Aquella mañana decidí participar en la actividad matutina de Anastasia. Al principio, todo iba bien, y estuve un rato bajo un árbol y otro rato tocando algunos retoños. Ella me hablaba acerca de las diferentes plantas. Después me tumbé en la hierba, a su lado.
Estábamos absolutamente desnudos, sin embargo, ni siquiera yo sentía frío, aunque bien podía ser, claro, por haber estado antes corriendo un poco por el bosque con ella. Mi estado de ánimo era magnífico, sentía una especie de ligereza, y no sólo física, era como si estuviera dentro de mí.
Todo empezó al sentir un pellizco en el muslo. Levanté la cabeza y vi que tenía hormigas, un escarabajo y algunos otros bichos en el muslo y la pantorrilla. Alcé la mano para matarlos de una palmada, pero no tuve tiempo. Anastasia atrapó mi mano y me la aguantó.
-No los toques -dijo.
Después, se puso de rodillas delante de mí, se inclinó y apretó mi otra mano también contra la tierra. Estaba tumbado como si estuviera crucificado. Intenté liberar mis manos, pero no hubo manera, me di cuenta de que era imposible. Entonces, usando todas mis fuerzas, intenté soltarme de un fuerte tirón, pero ella me detuvo sin mucho esfuerzo, y además sin perder su sonrisa. Mientras tanto, yo sentía que tenía en el cuerpo cada vez más y más cosas que se arrastraban, me hacían cosquillas, me picaban y pellizcaban y llegué a la conclusión de que estaban empezando a comerme.
Estaba en manos de Anastasia, en sentido literal y figurado. Haciendo balance de la situación, me daba cuenta de que nadie sabía dónde estaba yo, nadie iba a adentrarse hasta allí, y si alguien lo hacía, encontraría tan sólo mis huesitos roídos, y eso si es que quedaba algún resto de huesitos todavía. En un instante, se me pasó de todo por la cabeza, y ésta fue la razón por la que, probablemente el instinto de conservación, me dictó la única solución posible en tal situación. En desesperación, clavé los dientes con todas mis fuerzas en el pecho desnudo de Anastasia y además sacudí la cabeza de lado a lado. En cuanto ella gritó, dejé de apretar los dientes. Anastasia me soltó, se levantó de un salto, se agarró el pecho con una mano, mientras con la otra hacía señales hacia arriba, intentando sonreír. Yo me levanté de un salto también y, sacudiéndome febrilmente lo que se arrastraba por mi cuerpo, le grité:
-¡Querías entregarme como alimento a esas alimañas, bruja del bosque, yo no me rindo así de fácil!
Sin dejar de hacer señales y sonreír forzadamente a todo lo de alrededor que se había puesto en guardia, Anastasia me miró a mí y, lentamente, no corriendo como siempre, caminó hacia su lago, cabizbaja. Yo todavía me quedé un rato dudando sobre qué hacer a continuación: ¿Volver al río? ¿Pero cómo iba a encontrar el camino? ¿Seguir a Anastasia? ¿Pero para qué? Sin embargo, me dirigí a la orilla del lago.
Anastasia, sentada en la orilla, restregaba entre sus manos algún tipo de hierba y ponía su jugo en el sitio del pecho donde se veía un enorme cardenal de mi mordedura.
Seguramente le dolía. ¿Pero con qué propósito me había estado aguantando ella?
Después de estar un rato allí plantado sin decir palabra, le pregunté:
-¿Te duele?
Sin volver la cabeza, ella contestó:
-Duele más por dentro. -Y continuó frotándose el jugo de la hierba sin decir nada.
-¿Por qué se te ocurrió bromear conmigo así, entonces?
-Quería hacerte bien. Los poros de tu piel están todos taponados, no respiran en absoluto. Los bichitos los hubieran limpiado. Además, no es tan doloroso, es más bien agradable.
-¿Y la serpiente, qué? Me estaba metiendo la lengua en el pie.
