Después de la cena Jane empezó a mostrar indicios de que entraba en un estado alterado de conciencia. Empezó a hablar de su piel «sedosa», y de la exquisita sensación de sentir su jersey pegado a la espalda. Había tenido sensaciones parecidas antes de la última sesión, aunque de menor intensidad. Ahora su agudo oído empezó a amplificar sonidos: el crujir del celofán mientras abría el paquete de cigarrillos, el tono de mi voz mientras le hablaba a nuestro gato, Willy, el susurro de mis manos al tocar el periódico. «Las palabras son elementos tan pobres para describir los efectos -dijo más de una vez-. Fustán muy trilladas...»
Su situación me hizo recordar varios estados trascendentes que había alcanzado durante el último año, de modo que le sugerí que continuara. Jane dijo que prefería celebrar la sesión. Se fue a la sala de estar a leer, y se dio cuenta de que la revista que había cogido era «más pesada» de lo normal. Gradualmente, su percepción de la belleza de los objetos comunes se hizo mucho más intensa. Pensó en girar el sillón hacia la ventana para poder ver las luces de la calle, pero al final acabó admirando la estantería que había delante del sillón. Por ahora su voz había adquirido una cualidad sonora difícil de definir, alegre pero un tanto suave.Durante un rato permaneció simplemente sentada, admirando el entorno. Willy, nuestro gato, saltó hacia su regazo. Se veía especialmente bello, me dijo Jane, y, al acariciarlo, el pelo era increíblemente suave y vivo. En un rapto de inspiración, tocó simultáneamente el aire junto a Willy con la otra mano, y descubrió que esa sensación era casi igual de rica.
Luego Jane se trasladó a su balancín. Mientras esperábamos a que llegara Seth, paseó la mirada por la habitación; sus ojos parecían mucho más oscuros de lo habitual. «Todo tiene tan buen aspecto... Tú, la habitación, Willy, pero creo que puedo celebrar la sesión.» Posteriormente, Seth hizo sus comentarios acerca de ese estado de expansión de conciencia de Jane.
Cuando examináis los contenidos de la mente consciente, quizás os parezca que albergáis tantas creencias diferentes en distintos momentos que no podéis coordinarlas. No obstante, éstas forman estructuras bien definidas, y hay un grupo central de creencias alrededor de las cuales se reúnen las demás.
Si las vierais como planetas, observaríais que las otras ideas giran alrededor de ellas. Puede haber algunas «creencias invisibles», y tal vez haya una o dos creencias básicas invisibles. Siguiendo con la analogía, éstas estarían ocultas detrás de otros «planetas» más brillantes y visibles, pero harían sentir su presencia por sus efectos sobre vuestras relaciones con todas los otras creencias visibles básicas del «sistema planetario».
Las preguntas que no podáis contestar mientras estudiáis vuestras ideas, por ejemplo, tal vez os hagan sospechar de la existencia de dichas creencias básicas invisibles. Insisto en que son accesibles conscientemente, y podéis llegar a ellas por medio de los caminos mencionados anteriormente, o bien partiendo de los sentimientos o de las creencias que os resulten más fácilmente accesibles.
Este tema conduce a lo que llamo creencias puente, y también aquí Ruburt recibió cierta información de antemano y para su bien. Cuando examinéis vuestras ideas descubriréis que algunas que son aparentemente contradictorias guardan ciertas similitudes, y que estos parecidos pueden usarse para salvar las distancias entre creencias, incluso entre las que parecen muy dispares. Como esas creencias os pertenecen, vosotros les habéis impreso, por así decirlo, ciertas características que reconoceréis. Estos aspectos surgirán por sí solos como creencias puente, y contienen una gran movilidad y energía. Cuando descubráis cuáles son, hallaréis un punto de unidad en vosotros desde el cual, con un poco de desapego, podéis observar los otros sistemas de creencias.
Las emociones relacionadas con estas creencias puente quizás os sorprendan; pero, si os concentráis en estas estructuras unificadoras, podréis dejar pasar el flujo emocional y, quizá por primera vez, comprender que esos sentimientos se originan en vuestras creencias, y perder el miedo a veros arrastrados por ellos.
Es imposible describiros la realidad emocional de una experiencia así. Tendréis que descubrirla por vosotros mismos. Estas creencias puente a menudo os permiten percibir las creencias «invisibles» de las que hablamos esta noche, que se os pueden aparecer entonces como una revelación. Al pensar detenidamente, no obstante, comprenderéis que había otra creencia que no os dejaba ver la primera, pero que aun así erais conscientes de ella; y que, curiosamente, también era invisible porque la dabais por sentada. No la considerabais como una creencia sobre la realidad sino como la realidad misma, y nunca la poníais en duda.
