no entrarán en el reino de mi Padre. Mas entrarán los que todo lo habrán dado para seguirme. Mas entrarán los que habrán comprendido mis palabras y las pongan en práctica".

Yo era el enviado de la Justicia de mi Padre y me hacía el intérprete de su misericordia. "Venid a mí, vosotros que habéis pecado, y os perdonaré.

- ¡Venid! — La liberación de vuestras almas se efectuará por obra de mi amor". "Yo soy el buen pastor y el buen pastor da la vida por su grey".

"Yo soy la fuente del consuelo y a mi lado no se deben temer los peligros; porque Dios está en mí y yo estoy en Él".

"Seréis arrastrados por los Espíritus de las tinieblas hacia la muerte del pecado, mas yo soy la luz, la verdadera luz hasta la consumación de los siglos".

"Id, decíales a los pecadores, id y no pequéis más. El Señor os perdona por mis labios, puesto que yo soy su Hijo predilecto y todo lo que yo perdoné en la Tierra será perdonado en el Cielo".

Soy el intérprete de mí Padre y del vuestro, porque la Patria Celeste es mi patria.

Vine para traeros la verdad, para que la verdad sea conocida de todos los hombres en el presente y en el porvenir.

Dios conoce vuestros más secretos pensamientos. Rogad pues con pureza de corazón para que vuestras oraciones sean oídas.

Practicad el bien en las sombras y que vuestra mano izquierda no sepa lo que ha dado la derecha.

No imitéis a los hipócritas que levantan los ojos al cielo y tienen una cara escuálida, para demostrar a todos que oran y que ayunan.

Pero cuando vayáis a la Sinagoga, tomad una actitud modesta y entrad con el alma libre de toda venalidad y desligado de todo rencor.

Cuando deis expansión a vuestro Espíritu y a vuestro cuerpo con el descanso y en medio de las distracciones, haceos fuertes en contra de todo lo que sea bajo y grosero, porque ello desarrollaría en vosotros las tendencias bestiales y harían retroceder vuestro Espíritu.

Cuando os encontréis en la aflicción, decid: ¡Dios mío! - Sea hecha tu voluntad y no la mía. En seguida Dios os mandará la alegría y la fuerza.

"Cuando os encontréis en la abundancia distribuid lo necesario a los que no lo tienen y cuando os encontréis en la necesidad recurrid a vuestros hermanos. Todos los hombres son hermanos y Dios les dice: ''Amaos los unos a los otros y amaos sobre todas las cosas".

Mis gustos me llevaban a las reuniones populares y a menudo la curiosidad que acompañaba a mi persona desnaturalizaba mis palabras arrojándolas a las pasiones entusiastas de los amigos de lo maravilloso.

Mis enemigos tomaban nota del ruido que se hacía alrededor de mis milagros y más tarde me acusaron de haber dejado que se creyera en estos milagros por no haberlos negado en lo más mínimo.

Mi naturaleza de Hijo de Dios, hermanos míos, es para vosotros un sujeto de estudio y tengo que definírosla completamente. Pero voy antes a explicar dos milagros referidos en vuestros libros, y si los elijo es por encontrarlos de una inventiva más exagerada que las de los demás.

En la ciudad de Jericó un ciego vino a encontrarse en el camino de Jesús y se puso a gritar: Jesús Hijo de Dios haz que me sea dada la vista.

Jesús dijo: Te es devuelta la vista y él vió.

Hermanos míos, el ciego de Jericó es una quimera.

El hombre enfermo encontraba siempre en mí consuelos y también algunos medios de alivio, debido a mis estudios sobre las enfermedades humanas. De estos milagros yo no he tenido conocimiento sino por los escritos de vuestros historiógrafos.

El cuento de los cinco pescados y de los dos panes multiplicados y distribuidos entre muchos miles de hombres dejó perplejo mi Espíritu al ver tan grande tontería humana.

¡Ah! - Hermanos míos, Jesús como acabo de decir, se encontró menudo en medio de las reuniones populares, pero jamás hubo algo de su parte que pudiera dar lugar a semejantes fábulas. ¿Con qué objeto hubiera provocado la creencia en estos trastornos de la naturaleza material mientras decía que el poder del Padre residía en el fausto de la creación y en las inexorables leyes naturales de la materia?

