Seth - La relación mente-cuerpo es un mismo sistema.

Durante los últimos días, Jane se ha dado cuenta de que capta «de antemano» información que Seth va a dictar en su libro, y toma notas de ello.

Poco antes de la sesión, Jane me dijo que sentía a Seth cerca, como era ya habitual. Pero luego añadió: «Siento una fuente de energía justo por encima de mi cabeza, nada especialmente definido; sólo sé que está fuera de mi cuerpo. Percibo una especie de deslizamiento o caída libre que no es normal, como si hubiera tomado tres copas de vino... Creo que sé de lo que Seth va a hablar. Siento las manos livianas, también, realmente tersas, como si estuvieran inmersas en un agua aterciopelada. No es que esté fuera del cuerpo, pero...».
Jane se quitó las gafas y cerró los ojos mientras se sentaba en el balancín. Entonces habló Seth.

Buenas noches.

Efectivamente, Ruburt recibió cierta información de mí por otro método. Se le dio de antemano parte del material para uso propio, por así decirlo.


Le parecía que la información «venía sin más», pero que no estaba elaborada en palabras. En realidad recibía ideas que luego interpretó y expresó en voz alta, y escribió para sí mismo. Ese material es pertinente y pertenece a este capítulo. Ahora lo dictaré según lo acostumbrado.


A menudo he dicho que la relación mente-cuerpo es un mismo sistema. Los pensamientos son tan necesarios para el sistema entero como lo son las células del cuerpo. Ruburt interpretó correctamente una analogía que le facilité en la cual yo comparaba los pensamientos con las células individuales, y los sistemas de creencias con los órganos físicos, compuestos de células. Obviamente, los órganos permanecen en el cuerpo, aunque sus células mueren y renacen.

Los sistemas de creencias son tan necesarios y naturales como los órganos físicos. De hecho, su propósito es ayudar a dirigir el funcionamiento del ser biológico. No pensáis conscientemente en el ir y venir de las células dentro de los órganos. Los pensamientos entran y salen de vuestros sistemas de creencias por sí solos, de la misma forma natural; e, idealmente, establecerán un equilibrio para conservar su propia salud y dirigir el cuerpo de modo que sus terapias internas puedan actuar.

Vuestros sistemas de creencias atraerán naturalmente cierta clase de pensamientos, con su secuela de experiencias emocionales. Si constantemente os invaden pensamientos de odio y venganza, deberíais analizar vuestras creencias para descubrir cuáles dan fuerza a tales pensamientos.

Pero no podéis descubrirlo si negáis la validez de los pensamientos como parte de vuestra experiencia, y tratáis de enterrarlos bajo el manto de un optimismo superficial. Estos pensamientos "habituales" y desdichados producirán experiencias físicas también desdichadas, pero es vuestro propio sistema de creencias lo que debéis examinar.

Los sucesos subjetivos y objetivos «negativos» con los que os enfrentáis tendrían que haceros examinar los contenidos de vuestra mente consciente. A su manera, los pensamientos de odio y venganza son mecanismos terapéuticos naturales, porque si los dejáis seguir su curso, aceptando su validez "como" sentimientos, se transformarán en otros sentimientos, y os conducirán automáticamente del odio hacia las arenas movedizas del temor, que está siempre detrás del odio.

Si dejáis que los sentimientos sigan su curso, mantenéis la unidad mental, emocional y corporal. Cuando tratáis de combatirlos o negarlos, os separáis de la realidad de vuestro ser. Si afrontáis los pensamientos y sentimientos tal como hemos indicado, en cambio, reforzáis la integridad de vuestra experiencia presente, y permitís que su desarrollo y creatividad naturales conduzcan a una solución terapéutica.

Cuando rechazáis estas emociones u os dejáis atemorizar por ellas, impedís el flujo de sentimientos de un instante a otro, como si erigierais una especie de muro de contención. Toda emoción se convertirá en otra si la experimentáis sinceramente. De lo contrario, obstruís el movimiento natural de todo vuestro sistema.

Si afrontáis el temor y lo sentís junto con todas las sensaciones corporales y pensamientos que lo acompañan, el propio temor conducirá a su resolución. El sistema consciente de creencias que sustenta el temor se verá claramente, y os daréis cuenta de que sentís temor porque creéis en una idea que lo causa y justifica.

Si normalmente impedís la expresión de cualquier emoción, no sólo os apartáis del cuerpo sino también de vuestras ideas conscientes. Sepultáis ciertos pensamientos y os acorazáis biológicamente para no sentir sus efectos físicos en el cuerpo. En cada caso la respuesta se halla en vuestro sistema personal de creencias, en esos conceptos arraigados que mantenéis en el interior y que son la causa de las inhibiciones.

Si os veis inmersos en un frenesí espiritual, mientras tratáis de reprimir cualquier idea negativa que os viene a la cabeza, preguntaos por qué creéis tanto en el poder destructor del más leve pensamiento «negativo».

