El Presentimiento.

 2 - El Presentimiento

Cerca del arroyo, bajo los árboles, apenas si son visibles las huellas del Olvidado.
La hierba se espesa, su perfume embriaga.
¿Es este el camino?

Mientras tanto, más allá de las colinas, retoza el buey.

Levantando los hocicos respira el cielo y nadie puede ocultarlo.

Con la ayuda de las Escrituras y de la Enseñanza de tu maestro se ha despertado en ti un poco de comprensión:
has visto las huellas. Ahora ya presientes que todos los elementos del Mundo son extraídos de un oro único y que este mundo objetivo no es más que un reflejo de Ti Mismo.

Sin embargo, aún eres incapaz de distinguir lo que es de lo que no es. Tu espíritu aún no discierne lo verdadero de lo falso.

Estás en la puerta.
Sólo has percibido las huellas de lo que está más allá de la puerta.
¿Te atreves a entrar?


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La siguiente etapa en la captura y doma del buey es el presentimiento. Presentimiento de estar cerca, muy cerca del buey. Comienzan a encontrarse las huellas, sólo las huellas.
Ya hemos dicho que el buey que debemos buscar, capturar y domar es aquel sobre cuyos lomos estamos sentados, como Manjusri sobre el león. Es nuestra propia mente. Y nuestra mente se manifiesta en las diez direcciones continuamente, respira por nuestros hocicos.
Dice el poema: "Respira el Cielo". Esto es una expresión muy hermosa. ¿Cómo podemos respirar el cíelo? Esto significa que nuestra mente abarca las diez direcciones del cosmos.
Nuestra mente no está oculta. Está justo aquí, es esto. Sin embargo, es asombroso lo poco que conocemos acerca de su existencia y de su funcionamiento. Es por esta razón, por la que salimos a buscar y seguimos las huellas como si tuviéramos que apresar algo muy raro que se encuentra escondido muy lejos.
Sin embargo, cuando iniciamos la búsqueda del buey y recibimos enseñanzas acerca de cómo dirigir la atención hacia nuestra propia mente en vez de proyectarla hacia el exterior, va apareciendo una cierta comprensión. Comenzamos a percibir las huellas del Olvidado.
Al buey se le llama el Olvidado. Es como nuestra propia mente: somos siempre nuestra mente, pero lo olvidamos.
Al recibir enseñanza, comenzamos a practicar la atención, comenzamos a practicar zazen y poco a poco nos vamos introduciendo en el laberinto de nuestra mente. Esto es como adentrarse por un camino en el que las yerbas y los matorrales se van espesando cada vez más. A medida que, por ejemplo, avanza una sesshin y aumentamos las sesiones de zazen, vamos teniendo la sensación de que nuestra mente se va espesando, esto es, nos vamos haciendo conscientes de la fauna y de la flora espesa y abundante que puebla nuestra mente. Llega un momento en el que podemos sentirnos incluso mareados, embriagados de tantos pensamientos, de tantas sensaciones como percibimos. Esta sensación de ebriedad nos puede hacer perder el Norte y podemos preguntarnos: "¿Es este el camino correcto? ¿Estoy practicando bien? ¿Será esta mi Vía?" Aparecen muchas dudas que no son otra cosa que más actividad de la mente.
Por eso, a pesar de que nos sintamos perdidos, a pesar de que nos sintamos rodeados de yerbas, de emociones parásitas, de pensamientos, el buey continúa retozando. Porque todo esto no es más que la actividad del buey, la actividad propia de nuestra mente. Cuando uno se sumerge totalmente dentro de su propia mente a través de samadhi, se ve Mente por todas partes.
¿Cómo es la mente? ¿Qué forma tiene la mente?
Un discípulo preguntó al maestro: -"¿Qué es la Mente de Buddha?"
Y el maestro le respondió:
- "Un montón de guijarros, unas cuantas tejas rotas, una valla."
Es decir, justo lo que había delante de sus ojos.
¿Cómo se manifiesta la mente? Se manifiesta en forma de sonido de guijarros, en forma de árboles verdes, en forma de cielo azul, en forma de azadón, en forma de cuchillo de cortar verduras. Esta es la manifestación de nuestra propia mente.
Al profundizar en samadhi es necesario crear una cierta tensión, la tensión interna creada por el espíritu de búsqueda de la naturaleza de la mente. Esta tensión, que no debe ser entendida en el sentido negativo, permite que la atención se vuelva parecida a un rayo láser, con una luz muy intensa y concentrada. Y de esta forma puede producirse el estallido, y los truenos pueden resonar en nuestro interior.