-No te hacía nada malo. Incluso si hubiera soltado el veneno, habría sido sólo en la superficie, y yo te lo habría restregado en un santiamén. La piel y los músculos del talón se te suelen entumecer.
-Es de un accidente de coche -señalé.
Estuvimos callados durante algún tiempo. Toda la situación se me hacía de lo más tonta. Sin saber realmente qué decir, pregunté:
-¿Y por qué no te ayudó ese alguien invisible, como cuando perdí la conciencia?
-Pues no ayudó porque yo estaba sonriendo. Y cuando empezaste a morderme yo trataba de sonreír.
Me sentí algo incómodo ante ella, agarré un manojo de la hierba que ella había recogido, me lo restregué entre las palmas de las manos con todas mis fuerzas, después me puse delante de ella de rodillas y empecé a frotarle suavemente el cardenal con las palmas húmedas.
# Los sueños crean el futuro
Ahora que he sabido de los sentimientos de Anastasia, y que he visto su deseo de demostrar, a pesar de toda su singularidad, que ella es una persona natural y normal, he comprendido qué dolor causé a su alma esa mañana. Una vez más le pedí perdón.
Anastasia contestó que no estaba enfadada, pero que ahora, después de lo que ella había hecho, temía por mí.
-¿Y qué es lo que has podido hacer que sea tan terrible? -pregunté yo, y una vez más, oí un relato que nunca debería exponer seriamente alguien que espera ser considerado una persona normal de nuestra sociedad. Porque es que a nadie se le ocurriría decir algo así de sí mismo.
-Cuando el barco se fue -continuó Anastasia- y los jóvenes del lugar se dirigieron a la aldea, me quedé sola en la orilla un rato más. Me sentía bien. Después me fui corriendo a mi bosque. El día pasó como siempre y por la noche, cuando ya se dejaron ver las estrellas, me tumbé en la hierba y empecé a soñar... y entonces construí este plan.
-¿Qué plan es ése?
-Verás, todo lo que yo sé, es parcialmente conocido por distintas personas del mundo en el que tú vives. Todos ellos juntos tienen un conocimiento casi total, sólo que no comprenden del todo el mecanismo. Entonces, me puse a soñar cómo llegarás a una ciudad grande y hablarás a mucha gente de mí y de todo aquello que te he explicado. Lo harás a través del medio que normalmente utilizáis para extender cualquier tipo de información: escribirás un libro. Lo leerá mucha-mucha gente y la verdad se abrirá un poco ante ellos. Ellos empezarán a enfermarse menos, cambiarán su actitud hacia los niños, elaborarán para ellos un nuevo modo de educación. La gente empezará a amar más y así, la Tierra irá irradiando más energía luminosa. Los pintores pintarán retratos míos, y será lo mejor que hayan pintado. Trataré de inspirarlos. Harán lo que llamáis una película de cine y ésta será la película más maravillosa. Tú vas a mirar todo esto y te vas a acordar de mí. Hasta ti van a llegar personas sabias que comprenderán y apreciarán todo lo que te he contado y te aclararán muchas cosas.
Les creerás a ellos más que a mí, y comprenderás que no soy ninguna bruja, sino que soy Hombre 56 , lo único que ocurre es que hay más información en mí que en los otros.
Lo que vas a escribir, va a suscitar un interés grande, y llegarás a ser rico. Tendrás dinero en bancos de diecinueve países, y viajarás por los lugares sagrados y te limpiarás de todo lo oscuro que hay en ti. Vas a acordarte de mí y te enamorarás de mí, desearás verme otra vez, a mí y a tu hijo. Nacerá en ti el deseo de hacerte digno de tu hijo.
