Chico Xavier - Fuído Cósmico y El cuerpo espiritual

-- Fuído Cósmico

- Plasma Divino

El fluido cósmico es el plasma divino, hálito del Creador o fuerza nerviosa del Omnisciente.

En ese elemento primordial, viven y vibran constelaciones y soles, mundos y seres, como peces en el océano.
- Cocreación en el Plano Mayor
En esa sustancia original, al influjo del propio Señor Supremo, operan las Inteligencias Divinas a Él sumadas, en proceso de comunión indescriptible, los grandes Devas de la teología hindú o los Arcángeles, conforme a las distintas concepciones de los credos religiosos, extrayendo de ese hálito espiritual los depósitos de la energía con que se construyen los sistemas de la inmensidad, sirviendo a la Cocreación en un plano mayor, de conformidad con los designios del Todomisericordioso, que hace de ellos agentes orientadores de la Creación Excelsa.


Esas Inteligencias gloriosas toman el plasma divino y lo convierten en habitaciones cósmicas, radiantes u oscuras, gaseosas o sólidas, obedeciendo a leyes predeterminadas, cual moradas que perduran por milenios y milenios, pero que se consumen y se transforman, finalmente, dado que el Espíritu creado puede formar o cocrear, mas, sólo Dios es el Creador de Toda la Eternidad.


- Imperios estelares

Debido a la acción de esos Arquitectos Mayores, surgen en las galaxias las organizaciones estelares como vastos continentes del Universo en evolución y las nebulosas intragalácticas, como inmensos dominios del Universo, resumiendo a la evolución en estado potencial, pero todas gravitando alrededor de puntos atractivos con una Admirable uniformidad coordinadora. 

Y es ahí, en el seno de esas formaciones asombrosas que se estructuran, interrelacionados, la materia, el espacio y el tiempo, renovándose constantemente y ofreciendo campos gigantescos al progreso del espíritu.

Cada galaxia, como cada constelación, conserva en sí la fuerza centrífuga propia, controlando a la fuerza gravitatoria con determinado tenor energético, apropiado a determinados fines.

La Ingeniería Celeste equilibra rotación y masa, armonizando energía y movimiento y manteniendo, de ese modo, en la inmensidad sideral, una magnífica floresta de estrellas, cada una de ellas arrastrando consigo a los planetas constituidos y en formación, todos vinculados magnéticamente con el sostén central, al igual que los electrones se relacionan con el núcleo atómico, en trayectos perfectamente ordenados en la órbita que se les asignó desde el inicio.


- Nuestra Galaxia

Para concebir, de algún modo, la grandeza inconcebible de la Creación, comparemos a nuestra galaxia con una gran ciudad, perdida entre innumerables grandes ciudades de un país cuya extensión no logramos medir.

Tomando al Sol y los mundos vecinos al nuestro como departamentos de nuestro edificio, vemos que en derredor se erigen otros edificios en todas direcciones.

Valiéndonos de instrumentos de largo alcance desde nuestra sala de observación, percibiremos que nuestra casa no es la más humilde, pero que innumerables otras la superan en expresiones de magnitud y belleza.

Conocimos que, más allá de nuestra edificación, se levantaban palacios y rascacielos como Betelgeuze, en la constelación de Orión; Cánopo, en la constelación de Navío; Arturo, en la constelación de Bootes; Antares, en el centro de la constelación de Escorpión, así como otras muchas residencias señoriales, imponentes y bellas, exhibiendo una magnificencia ante la cual nuestro patrimonio estelar quedaría muy oscuro.

Por procesos ópticos verificamos que nuestra ciudad presenta una forma de espiral y que la onda de la radio, desplazándose con la velocidad de la luz, demora mil siglos terrenos para recorrer su diámetro. En ella sorprenderemos millones de hogares, en las más diversas dimensiones y configuración, constituidos desde hace mucho y recientemente organizados, envejecidos o en vías de ser formados, en los cuales la vida y la experiencia campean victoriosas.


- Fuerzas atómicas

Toda esa riqueza plasmática, en las líneas de la Creación, se erige sobre la base de corpúsculos al influjo de la irradiación de la mente, corpúsculos e irradiaciones que, en el estado actual de nuestros conocimientos, aunque estemos fuera del plano físico, no podemos definir en su multiplicidad y configuración, por cuanto la muerte apenas dilata nuestras concepciones y nos aclara la introspección, iluminándonos el sentido moral, sin resolver, de una manera absoluta, los problemas que el Universo nos presenta a cada paso con sus inmensas y cambiantes bellezas.