Siempre se ha dicho que crear esta tensión es necesario, imprescindible. Esa tensión es acumulada por el silencio, por una concentración continuada en todas las circunstancias de la vida cotidiana. Por eso es importante no relajar excesivamente el cuerpo, no relajar excesivamente la mente, no tener conversaciones intrascendentes y considerar a los demás como si fueran fantasmas, como si fueran espíritus etéreos, como si fueran espejismos. Relacionarse de forma inútil es absurdo, debemos cruzar palabras justo para que la vida cotidiana funcione. Por otra parte, los demás no cuentan en vuestro problema. Solamente contáis vosotros mismos en la resolución del problema esencial que es el descubrimiento de la naturaleza de vuestra mente.
Por ello, acumulando esta tensión interna uno puede darse cuenta de que todo lo que sucede en el mundo es reflejo de la propia mente. Uno puede darse cuenta, como dice el maestro Kakuan, de que todos los elementos del mundo son extraídos de un oro único, de una mina única, de una fuente única que es la mente. Lo que llamamos mundo exterior no es más que un reflejo de nosotros mismos.
En esta etapa de presentimiento debemos presentir. Presentir es sentir la existencia de algo, aunque esa existencia no haya sido constatada por los sentidos o por la inteligencia aún. Es como cuando se huele el perfume de una mujer que aún no se conoce, o como cuando uno huele la comida pero aún no la ha probado. Es como cuando uno está en la puerta y ve que las huellas del buey conducen directamente al interior pero aún no ha atravesado la puerta.
La cuestión en este momento es: ¿seremos capaces de acumular la suficiente fuerza, tensión y agudeza mental? ¿Seremos capaces de reunir suficiente coraje para atravesar la puerta y entrar? De eso se trata.
En este punto, a pesar de que uno presiente la presencia de la mente única, aún está rodeado de confusión, aún vive en la oscuridad y es incapaz de distinguir lo que es de lo que no es, o de discernir lo verdadero de lo falso. Uno actúa por tanteo.
Si en este momento uno pudiera dar un triple salto mortal de conciencia y darse cuenta de que incluso esta confusión, incluso esta ignorancia, incluso esta oscuridad no es más que la actividad propia del buey, de que es el buey mismo y que más allá de esta oscuridad y de esta ignorancia es imposible encontrar ningún buey, conseguiríamos nuestro objetivo.
Debemos dirigir la atención a nuestra propia confusión, no tratar de dejar la confusión aquí e irnos a otro sitio donde no haya confusión. No debemos tratar de desprendernos de la confusión creyendo que la claridad es algo diferente.
Cuando miramos en la naturaleza de nuestra confusión, aparece la claridad. Cuando miramos en la naturaleza de nuestra ignorancia, se ilumina nuestra mente.
El sexto patriarca Hui—neng decía: "Zazen significa ser libre de toda forma exterior y poseer orden interior." Esto es, ser libre de toda forma objetiva y poseer orden en nuestra percepción subjetiva. Para ello la atención sigue siendo la mejor herramienta.
En el Sattipatana Sutra se dice que hay cuatro fuentes del poder de la atención, o más bien cuatro funciones:
La primera es la capacidad de ordenar y denominar.
En el continuum mental aparecen todo tipo de fenómenos. Es necesario ordenar conscientemente nuestros contenidos mentales y denominarlos por sus nombres.
Debemos preguntarnos: ¿Qué es esto que aparece en mi mente?: cólera. En este momento ha aparecido la cólera en mi mente. La ofuscación, egoísmo, cualquier percepción visual... Cuando me muevo, ¿por qué me muevo, hacia dónde voy, qué espero obtener? Y uno debe ser claro, transparente consigo mismo. La actividad de nuestra mente debe ser transparente a nuestra conciencia. Nuestra conciencia debe reflejar lo que está ocurriendo en cada momento en nuestra mente y poner orden en nuestro interior. De lo contrario caemos en la ignorancia, en la confusión y nos decimos: "Es que no sé lo que me pasa, tengo un no sé qué..."
No es un no sé qué. Debemos tener la valentía de preguntarnos ¿qué es eso? ¿cuáles son sus causas? Y no contentarnos con un "no sé qué". Debemos investigar en nosotros mismos.
