Cuando esotéricamente hablamos de cualidad, ya sea con respecto a la Vida de un Logos, de un Alma humana o de la diminuta conciencia de un átomo, nos referimos exactamente a dos cosas igualmente esenciales: al grado de evolución de dichas Vidas y a la manera como estas Vidas se manifiestan en Espacio y Tiempo, es decir, durante el proceso cíclico de la evolución, que en el Logos creador se extenderá por los Espacios Cósmicos dinamizándolos creativamente y en el átomo, cuya evolución cíclica pasa inadvertida pese a su maravillosa analogía, que por efecto de su extrema pequeñez solamente abarcará para su particular evolución una cantidad mínima de espacio, o de éter cualificado.
El ser humano puede considerarse, tal como esotéricamente se ha hecho siempre, como un átomo consciente dentro de la Vida de Dios, participando de Su capacidad creadora y utilizando, a su vez, un considerable número de elementos sustanciales, o químicos, en todos los planos en donde posee cuerpos definidos que vienen a ser como partes expresivas de su voluntad y reflejando, por lo tanto, aquel aspecto específico de su naturaleza que llamamos el Karma. Como vimos anteriormente, el Karma posee básicamente "intencionalidad". No es una fuerza ciega ni maligna; su origen se pierde en las ignotas profundidades del Cosmos absoluto, pero posee una extraordinaria capacidad de síntesis que difícilmente podrá ser apreciada, al menos en tanto perdure para las mentes humanas el sistema corriente de ecuación de valores regidos por el intelecto. Muchos aspectos de este Tratado deberán ser considerados más con la intuición que con el juicio analítico, más con el corazón que con la mente.
Se trata de introducirnos en el secreto mismo de la Creación y tal secreto, por paradójico que parezca, forma parte de la propia vida humana constituyendo el dinamismo de la acción particular regida por una actividad cósmica, de la misma manera que los átomos que constituyen nuestros vehículos de expresión en cada plano obedecen a nuestra (FON-24) propia evolución espiritual y, pese a su extraña pequeñez y aparente insignificancia, tienen asignada también la revelación de un secreto cósmico.
El principio de selectividad que rige el proceso creador al cual nos hemos referido anteriormente, puede ser íntegramente aplicado a nuestra vida humana. Como todo proceso creador, consta de idea y de voluntad, pero del centro mismo del proceso surge siempre la Intención, el poder inductor y el elemento cósmico que promueve la selectividad. En todo caso, selectividad es intención pura dinamizando los éteres y produciendo el necesario desequilibrio en los mismos como base del proceso creador, es decir, la creación de dos campos magnéticos de fuerza y de energía que en sus mutuas reacciones transmiten al espacio cósmico, esencialmente virgen, aquella invocación o mandato que atrae a los grandes Devas constructores. Éstos, según una frase mística de "EL LIBRO DE LOS INICIADOS", se hallaban sumidos en la paz imperturbable del Nirvana, o del Pralaya Angélico.
Esta frase es profundamente interesante por cuanto revela la existencia en la vida de los propios Logos Creadores, de unos "espacios intermoleculares" en donde -utilizando aquí unos términos evidentemente rudimentarios- los Ángeles Constructores procedentes de cualquier ignorado y remoto Universo, duermen o descansan. Vean aquí un indicio de aquel estado, con referencia a la vida humana, que llamamos esotéricamente "el Devachán". Durante el curso de esta elevada forma de existencia en la que el Alma humana se siente libre de karma, los ángeles constructores de sus vehículos periódicos también duermen o descansan. Esta es aparentemente la gran analogía cósmica de la vida del hombre.
Sin embargo, los Ángeles no descansan, sino que en la serena paz de su inmortal retiro "velan el sueño del Alma" y escrutan los misteriosos Cielos a la espera de la oportunidad de manifestación cíclica. Esta idea puede ser aleccionadora si podemos utilizarla inteligentemente. Nos ofrece, en todo caso, una nueva visión de incalculables perspectivas para nuestra vida humana, la cual se siente fatalmente obligada a los cíclicos periodos de descanso como antesala de un renovado y más benigno karma.
Volviendo a la idea anterior, insistiremos en el hecho de que el karma universal es consecuencia del necesario desequilibrio que se origina en el Espacio virgen cuando la Intencionalidad de un Logos decide la separatividad de los principios en perfecto equilibrio y "separa las aguas", tal como se dice en el Génesis, (FON-25) preparando el campo para la inminente creación. Donde hay dualidad de principios hay karma, siendo éste precisamente el indicador de las cualidades psicológicas de cualquier Logos reflejadas en la inmensidad del Espacio.