Andrea nunca dudó del «hecho» de que la vida era más difícil para una mujer que para un hombre. Cuando examinó sus creencias, esto se le escapó. Pero la creencia invisible afectó a su comportamiento y experiencia. Ahora lo ha comprendido y puede tratarla "como" creencia, y no como una condición de la realidad sobre la que no posee ningún control.
Las creencias puente pueden hacerse accesibles a través de un estado de sueño. De ser así, el conocimiento consciente puede hacer su aparición de repente en pleno día. Tras esa comprensión consciente se sentirá una conciliación dentro del ser, aunque el sueño en sí no se recuerde conscientemente. En el sueño pueden emplearse diversos símbolos, y cada persona tendrá sus propias variantes, pero es común que haya una situación de cruzar un río o un mar sin problemas, o de salvar un abismo.
Puede haber también un intenso contenido emocional, como si finalmente se triunfara por encima del caos psicológico, o incluso como si se resucitara. Podéis sugeriros a vosotros mismos que surjan estas creencias puente. La idea consciente representa una declaración de intenciones. Si hay creencias centrales no bien asimiladas, podrían proporcionaros imágenes conflictivas del ser. Hay una gran diferencia entre experimentar libre y gozosamente diversos estilos de vestir, actitudes y conductas, y verse compulsivamente arrastrado a cambiar de aspecto, actitud y conducta. Este impulso compulsivo suele obedecer a creencias centrales contrarias que os arrastran alternativamente de un lado a otro.
Normalmente también se manifestarán emociones opuestas "exageradas". Una vez que comprendéis esto no es difícil observar vuestras creencias para identificar esas creencias contrarias, y encontrar un puente que una esas aparentes contradicciones.
Desde que se empezó este libro, Ruburt ha estado trabajando con sus creencias, y utilizando los métodos a su manera como debe hacerlo cada lector.
Cuando empezamos, le costaba creer que hubiera tantas respuestas disponibles en la mente consciente, y se sorprendió al descubrir que así era. Lo utilizaré aquí como ejemplo, para mostrar cómo una creencia puente concilia ideas que parecen diametralmente opuestas. Este procedimiento funciona siempre, sean cuales sean las creencias particulares.
Ruburt es resuelto, perseverante, obstinado, y posee mucha energía; es creativo, intuitivo, y tiene una conciencia muy flexible. Conformó su vida alrededor de la creencia central de que es escritor.
Observaba toda su experiencia según esta creencia, y la relacionaba con ella; alentó los impulsos que fomentaban esa creencia y obstaculizó los que no lo hacían. Ahora bien, debido a su temperamento, puso toda la carne en el asador, por decirlo de alguna manera. Aquellos de vosotros que hacéis lo mismo os veis de cierta manera, sea cual sea. Organizáis "principalmente" vuestra experiencia según un sentido definido. Quizá sea vuestra función como hombre o mujer o vuestro perfil profesional. Quizás os veáis ante todo como madre o padre, como maestro, editor, o como un hombre a quien le gusta estar entre hombres. Destacaréis cierta cualidad por encima de las demás, ya sea vuestra naturaleza atlética, vuestra inclinación espiritual, o cualquier otra característica.
Pues bien, esta concentración es excelente si el concepto original continúa expandiéndose con vuestra experiencia, y si no es demasiado restrictivo. Quizás alguien se vea ante todo como madre. Al principio eso implicará sencillamente ocuparse de sus hijos en casa. Pero si la idea de sí misma se restringe a eso, le impedirá, por ejemplo, ser esposa del marido, tener otros intereses complementarios, y expander la personalidad en otros campos.
De la misma manera, si vuestra creencia central realza vuestra espiritualidad hasta tal punto que os aisla de la necesaria expresión sensual, esa creencia es restrictiva y acabará ahogando, incluso, esa experiencia espiritual que al principio pretendíais expresar.
Al trabajar con sus creencias, Ruburt se encontró frente a dos creencias centrales en conflicto. Su ser «escritor» seguía una creencia según la cual escribir ciertos textos era bueno y permisible. Se disciplinó para rechazar todo impulso contrario, y desde pequeño conformó su vida según ese principio.
Cuando comenzaron sus experiencias psíquicas, sintió el impulso de escribir lo que le estaba sucediendo, y de emplear esos sucesos creativamente. Pero su creencia sobre sí mismo como escritor se oponía a esta nueva aspiración porque consideraba que las obras de un escritor sólo son novelas y poesía.
De modo que dividió su vida en dos, una «psíquica», y la otra Como escritor. El ser escritor miraba con recelo cualquier material creativo que no procediera de la inspiración con la que siempre estuvo familiarizado. Insistía en que cualquier otra actividad creativa era ajena a las cinco horas de trabajo de Ruburt como escritor. Por supuesto, estas creencias generaban sus propias emociones, de modo que Ruburt se enfadaba cuando los demás lo consideraban un «psíquico».
