Tenemos que involucrarnos.


Se me permitió conocer parte de mi pasado y de qué manera está influyendo en mi vida actual, y así dar una explicación a parte de mi tarea y mi misión.

También hubo mensajes sobre la situación actual del planeta en relación con la destrucción de su naturaleza y la importancia de ella para el ser humano.

En este período, ya estaba recibiendo pacientes para terapia de hipnosis regresiva.
Así, un día, Elizabeth me pide que realice una sesión para una amiga suya. Su motivación es una orientación hacia su trabajo en este campo.

Después de una relajación le sugiero ir a un recuerdo cualquiera, y se va sola a una vida pasada.

Andrés: Relátame lo que estás viendo.
Mae: Quiero pegarle, pero es muy chico el palo que tengo.
Andrés: ¿Quién eres tú?
Mae: Un hombre con pieles. Estoy en la roca.
Andrés: ¿El animal es muy grande?

Mae: Enorme. Es alto, verde, tiene una cabeza chica. El cuerpo delantero es largo, de patas delanteras cortas, se para en las patas traseras y en la cola. Me va a ver, pero yo soy chiquito. Como una hormiga al lado de él... no me alcanza a ver, pero me puede pisar.
Andrés: ¿Sabes cómo te llamas?
Mae: Efraín.
Andrés: ¿Qué más ves?
Mae: El cielo rojo... Hay fuego... parece que fuego. No quiero estar ahí. (Se asusta).
Me va a pisar... me resbalo.
Andrés: No te angusties, sigue recordando sin que te afecte, míralo desde afuera.
Mae: Yo no quería venir.
Andrés: ¿Y por qué fuiste?
Mae: Me mandaron... tengo que cazar...
Andrés: ¿Quién te mandó?

Mae: Mi familia... (habla despacio)... me escondí... ahí caminó... Se va. Me paro. No es malo, es grande, grande, se da media vuelta.
Andrés: ¿Sabes cómo le llaman a ese animal?
Mae: No lo había visto nunca... es grande, la cola grande, gorda, gruesa, las patitas delanteras cortas, era simpático. Ahora que se va ya no le tengo miedo. ¡Pero tengo que cazar!
Andrés: ¿Qué tienes que cazar? ¿Qué estás buscando?
Mae: Estoy viendo para dónde me tengo que ir... es todo muy rocoso... Tengo que pasar las rocas... no quiero ir a cazar... me gustan las piedras...
Andrés: ¿Cuántos años tienes?
Mae: Como dieciséis... no voy a ir... voy a juntar piedras... no voy a volver.
Andrés: ¿Quién es tu familia, a quién le llamas familia?
Mae: Hay un viejo... hay otros como yo... todos vamos a distintas partes... pero yo no voy a ir... Claro que... (se ríe) ¡Ya sé lo que voy a hacer...! Voy a seguir al animal... a ver para dónde va... Se va caminando, me está dando la espalda... pero es tan graaaaande... se va... se fue... qué pena, voy a tener que volver.

Andrés: Tú me puedes contar lo que hacen, dónde están los demás, dónde viven.
Puedes volver o bien contarme lo que tú sabes.
Mae: Vivimos en una cueva... hay pieles colgadas en la cueva... es oscuro... no veo bien las caras.
Andrés: ¿Pero quién está ahí, quiénes son, está el viejo?
Mae: (Muy sorprendida) ¡Es mi abuelo! ¿Qué hace acá mi abuelo?
Andrés: ¿Tu abuelo de tu vida actual?
Mae: Sí.
Andrés: ¿Y qué relación tienes tú con él?
Mae: No lo sé, estamos todos juntos ahí.
Andrés: ¿Son puros hombres o hay mujeres también?
Mae: Ahí hay una mujer.
Andrés: ¿Cómo es ella?
Mae: Tiene pieles también.
Andrés: ¿Cubriendo todo su cuerpo?
Mae: Sí, pescado en los hombros, largo hasta los pies... es mandona... Manda a unos niños... ¡No pienso volver!

Andrés: ¿Cómo es la relación con tu abuelo?
Mae: Es entretenido... nos entendemos por gestos.
Andrés: ¿Pero ustedes se comunican hablándose, o solo con gestos?
Mae: ¡No escucho ninguna voz! Viene un caballero, arrastra un leopardo... la piel del leopardo es igual a la que usamos para vestirnos.
Andrés: ¿Hay fuego o fogata?
Mae: Está oscuro... se ve porque está rojo el cielo... pero dentro de la cueva no se ve nada.
Andrés: Ese animal, ¿cómo se lo comen?
Mae: Crudo... tengo hambre.
Andrés: Ahora vas a comer.
Mae: Es que no voy a volver.
Andrés: Pero si estás ahí.
Mae: No, no voy a bajar... me voy... me voy calladita, no me vieron.
Andrés: Pero espérate, no te vayas todavía. Quiero saber qué pasa ahí, qué pasa con tu abuelo.
Mae: Es un caballero que cuenta cuentos, dice cosas... se ríe.
Andrés: ¿Cómo cuenta cuentos si no habla? ¿O sí habla?
Mae: No, se mueve, gesticula.

