(De que en sólo Dios está la Belleza y el Bien, y en ninguna otra parte.)
Ayer, oh Asclepio, te di el "Discurso Perfecto". Hoy considero conveniente continuar con la exposición del tema de la sensación.
Sensación e inteligencia, según la opinión común, difieren en que la primera es material y la segunda esencial.
Según mi opinión, ambas, y me refiero a los hombres, están unificadas sin distinción entre sí. En los demás seres vivos, la sensación está unida a la naturaleza, en los hombres lo está la inteligencia.
(La inteligencia difiere de la intelección como Dios de la actividad divina, pues así como la actividad divina procede de Dios, así la intelección de la inteligencia, siendo hermana de la razón. O mejor ambas son instrumentos una de la otra: pues la razón no se expresa sin la inteligencia ni la inteligencia se manifiesta sin la razón.)
Así pues, la sensación y la inteligencia, entrelazadas, confluyen en el hombre, pues para poder pensar se requiere de ambas, sensación e inteligencia.
-- Pero ¿no se podría pensar en una intelección sin el concurso de la sensación, como cuando en sueños imaginamos visiones?
A mí me parece, que, nacidas ambas energías en la visión del sueño, se despiertan precisamente por la sensación, y una parte de la sensación va al cuerpo y otra al alma, y cuando ambas partes de la sensación concuerdan entre sí, se expresa nuevamente el pensamiento, parido por la inteligencia.
Porque la inteligencia dá a luz todos los pensamientos: buenos cuando es de Dios de quien recibe la semilla, y contrarios, cuando de alguno de los genios. Porque no hay lugar en el mundo que carezca de genio, genio que iluminado como lo está por Dios, sobreacaeciendo, siembra la semilla de su propia energía, y la inteligencia da a luz lo sembrado, adulterios, homicidios, castigos a los padres, saqueos de templos, impiedades, muertes por ahorcamiento o arrojo en desempeñaderos, y las otras muchas cosas que son obras de lo genios.
Las semillas, de Dios en cambio son pocas en número, pero grandes, bellas y buenas: virtud, prudencia, piedad. La piedad es el conocimiento de Dios, y el que descubre el conocimiento, pleno de todos los bienes, posee los pensamientos divinos, que nada tienen que ver con los de la multitud. Por eso, los que viven en el conocimiento no agradan a la multitud, ni la multitud se complace en ellos. Los tiene por locos, se mofan de ellos, se los odia y se los desprecia, y quizá tal vez los maten. Porque, como he dicho, la maldad habita aquí abajo como en su propia casa: su casa es la Tierra (no el mundo como algunos dirán por blasfemia). Pero ciertamente el hombre piadoso que tiene conciencia de su conocimiento, todo lo soporta. Para un hombre tal, todas las cosas son buenas, aún las que para otros son malas: en medio de las asechanzas, refiere todo al conocimiento, y sin ayuda de nadie transforma el mal en bien.
Vuelvo al tema de la sensación. Es propio del hombre pues que sensación y inteligencia estén íntimamente unidas. Pero como antes dije no todo hombre goza del entender, porque hay un hombre material y un hombre esencial. El material, está con la maldad, posee, como dije, la semilla de la inteligencia de los genios, el otro, liberado por Dios, está por su esencia con el bien.
Porque Dios, Creador de todas las cosas, al crearlas, hace a todas a su semejanza, pero habiendo sido hechas buenas difieren en el uso que hacen de su energía. Porque el movimiento cósmico, en su ir rozando, crea las cualidades de las criaturas, unas desfiguradas por la maldad, otras purificadas por el bien, porque el mundo, ¡oh Asclepio!, tiene también su sensación y su intelección propias, no como las humanas, ni multiformes, pero en verdad más fuertes y simples.
El sentir y el entender del mundo es un sólo: hacer todas las cosas y deshacerlas en ellas mismas, siendo como es instrumento de la voluntad de Dios y habiendo sido hecho verdaderamente como un instrumento, depósito de todas las semillas, crea en sí mismo todas las cosas activamente, y disolviéndolas las renueva, y, a través de la disolución, como buen agricultor de la vida, les otorga, llevándolas, la renovación por la transformación. Ninguna cosa hay que el mundo no engendre con vida, portándolas a todas, siendo a la vez el lugar y el creador de la Vida.
Ahora bien, todo los cuerpos están hechos de materia, pero diversamente: unos de tierra, otros de agua, unos de aire, otros de fuego: todos son compuestos, con fórmulas más o menos complejas. Los más complejos son los más pesados, los más simples los más livianos. Es la velocidad del movimiento del mundo la que obra la diversidad cualitativa de las criaturas. Porque el soplo del mundo, en rápida sucesión de tonos, ofrece la diversidad de las criaturas, y después no hay sino un solo Todo plenitud de la Vida.
En verdad, Dios es el Padre del mundo, el mundo los es de las cosas que están en el mundo, porque el mundo es el hijo de Dios, y las cosas que están en el mundo, del mundo salieron. Y con derecho se dice que el mundo es un cosmos, pues organiza y embellece todas las cosas en la diversidad de la creación, por la continuidad de la vida, la actividad incansable, la rapidez de la necesidad, la disposición de los elementos y el buen orden de todo lo que nace. Por eso, necesariamente y con propiedad, el mundo merece ser llamado "cosmos".
La sensación y la intelección, en todos los seres vivos, vienen y entran desde afuera, como una brisa de alrededor, pero el mundo, poseyéndolas de una sola vez al nacer, las recibió de Dios.
Por otro lado, Dios no carece de sensación ni de intelección, como algunos pensaron: es por superstición que blasfeman. Todas las cosas que son, oh Asclepio, están en Dios, producidas por Dios y pendientes de lo alto.
Algunas actúan por el cuerpo, unas mueven por la substancia anímica, otras dan la vida por el soplo, otras acojen a lo que ha muerto, y así es verdaderamente. Más aún, afirmo que el mundo no contiene a las cosas, pero, para dejar clara la verdad, el mundo es todas las cosas, no se las agrega desde afuera, las da de sí mismo afuera, y tal es la sensación y la intelección de Dios, mover siempre todas las cosas, y nunca jamás ocurrirá que nada de lo que existe pueda ser abandonado: y cuando digo "de lo que existe" quiero decir "de Dios", porque Dios contiene todo lo que existe, y nada está fuera de El, ni El está fuera de nada.
Todas estas cosas, oh Asclepio, si tienes entendimiento, las tendrás por verdaderas, pero si no entiendes te serán increíbles. Porque creer es entender, descreer es no entender. Porque la razón no se acerca a la verdad, pero la inteligencia es poderosa, y, una vez conducida por la razón hasta las puertas, tiene la capacidad de acercarse a la verdad. Entonces abrazando con la intelección todas las cosas y viendo que están de acuerdo con lo que la razón explica, cree y descansa en esta bella fe. Para quienes pues, por Dios, entendieron las cosas dichas, las hallarán creíbles, pero los que no las entendieron las descreerán.
Terminan aquí las cosas que queríamos decir sobre la sensación y la intelección.
Extracto de
CORPUS HERMETICUM
HERMES TRISMEGISTO
Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com
14 mayo del 2020