Mi sueño era muy vívido, pero es posible que un poco suplicante también. Y quizás por eso ocurrió todo. ELLOS lo asumieron como un plan de acción y se decidieron a trasladar a la gente por encima del lapso de tiempo de las fuerzas oscuras. Esto se admite si se engendra un plan detallado en la Tierra, en el alma y en el pensamiento de un ser humano terrestre. Seguramente, ELLOS lo consideraron un plan grandioso, también puede que ELLOS mismos añadieran algo por su parte, y es por eso que las fuerzas oscuras han intensificado su actividad muy fuertemente. Nunca habían estado tan activos antes, cosa que comprendí por el cedro resonante. Su rayito se ha hecho mucho más intenso últimamente. Y él resuena ahora más fuerte: se está dando prisa en entregar su luz, su energía.
Estaba escuchando a Anastasia y en aquel momento sentí que cada vez me reafirmaba más en la idea de que ella estaba loca. Puede que se hubiera escapado de algún hospital hace mucho tiempo y viviera aquí, en el bosque... Y a mí no se me ocurre otra cosa que acostarme con ella. Y ahora puede que tenga un niño. Vaya una historia... Sin embargo, al ver con qué seriedad y emoción hablaba ella, traté de tranquilizarla:
-No te preocupes, Anastasia, tu plan es evidentemente irrealizable, con lo que las fuerzas oscuras y luminosas no tienen por qué luchar. Es que tú no conoces con el detalle suficiente el tipo de vida que llevamos nosotros, sus leyes y convencionalismos.
El hecho es que ahora se publica una gran cantidad de libros, pero incluso las obras de los escritores conocidos no se venden mucho. Yo no tengo nada de escritor, es decir, no tengo ni talento, ni habilidades, ni formación para poder escribir algo allí.
-Sí, antes no las tenías, pero ahora las tienes -declaró ella en respuesta.
-Está bien -continué tranquilizándola-, incluso aunque lo intentara, nadie lo editaría, nadie creería en tu existencia.
-Pero existo. Existo para aquellos para quien existo. Ellos creerán y te ayudarán a ti, igual que después les ayudaré yo a ellos. Y junto con esta gente nosotros...
No comprendí el sentido de sus palabras en aquel momento, y una vez más, hice el intento de tranquilizarla:
-Ni siquiera voy a intentar escribir nada. No tiene ningún sentido, entiéndelo ya.
-Vas a hacerlo. Sin duda, ELLOS ya compusieron todo un sistema de circunstancias, que te obligarán a hacerlo.
-¿Qué crees que soy yo, una marioneta en manos de alguien?
-También de ti depende mucho. Pero las fuerzas oscuras van a tratar de obstaculizarte por todos los medios que les son accesibles, incluso hasta empujarte al suicidio, creando la ilusión de una situación sin salida.
-Ya está, Anastasia, basta, estoy harto de escuchar tus fantasías.
-¿Crees que esto son fantasías?
-¡Sí, sí, fantasías...!
Y me paré en seco. Fue como si un pensamiento se iluminara en mi cerebro que calculó y comparó el periodo de tiempo transcurrido... y entonces lo entendí. Todo lo que Anastasia me contaba sobre sus sueños, sobre nuestro hijo, lo había premeditado ella el año anterior, cuando aún no la conocía tan íntimamente como ahora, y no me había acostado con ella. Ahora, un año después, esto ya estaba sucediendo.
-¿Entonces, significa que todo esto ya está ocurriendo? -le pregunté.
-Claro. Si no es por ELLOS y por mí un poquito, tu segunda expedición hubiera sido imposible, si es que apenas podías arreglártelas después de la primera y ya no tenías ningún derecho al barco.
-¿Y entonces qué? ¿Es que acaso influiste en la compañía naviera y en las empresas que me ayudaron?
-Sí.
-Pero si esto fuera así, resulta que tú me arruinaste a mí y les causaste pérdidas a ellos. ¿Quién te dio derecho a entrometerte? Y encima voy y abandono la nave, y aquí estoy sentando contigo. Puede que allí estén saqueándolo todo. Seguramente, tienes algún tipo de poder hipnótico. No, aún peor, eres una bruja, eso es. O una ermitaña loca.
No tienes nada, ni siquiera una casa, pero te pones aquí a filosofar delante de mí, hechicera. ¡Soy empresario! ¿Tienes acaso la menor idea de lo que esto significa?