Al principio de este libro os referí la resurrección de una jovencita, resurrección que sólo existió en la imaginación de los asistentes, pero que yo dejé pasara como un hecho real porque no veía entonces inconveniente alguno en ello. La jovencita no había vuelto a la vida, yo lo sabía, pero aproveché de la ilusión de los padres para inspirarles la fe en la resurrección del Espíritu. Pero en cuanto a lo sucedido en Jericó y en todas las circunstancias en que se me hace aparecer como violando las leyes de la existencia material insisto en mi negación absoluta respecto de mi participación en tales mentiras.

Insisto en estos principios de alta filosofía religiosa: que Dios no ha pasado jamás los límites puestos por Él mismo; que Dios no ha concedido a nadie la facultad de transgredir las leyes divinas, las que reposan sobre leyes inmutables; que Dios es un Ser demasiado perfecto para engañarse, demasiado justo para favorecer a unos y dejar a los otros de lado, demasiado adorable para ¡descender a combinaciones del género de las que se encuentran a cada paso en vuestros pretendidos libros sagrados. - ¡Oh, ciertamente Dios me ha protegido! - Sí, Dios me ha empujado hacia el porvenir para que fuera la luz y el guía de éste; pero no siempre fuí digno de este honor, y es porque llegué a serlo que pude preceder a la humanidad, en seguida bajar desde esa luz hasta la humanidad para bendecirla con mi sangre y emanciparla con mis palabras.

Será también Hijo de Dios el hombre que saborea la paz en medio de la tristeza y de los sufrimientos, porque él es libre de pensar, libre de adorar a Dios, libre de llevar alivio a sus hermanos con la fuerza del Espíritu y la efusión del corazón, porque él es libre de vivir sin apostatar de su fe y de morir confesándola, libre de marchar hacia adelante durante la vida y después de la muerte.

Será también Hija de Dios la mujer de la Tierra que habrá sufrido todas las desilusiones con dignidad, que habrá defendido todos sus derechos con la conciencia de su valer espiritual, que habrá ascendido las gradas de la ciencia divina y multiplicado sus buenas acciones para ofrecerlas al Dios del Universo. Será Hija de Dios y podrá conservar este nombre tanto ante el mundo que habrá dejado, cuanto ante el mundo hacia el cual habrá sido llamada por la voluntad divina. Deseaba yo con demasiado ardor la felicidad de los hombres y era demasiado absoluto en mis propósitos para justificar la opinión de los que emplean con demasiada crudeza el calificativo de impostor o de los que disimulan el propósito de esta injuria con expresiones más favorables para la lectura de sus libros.

Tomando el nombre de HIJO DE DIOS sabía qué tenía el derecho para hacerlo:

adelantándome hacia el abismo sabía que había caído en él. Me era agradable la amargura de la muerte, como hombre obligado a morir, y predecía a mis Apóstoles el abandono del que más tarde se hicieron culpables. Pedía fuerzas a mi elevada protección espiritual y en mis alianzas humanas descendía a debilidades comunes a todos los hombres. Mi naturaleza era pues como todas las naturalezas humanas, dividida entre la atracción de la Divina Providencia y la atracción de las alegrías humanas, pero el progreso de mis pensamientos, cada vez mejor y más intensamente dirigidos hacia el horizonte celeste, tenía que destruir mis tendencias corporales, convirtiéndome en el Mesías inmortal.

El hombre desvinculado de los estorbos mundanos, es realmente el Hijo de Dios.

Juan lo habia dicho antes que yo, y él no tenía sólo en vista el porvenir conquistado, cuando me hizo prometer que respetaría mi denominación y de sostenerla ante todos y en contra de todos.

Mi posición de Hijo de Dios, hermanos míos, es mejor concebible para los adeptos de la Religión Universal, que para las almas encerradas en el círculo estrecho de una religión humana.

La Religión Universal se funda en la Justicia de Dios, no levanta templos para una fracción de hombres, no tiene formulismos externos forzados; pero da la paz después de la oración, porque la oración está despojada de todas las supersticiones que acompañan a las religiones humanas.

La Religión Universal define a Dios con sus atributos de grandeza y de poder; las religiones humanas definen a Dios con las debilidades inherentes a la humanidad.

La Religión Universal tiene su asiento en el alma, como en un santuario. Las religiones humanas están condenadas al error y a los alzamientos de la razón.

La Religión Universal se manifiesta con la elevación en los pensamientos y el deseo de perfección. Las religiones humanas exigen la fe sin proporcionar el sentimiento de la fe.

Ellas concluyen por convertir al hombre en fanático e incrédulo.

La Religión Universal, hermanos míos, os dice que todos somos iguales, en virtud de nuestro origen. La Religión Universal os eleva en el porvenir y os garante en contra del orgullo, hablándoos del pasado.

