Ramtha - El aspecto sombrío del yo.

Vamos a profundizar un poco más en esto. Muchos de vosotros tenéis lo que en este grupo comúnmente se ha llamado un carácter con un lado oscuro; y lado oscuro significa tu aspecto sombrío, un hilo o filamento que es áspero y crudo. Y yo más bien diría que ese hilo es un mapa de la red neuronal; y que codicias esta cara de ti mismo tan deliciosamente que nunca dejas que nada la penetre. Porque este hilo, o este Yo sombrío, es el Yo que lleva la carga a la vez que el poder del victimismo —reacción, odio, resentimiento, amargura, celos, ira, todas esas emociones lamentables que no hacen nada sino destruir la salud del cuerpo— y hace que tengas que regresar de nuevo y corregir esos problemas con la misma gente en una situación futura. Eso no es algo que debiéramos anhelar. Tú tienes este lado de tu carácter que proteges, lo saboreas y lo usas como un látigo y un aguijón. Y es un aspecto tuyo feo, muy feo, y yo lo veo en ti.

Ahora, todo eso no es más que un mapa específico que tienes ahí arriba al que amparas y proteges.(1) Y sólo un maestro puede ver lo que hay realmente detrás de esa dulce carita, porque la mayoría de la gente va de aquí para allá tratando de poner buena cara para esconder este aspecto sombrío de su personalidad. Así pues, como todos lo están haciendo, nadie ve que todos son así ¿Entiendes?

(1) Esta expresión se refiere a la red neuronal del cerebro, la cual conforma la base nuestra personalidad humana.

Ahora déjame hablarte de ese pequeño personaje. Esa obstinada faceta del ego alterado en el cerebro — esa parte de ti mismo que rehusas soltar— está muy bien protegida al tener una vida propia, ya que puede señalar circunstancias en su vida que la hicieron así: traición, abandono, ser objeto de mentiras, ser objeto de uso y abuso, de descuido, todas esas palabras que usas normalmente en tus conversaciones con otros. Y, sabes, este pequeño y feo ego alterado que posees ha sido la entidad más difícil de cambiar en esta escuela.

¿Y sabes por qué? Porque tú no quieres cambiarlo, y yo te he dado las claves para hacerlo. ¿Y por qué no lo quieres cambiar? Porque te permite tener una pila de protección contra la gente que crees que busca meterse contigo o aprovecharse de ti. Así que provee el aguijón, el veneno, la fealdad, la manipulación, el resentimiento, la astucia, y todas las cosas que descubriste que necesitas para tu propia supervivencia.

Pero déjame hablarte de esta criatura pequeña y oscura. Por su causa vas a perderte el mensaje más importante de esta escuela, el que tu alma te trajo aquí para que aprendieras; y ese es que cuando vemos el demonio interior, esa criatura sombría dentro de nosotros, —como yo lo hice: entregué mi espada— nos volvemos vulnerables. Pero nos volvemos vulnerables sólo en el primer momento que sentimos miedo a las represalias por haberlo hecho. Y ese es un miedo inútil a la luz del conocimiento.

Entonces, ¿qué es lo que mantiene unido a tu pequeño demonio?

Bueno, tu temperamento desagradable. Puedes decir: «Yo tengo mal carácter por esto, por eso, y por aquello (2)». Pero qué tal si quitamos esto, eso y aquello, ¿existiría aún el mal carácter? No, no existiría.

Entonces, ¿qué hacemos con la energía del mal carácter? Está liberada, es espacio libre.

(2) La personalidad humana siempre encuentra excusas para justificar sus cambios de humor o el mal carácter.

Y qué pasa entonces si dices: «Yo no confío en la gente porque me han traicionado». Bueno, yo te miraría y diría: «Tú eres la primera persona en la que deberías confiar, en ti mismo, pues nunca habrá nadie que te traicione más que tú mismo». ¿Y por qué? Porque tienes una actitud protegida, porque te niegas a neutralizar la asociación con esa actitud para poder liberarte de ella. Verás, confiar en la gente sólo se convierte en un problema cuando tienes dificultades para confiar en ti mismo. Cuando no hay inconveniente con la confianza en uno mismo, ésta nunca se convierte en un problema, pues no hay una asociación allí a la cual adherirse.

¿Cuántos de vosotros entendéis? Entonces lo que empezamos a hacer es que comenzamos a desarmar una parte de ti que es responsable de que muchas cosas maravillosas —en presencia del poder absoluto— que están llegando a tu vida no lleguen, porque siempre tienes tu escudo preparado, y el escudo jamás te deja vivir en este momento. No estás realmente aquí conmigo esta noche; estás en algún otro lugar lejano, en otro tiempo.

Esta pequeña criatura que tienes dentro de ti —a la cual se la llamó apropiadamente el diablo o el demonio, el demonio interno— es esa persona que tiene todo un almacén de información referente a por qué debería ser de la manera que debería ser. Y toda esa información está conectada con muchas personas y muchos lugares, muchas cosas y muchos sucesos, pero es un solo demonio con muchos tentáculos. Y alimentar al monstruo requiere una gran cantidad de resistencia a la belleza de la vida. Por ejemplo: cuando digo resistencia a la vida, tengo personas aquí que prefieren aferrarse a esto antes que disolverlo. ¿Y cómo sé eso? Incluso al dar la enseñanza de ponerse a mirar simplemente lo que es, sin el apego de personas, lugares, cosas, sucesos y tiempo, ellos aún regresaron a su pasado. Aún se aferran a eso. La asociación con el pasado es una atadura.