¡Empresario! Me estaré arruinando, pero aún surcan mis naves el río, trayendo mercancías a la gente. Soy yo quien lleva y da a la gente los bienes necesarios, y a ti te los puedo dar también. ¿Y qué puedes darme tú?
-¿Yo? ¿Qué puedo darte? Te daré una gota de ternura celestial, y paz yo te daré, serás el genio de ojos claros, y yo tu imagen seré.
-¿Imagen? ¿Pero, por favor, quién necesita tu imagen? ¿Acaso puede servir para algo?
-Te ayudará a escribir el libro para la gente.
-¡Pero bueno! ¿Será posible? Otra vez podrías crear alguna jugarreta con este misticismo tuyo. ¿No puedes entonces vivir como una persona normal?
-Nunca hago nada malo a nadie, ni puedo hacerlo. ¡Yo soy Hombre! Si te preocupan tanto los bienes terrenales y el dinero, pues espera un poquito. Lo recuperarás todo. Te debo una disculpa por haber soñado las cosas así, que te será difícil durante un tiempo, pero es que sólo se me ocurrió esto entonces. Como tú no le ves la lógica por ti mismo, pues hay que obligarte por medio de las circunstancias de la vida de tu mundo.
-¡Venga ya! -no pude contenerme más-, ¡o sea, que hay que obligarme! ¿Y eso es lo que haces tú y todavía pretendes ser considerada como una persona normal?
-¡Soy Hombre, soy una mujer!
Anastasia estaba nerviosa, esto se notó por la manera en que exclamó:
-Si yo sólo quería y quiero lo bueno, lo luminoso. Quiero que te purifiques. Y por eso ideé entonces tu viaje por los lugares sagrados y lo del libro. ELLOS lo aceptaron, y las fuerzas oscuras están siempre luchando contra ELLOS, pero nunca les vencen en lo principal.
-¿Y tú qué? Con tu intelecto, tu información y energía, ¿te vas a quedar a un lado como mera observadora?
-En una confrontación de esta envergadura entre dos grandes principios, el efecto que podrían tener mis esfuerzos es insignificante, se va a necesitar ayuda de muchos otros de vuestro mundo. Los voy a buscar y los encontraré, tal como lo hice cuando estabas en el hospital. Pero tú mismo hazte también al menos un poquito más consciente. Supera lo malo que hay en ti.
-Me gustaría saber qué es lo que hay en mí que es tan malo, qué es lo que hacía yo tan mal en el hospital, y cómo es que tú me tratabas, si no estabas allí.
-Simplemente no sentías mi presencia entonces, pero yo estaba a tu lado. Cuando estuve en el barco, os llevé la ramita de cedro resonante, la misma que mamá había quebrado antes de morir. La dejé en tu camarote cuando me invitaste. Ya estabas enfermo entonces. Lo sentí. ¿Te acuerdas de esa ramita?
-Sí -contesté-. La ramita, en realidad, estuvo colgada en mi camarote durante mucho tiempo, la vieron muchos de la tripulación, la llevé hasta Novosibirsk. Sin embargo, no le daba ninguna importancia.
-Simplemente la tiraste.
-Pero es que yo no sabía...
-Sí. No lo sabías... La tiraste... Y no tuvo tiempo, la ramita de mamá, de vencer tu enfermedad. Después estuviste en el hospital. Cuando vuelvas, mira atentamente tu historial clínico. En la ficha verás que a pesar de estar tomando el mejor medicamento, no había mejoría. Pero después te introdujeron el aceite de piñón. Un médico que observara las normas establecidas rigurosamente, no debería hacerlo, pero ella hizo algo que no está en ninguno de vuestros vademécum, y además, nada parecido se había hecho antes. ¿Te acuerdas?
-Sí.
