Si hemos seguido atentamente la idea general expuesta en el
capítulo anterior, nos habremos dado cuenta quizás de unos hechos muy
importantes, dentro de nuestros estudios esotéricos, tales como el de que el
Espacio es una Entidad Psicológica y de que del Centro infinito de la misma
emana constantemente una (FON-27) cualidad que ante nuestra visión intelectual
aparece como de absoluto reposo y de equilibrio perfecto como resultado de
haber sido debidamente compensada la ley de gravedad.
Esta ley es común a todo
cuerpo creado por esta rara y desconocida sustancia que llamamos
"Éter", en incesante modificación o proceso de sustanciación. Al
referimos a cualidad con respecto a cualquier Logos creador de un Sistema Solar
o de un conjunto de Sistemas solares, hacíamos una referencia a su pasado e
indescriptible karma, entrando con esta idea en la consideración del karma como
la expresión de un tipo particular de conciencia logoica, de la que emana una
especial corriente de energía invocativa.
Dicha corriente, poniendo en incandescencia los éteres del
Espacio, constituía un centro de expansión del cual surgiría por efecto de una
condensación progresiva de la sustancia etérica el aspecto más denso y objetivo
que llamamos sustancia material, llegando así a considerar que todo cuerpo
denso es el resultado de una compresión del éter hasta llegar a un máximo de
solidificación, como se trata por ejemplo en el caso de la sustancia material
que llamamos plomo o de algún otro elemento químico con una potente carga de
neutrones. Esto nos aclarará, la tremenda potencialidad que subyace en un átomo
de uranio o de plutonio y que hizo posible su utilización en el campo
científico para provocar una explosión nuclear, introduciéndose la
investigación, quizás sin darse cuenta, en algún nivel esotéricamente
reconocido como formando parte de la Cuarta dimensión.
Nuestra investigación en este Tratado pretende llevar el
estudio a las desconocidas y maravillosas regiones angélicas y debe seguir,
como es lógico, un proceso lento, circunspecto e inteligentemente calculado,
teniendo como meta de nuestro esfuerzo la causa posible del Universo y tratando
de descubrir el ignorado CRISOL de donde surgen mediante un indescriptible
procedimiento alquímico todas las formas posibles de la Naturaleza.
Sabemos esotéricamente que los Ángeles, en un infinito e
inenarrable despliegue de facultades, tienen el poder de construir átomos por
un proceso de sustanciación o solidificación del éter. Este indicio, que
constituye el más formidable desafío a los científicos del mundo moderno, es
sólo el principio de una serie de descubrimientos en el orden esotérico que
tienen que añadir y añadirán nuevos elementos de juicio en este campo, dentro
del cual el movimiento de la energía potencial del Universo constituía hasta el
presente la meta reconocida. Sin embargo, la investigación tiene que llevarnos
todavía más lejos introduciendo nuestra visión en el reino supremo de las causas
de la energía, hasta llegar a un punto o una frontera en donde solamente Dios y
Su inmutable Designio pueden penetrar.
Al admitir dentro de una lógica esotérica la existencia de
unas zonas de maravilloso equilibrio entre los campos gravitatorios del Universo,
nos hemos introducido, casi sin darnos cuenta, en la Mansión de los Devas y en
el reconocimiento de la gran verdad iniciática que un día llegará a ser
absolutamente científica, de que los Ángeles son virtualmente la energía del
Cosmos. Hay que aceptar inteligentemente que del seno de una zona espacial en
equilibrio sólo puede surgir aquel tipo específico de energía del más potente
dinamismo y de la más sutil radiación que llamamos armonía. En nuestro Universo
esta energía cualificada por la vida de Dios, o de nuestro Logos solar, se
denomina técnicamente AMOR, siendo el Amor, por tanto, la fuerza cohesiva que
desde un centro inmaculado de compensación de fuerzas dentro de cualquier campo
gravitatorio, origina todas las cosas creadas.
Hay que aceptar entonces, partiendo de estas consideraciones,
que ciertas definidas experiencias kármicas en anteriores Universos hicieron de
nuestro Logos lo que actualmente ES, es decir, un Centro de Creación o un
núcleo atómico en el seno del Cosmos absoluto, alrededor del cual unos
elementos con capacidades nucleares diversas expresan determinadas cualidades
de Su eterna y radiante Vida. Igual principio de Creación, a partir de un
centro de equilibrio, puede serle asignado a cualquier Logos prescindiendo de
Su mayor o menor desarrollo espiritual dentro del majestuoso y fascinante
Cosmos, siendo el equilibrio establecido por la relación intermolecular de cada
uno de los Universos, o de los planetas oscilantes dentro de estos Universos,
lo que preside la gran Armonía cósmica o la eterna Sinfonía de la Creación.
Hay que reconocer, y así nos introduciremos directamente en
la idea de la Experiencia Logoica de Creación, que el pasado del Logos influye
radicalmente en el proceso creativo. Este proceso se basa lógicamente en la calidad
de los materiales utilizados en su ejecución y en la sutilidad de los éteres
que por infinitos grados de compresión y amalgamación constituyen diversos
estratos, planos o niveles mediante los cuales aquella gloriosa Experiencia
tendrá posibilidad de revelarse. Tendremos que referirnos asimismo, dentro de
este orden de ideas, a la calidad de los Ángeles que originan el proceso de
solidificación del éter surgiendo, tal como esotéricamente se dice, de los
espacios intermoleculares de la Memoria del Logos, es decir, de lo que nosotros
denominamos "memoria akásica", o "memoria cósmica".
Habremos de extender pues el razonamiento a la ley de
afinidades químicas operando en cada Plano del Universo, como un resultado de
la actividad de los Ángeles que en cada centro de equilibrio tienen sus
moradas. Inducidos por fuerzas universales que surgen del Corazón de la
Divinidad, Centro de Su Actividad creadora, los Ángeles de nuestro Sistema
planetario elaboran los materiales que entran en la composición del Universo y
constituyen los Planos de la Conciencia divina, los Reinos de la Naturaleza,
las Razas humanas y el complejo y todavía ignorado mundo de los elementos
químicos.
Tengamos en cuenta también, y aquí deberemos aplicar
radicalmente el principio de la analogía, que cada Logos creador tiene tras de
sí un glorioso e indescriptible pasado que trasciende las pequeñas medidas del
tiempo conocido. Este pasado, que técnicamente podríamos denominar
"experiencia logoica", determina la calidad de un Universo, la cual viene
determinada por la calidad de los factores angélicos que intervienen en el
proceso de la estructuración universal. Pero, en definitiva, la calidad
universal depende única y exclusivamente de la calidad de Experiencia Logoica y
de Sus extraordinarias capacidades de Conciencia gestadas en el misterioso
Arcano de la indescriptible Memoria Cósmica.
Vicente Beltrán Anglada
Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com
16
mayo del 2020