¿Por qué aparece cada fenómeno en nuestra mente? No aparece porque sí, no aparece caído del cielo o por castigo divino. Es fruto del karma, esto es, fruto de causa y efecto, efecto de una causa. Por ello, investigar en nuestra mente es investigar en la ley de causa y efecto. El hecho de que estemos aquí y de que en estos momentos aparezcan estos fenómenos es fruto de una causa. El hecho de que hayáis venido hasta aquí y no a otro lugar es fruto de una causa, el hecho de que vuestra mente se encuentre ahora en medio de una sesshin, responde a causas concretas, a una inquietud.
Cuando decimos una palabra altisonante a otra persona, cuando tenemos un comportamiento brusco con alguien o nos comportamos de forma arrogante, debemos tomar conciencia. Esa es la función principal de la atención: ordenar y denominar.
Si queremos luchar contra los demonios internos, y deseamos vencerlos, debemos saber cuáles son esos demonios y llamarlos por sus nombres: "Tú eres Tal y como Tal te reconozco."
Igual sucede con cada fenómeno, con cada sensación, con cada emoción que aparece en nuestra mente. Por eso en las conversaciones cotidianas suele suceder que uno se enfada y el otro te dice: "Pero hombre, no te enfades." Y uno le contesta: "¿Quién, yo? Pero si yo no estoy enfadado..." Es decir, uno ni siquiera reconoce que está enfadado. O cuando nos preguntan: "¿Cómo estás?" Solemos contestar: "Bien, bien." "Bien fastidiado", habría que decir.
En cada momento hay que reconocer en qué estado se encuentra el cuerpo, en qué estado se encuentra la mente, qué es lo que pasa en el cuerpo, qué es lo que está atravesando la mente.
Esto es ordenar y denominar.
Cuando surge un deseo, cuando surge un fenómeno en nuestra mente, al principio suele tener muy poca fuerza. Pero si no somos conscientes de ello, el impulso de este fenómeno va aumentando, aumentando hasta que se apodera totalmente de la mente y de la energía vital dirigiéndola en un sentido determinado. Y después puede llevarnos a callejones sin salida. Y entonces, cuando la solución es ya casi irremediable, nos preguntamos: "¿Qué he hecho yo para merecer esto?"
Por ejemplo, un deseo sexual al principio es algo insignificante, como una semilla cualquiera. Es muy fácil de apartar, es muy fácil dirigir la atención hacia otro lado y decir: "¡Ah, ya sé que eres tú! Y sé que estás ahí. Hasta luego, no me interesas ahora." Sin embargo, si uno no es consciente desde el comienzo, y lo va rumiando y rumiando, va creando el escenario adecuado, le va dando forma y va creando las circunstancias más idóneas..., cuando se da cuenta ya está totalmente atrapado.
Esto no quiere decir que debamos evitar las relaciones sexuales. Sin embargo, el salirse del cauce lícito crea muchas complicaciones que no deseábamos.
Esto es sólo un ejemplo. Un árbol de treinta metros nace de una pequeñísima semilla. Debemos ser conscientes de qué semilla se trata y de cómo se transforma. Este es otro poder de la atención.
Otra función es la de transformar la mente sin usar procedimientos coactivos. Esto es necesario.
Por ejemplo, en zazen estamos serenos. De pronto, aparece un pensamiento que nos irrita mucho. Al principio el pensamiento no es muy evidente, no tiene mucha fuerza. En ese momento uno debe enfocar la atención hacia ese pensamiento, tomar conciencia de él, de su presencia y debe desviar la atención hacia otro objeto: la postura, la respiración. De esta manera, sin luchar contra ese pensamiento irritante, el pensamiento se va por sí solo. Puede que después vuelva. Entonces se aplica el mismo sistema de nuevo: verlo, reconocerlo sin darle mayor importancia, sin quedarse fijo en él. Volvemos a la respiración, volvemos al cuerpo, por ejemplo enfocando la atención sobre las sensaciones.
De esta manera, sin luchar contra los aspectos negativos, centrando la atención en la fase germinal, podemos transformarlos sin usar la violencia. Es importante durante zazen no luchar contra nada, sea lo que sea. No luchéis. La lucha entendida como enfrentamiento frontal, como deseo de aniquilar, por ejemplo el dolor, es inútil. Cuando aparece la sensación dolorosa, lo peor que uno puede hacer es luchar contra la sensación dolorosa o resistirse a ella diciéndose: "¡Ah!, ¿estás ahí, no? No vas a poder conmigo." Y al final, puede, con el tiempo siempre llega un momento en el cual vence.