Andrés: ¿Cuántas personas hay ahí?
Mae: A ver te digo... está el hombre, el hombre del leopardo, la señora enojona, como tres niños más chicos que yo... y dos hombres que están sentados en unas piedras... no soy de ahí... yo me voy a ir.
Andrés: ¿Por qué dices que no eres de ahí?
Mae: No siento... estoy mirando de afuera... ¡No!... No me llames, no voy a volver.

Andrés: ¿Qué pasa?
Mae: No me llames, no voy a volver... Hay un señor ahí... Él es mi papá, es uno de los que estaba sentado en las piedras.
Andrés: ¿Cómo te llama?
Mae: Con la mano.
Andrés: ¿Para qué te llama?
Mae: Para que entre... me amenaza.
Andrés: ¿Cómo es él?
Mae: Él es joven, es de barba... yo soy claro... (ríe)
Andrés: ¿Qué pasa?
Mae: No voy a volver.

Andrés: ¿Cómo le llaman al lugar donde viven? (Pausa)
Mae: (Con gran exclamación) ¡Ah, ya sé dónde estoy... estoy en un desierto... hay muchas rocas!... Ahí están las cuevas abajo... Mi papá quiere que vaya.
Andrés: ¿Hay más cuevas, más gente?
Mae: No veo más gente.
Andrés: ¿Y tu mamá?
Mae: No tengo mamá... estoy sola con mi papá.
Andrés: ¿Con las otras personas no hay parentesco?
Mae: No.
Andrés: ¿El que es tu abuelo ahora tampoco?
Mae: Mi papá, sí... a mi papá lo conozco.
Andrés: ¿Lo reconoces como alguien de tu vida actual?
Mae: Sí.
Andrés: ¿Quién es?
Mae: No lo tengo muy claro... me tendría que acercar más.
Andrés: Entonces, acércate más.
Mae: ¡No, me va a dejar ahí!

Andrés: (Le hablo más despacio) Pero es importante que lo veamos, que sepamos quién es.
Mae: (Contesta despacio también) Bueno.
Andrés: Míralo a los ojos y ve a quién reconoces en él de tu vida actual.
Mae: El hombre que está sentado al lado de mi papá es mi papá actual... y mi papá...
parece que eres tú, eres más joven... Sí, eres tú... Tiene tus mismos ojos...
Andrés: ¿Sientes que soy yo?
Mae: Sí.
Andrés: ¿Y qué relación tengo yo con el que es tu papá de ahora?
Mae: Están conversando, pero no hablan, no escucho voces.
Andrés: ¿Y cómo están conversando, entonces?
Mae: No sé, están juntos. (Pausa) ¿Seré sordo?
Andrés: Puede ser... y si tú haces sonar tus manos, prueba si escuchas.
Mae: No, no escucho... mejor me voy a ir... él quiere que siga con él.
Andrés: Descríbeme a mí.
Mae: Ojos negros, flaco, relativamente alto, con pieles.
Andrés: ¿Soy bueno o malo?
Mae: Eres bueno... la señora es enojona.
Andrés: ¿Yo tengo algo que ver con la señora?
Mae: No, llegamos ahí... Con el amigo, contigo y yo.

Andrés: ¿De dónde venían?
Mae: Del desierto.
Andrés: ¿Pero de qué lugar salieron para llegar allí?
Mae: Salimos...
(Pausa)
Andrés: ¿Dónde estás ahora?
Mae: En otra cueva.
Andrés: ¿Y en esa cueva hay más gente?
Mae: Sí... hay unas niñas chicas... hay pieles colgando de las paredes de la cueva... es oscura, no se ve.
Andrés: Estas niñas, ¿quiénes son?
Mae: Mis hermanas.
Andrés: ¿Qué más me puedes contar de ahí?
Mae: Llegó este hombre que es mi papá, le gusta salir.
Andrés: ¿Tú sabes por qué salieron a explorar, por qué salieron de ese lugar?
Mae: No escucho.
Andrés: ¿Siempre has sido sordo?
Mae: Parece que no, porque recuerdo que me llaman Efraín.
Andrés: Ándate más atrás en esa vida hasta el momento anterior a que te quedaras sorda.
Mae: (Se queja de algo que le molesta) ¡Escucho el viento, trae arena!