Bajo la orientación de las Inteligencias superiores, los átomos se congregan en colmenas inmensas y, bajo la presión, espiritualmente dirigida, de ondas electromagnéticas, son controladamente reducidas las áreas espaciales intraatómicas, sin pérdida de movimiento, para que se transformen en la masa nuclear densa, de que se esculpen los planetas, en cuyo seno las mónadas celestes encontrarán su adecuado seno para su desarrollo.

Semejantes mundos sirven a la finalidad para que son destinados, por largas eras, a la evolución del espíritu, hasta que, por la sobrepresión sistemática, sufran el colapso atómico por el cual se trasmutan en astros cadaverizados. Esas esferas muertas, sin embargo, vuelven a cumplir nuevas directrices por parte de los Agentes Divinos, que disponen la desintegración de los materiales de superficie, dando oportunidad a que los elementos comprimidos se liberen a través de una explosión ordenada, surgiendo así un nuevo acervo corpuscular para la reconstrucción de moradas celestes, en las cuales la obra de Dios se expande y perpetúa en su gloria creativa.


- Luz y calor

Los mundos, o campos de desarrollo del alma, con sus diversas manifestaciones de materia y variada expresión vibratoria, siempre bajo el influjo de los Tutores Espirituales, son arrullados por irradiaciones luminosas caloríficas, sin referirnos a otras fuerzas de distintas especies que son enviadas desde el espacio cósmico sobre la Tierra y el hombre, a efecto de garantizarles la existencia y la estabilidad.

Tenemos así, por tanto, la luz y el calor que, teóricamente, clasificamos entre las irradiaciones nacidos de los átomos proveedores de energía. Son éstos que, excitados en su íntima estructura, despiden sus ondas electromagnéticas.

Sin embargo, no obstante haber investigado con relativa seguridad las realidades de la materia, definiendo la naturaleza corpuscular del calor y de la luz, y aunque sepamos que otras oscilaciones electromagnéticas –insospechadas por nosotros– se asocian en la inmensidad universal, por debajo del infrarrojo y más allá del ultravioleta, completamente fuera de la zona de nuestras percepciones, confesamos, con humildad, que no sabemos aún nada de lo referente a la generación de la luz y cuál será la fuerza que provoca la agitación inteligente de los átomos, impulsándoles a producir irradiaciones capaces de lanzar ondas en el Universo a la velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, prefiriendo reconocer, con toda humildad, nuestra obligación de estudiar y progresar siempre en el hálito divino del Creador.


- Cocreación en un plano menor

Con análogo fundamento, las Inteligencias que conviven con nosotros utilizan el mismo fluido cósmico, en permanente circulación en el Universo, para la Cocreación en un plano menor, asimilando los corpúsculos de la materia con la energía espiritual que les es propia, formando así el instrumento fisiopsicosomático con que se manifiestan o dando formas a las civilizaciones que comprenden en el mundo a la humanidad encarnada y a la humanidad desencarnada. Dentro de esas mismas bases, plasman también los lugares entenebrecidos por la purgación infernal, generados por las mentes desequilibradas o criminales en los círculos inferiores o abismales, los que tienen una duración breve en el microcosmos en que actúan, bajo el mismo principio del comando mental con que las Inteligencias mayores modelan las construcciones macrocósmicas que desafían al transcurso de los milenios.

Cábenos resaltar que, en esencia, toda materia es energía manifestándose visible, y que toda energía, originariamente, es fuerza divina que nos apropiamos para interponer nuestros propósitos a los propósitos de la Creación, cuyas leyes conservan y prestigian el bien que practicamos, constriñéndonos a transformar el mal de nuestra autoría en el bien que debemos realizar, dado que el Bien de Todos es el Eterno Principio. 

Nos compete, pues, registrar que el fluido cósmico, o plasma divino, es la fuerza en que todos vivimos en los distintos sectores de la Naturaleza, motivo por el cual ya se afirmó –y con justa razón–, refiriéndose a Dios, que “en Él vivimos, y nos movemos, y somos” (1).

Uberaba, 15-01-1958.

(1) Pablo de Tarso, Hechos de los Apóstoles, 17:28. [Nota del Autor espiritual].