-Te trataba una mujer que es jefa de sección de una de las mejores clínicas de vuestra ciudad. Pero su sección no correspondía a la de tu enfermedad. Ella te dejó allí, a pesar de que la sección especializada en tu tipo de enfermedad se encontraba en un piso más arriba del mismo edificio. ¿Fue así?
-¡Sí!
-Ella ponía música y te ponía las agujas 57 en la habitación en penumbra.
Todo había ocurrido tal y como Anastasia lo contaba.
-¿Te acuerdas de esa mujer?
-Sí. Ella era la jefa de sección del antiguo hospital de obkom (58).
Y de repente, Anastasia, mirándome seriamente, dijo unas cuantas frases fragmentarias, que me dejaron estupefacto al instante, e incluso un hormigueo me recorrió todo el cuerpo: “¿Qué música le gusta?.. Bien... ¿Así? ¿No está un poco alto?”
Ella decía estas frases con la voz y la entonación de la jefa de sección que me trataba.
-¡Anastasia! -exclamé.
Ella me cortó:
-Sigue escuchando. No te sorprendas por el amor de Dios. Intenta... trata de tomar conciencia finalmente de todo lo que te estoy diciendo. Moviliza tu mente, al menos un poco. Todo esto, todavía, es muy sencillo para el Hombre...
Y ella continuó:
-Esta mujer, la doctora, es muy buena. Es una verdadera doctora. Me fue fácil con ella. Es bondadosa y abierta. Fui yo quien no quería que te pasasen a la otra sección. La otra sección correspondía a tu enfermedad. La de ella no. Pero ella pidió a sus superiores: “Déjenle, yo le curaré”. Ella sentía que podía hacerlo. Sabía que tus afecciones eran solamente una consecuencia de lo “otro”. Y contra eso “otro” intentaba luchar. Ella es doctora.
<<¿Y cómo te portaste tú? Continuabas fumando, bebías cuando querías, y comías tanto picante como salado, y esto con una úlcera tan fuerte. No te privabas de nada, de ningún placer. En alguna parte de tu subconsciente, se metió, aunque ni lo sospecharas, que no tenías nada que temer, que nada malo podía pasarte. No conseguí nada bueno, más bien, lo contrario. No se redujo lo oscuro en tu conciencia, no se añadió más conciencia o voluntad. Cuando ya estabas sano, con motivo de una fiesta, enviaste a una de tus empleadas a felicitar a la mujer que te salvó la vida, y tú no la llamaste ni una sola vez. Ella lo esperaba tanto, te ha querido como...
-¿Ella o tú, Anastasia?
-Nosotras, si esto te resulta más comprensible.
Me puse de pie y sin saber por qué, me aparté unos dos pasos de Anastasia, que estaba sentada en el árbol caído. La confusión de los sentimientos y los pensamientos provocaba una indeterminación cada vez mayor en mi actitud hacia ella.
-Ya sé, una vez más, no entiendes cómo lo hago, te asustas, pero es fácil de entender. Lo hago con la ayuda de la imaginación y de un análisis exacto de todas las situaciones posibles. Y tú vuelves a pensar que yo soy...
Ella se quedó callada e inclinó la cabeza sobre sus rodillas. Yo estaba ahí de pie, sin decir una palabra, tampoco. Pensaba: “Pero ¿por qué sigue diciendo y diciendo todo tipo de cosas increíbles? Las dice y después ella misma se apesadumbra porque son incomprensibles. Por lo visto no se da cuenta de que cualquier persona normal no las aceptaría, y por lo tanto, no la aceptaría a ella como normal, tampoco”.
Después, a pesar de todo, me acerqué a Anastasia, aparté los mechones de pelo que le caían. Caían lágrimas de sus grandes ojos gris-celestes. Ella sonrió y dijo una frase nada habitual en ella:
-Una Mujer es solo una mujer, ¿verdad? Ahora estás estupefacto con el mismo hecho de mi existencia y no das crédito a lo que ves. No crees del todo, no puedes tomar conciencia de lo que te digo. El hecho de mi existencia y mis habilidades te parecen asombrosos. Has dejado de considerarme una persona normal, pero yo, créeme, soy Hombre y no soy ninguna bruja.