Andrés: ¿Como cuántos años tienes?
Mae: Como dos o tres.
Andrés: ¿Dónde estás?
Mae: Estoy con una señora. Es mi mamá de esa vida.
Andrés: ¿Te dice algo?
Mae: ¡No seas tan mandona! (Le dice a su madre) No quiere que juegue.
Andrés: ¿Con qué estás jugando?
Mae: Con unas pieles, en la arena, en la entrada de la cueva.
Andrés: ¿Cómo está el día?
Mae: Hay sol... hay una señora grande... es mi abuela de esa vida.
Andrés: ¿Tienes algo puesto en el cuerpo?
Mae: No, hace calor.
Andrés: Y tu mamá, ¿le cubre algo el cuerpo?
Mae: Un género, como esterilla, que le cubre la cintura. (Sorprendida, descubre el lugar de su recuerdo) Estoy en África, estoy en la sabana... Mi mamá es negra, yo también. Mi papá es más moreno que negro; es más delgado, más fino. Mi mamá es más alta, más grande, es negra. Mis hermanas son más claras.
Andrés: ¿A qué época corresponde?
Mae: No hay nada, son rocas, cuevas, desierto, animales a la distancia... Sabes, ¡esto es otra cosa!
Andrés: Te fuiste a otra vida.
Mae: Sí... están bailando, tengo como tres años.
Andrés: ¿Está tu papá ahí?
Mae: Sí.

Andrés: ¿Descubres en él a alguien de tu vida actual?
Mae: Es mi papá actual... están bailando, como en redondo, hay harta gente, yo estoy ahí mirando.
Andrés: ¿También viven en cuevas?
Mae: No, hay como rucas de paja. La gente tiene hartos collares.
Andrés: ¿Bailan alrededor de algo?
Mae: Hay una fogata. Y saltan y brincan. Hace calor.
Andrés: Cuando yo cuente hasta tres, sabrás en qué año estás viviendo... 1... 2... 3.
Mae: 601 antes de Cristo, en África. Soy chico... soy hombre, negrito.
Andrés: ¿Me reconoces a mí en alguna parte?
Mae: Sí, estás bailando. Eres flaco, te reconozco solo por los ojos, eres más claro que yo. Eres de la tribu.
Andrés: ¿Escuchas la música que están tocando?
Mae: Con tambores (comienza a emitir los sonidos que escucha), tan tan tan tan, tan tan tan tan, y saltan en una pierna, saltan en la otra.
Andrés: ¿Es alguna ceremonia de preparación para algo?
Mae: Se van a cazar.
Andrés: Avanza en el tiempo en esa misma vida, hasta el momento en que te vas a morir. ¿Dónde estás?
Mae: En el mismo lugar... tengo como ocho años... están todos enfermos.
Andrés: ¿Tú también?
Mae: Sí... me duele la cabeza. No me puedo levantar.
Andrés: ¿Fue alguna enfermedad que llegó a la tribu?
Mae: Sí. Se murió mi mamá. Mi papá nos cuida.
Andrés: ¿Te cuida a ti y tus hermanas?
Mae: Una hermana, la otra se murió. Yo me voy a morir... Me duele la cabeza.
Andrés: Muy bien, quiero que te mueras y me relates qué va pasando. Sin que esto te aflija.
Mae: Mi papá me toma... tengo sed... me duele la cabeza... estoy liviano. Mi papá llora... yo le digo que no llore, que estoy bien.
Andrés: ¿Cómo se lo dices?
Mae: Con el pensamiento.
Andrés: ¿Tú ya te moriste?
Mae: Sí, en brazos de mi papá.
Andrés: ¿Estás mirando esta escena desde arriba?
Mae: De arriba... estoy liviana. Mi papá tiene que entender que no tiene que sufrir.
Andrés: ¿Por qué?