-- Cuerpo Espiritual

- Retrato del cuerpo mental

Para definir de alguna manera al cuerpo espiritual es preciso considerar, antes que nada, que no es un reflejo del cuerpo físico, dado que, en realidad, es el cuerpo físico el que lo refleja, de la misma manera que él mismo, el cuerpo espiritual, es a su vez el retrato del cuerpo mental, que preside su formación (2).

Desde el punto de vista de la constitución y función con que se caracteriza en la esfera inmediata el trabajo del hombre, después de la muerte, el cuerpo espiritual es el vehículo físico por excelencia, con su estructura electromagnética, algo modificado en lo relacionado con los fenómenos genésicos y nutritivos, pero conforme, sin embargo, con las adquisiciones de la mente que lo maneja.

Todas las alteraciones que presenta después del período cuna-sepulcro, se establecen sobre la base de la conducta espiritual de la criatura, que se despoja del andamiaje terrestre para continuar su jornada evolutiva en otros ciclos de la experiencia.

Claro está, por tanto, que él es el santuario vivo en que la conciencia inmortal prosigue su manifestación incesante más allá de la tumba, con su formación sutil, urdida con recursos dinámicos, extremadamente porosa y plasmática, en cuya organización las células, en otra franja vibratoria y con un sistema de permuta visceralmente renovado, se distribuyen, más o menos similarmente a las partículas coloidales, con la respectiva carga eléctrica, comportándose en el espacio según su condición específica y presentando estados morfológicos conforme al campo mental a que se ajusta.


- Centros vitales

Estudiado en el plano en que nos encontramos, en la situación de Seres desencarnados, el cuerpo espiritual o psicosoma, es el vehículo físico relativamente definido por la ciencia humana con los centros vitales que esa misma ciencia, por ahora, no puede investigar ni reconocer.

En él poseemos todo el arsenal de recursos automáticos que gobiernan a los billones de entidades microscópicas al servicio de la Inteligencia en los círculos de acción en que nos desenvolvemos, los cuales son adquiridos muy lentamente por el Ser a través de milenios y milenios de esfuerzo y recapitulación, en los múltiples campos de la evolución anímica.

Así, rigiendo la actividad funcional de los órganos definidos por la fisiología terrena, en él identificamos el centro coronario, instalado en la región central del cerebro, sede de la mente, centro que asimila los estímulos del plano Superior y orienta la forma, el movimiento, la estabilidad, el metabolismo orgánico y la vida consciente del alma encarnada o desencarnada en el rol de aprendizaje que le corresponde en la escuela planetaria. El centro coronario supervisa, además, los otros centros vitales que obedecen al impulso procedente del Espíritu, así como las piezas secundarias en una industria responden al comando de la pieza-motor de que se sirve en su aprendizaje el hombre para concatenarlas y dirigirlas.

De esos centros secundarios, interconectados en el psicosoma y, consecuentemente, en el cuerpo físico por redes plexiformes, destacamos el centro cerebral contiguo al coronario, con influencia decisiva sobre los demás, gobernando la corteza encefálica en la sustentación de los sentidos, marcando la actividad de las glándulas endocrinas y administrando el sistema nervioso en toda su organización, coordinación, actividad y mecanismo, desde las neuronas sensitivas hasta las células efectoras; el centro laríngeo controlando notadamente la fonación y la respiración; el centro cardíaco dirigiendo la emotividad y la circulación de las fuerzas de base; el centro esplénico determinando todas las actividades en que se expresa el sistema hemático, dentro de las variaciones del medio y volumen sanguíneo; el centro gástrico, responsabilizándose de la digestión y absorción de los alimentos densos o menos densos que, de cualquier modo, representan concentraciones fluídicas que penetran toda la organización, y el centro genésico guiando el modelado de nuevas formas entre los hombres y el establecimiento de estímulos creadores con vistas al trabajo, a la asociación y a la realización entre las almas.


- Centro coronario

Tenemos particularmente, en el centro coronario, el punto de interacción entre las fuerzas determinantes del Espíritu y las formas fisiopsicosomáticas organizadas.

De él parte, por ello, la corriente de energía vital formada de estímulos espirituales con acción difusora sobre la materia mental que lo envuelve, trasmitiendo a los demás centros del alma los reflejos vivos de nuestros sentimientos, ideas y acciones, tanto como esos mismos centros, interdependientes entre sí, imprimen tales reflejos en los órganos y demás sectores de nuestra constitución particular plasmando, en nosotros, los efectos agradables o desagradables de nuestra influencia y conducta.