Tú consideras sorprendente mi modo de vida, pero ¿por qué no te parecen sorprendentes y paradójicas estas otras cosas? ¿Por qué la gente, que reconoce la Tierra como un cuerpo cósmico, como la mayor creación de La Mente Suprema, cuyos mecanismos, cada uno de ellos, son Su mayor consecución, desgarra este mecanismo y dedica tantos esfuerzos a su destrucción?
Veis como algo natural una nave espacial hecha por manos humanas o un avión, pero toda esa mecánica está hecha a base de partes del gran mecanismo supremo que han sido rotas y refundidas.
Imagínate a una criatura que rompe un avión que vuela, para hacerse un martillo o un raspador con las piezas que ha roto, y se siente orgulloso si logra hacer ese primitivo instrumento. No entiende que no se puede romper infinitamente un avión que vuela.
¡Y cómo es que no os dais cuenta de que no se puede desgarrar así a nuestra Tierra!
El ordenador se considera un éxito de la razón humana, pero pocos sospechan que un ordenador puede compararse con una prótesis del cerebro.
¿Puedes imaginarte qué le ocurriría a una persona, que teniendo las piernas sanas anduviera con muletas? Los músculos de sus piernas, por supuesto, se atrofiarían.
La máquina nunca superará al cerebro humano, siempre que lo entrenes constantemente...
Anastasia se restregó una lagrimita que le rodaba por la mejilla y una vez más continuó exponiendo con ahínco sus deducciones increíbles.
Entonces, no podía ni suponer que todo lo dicho por ella iba a conmover a muchísima gente, agitaría las mentes de científicos e incluso, en calidad de hipótesis, no iba a tener análogos en el mundo.
Según Anastasia, el Sol es como un espejo. Éste refleja la irradiación invisible emanada desde la Tierra, que es la irradiación de la gente que se encuentra en estado de amor, alegría y cualquier otro sentimiento luminoso. Después de reflejarse en el Sol, éste regresa a la Tierra como luz solar y da vida a todo lo terrenal. Además me estuvo dando una serie de argumentos para demostrarlo, aunque no eran muy fáciles de comprender.
-Si la Tierra y los otros planetas solamente consumieran la bienaventuranza de la luz del Sol -decía ella-, éste se iría extinguiendo poco a poco, ardería con desigualdad y su luminiscencia no podría ser uniforme. En el Universo no hay y no puede haber un proceso unilateral, todo está intercomunicado.
Ella utilizaba también las palabras de la Biblia: “Y la vida era la luz de los Hombres” 59 . Anastasia también afirmaba que los sentimientos pueden ser transmitidos de una persona a otra tras reflejarse en los cuerpos cósmicos. Ella lo demostraba con un ejemplo, decía:
-Nadie en la Tierra puede negar que uno puede sentir cuando alguien le ama. Este sentimiento es más fuerte cuando se está cerca de esa persona que te ama. Lo llamáis intuición. En realidad, de la persona que ama, emanan invisibles ondas de luz. Pero incluso cuando la persona no está cerca, si es fuerte su amor, éste también es perceptible. Precisamente, con la ayuda de este sentimiento, al comprender su naturaleza, se puede obrar maravillas. Esto es lo que vosotros llamáis milagros, mística o habilidades increíbles.
>>Dime, Vladimir, ¿te has sentido ahora un poco mejor conmigo? ¿Algo más ligero, más calentito, más pletórico?
-Sí -contesté-, he sentido más calor por algún motivo.
-Mira lo que te va a pasar ahora, cuando me concentre aún más en ti.