Es mejor no luchar. Es más efectivo hacerse aliado, fundirse con la sensación dolorosa. Es mejor no mostrar rechazo, ya que al mostrar rechazo lo único que conseguimos es reforzar el objeto rechazado, darle entidad, darle vida propia. Si practicamos el sistema de transformar, sin usar métodos coactivos, tomando conciencia mediante el uso de la atención, al desenfocar un objeto, por sí mismo deja de existir.
Si centramos una mira telescópica sobre algo, eso es lo que aparece delante de nuestra conciencia. Pero si la desenfocamos, desaparece, se convierte en una mancha borrosa difícil de reconocer. Y más aún, si enfocamos hacia otro lado, desaparece totalmente.
Ese es el poder que debemos desarrollar durante la práctica de zazen y en nuestra vida cotidiana. Debemos conseguir una atención fluida, flexible, con facilidad para enfocar hacia diferentes lugares. Y no mantenerla rígida, fija sobre una sola cosa.
Cuando queremos centrar la atención sobre algo, debemos tener el poder de hacerlo, de dejarla fija sobre algo. Esto es el poder de concentración. Pero al mismo tiempo, debemos tener el poder de mover la atención con fluidez allá donde nosotros queramos. Lo contrario es obsesión.
¿Qué es la obsesión? Tener un objeto en la mente y no poder apartarlo de nuestra conciencia.
¿Qué es la neurosis? Estar atrapado dentro de un circuito cerrado de pensamiento
Otro poder de la atención, otra de sus funciones es retener y ralentizar los procesos mentales e incluso los procesos físicos corporales o perceptivos. La velocidad, como el tiempo, depende del observador, del objeto que observa. En la medida en que aumentemos nuestra atención y seamos capaces de centrarla en los detalles más mínimos, ralentizamos el tiempo de percepción, es decir, hacemos que el tiempo fluya más lento. Incluso podemos hacer que el tiempo prácticamente se detenga, al menos durante algún tiempo.
En el Zen se dice: "Debéis desarrollar la atención hasta tal punto que podáis percibir las estelas dejadas por los pájaros cuando atraviesan el cielo volando." Y decimos: "Eso es imposible, los pájaros no son aviones de reacción a chorro, no dejan estelas en el cielo." Pero si nos fijamos en el vuelo de un pájaro tomado a cámara lenta, vemos cómo va dejando una estela detrás de él.
Los acontecimientos evolucionan en el tiempo. Podemos observar, por ejemplo en la televisión, las cien mil posiciones que adopta un atleta al saltar una valla en un solo segundo. Hay cámaras que son capaces de captar este fenómeno. El ojo humano ordinario no es capaz de captarlo. Pero si desarrollamos la atención podremos aproximarnos a esta percepción.
Daos cuenta de cómo se ralentiza el tiempo durante una sesshin. Somos capaces de percibir muchas más cosas en nosotros mismos y en los demás, a lo largo de un solo día. El tiempo parece fluir más lento. ¿Por qué? Porque naturalmente, con la práctica de zazen, nos vamos volviendo mucho más conscientes de nuestros gestos a cámara lenta. Es como si viéramos la actividad de nuestra conciencia a cámara lenta. Vemos cómo los fenómenos nacen, se desarrollan, aparecen delante del campo de la conciencia y después se extinguen. Y así sucesivamente.
En la vida cotidiana, a no ser que esta atención esté muy desarrollada, el tiempo pasa mucho más deprisa, engullimos tiempo, engullimos fenómenos, engullimos emociones, sensaciones, pero no saboreamos ninguna de ellas, no las percibimos minuciosamente.
La comida es un ejemplo. En general, en relación con la vida cotidiana, se come poco en una sesshin. Sin embargo, cada grano de arroz que está dentro de nuestros cuencos es apreciado. ¿Por qué? Porque comemos con atención. Comiendo con atención, un puñado de arroz es suficiente porque sacamos toda la sustancia vital, ralentizamos la función de ingerir alimentos.
En la vida cotidiana podemos devorar un buey o una cabeza de cordero y sentir aún que no estamos satisfechos. Uno tiene la barriga rellena, pero está insatisfecho. ¿Por qué? Porque al mismo tiempo que devorábamos la comida, somos capaces de hablar, de discutir, de ser bombardeados por un sinnúmero de sensaciones y emociones sin darnos siquiera cuenta. Y esto nos impide vivir con intensidad el hecho de comer. Miramos nuestro plato, vacío de repente, y nos preguntamos: "¡Oh!, ¿quién se comió mi buey?"