La mente y el cuerpo conforman un sistema unido, que se regula, se cura y se limpia por sí mismo. En su interior, cada problema contiene su propia solución si se encara con franqueza. Cada síntoma, mental o psíquico, es una pista clave para resolver el conflicto, y contiene en su interior las semillas de su propia curación.

Es cierto que los pensamientos "habituales" de amor, optimismo y autoaceptación son más beneficiosos que sus opuestos; pero vuestras creencias sobre vosotros mismos atraerán automáticamente pensamientos que son coherentes con dichas ideas. Hay tanta agresividad natural en el amor como en el odio. El odio es una distorsión de esa fuerza normal, el resultado de vuestras creencias.

Como se decía en el material que Ruburt recibió de antemano, la agresión natural depura y es enormemente creativa: constituye el impulso que hay detrás de "todas" las emociones.

Hay dos maneras de llegar a las creencias conscientes. La más directa es entablar una serie de conversaciones consigo mismo. Si anotáis vuestras creencias acerca de una variedad de temas, descubriréis que creéis diferentes cosas en distintos momentos. A menudo hallaréis contradicciones evidentes, creencias opuestas que regulan vuestras emociones, estado corporal y experiencia física. Examinad los conflictos. Aparecerán creencias invisibles que concilian esas actitudes "aparentemente" opuestas. Las creencias invisibles son simplemente aquellas de las que sois "completamente" conscientes pero que preferís pasar por alto porque representan zonas de conflicto que no habéis querido abordar. Por tanto, si os decidís a examinar el contenido "completo" de vuestra mente consciente, son totalmente accesibles. Si este método os parece demasiado intelectual, podéis partir de las emociones para remontaros hasta las creencias. 

En cualquier caso, independientemente del método que empleéis, uno os conducirá al otro. Los dos enfoques requieren franqueza consigo mismo, y afrontar los aspectos mentales, psíquicos y emocionales de la realidad actual.

Al igual que pasaba con Andrea, debéis aceptar la validez de vuestros sentimientos y comprender que se refieren a ciertos asuntos o condiciones, pero que no son necesariamente afirmaciones objetivas sobre la realidad. «Siento que no soy una buena madre» o «Siento que soy un fracaso como persona». Son afirmaciones emocionales, y hay que aceptarlas como tales. Pero al mismo tiempo hay que entender que, a pesar de que los sentimientos poseen su propia integridad como emociones, no tienen por qué ser declaraciones de hecho. Alguien puede ser una madre excelente y sentir que no lo es, o tener mucho éxito en la consecución de sus objetivos y verse como un fracasado.

Si reconocéis estas diferencias y seguís con franqueza el curso de los sentimientos -en otras palabras, si lleváis las riendas de las emociones-, éstos os conducirán a las creencias que les dan origen. A ello seguirá inevitablemente una serie de autorrevelaciones, y con cada una se incrementará la actividad psicológica creativa, de modo que cada vez estaréis más cerca de la realidad de vuestra experiencia.

La mente consciente se beneficiará enormemente a medida que se haga cada vez más consciente de su influencia rectora sobre los acontecimientos. Ya no temerá a las emociones ni al cuerpo como algo amenazador o impredecible, sino que percibirá la gran unidad de la cual forma parte.

Las emociones dejarán de ser los parientes pobres, que sólo se admiten si van bien vestidos, ni necesitarán clamar para expresarse, ya que serán miembros plenamente admitidos en la familia del ser. Una vez más, algunos de vosotros diréis que vuestro problema es que sois demasiado emocionales, demasiado sensibles, que os dejáis llevar muy fácilmente. Si es así, tenéis miedo de vuestras emociones. Creéis que sus poderes son tan ingentes que no hay razón que valga.

Por muy receptivos que seáis, sólo aceptaréis las emociones que consideréis seguras, y desdeñaréis otras, o las detendréis en cierto punto, porque tenéis miedo de seguirlas. Por supuesto, este comportamiento obedece a vuestras creencias. Si tenéis más de cuarenta años, por ejemplo, quizás os digáis que la edad no tiene importancia, que lo pasáis bien con gente mucho más joven, que pensáis como un joven. Sólo aceptaréis las emociones que parezcan concordar con vuestras ideas de juventud. Os preocupáis por los problemas de los jóvenes, y aceptáis lo que consideráis como pensamientos optimistas portadores de salud. Quizás os consideréis muy emocionales.

Pero en el fondo sois plenamente conscientes -como en verdad debéis ser- de la realidad de vuestra condición de criaturas vivas. Y aun así hacéis caso omiso de todos los cambios ocurridos en vuestro aspecto desde que teníais, por ejemplo, treinta años, y al hacerlo perdéis de vista vuestra validez como criaturas en el espacio y el tiempo.

Inhibiréis cualquier pensamiento sobre la muerte o la vejez, y por tanto reprimiréis sentimientos muy naturales que os harían avanzar más allá de la juventud. Negáis así la existencia física del cuerpo y su centro en el tiempo de los ciclos estacionales, y os priváis de esos "movimientos" biológicos, psíquicos y mentales naturales por los que debéis atravesar.