Mae: Porque yo no sufro.
Andrés: ¿Él no está enfermo?
Mae: No, hay unos pocos que no están enfermos.
Andrés: ¿Yo me enfermé?
Mae: Sí, te vas a morir.
Andrés: ¿Tú puedes ver cuándo yo me muero? ¿Qué pasa con mi espíritu?
Mae: Te vas.
Andrés: ¿Me ves ahí?
Mae: Sí, estamos juntos. Tenemos que tranquilizar.
Andrés: ¿A quién?
Mae: Hay que dar paz, tranquilidad, a todos.
Andrés: ¿A qué te refieres con todos?
Mae: Tenemos que dar paz, recorrer, recorrer... ¡Qué trabajo más grande!
Andrés: Cuéntame.
Mae: Tú sabes más que yo. Eres más grande que yo... yo soy espíritu más chico, tú eres más viejo. ¡Pero te digo!
Andrés: ¿Qué cosa?
Mae: Hay que dar paz, tranquilidad.
Andrés: ¿Siempre ha sido nuestro trabajo ése?
Mae: Sí, como espíritu se siente la paz y la tranquilidad. Hay que transmitir eso. No tengas temor.
Andrés: ¿Temor de qué?
Mae: Nada te va a dañar. No dudes.
Andrés: ¿Eso me lo estás diciendo tú?
Mae: Yo se lo estoy diciendo a tu espíritu. No al hombre, al espíritu... no dudes.
Andrés: ¿Mi espíritu duda mucho?
Mae: Sí, soy más joven, soy más chico... Ven. Como espíritu veo que estás viendo la guerra.
Andrés: ¿Qué guerra?
Mae: Estamos mirando desde arriba cómo Alemania se destruye. Eso es lo que hay que evitar.
Andrés: ¿Qué podemos hacer nosotros para evitar eso?
Mae: No hay que temer.

Andrés: ¿Temer a qué?
Mae: No tengas temor, te van a ayudar, nos van a ayudar, eso no puede volver a pasar. Es más fácil no involucrarse.
Andrés: Pero sí tenemos que involucrarnos.
Mae: Es tu opción.
Andrés: Y la tuya.
Mae: Parece que te voy a dejar.
Andrés: ¿Por qué?
Mae: Tú quieres volver a la guerra.
Andrés: ¿Por qué... pero nosotros vivimos esa guerra?
Mae: No, la miramos.
Andrés: Entonces, hemos recorrido un buen proceso juntos, porque estábamos en
África y después en Alemania.
Mae: Como espíritu, sí.
Andrés: ¿Yo quiero volver a encarnar o a mirar?
Mae: Yo te quiero mostrar otras cosas. Pero tú quieres volver a la guerra.
Andrés: ¿Y por qué quiero volver...? ¿A ayudar, a pelear?
Mae: A mirar cómo se destruyen.
Andrés: ¿Pero por curiosidad, o estoy buscando algo?
Mae: Sientes que no te involucraste y por no hacerlo ocurren esas cosas.
Andrés: No entiendo bien lo que está pasando. ¿Me lo puedes explicar mejor?
Mae: No has querido reencarnar, es por eso que te digo que no te involucraste. Tienes que encarnar, y yo también.
Andrés: ¿Y tú quieres reencarnar?
Mae: No estoy segura... No tengo otra opción.
Andrés: ¿Y yo?
Mae: No tienes otra opción. Somos espíritus y, como tales, podemos decidir qué hacer.
Andrés: ¿Podemos decidir?
Mae: Sí, tenemos libre albedrío.
Andrés: ¿Y nosotros no nos quisimos involucrar?
Mae: No.
Andrés: ¿Y ahora sentimos que eso fue malo?
Mae: Sí, porque no ascendimos.

Andrés: Con esto nos vamos quedando atrás...
Mae: Lo hemos pasado bien en la inconsciencia... pero tenemos que encarnar, tenemos que hacer algo.
Andrés: ¿En qué estás ahora?
Mae: Nos llamaron al orden.
Andrés: ¿Cómo es eso?
Mae: Nos llamó un espíritu superior.
Andrés: ¿Qué significa llamar al orden?
Mae: ¡Es el espíritu de mi papá!
Andrés: ¿Él es un espíritu superior?
Mae: Sí.
Andrés: ¿Qué nos dice?
Mae: Que no podemos jugar más.

Andrés: ¿Se refiere a lo que estamos haciendo ahora, o en ese momento?
Mae: En ese momento... estamos pasándolo bien, vamos de escena en escena como espíritu y miramos desde arriba y no nos involucramos. Pero él dice que tenemos que involucrarnos y que tenemos que reencarnarnos, si queremos evolucionar. Hay otro espíritu más severo. Está enojado.

Andrés: ¿A él lo conoces?
Mae: No.
Andrés: ¿Qué dice?
Mae: Que te vas... Que nos tenemos que ir a trabajar. No se trabaja en el plano espiritual, se trabaja en la Tierra involucrándose.

Andrés: En el plano espiritual no se evoluciona.
Mae: En la medida que te quieres encarnar e involucrarte. Somos sabios, tú eres sabio, yo soy sabia.
Andrés: ¿Por qué dices eso? ¿Ahora o en ese período?
Mae: Como espíritus sabios, no nos hemos querido involucrar.
Andrés: ¿Siendo espíritus sabios no nos queremos involucrar? Eso agrava nuestra situación.
Mae: Por eso está enojado. ¡Bueno, ya! Vamos.
Andrés: ¿Yo también acepto?
Mae: Sí.