Por eso es importante ralentizar el tiempo. Pero, ¡ojo!, se trata de ralentizar el tiempo, no nuestra actividad. No debemos entender que debamos hacer las cosas a cámara lenta. De esa forma necesitaríamos una semana entera para preparar una comida... La actividad del cuerpo debe de ser fluida, el cuerpo debe estar disponible y entregado a la acción. Es más, debe actuar lo más ligero que pueda. Es la atención, el yo que percibe, el que debe estar totalmente atento y ralentizar la percepción.
Algunos se quejan de que en el Zen se come demasiado deprisa. Comer lento está muy bien, de hecho las vacas están muy gordas y comen muy lentamente. Pero no se trata de eso, se trata de la percepción que tenemos del hecho de comer. Una persona puede estar comiendo muy lentamente y tener la cabeza en otro sitio, y esto es lo que normalmente sucede. Están pensando en otra cosa, y así, claro, necesitan mucho tiempo: para pensar, para comer, para mirar a todos sitios...
En el Zen, cuando comemos, comemos. Solamente comemos, totalmente atentos al hecho de comer. Por eso percibimos el hecho de comer en toda su riqueza.
Igual sucede cuando se trabaja, cuando se va al baño. Cuando uno se sienta en la taza del retrete, debe hacer sólo eso. No debe decir: "Vamos a ver qué menú preparo para hoy..." Cuando uno orina, orina. Totalmente, concentrado y atento. Sólo así podemos ralentizar el hecho de orinar. Y no salir después corriendo del retrete sin tirar de la cadena, sin limpiar lo que se ha ensuciado. Debemos llevar a cabo la práctica de la atención en todas las circunstancias de nuestra vida, incluso cuando uno está en el retrete.
Es importante el poder de retener y ralentizar la acción porque nos da tiempo a calibrar el alcance de la acción que tenemos entre manos, nos da tiempo de calibrar los resultados, los efectos. De otro modo, actuamos por automatismo, por inconsciencia, y nos decimos: "Yo, en realidad, no quería hacer eso, pero no me di cuenta." Y lo que ocurrió es que no fuimos capaces de ralentizar la acción y decir: "¿Qué estoy haciendo, hacia dónde voy, qué está apareciendo en mi mente, cuáles van a ser los resultados?"
El poder de la atención evita los automatismos. Permite, por el contrario, un comportamiento más consciente, más lúcido.
La cuarta función de la atención es la de generar la visión ecuánime. Obviamente, a fuerza de desarrollar la atención, vamos siendo más conscientes de la actividad de nuestra mente, nos vamos desidentificando de ella.
Si somos víctimas de la cólera y no somos conscientes de que nos hemos encolerizado, ni de las acciones que emprendemos impulsados por la cólera, estamos totalmente atrapados por la cólera y perdemos la ecuanimidad.
Pero, si en el momento que aparece la cólera, nos decimos: "He aquí que la cólera ha aparecido en mi mente", podemos detener las acciones impulsadas por la cólera, gracias al poder ralentizador de la atención.
Tenemos el poder de la ecuanimidad, y de alguna manera éste nos libera de la cólera.
La ecuanimidad para estar observando nuestra propia mente es fundamental, porque en nuestra mente pueden aparecer cosas que no nos gustan, aspectos de nosotros mismos que tratamos de mantener ocultos, no sólo a los demás sino incluso a nosotros mismos. Esta es la razón por la que en el momento en el que comienzan a emerger a la luz de la conciencia todas estas cosas desagradables, el yo consciente los rechaza y dice: "¡No, no, fuera! ¡Volved a las mazmorras!" Sin embargo, si desarrollamos en ese momento la ecuanimidad y nos decimos: "Ahora están apareciendo en mi conciencia aspectos de mi mente que no me gustan. Ahora está apareciendo en mi conciencia un rechazo o un impulso de ocultar estos aspectos de mi mente que no me gustan", en ese instante nos liberamos de todos esos contenidos mentales que nos resultan desagradables. Somos ecuánimes y somos capaces de transformarlos.
Por eso, la ecuanimidad respecto a los contenidos de nuestra propia mente es fundamental. Después, evidentemente, debemos aplicar la ecuanimidad respecto a los contenidos mentales de los demás. A veces decimos: "Mira cómo es este, mira lo que hace." Y no practicamos la ecuanimidad.
Hui-Neng decía: "Zazen es estar libre de las formas exteriores, y poseer orden interno, orden en la propia mente." Este orden interno se produce gracias al cultivo de la atención en sus cuatro aspectos o funciones:

- Ordenar y denominar.

- Transformar sin usar métodos coactivos.

- Retener y ralentizar la percepción.

- Capacidad de generar la visión ecuánime.

Esta es la teoría. Ahora lo importante es llevarla a la práctica.
Debemos ver el buey de frente. Esto es como arrancarse la propia cabeza y ponerla frente a uno. Es necesario, no sólo llegar hasta la puerta y no entrar.
Hemos comentado la búsqueda del buey, hemos vislumbrado sus huellas y hemos llegado casi hasta la puerta. Ahora hay que entrar dentro, entrar dentro de la propia mente, hacerse íntimo con la propia mente, tocar la mente. Esto significa la palabra sesshin: Se es tocar; shin es mente. Hay que atravesar la puerta, la barrera del miedo, la barrera de los límites.
En un sufra se dice: "En el Océano existe la puerta del dragón. Aparentemente ningún signo indica su presencia. Las aguas de este lugar son del mismo color que el resto del océano. Sin embargo, cuando los peces atraviesan la puerta, se convierten en dragones."
¿Qué significa convertirse en dragones? Significa ser lo que se es ahora, estar donde se está, en este punto del espacio y del tiempo inamovible. Esto es zazen. Zazen es la puerta del dragón. Aquellos que atraviesan las dificultades y las asperezas iniciales se convierten en dragones y dejan de ser pececillos temerosos. Es necesario entrar a fondo en zazen, no conformarse con figurar. Éntrale dentro con los huesos, con la carne, con la médula, con la respiración. Ser uno con zazen. Esta es la Vía más recta para pasar más allá de la puerta.
Cuando uno ha presentido las huellas, se pregunta: "¿Voy por el buen camino? ¿Es esta mi Vía? ¿Estoy en el lugar adecuado?" Si atravesáis la puerta, todas vuestras dudas quedarán anuladas. No hay ningún camino fuera de este momento presente, fuera de este lugar en el que ahora os encontráis. El único camino es el que va desde el aquí y ahora hasta el aquí y ahora. Si estáis aquí y ahora, estáis en el buen camino. Pero si pensáis en otro tiempo, en otro lugar, nunca encontraréis el buen camino.
Cuando nos preguntamos cuánto tiempo falta para que finalice zazen, nos extraviamos, intentamos abandonar el aquí y ahora.
No hay buen camino ni mal camino. No hay camino. No hay un sitio al que llegar que no sea el lugar en el que ya estamos. Por eso la Vía del Zen es una Vía que no conduce a ningún lugar. Esto no significa que sea un callejón sin salida. Significa que la Vía del Zen no nos mueve de aquí para llevarnos allá. No nos mueve del ahora para conducirnos al después. La Vía del Zen es ESTO. Pero ESTO no es esto. ESTO no es la palabra "esto". ESTO es lo que estáis sintiendo ahora con vuestro cuerpo y con vuestra mente. ESTO es vuestro lugar aquí y ahora.
¿De qué clase de Universo se trata? Depende.
Cada uno de nosotros percibe un universo diferente. Puede que alguno experimente un universo extático: la noche serena, la brisa en los pinos, el canto puro de los grillos... Puede que otros estéis experimentando universos infernales donde los cantos de los grillos son parecidos a lanzas o espadas que cruzan vuestro cuerpo y vuestro sistema nervioso. Puede que unos vivan en el contentamiento, en el júbilo. Puede que otros viváis en la ansiedad, en la desesperación. Puede que algunos sean demonios guerreros que luchan con sus propios demonios internos.
Cada ser es un universo, cada ser puede experimentar además muchos universos en una milésima de segundo.
Sea como sea, ESTO es lo que es. ESTO es vuestro universo ahora. No tratéis de huir. No busquéis otro sitio ni otro tiempo. No busquéis otro universo mejor. Mirad profundamente la naturaleza de lo que percibís ahora. Aunque os encontréis en la gruta del demonio de la montaña negra, debéis saber que en esa gruta se esconde una perla brillante. Buscadla. Venced al dragón. Venced al demonio de la montaña negra. ¿Cómo? Sin luchar. No luchéis contra nada. Simplemente dejad que las cosas sean lo que son. Sin amor, sin odio.


Extracto de La Doma Del Buey
LAS DIEZ ETAPAS DEL DESPERTAR
SEGÚN EL MAESTRO ZEN KAKUAN SHIEN
Traducción y comentarios de Dokushô Villaba



Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com
23  setiembre del 2020