Puede surgir el mismo tipo de dilema en cualquier experiencia personal cuando hay dos creencias básicas en conflicto. Ruburt también creía en su trabajo psíquico, y estaba totalmente comprometido con él. Desarrolló algunos síntomas físicos, y al trabajar con sus creencias los está resolviendo por sí mismo, y ha comprendido que reflejaban perfectamente su imagen interna de sí mismo.
Le facilité información que le fuera de ayuda, pero sólo podía hacer uso de la ayuda si creía en ella y analizaba todo su sistema de creencias. Cuando comprendéis la naturaleza de la realidad y vuestro papel en su formación, ya no podéis recurrir a los demás para que os solucionen los problemas, y comprendéis que debéis cotejar y conciliar esos elementos tan creativos que son vuestras creencias. Si pensáis que os convienen ciertos alimentos, serán eficaces debido a vuestras creencias. Si creéis en los médicos, éstos os ayudarán. Y otro tanto ocurrirá si creéis en sanadores. Pero todas esas ayudas son como mucho temporales. Ruburt se dio cuenta de ello. Aceptó el hecho de que formaba su propia realidad, y de que había aspectos físicos de ésta que lo perturbaban profundamente. También comprendió que no podía utilizarme como una muleta.
Diálogos es ahora un libro recién acabado, pero también representó un movimiento del ser a través de una estructura de preguntas y respuestas, mediante la cual Ruburt reconoció y afrontó muy diversas creencias. Haya o no involucrada una actividad artística, cada lector puede utilizar ese mismo método y objetivizar las creencias personales en forma de diálogo. Esto ocurre también con mucha frecuencia durante el estado de sueño, cuando se da rienda suelta a la creatividad natural. A menudo se tienen sueños en los que «el soñante» es dos personas distintas, conocidas o no, y una hace preguntas a la otra.
El día en que Ruburt recibió «de antemano» la información sobre las creencias puente, lo evidente se hizo de repente muy claro. El ser escritor se veía cada vez más impedido, incapaz de utilizar material excelente por sus creencias restrictivas. Se enfocaba tanto en su propio material para defenderse, que impedía el flujo de creatividad, a la vez que los aspectos «inaceptables» de Ruburt seguían felizmente creando otros libros, sin incluir los míos.
Ruburt advirtió que estaba regateando con el ser escritor, y de repente se dijo: «¿Qué estoy haciendo?».
Comprendió que su creencia básica de considerarse escritor era muy restrictiva. No se había dado cuenta de ello hasta entonces. Era consciente de la existencia de dicha creencia, pero había dejado que permaneciera invisible. Se dio cuenta de que tanto el ser psíquico como el escritor "querían escribir" y ésa fue la creencia puente.
Ahora se encuentra en el proceso de usar esa creencia puente para asimilar la nueva energía de que dispone. Comprende que él es el ser que alberga todas esas creencias, y ya no se identifica completamente con "una única" creencia esencial. Esa identificación fue lo que anteriormente había impedido el movimiento y expansión naturales del ser.
De acuerdo con la creencia original, Ruburt consideraba su realidad desde un punto de vista mental, identificando a un escritor con las ideas, y utilizaba el cuerpo como "vehículo" en vez de pensar en él como el organismo vivo que permite tener la experiencia de una criatura viviente. De modo que esta noche sus sentidos disfrutaron de total libertad, pero la experiencia se vio ampliada por la sensibilidad psíquica de Ruburt.
Si os consideráis "principalmente" como entes físicos, quizás entorpezcáis vuestros aspectos espirituales o emocionales, de acuerdo con vuestras creencias. En tal caso, trabajar con ellas os permitirá ampliar vuestra experiencia en el campo mental y espiritual. Pero todos los aspectos están interconectados, y no podéis pasar por alto uno si no es a expensas de los otros.
Ruburt también se dio cuenta de que creía que tenía que justificar su existencia escribiendo. Esto era así porque no confiaba en el derecho básico de su ser tal como existía, y existe, en el espacio y tiempo. Estas creencias antiguas no se habían adaptado a las nuevas.
Muchos de mis lectores sienten la misma necesidad artificial de justificar el ser, y es probable que tengan muchas creencias básicas que están ocultando esta inseguridad interna. Podéis justificar vuestra vida por la creatividad biológica, y luego apegaros a vuestros hijos y no querer que hagan su vida. Tal vez la justifiquéis con vuestra profesión. Pero en todos los casos debéis afrontar esas ideas innecesarias, enfrentaros a la realidad de vuestra condición de criaturas, y comprender que tenéis un lugar en el universo al igual que lo tiene una ardilla, una hormiga o una hoja. No ponéis en duda su derecho a existir. ¿Por qué cuestionar el vuestro?
Y éste es el fin de nuestra apasionada sesión.
SESIÓN 645, 5 DE MARZO DE I973 2I.4O LUNES
Extracto de Habla Seth III
A través de Jane Roberts
www.trabajadoresdelaluz.com.ar
24 de Octubre 2017