Andrés: Relátame lo que va ocurriendo ahora, qué pasa, qué hacemos, a dónde vamos.
Mae: Estamos con estos espíritus.
Andrés: ¿Vamos a algún lugar, nos dice algo, cómo nos preparamos?
Mae: Tú te tienes que ir, vas a reencarnar en Inglaterra.
Andrés: ¿Por qué allá?
Mae: Porque allá hay alguien con quien tienes que trabajar. Te vas a reencontrar con un espíritu amigo con el que tienes que trabajar.

Andrés: ¿Será el espíritu de Elizabeth?
Mae: Sí, es un joven como tú. Vas a conocer a alguien con el que vas a trabajar después, tienes que vivir tu vida con alguien.
Andrés: ¿Esa vida?
Mae: Esa vida y otras vidas más. Te dice el señor: “Tú tienes que trabajar, allá vas a vivir y otras vidas más”. Involúcrate. Yo creo que me salvé y no es así, a mí me mandan a España, soy una monja, en un convento. Yo tengo que meditar, medito en una celda.

Elegí el nombre de María Auxiliadora, mi nombre terrenal es Dolores, tengo hábito blanco, tengo paz, hay jardines, pajaritos. El objetivo de la meditación es la paz de la humanidad.
Andrés: ¿Eso es importante, al parecer?
Mae: La gente no lo ve, el ser humano no sabe lo importante que es, rezan pero no saben lo importante que es, porque rezan y no ocurre nada, creen que no ocurre nada.

Pero hay que rezar.
Andrés: ¿Cómo se debe rezar?
Mae: Conversar.
Andrés: ¿Con quién?
Mae: Con lo que te viene a la mente. Ellos se comunican contigo conversando.

Cuando tú crees que son pensamientos que te ponen, cuando tú conversas contigo mismo, estás conversando con Dios, con espíritus sabios. Tienes que escuchar lo que te dicen. Escucha, en el plano espiritual tienes que escuchar, no solo el hombre necesita, también el espíritu lo necesita.

Andrés: Explícame mejor eso.
Mae: Hay espíritus que quieren ayudar, y tienes que escuchar.
Andrés: ¿Cómo se escucha a esos espíritus?
Mae: Meditando. Ellos se van a hacer escuchar.
Andrés: ¿Yo voy a poder escuchar? Porque trato y no puedo.
Mae: ¡No quieres!

Andrés: ¡Sí quiero!
Mae: No quieres.
Andrés: ¡Sí quiero!
Mae: Ellos dicen que no, quieres a tu forma.

Andrés: ¡A ver! Yo acepto hacerlo, quiero hacerlo, díganme cómo; por favor, díganme cómo. Y yo me comprometo a hacerlo.
Mae: Escucha. Te ponemos ideas, te damos ideas, escucha... eres bueno, eres sabio.

Andrés: Entonces, ¿por qué no lo puedo lograr, o no quiero, como dicen ustedes?
Mae: Cuesta mucho... no te apenes, me dicen que no te apenes.

(Después que me dice cuesta mucho, yo me apeno, no hablo por un momento y me apoyo en el sillón, sin que Mae perciba nada. Luego, me dicen no te apenes. Ellos me observan y sienten mis pensamientos y sentimientos, pongo esta nota porque me impresionó mucho).
(Pausa)

Mae: Eres un ser superior, solo tienes que escuchar. Yo soy más rebelde. Yo escucho, pero no quiero escuchar, es más cómodo. Ya me dijeron que no podía desentenderme.
Andrés: ¿Cuál es tu camino, tu misión en esta vida? Pide que te orienten.
Mae: Sembrar, sembrar ideas en los demás.

Andrés: ¿Qué ideas?
Mae: Sembrar bondad, paz, amor, tranquilidad.
Andrés: ¿Cómo lo tienes que hacer?
Mae: Sin soberbia, con humildad.
Andrés: ¿Cómo se hace eso? Que te muestren el camino.
Mae: Bueno.
(Mae le contesta al espíritu maestro que veía).

Andrés: ¿Te lo muestran?
Mae: Él me dice: no trates de convencer, basta con que hables, no importa lo que te digan. Porque yo quiero que crean, pero ese es su problema.
Andrés: Es decir, ¿tu labor es dar el mensaje?
Mae: Si no me creen, ya no es mi problema. Yo le digo a mi papá que él sabe que yo...

Andrés: ¿El espíritu de tu papá está ahí?
Mae: Sí.
Andrés: ¿El otro espíritu más severo también está?

Mae: Sí, pero ése es más superior.
Andrés: ¿Él tiene nombre? (Entonces, ella se desentiende de mí y comienza a conversar con él).