Si analizamos esta idea de acuerdo con una visión muy profunda y esotérica, llegaremos a la conclusión de que el Éter, al cual deberemos referirnos constantemente durante el curso de este Tratado, es el propio Espacio cualificado por el Karma de un Logos. Éste, impregna de Su vida íntima, aquellas zonas del Espacio en donde ha decidido "reencarnar" -permítasenos ser muy gráficos sobre este punto- y es precisamente aquella natural emanación de sí mismo la que en contacto con el Espacio produce el éter, la sustancia vital que utilizan los Ángeles para construir los elementos químicos de base sobre los cuales será estructurado el Universo.
Cada Logos lleva consigo los elementos vitales que al incidir en la Entidad Espacial, producen creación y construcción. La cualidad de un Universo, su potencialidad dinámica, su extensión en el espacio, el tipo de las energías utilizadas y su grado de invocación angélica forman parte de lo que llamamos Karma en la vida de cualquier Logos creador. Los grandes espacios siderales, o aquellas excelsas zonas intermoleculares que separan a los mundos y se hallan en perfecto equilibrio, son la Mansión de los Ángeles del Cosmos en todos y cada uno de los niveles de expresión de la Vida Divina. Y en estos espacios intermoleculares que permiten la estabilidad y el equilibrio de cualquier Universo y salvaguardan la libertad y hegemonía kármica de los Logos que los integran, se halla la inmensa fábrica de condensación, formación y concreción de cualquier tipo de creatividad en donde trabajan los Ángeles.
La afirmación esotérica de que los "espacios intermoleculares" son la Mansión y al propio tiempo la zona misteriosa donde trabajan los Ángeles, debe ser aclarada en el sentido de que cada Logos posee estos "espacios intermoleculares" como un precioso legado de la experiencia creadora. Cuando decimos que los Ángeles no descansan porque carecen de principio kármico, estamos ofreciendo una indicación muy interesante en el orden esotérico que puede reorientar muchas de las concepciones científicas actuales hacia nuevas zonas de investigación y de estudio. Un ejemplo, las que corresponden a los espacios intermedios entre fuerzas gravitatorias, sin distinción de las características particulares de las mismas, que igualmente pueden (FON-26) ser referidas al espacio intermolecular entre dos Universos, como al vacío creado en los campos magnéticos producidos por un grupo de protones y otro de electrones. Hay que analizar muy críticamente, sin embargo, la idea de que "los Ángeles no tienen Karma".
Pero, desde el momento en que se admite que dos campos gravitatorios pueden hallarse en equilibrio, hay que suponer lógicamente la existencia de un espacio entre ambas dentro del cual la actividad conocida como gravitación ha quedado reducida a cero. Decimos "actividad conocida" con referencia a nuestra mente muy influenciada por la "gravitación tridimensional" u objetiva, la cual no puede captar el oculto sentido de un espacio carente de gravitación por la actividad de dos fuerzas en equilibrio, es decir, absolutamente compensadas en sus particulares gravitaciones. Esta idea no niega en absoluto el principio o ley de gravedad, sino que le añade un nuevo y más positivo elemento en orden a nuestros estudios, que podríamos calificar como de "dinamismo vital de los espacios intermedios", el cual, sin que quizás nos hayamos apercibido de ello, constituye el principio de cohesión de los átomos, de las células y de todos los cuerpos en general hasta crear un Universo, un planeta o el organismo físico de un ser humano.
Si hemos seguido atentamente el proceso, seremos conscientes de que allí en donde termina la fuerza de gravedad de cualquier cuerpo en el espacio y en donde se inicia la de otro, ha de hallarse forzosamente un punto de equilibrio realmente dinámico, un espacio vacío sin gravedad reconocida y, por tanto, sin karma. Y es allí, en aquel misterioso punto, sin karma reconocido, en donde viven, se mueven y tienen el ser todos los elementos dévicos o angélicos, desde los pequeños elementales constructores hasta los Grandes Arcángeles que representan el principio científico de cohesión de la materia de un Universo, de un grupo de estrellas o de una esplendente Galaxia.
Vicente Beltrán Anglada
Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com
07 mayo del 2020