Una de las razones de esta situación son las connotaciones de la palabra «viejo». En vuestra cultura creéis que ser joven es ser flexible, consciente y despierto. Ser viejo o una persona mayor se considera una desgracia, pues equivale a ser rígido y pasado de moda.

Si tratáis desesperadamente de conservaros siempre jóvenes, es normalmente para ocultar vuestras propias creencias sobre la vejez, y negar todas las emociones relacionadas con ella. Cuando rechazáis aceptar la realidad de vuestra condición de criaturas vivas, también rechazáis aspectos de vuestro espíritu. El cuerpo existe en el mundo del espacio y tiempo. Las experiencias que podéis vivir a los sesenta años son tan necesarias como las que vivisteis a los veinte. Vuestra imagen cambiante debería deciros algo. Cuando fingís que no ha ocurrido ninguna alteración, interceptáis tanto los mensajes biológicos como los espirituales.

Durante la vejez el organismo se está preparando, en cierta manera, para un nuevo nacimiento. Los sucesos conjuntos del espíritu, la mente y el cuerpo implican no sólo el paso de una estación, sino la preparación para el principio de otra. Contáis con todos los apoyos necesarios para avanzar, no sólo con aceptación, sino con un fuerte impulso agresivo hacia la nueva experiencia.

Rechazar vuestra realidad en el tiempo, por tanto, hace que os quedéis anclados en el tiempo y os obsesionéis con él. Aceptar vuestra integridad en el tiempo le permite al cuerpo funcionar hasta su fin natural, en buen estado, libre de esos conceptos distorsionados e invisibles sobre la vejez. Si creéis que la juventud es el ideal y lucháis por conseguirlo, a la vez que creéis que la vejez sólo implica achaques, provocáis un dilema innecesario, dados los aspectos negativos que albergáis en la mente, aceleráis la vejez.

Cada persona debe examinar sus creencias individuales, o dejar que los sentimientos la conduzcan hasta ellas. En este campo, al igual que en todos los demás, los que tengáis facilidad de palabra podéis hacerlo por medio de la escritura. Anotáis vuestras creencias tal como os vienen, y componéis listas de vuestros supuestos intelectuales y emocionales. Quizá descubráis que son bastante distintos.

Si sufrís un síntoma físico, no huyáis de él. Sentid su realidad en el cuerpo. Dejad que las emociones sigan libremente. Si se lo permitís, éstas os conducirán a las creencias que causan la dificultad. Os llevarán hasta muchos aspectos de vuestra realidad que debéis afrontar y explorar. Estos métodos liberan vuestra agresión natural contenida. Quizás os sintáis inundados por la emoción, pero confiad en ella, pues es el movimiento de vuestro ser, que impulsa vuestra creatividad. Si lo seguís, hallaréis la respuesta a vuestro problema.

En sus Diálogos, Ruburt incluye un ejemplo excelente sobre cómo permitió aflorar sus sentimientos, a pesar de que al principio tenía miedo de ellos. No todo el mundo puede escribir poesía, pero todo ser humano es creativo a su manera, y puede seguir las emociones como lo hizo Ruburt, aunque no llegue a crear un poema.

Él sabe a qué pasaje me refiero. Utilízalo.

Debéis tener en cuenta que vuestra mente consciente es. competente, y sus ideas pertinentes, y que vuestras creencias afectan a vuestro cuerpo y vuestra experiencia y les dan forma.


A continuación se incluye el pasaje del libro de poesía al que Seth se refirió. Jane lo escribió hace cinco años. En él el ser mortal le dice al alma:


Pero ahora mi cuerpo tiembla y respira hondo.

Antiguos temores se extienden como un trueno desde mis pies. Un sombrío y denso agujero negro se eleva desde mi vientre hasta mi garganta y vacía su carga en mi lengua que se torna pesada con hechos no mencionados ni gritados, olvidados hace tiempo por mi mente pero coagulados en mi sangre.

Estatuas cenicientas de vocales y sílabas no pronunciadas, imágenes que debería haber expulsado, caen desde mis labios.

Los detalles confluyen, la pesada masa de hielo nace a la vida y se echa a chillar, fuera hacia el universo. Formas y colores, negros y púrpuras se mezclan con la gran imagen móvil del firmamento y se pierden y se redimen en él.

Y te siento ahora, incluso en mi ira, espléndida y terrible que emana de mi carne con la firmeza de los vientos tormentosos y el fluir de las nubes, devastando el paisaje pero llenándolo de frescor, lanzando al aire los escombros con violencia y liberando nuevos tubérculos que yacen escondidos y enterrados y de los que se sirve mi ira, que los eleva así como a ti y a mí juntos sobre la tierra helada de la represión, y se alzan en libres remolinos gigantes que estallan como resplandecientes relámpagos de verano y recorren los campos a toda velocidad, dichosamente furiosos.



SESIÓN 644, 28 DE FEBRERO DE 1973 2I.O5 MIÉRCOLES
Extracto de Habla Seth III
A través de Jane Roberts





http://www.trabajadoresdelaluz.com
18 de Octubre 2017