Mae: ¿Tienes nombre?... ¡Aaah!... Pero no te ves viejo... y por qué no te ves viejo...aaah. ¡No lo hice! ¡No lo hice! ¡No lo hice! Discúlpame, no lo hice... ¡ya!... El espíritu superior es el espíritu brasileño, me estaba retando, porque me dio un mensaje y yo no lo hice.

Andrés: ¿Cuál fue el mensaje?
Mae: Que tenía que pensar en él todos los miércoles en la noche, para que él me mandara mensajes para la humanidad.

Andrés: Pregúntale si todavía puedes.
Mae: Me sigue retando, me dice que él me dijo que tenía que pensar, que yo tengo condiciones y no quiero involucrarme. Y que tú no quieres escuchar.

Andrés: ¡Yo estoy haciendo lo que me dicen que haga! Por lo menos pienso que lo estoy haciendo. Por algo estoy acá contigo.
Mae: ¡Ahora vas a escuchar!

(Ella pregunta a los espíritus: ¿Y por qué nosotros? Porque somos afortunados, le contestan). Están vestidos de blanco... son blancos.

Andrés: Ese espíritu superior que te guía a ti y a varios más, ¿también lo hace conmigo?

Mae: Sí, Joan Viera Mar, pescador. Te enseña a pescar, te muestra el camino. Tú eres mejor que yo, eres más obediente.

Andrés: Pero yo te voy ayudar a ti. ¿Me lo permiten? Pregúntale si todavía es posible que te envíen los mensajes el día y la hora que él diga. ¡Pregúntale si podemos usar ese canal!

Mae: Tiene muchos canales, dice que pienses en él, Joan Viera Mar. Tienes mucho que trabajar.
Andrés: Pero dime cuál es el trabajo; cómo, qué...
Mae: Lo que haces.

Andrés: ¿Tengo que dedicarle más tiempo a este trabajo?
Mae: Tienes que dejarte guiar y escuchar más. Medita.

Andrés: ¿Tengo que tener un lugar físico especial para hacerlo?
Mae: Plantas, tienes que tener vegetación, tranquilidad, pero muchas plantas. No importa el lugar. ¡No trates de convencer!

Andrés: Pero yo no trato de convencer. Estoy hablando, informando que el mundo tiene que ser mejor, que debe haber más paz, más amor.
Mae: ¡No hables si no te preguntan!

Andrés: ¿Y por qué la gente me va a preguntar si yo no les doy la pauta?
Mae: No todos preguntan. Si no preguntan, no hables.
Andrés: ¿Por qué?
Mae: Porque te crean dudas.

Andrés: Pero si yo estoy con una persona y siento la necesidad de ayudarla, por su bien, porque la veo mal... ¿No tengo que seguir mis instintos?
Mae: No, te llega solo. Se le indica el camino, te llegan solos.

Andrés: ¿Pero cómo voy a saber si lo que pienso, lo estoy pensando como humano o me lo mandan ustedes? Por ejemplo, ayer estuve con un amigo y sentí la necesidad de contarle a él para mejorar su vida, porque no lo veía bien.

Mae: ¡Tú no eres Dios! Necesita vivir esa experiencia... necesitamos vivir ciertas experiencias.

Andrés: Y yo estoy interfiriendo en esas experiencias. Pero, entonces, ¿cuál es mi campo, si no es el de ayudar orientándolo?

Mae: ¡Al que te pida! Te lo van a pedir... no te desgastes, gastas tu energía con los que no te lo piden.

Andrés: Entonces, si alguien me llama para hacerle una hipnosis regresiva, que es un camino de ayuda, tengo que decirle que sí. No ofrecerla yo, aunque sienta que lo necesita.

Mae: No interfieras.
Andrés: Gracias por el consejo.
Mae: Hay gente que no quiere creer. No gastes energía en ellos.
Andrés: Tenemos que “pescar” a los que sí creen, para que seamos más.
Mae: Sí, a la Elizabeth tienes que ayudarla mucho.
Andrés: ¿Por qué?
Mae: Está angustiada. Guíala. Tiene miedo.
Andrés: ¿Pero qué tiene que hacer?
Mae: Tiene que actuar... no tiene que tener miedo, hay que guiarla para que actúe.

Andrés: ¿Elizabeth no sabe cuál es su camino?

Mae: Tiene que ayudar... sanar la mente. Tiene que quitarse la angustia y va a aprender a sanar la mente. Debe quitarse la angustia, atreverse, actuar, no tratar de convencer. Ella se la tiene que quitar, si ella no quiere no se va a quitar la angustia. Tiene que actuar. ¡Escúchala!