Es la única cosa que sostiene aquello que realmente no existe. La carencia es una ilusión. Lo que es real es la actitud que la sostiene. ¿Entiendes?

Ahora, la maestría de uno mismo es una búsqueda noble y valiosa, pero es una búsqueda que te lleva hasta los pasillos interiores de tu ser, y realmente te hace ver aspectos de ti mismo que hasta ahora han sido tu personalidad, la manera como te percibe la gente. Y sabes, ahí hay un elemento de miedo: que si te deshaces de esa personalidad la gente no te tomará en serio, o no serás lo bastante grande y malo como para causar impresión. Pero eso es una mentira, porque mientras te concentres en un problema insignificante, como la sola actitud que te ha hecho nacer tantas veces —que ha arruinado tantas relaciones, tantas oportunidades, tantos días que vinieron y se fueron, y que nunca volverán; que ha arruinado totalmente el paisaje de la vida— mientras eso permanezca en tu vida, la esperanza de vidas futuras es muy débil. Y la capacidad de ser expresamente un maestro se ve ampliamente limitada al aferrarte a algo que simplemente debes soltar. Es algo que no existe.

Esto es una enfermedad en la conciencia humana. Y, mi amada gente, quiero que sepáis que os estoy empujando hacia ese escenario central. Y os estoy desafiando y a la vez intentando enseñar algo muy dulce y, en verdad, muy hermoso: que todas esas cosas de vosotros mismos a las que temíais y que pensabais que eran la verdad, ni siquiera existen. Lo único real es la asociación que creéis tener con ellas ¿Cuántos de vosotros entendéis? Y es esa asociación lo que se necesita extraer. Entonces no existen tales cosas como las incapacidades, y en verdad no existen tales cosas como el odio o la malicia. No existe tal cosa como el sufrimiento. No existe tal cosa como la carencia, ni siquiera existe la muerte. Realmente no existen.

Así pues, si pensamos en esto, nuestros demonios, tus demonios -digo nuestros porque aquí estoy, en medio de todo ello, y no me gusta - se tratan, en realidad, de tu necesidad de mantener tus actiudes para poder sobrevivir y, sin embargo, son las mismas actítudes que te incapacitan completamente de la vida. ¿Cuál es el otro lado de esto? Bueno, tú sabes, yo reconozco a un hombre valiente.

Todo lo que tengo que hacer es mirarlo y puedo ver en él la substancia de esa cualidad que yo sé que forma la valentía. La valentía no consiste en ser grande, malo e intrépido. La valentía es la fuerza impecable de separar de uno mismo el pensamiento canceroso que debilita al individuo y su desempeño en cada aspecto de la vida. Eso es fuerza, y es también valentía.

Y puedo saber, al mirar a una mujer, si dentro de ese seno descansan el amor sincero y el afecto, porque el amor sincero y el afecto son la máxima personificación de Dios en la diosa, que es, en verdad, quien nutre a la vida y nunca quien le roba —y es la dadora del amor, nunca quien lo mutila— y en la mujer encontramos la flor más dulce de Dios. Y puedo mirar a una mujer y decirte si ese amor habita ahí o no. Y lo que hace a una mujer hermosa no es la piel, los ojos o la edad. Lo que hace a una mujer hermosa es su capacidad de amar sin rendirse y de amar sin condiciones. Ahora, eso es lo que yo considero una mujer hermosa. ¿Y por qué?

Porque cuando separas de la carencia la asociación que la mantiene apuntalada —verás, la carencia se podría ver como una bola de cristal sostenida por aquello que se llama una tríada con patas, y lo que se ve realmente no es la bola de cristal, sino la tríada con patas que la sostiene— podríamos ver entonces la carencia como una bola de cristal transparente que en realidad no podemos ver. Pero lo que sí vemos son los puntales que la mantienen en su posición. Y si removemos esos puntales de asociación, no hay bola de cristal. Solo existía la asociación. La asociación —permíteme recordarte de nuevo— es decir que eres como eres a causa de algo que te pasó cuando eras un niño o una niña, y luego llevarlo contigo toda la vida, coloreando con eso cada día de tu vida, pues esa es la única manera de vivir que conoces; aquel suceso, aquel momento, aquella gente, y aquel lugar son los puntales de la carencia. La carencia ni siquiera existe, es incapaz de existir en un reino de absoluta abundancia.

¿Sabes por qué eres inseguro? Porque alguien —quienquiera que desees nombrar— te lo dijo y te hizo sentir inseguro. Y continúas regresando a ese momento; te sigues lastimando por ello. ¿Qué pasaría si miráramos a la inseguridad sin los puntales? No existiría nada llamado inseguridad. ¿Entiendes? ¿Y sabes que lo que existe donde no hay espacio es amor? Bueno, ¿qué es el amor? El amor es el pegamento que mantiene todo unido. Ese es el poder.



RAMTHA

Extracto de EL LIBRO AZUL