La Religión Universal os da la definición exacta de vuestro Ser y os salva de la desesperación, os inicia en la gloria de vuestro Dios y os promete alegrías en su casa.

La Casa de Dios es la casa de las inteligencias que han llegado a la perfección y al coronamiento. Es la Patria del Hijo de Dios. De ahí viene Jesús en este momento para explicaros su naturaleza. De ahí bajó en un día de misericordia, para ser Mesías, vuestro guía y consolador. Desde ahí también os bendice todas las veces que sus miradas piden la luz de Dios para mandárosla. Desde ahí os llama a todos, sí a todos, los unos después de los otros.

He ahí el cielo, el porvenir de la Religión Universal, he ahí la mañana deliciosa de vuestra noche actual, el fin. de vuestros esfuerzos, el trabajo de vuestra existencia.

Conquistar la muerte, conquistar la luz, conquistar un lugar en el Sol de los Soles, una voz en el concierto de las armonías divinas, conquistar la perfección del Espíritu y no descender de las altas regiones sino para ayudar a las almas débiles, libertar las almas esclavas sino para demostrar a los ignorantes la grandeza de Dios y el elevado destino del Espíritu.

-¡Ah, hermanos míos! - Mereced esta dicha y recread vuestra alma con esta esperanza.

Durante varios siglos, después de la última humillación de su Espíritu, Jesús asistió a los procederes contrarios a toda ley divina de los depositarios de la autoridad religiosa y si no impidió estos excesos es porque Dios deja a cada uno la responsabilidad de sus acciones delante de su Justicia, es porque Dios confirma sus leyes no interviniendo en el ejercicio de la libertad individual. Las fuerzas ocultas pueden bien sacudir un mundo, los Mesías y los agentes superiores de la autoridad divina pueden bien ser los Mensajeros de luz, pero la lucha es siempre ruda y la materia resulta la más fuerte. La materialidad apaga el sentimiento de espiritualidad en los mundos inferiores, del mismo modo que la espiritualidad apaga la materialidad en las altas regiones. Por todas estas razones no pudo poner freno al comercio que se hacía de su doctrina y tuvo que oír sus falsas definiciones, contemplar los delitos y las abominables venganzas, con el alma inmovilizada por la voluntad divina.

Hermanos míos, mis queridos hermanos, bendecid el pensamiento misericordioso que me manda nuevamente entre vosotros. No preguntéis a Dios sus secretos, mas aproximaos al fuego de su amor, al fulgor de su luz, a la inteligencia de su naturaleza y desprendeos lo más posible de las tendencias de la naturaleza carnal. La naturaleza carnal os arrastra hacia amores deshonestos, a ambiciones rastreras, a cálculos delictuosos, a demostraciones hipócritas, a alegrías humillantes para el alma y a la pérdida de vuestra dignidad espiritual. Hombre como vosotros yo también estuve sometido a las leyes de la materia y vengo a deciros que Dios quiere la posesión de vuestra alma toda entera.

Acumulad tesoros para el porvenir en Dios y despreciad las riquezas terrenas. Destruid vuestra ambición por los honores humanos y mereced los celestes. Empezad la reforma de vuestros gustos depravados, de vuestros hábitos licenciosos, destronad el orgullo y el egoísmo para hacer resplandecer la modestia y la caridad. Adorad a Dios, como la luz y la libertad, como la calma y la fuerza, la inteligencia y la pureza y no lo insultéis más con oraciones hechas sin la comprensión de sus atributos que quieren la libertad, la calma, la fuerza, la inteligencia y la pureza de vuestros deseos, de vuestro amor, de vuestra fe y de vuestra esperanza.

Permaneced en la paz conmigo, vosotros que queréis seguirme y pronunciad en la efusión de vuestro corazón la oración que os voy a dictar para terminar este capítulo:

"Dios mío, haz que este mundo se me represente tal como es realmente: un lugar de pruebas, un fardo doloroso, una habitación fría y temporal; más endulza las amarguras de la prueba, aliviana el fardo, con el concurso de las almas hermanas de la mía y descubre a mis miradas el cuadro deslumbrador de las fastuosas recompensas, debidas a la eterna gravitación de los Espíritus, para conquistar la espiritualidad pura en tu aureola y en tu gloria."

En mi octavo capítulo empezaré a tratar la cuestión de la dependencia de los Espíritus de la Tierra y de su desmaterialización.


Extracto de Vida de Jesús dictada por el mismo.




Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com
20 noviembre 2019