Andrés: ¿Cómo podemos ayudar a Mae a ser mejor en este camino?
Mae: Comprometiéndola, ella lo sabe, pero no quiere.
Andrés: Mae se está iniciando en el tarot. ¿Es este un camino para que ella ayude?
Mae: Absolutamente, no lo dice ella, lo decimos nosotros. Ella orienta con tarot o sin tarot.
Andrés: ¿Pero con el tarot le va a llegar la gente que necesita orientación, lo mismo que me pasa a mí?
Mae: Sí, pero no habla ella, hablamos nosotros.
Andrés: Pero cuando me llega la gente para hipnosis regresiva, ¿lo tengo que hacer igual?
Mae: Sí, para ayudar.

Andrés: ¿Puedo hacer una pregunta mundana?
Mae: Sí.

Andrés: El hecho de ocupar gran parte del tiempo en esto no me permite ejercer mi profesión, que es la que me mantiene y sustenta a la familia, y todos los gastos mundanos son necesarios para vivir. ¿Cómo puedo conciliar esta situación, es malo cobrar por estas sesiones?

Mae: No.
Andrés: Guíenme en eso, por favor.

Mae: Cobra, tienes que ser médico del espíritu y cobrar por sanar. Tú tienes que estar bien, tranquilo. No puedes tener distracciones ni problemas. Cobra, haz de esto tu forma de vida, tanto material como espiritual. Estás en la Tierra, tienes que vivir como viven en la Tierra y con las herramientas que ahí te dan. Trabaja en lo espiritual con las herramientas que tienes en la Tierra. No puedes ser distinto a los demás, porque estás en tu vida terrenal.

(Se van)

Andrés: Bien, despídete de ellos, despídete del espíritu de tu padre y agradécele este contacto.

Andrés: Dicen que eres afortunado, que cuentas con su protección y que pienses, ellos te van a estar ayudando, piensa...

Andrés: ¡Ayúdenme!
Mae: Piensa en él, te van a ayudar.

Mi padre (dice ella) es un espíritu que está trabajando en hacer crecer a espíritus terrenales, esa es su misión. Y él tiene como maestros a los espíritus sabios. Para que él pueda crecer en su plano espiritual, tienes que crecer tú, yo y muchos otros, porque esa es su misión.

Andrés: Entonces, ¿Él nos está ayudando también?

Mae: Él nos ayuda guiado por espíritus superiores. ¡Ya! Dice él, un último mensaje; quita la angustia de los demás... Se fue.

Una nueva sorpresa me he llevado. Me han enviado a otra persona con la que tengo que trabajar. Es realmente maravilloso cómo te van llegando las personas a tu camino.

Joan Viera Mar es el espíritu maestro o guía de Mae. Ella lo conoció unos meses atrás en un viaje a Brasil. Allá tiene un amigo que trabaja en un centro espiritual, es médium, y por intermedio de él se comunicó con Joan Viera Mar. Mae me cuenta que cuando se comunicó a través de su amigo, éste adoptó una postura de anciano, es por eso que cuando lo vio a través de su contacto personal, le decía que no se veía viejo. Además, cuenta que en esa oportunidad, en Brasil, Joan Viera Mar le dijo que se iban a reencontrar antes de lo que ella pensaba, a lo que ella contestó: “Pero si yo no tengo pensado venir a Brasil, y de hacerlo sería por lo menos en un año más”. Y aquí estamos, conectados con él nuevamente.

El papá de Mae falleció hace muchos años. Ella cuenta que su padre, en su vida terrenal, le decía que esta iba a ser su última vida.

Después de este contacto quedó claro que los tres teníamos que trabajar en esta misión. Habíamos vivido varias vidas juntos. Asimismo, nos movíamos en el mismo plano espiritual, en donde decidimos venir a esta vida a trabajar. ¡Sin lugar a dudas somos parte de una familia espiritual!

Es oportuno que ahora Mae les cuente cómo entró en este tema. El siguiente es su relato:

“Desde pequeña me apasionaba conversar con mi padre sobre temas filosóficos y religiosos de la vida diaria. Fue un hombre muy sabio en lo simple para vivir y enseñar a los demás a ser mejor. Así me fue guiando a través de los años hasta su muerte. Ya que incluso en ese triste momento para mí, me enseñó que es solo un paso a una vida mejor.

“Debido a esta influencia paterna, fui buscando a través de lecturas, conversaciones y prácticas como la hipnosis, respuestas a interrogantes. ¿Qué nos espera después de la muerte? ¿Qué hay que hacer para que este paso sea mejor? ¿Qué es el alma? ¿Quién es Dios? ¿Hay niveles de crecimiento espiritual? ¿Por qué los humanos somos tan distintos unos de otros en aspectos materiales y espirituales? “Ya de adulta comencé a buscar las respuestas a estas preguntas que me hice durante toda mi vida. Mi padre había fallecido; por lo tanto, me sentía sin guía terrenal. Recurrí al aprendizaje de diferentes técnicas a través de cursos buscando las respuestas. Así estudié, entre otras cosas, programación neurolingüística. Esta técnica me llevó a mi primera regresión involuntaria a través de un taller de relajación.