Anastasia bajó un poco las pestañas, despacio, dio unos cuantos pasos hacia atrás y se paró. Por mi cuerpo se extendía un calor agradable que se iba haciendo más fuerte, pero sin llegar a resultar abrasador, no es que sintiera un calor exagerado. Anastasia se volvió y empezó a alejarse lentamente, se ocultó tras el grueso tronco de un árbol alto. La sensación de calor agradable no disminuía, a éste se añadió una nueva: como si algo ayudara al corazón a hacer correr la sangre por las venas, y ahora, con cada latido, daba la impresión de que la sangre circulaba en torbellinos alcanzando cada venita del cuerpo instantáneamente. Las plantas de los pies sudaron fuertemente y se me empaparon.
-¿Lo ves? ¿Lo entiendes ahora todo? -dijo triunfante, Anastasia, al salir de detrás del árbol, segura de haber podido demostrarme algo-. Ves que seguías sintiendo todo eso cuando me oculté tras el tronco del árbol, e incluso aumentaron tus sensaciones cuando no me veías. Cuéntame qué has sentido.
Le conté y le pregunté a su vez:
-¿Qué demuestra lo del tronco del árbol?
-¿Cómo? Date cuenta que las ondas de información y de luz iban de mí a ti directamente. Cuando me oculté, el tronco del árbol debería haberlas deformado fuertemente ya que tiene su información y su luminiscencia, pero, sin embargo, esto no ha pasado. Las ondas de los sentimientos empezaron a alcanzarte, reflejadas desde los cuerpos celestes, e incluso se intensificaron. Después, hice lo que llamáis “un milagro”: tus pies empezaron a sudar. Esto lo has omitido.
-No le di importancia. ¿Y en qué consiste el milagro de que te suden los pies?
-Expulsé de tu organismo a través de los pies muchas afecciones diferentes. Debes de sentirte ahora mucho mejor. Incluso se te nota exteriormente, y ya te encorvas menos.
En realidad, físicamente me sentía mejor.
-¿Entonces, cuando te concentras así y sueñas algo, se cumple lo que has deseado?
-Así es, más o menos.
-¿Y siempre lo logras, incluso cuando sueñas algo distinto a la curación?
-Siempre. Siempre que no sea un sueño abstracto. Siempre que se detalle hasta los mínimos acontecimientos y no contradiga las leyes de existencia espiritual. No siempre se logra componer un sueño así. Es necesario que el pensamiento vaya muy-muy rápido y que haya una vibración de sentimientos que se corresponda, entonces éste se materializará con toda seguridad. Es un proceso muy natural. Ocurre en la vida de mucha gente. Pregunta a tus conocidos. Puede ser que entre ellos se encuentre alguien que haya soñado y su sueño se ha hecho realidad por completo o en parte.
-Detallar... pensar... que vaya muy-muy rápido... Dime, y cuando soñabas sobre los poetas, los pintores y el libro, ¿estabas detallando? ¿Tu pensamiento iba rápido?
-Extraordinariamente rápido. Y todo de modo muy específico, al mínimo detalle.
-¿Y crees que ahora se materializará?
-Sí, se materializará.
-¿Y no soñaste nada más aquella noche? ¿Me has contado todo sobre tus sueños?
-No te conté todo de mi sueño.
-Pues, cuéntamelo todo.
-¿Tú... realmente estás dispuesto a escucharme, Vladimir? ¿De verdad?
-Sí.
El rostro de Anastasia resplandeció. Como si una llamarada de luz lo hubiera alumbrado.
Fue con inspiración y emoción que ella pronunció su increíble monólogo.
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56
Hombre: de la palabra rusa chelovek. De género común.
57
Se refiere a sesiones de acupuntura.
58
Hospitales de obkom: Hospitales del comité provincial del partido. Eran los hospitales del periodo soviético en los cuales se trataba a los funcionarios del partido. Estos hospitales disponían de mejores medicamentos, equipos y especialistas.
59
Juan I, 4. “En Él estaba la vida y esta vida era la luz de los Hombres”.
Extracto de: Libro 1 de la Serie Los cedros Resonantes de Rusia, Anastasia, del autor Vladimir Megré, traducido del idioma original ruso al español por Iryna O ?Hara y corregido y editado por Rocío Madreselva.
Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com
01 mayo del 2020