“Recuerdo que se nos pidió relajarnos y pensar en el olor de las rosas. Luego, que lentamente fuéramos retrocediendo hasta llegar al momento de nuestras vidas que por primera vez sentimos este aroma. Así lo hice. Grande fue mi sorpresa cuando comencé a ver la campiña inglesa, llena de rosas y flores que daban mucho olor. En esta escena que se me presentaba había una mujer que cortaba flores para llevarlas a su casa. Con curiosidad miré este cuadro, y en ese momento me reconocí en la mujer que cortaba las rosas. Sentí que era yo, no tenía dudas. Seguí observando y reconocí a una de mis hijas y a mi abuela de la vida actual. Comprendí que estaba en una vida pasada.

“Después de esta y otras experiencias de regresión, junto a la comunicación en sueños con mi padre, que me decía que investigara más, busqué a una persona que fuera experta en el tema de regresiones, pero que además fuera serio y creyera todo lo que yo tenía que contarle.

“Comenté estas experiencias con mi amiga Elizabeth, y ella me llevó donde Andrés, quien no solo creyó, sino que me llevó al encuentro con mi maestro guía, Joan Viera Mar. Durante esa primera sesión, él nos decía que teníamos que trabajar juntos para ayudar a muchas personas.

“Acepté unirme a Elizabeth y Andrés para trabajar. Sentí una gran alegría cuando mi padre se comunicó conmigo, contándonos que él también formaba parte de este grupo de maestros que nos guía y que había elegido su última vida terrenal para guiarme en mi crecimiento espiritual.

“Es difícil de explicar, más aún de creer que todo esto era verdad. Cuando se está rodeada de personas poco espirituales que no creen, pueden hacer dudar. A menos que se tenga la firme convicción y la fe que Jesús es el Gran Maestro que está detrás de todo esto.

“Yo he dudado, he pensado que todo es un sueño, una fantasía nada más.

“Pero cuando miro a mi alrededor la maravilla de la naturaleza; cuando pienso que he sido la hija feliz de un gran hombre; que soy esposa, madre y ahora abuela; cuando veo tantas cosas buenas que me acompañan, mi fe se acrecienta. Solo anhelo que muchas personas vivan y sepan de estas experiencias, de estos sabios consejos entregados a través de mí. Pienso en la maravilla de ser canal para fines nobles y puros, y aportar con un grano de arena a que la humanidad sea mejor. Solo me queda dar gracias a Dios por mi “don” y decirles a ustedes: crean o no en lo que les contamos, practíquenlo, vivan en amor, con amor y para el amor”.

Sesiones como las contadas hubo muchas, a veces con Elizabeth, otras con Mae. Así fueron apareciendo nuestros maestros guías personales y otros maestros del plano superior, cuya misión también es ayudarnos, orientarnos y guiarnos, ayudándonos a cumplir la misión que habíamos decidido realizar en esta vida.

Durante las múltiples sesiones de trabajo se nos fueron enseñando muchas cosas del mundo terrenal y del espiritual. Nos entregaron herramientas para nuestro trabajo. Nos ayudaron a conocer más nuestro espíritu y cómo funciona toda esta gran obra que Dios creó.

Como muchos de los conceptos se fueron dando en diferentes sesiones, y a veces se repetían, decidimos recopilarlos por temas específicos. Siempre en la forma de comunicación, pero tratando de ordenar la información.

De ahora en adelante hablaremos en plural, ya que los tres formamos parte de esta maravillosa historia.

Una de las tareas que los maestros nos han encomendado es escribir un libro, en el cual contemos nuestras experiencias. Contemos a la gente la existencia de este gran mundo espiritual en el que vivimos; de la existencia de los maestros que nos guían; de cómo el espíritu va encarnando de vida en vida en busca de su evolución. Estableciendo diferentes relaciones en cada una de esas vidas.

Nos es difícil afrontar todos estos temas con objetividad y claridad. Nada fácil resulta ordenar todas las sesiones para que sean comprensibles, amenas y cumplan el objetivo de informar y producir una apertura de vuestra conciencia. ¡Pero haremos el intento!


Extracto de MAESTROS ESPIRITUALES I
Mensajes y sanación
Salim Hodali - María Eugenia Muñoz - Erna Lueg





Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com
22  agosto del 2020