La mente elabora las creaciones que fluyen de su voluntad, apropiándose de los elementos que la circundan, y al centro coronario le incumbe, automáticamente, la función de fijar la naturaleza de la responsabilidad que tenga al respecto, imprimiendo, en el propio Ser, las consecuencias felices o desdichadas de sus resoluciones de conciencia en el campo del destino.


- Estructura mental de las células

Es importante considerar además que nosotros, los desencarnados, estudiamos en la actualidad, en la esfera que nos es propia, la estructura mental de las células, a efecto de iniciarnos en el aprendizaje superior con una mayor amplitud de conocimiento acerca de los fluidos que integran la atmósfera de nuestra manifestación, todos ellos de origen mental y todos entretejidos con la esencia de la materia primitiva, o Hálito Corpuscular de Dios, de que se compone la base del Universo infinito.


- Centros vitales y células

Los centros vitales son las bases energéticas que, bajo la dirección automática del alma, imprimen a las células su especialización adecuada, y tenemos todos, en el cuerpo espiritual, como recursos equivalentes, las células que producen fosfato y carbonato de calcio para la construcción de los huesos, las que se distribuyen en el recubrimiento del intestino y desempeñan complejas funciones químicas en el hígado, así como se transforman en filtros de la sangre en la intimidad de los riñones y otras tantas que se ocupan de la fabricación de sustancias indispensables a la conservación y defensa de la vida en las glándulas, en los tejidos y en los órganos que constituyen el cosmos vivo de nuestra manifestación.

Esas células, que obedecen a las órdenes del Espíritu, diferenciándose y adaptándose a las condiciones por éstas creadas, proceden del elemento primitivo y común de que todos provenimos, en la laboriosa marcha a través del decurso de los milenios, desde el seno templado del océano, cuando las formaciones protoplasmáticas fueron el fundamento de las primeras manifestaciones de la vida.

Así como la célula individual, al personalizarse en la ameba, ser unicelular que reclama ambiente apropiado y nutrición adecuada para crecer y reproducirse, garantizando la supervivencia de la especie en el océano en que se desenvuelven los billones de células que sirven a nuestro vehículo de expresión y ahora domesticadas en su casi totalidad de funciones exclusivas, necesita de sustancias especiales: agua, oxígeno y canales excretorios para multiplicarse en el trabajo específico que nuestro Espíritu le traza, encuentra, sin embargo, ese clima que les es indispensable en la estructura acuosa de nuestra constitución fisiopsicosomática, manifestándose en los líquidos extracelulares formados por el líquido intersticial y por el plasma sanguíneo.


- Exteriorización de los centros vitales

Observando el cuerpo espiritual, o psicosoma, tal como lo hemos presentado en nuestra rápida síntesis como un vehículo electromagnético, a la vez que como el mismo cuerpo físico común, reconoceremos fácilmente que, como sucede en la exteriorización de la sensibilidad de los encarnados, operada por los magnetizadores corrientemente, los centros vitales a que nos referimos se exteriorizan cuando el ser humano se encuentra en el estado de encarnado, fenómeno ése que tratan habitualmente los médicos y enfermeros desencarnados durante el sueño común, en auxilio a enfermos físicos de todas las latitudes de la Tierra, plasmando renovaciones y transformaciones en el comportamiento celular mediante intervenciones en el cuerpo espiritual, conforme a la ley de los merecimientos, recursos ésos que popularizará la medicina terrestre del futuro.


- Cuerpo espiritual después de la muerte 

En suma, el psicosoma es aún un cuerpo de duración variable, según el equilibrio emotivo y el adelanto cultural de quienes lo gobiernan más allá de su expresión fisiológica, presentando algunas transformaciones fundamentales después de la muerte carnal, principalmente en el centro gástrico, por la diferenciación de los alimentos de que se provee, y en el centro genésico, cuando hay sublimación del amor, en la comunión de las almas que se reúnen en el matrimonio divino de las propias fuerzas, generando nuevas fórmulas de perfeccionamiento y progreso para el reino del Espíritu.

Ese cuerpo, que evoluciona y se perfecciona en las experiencias de acción y reacción en el plano terrestre y en las regiones espirituales fronterizas, es susceptible de sufrir alteraciones múltiples como consecuencia de la enervación provocada por nuestra caída mental en el remordimiento, o bien en la sobrexcitación impuesta por los delirios de la imaginación, responsables de innumerables disfunciones del alma originadas por los estados de hipo o hipertensión en el movimiento circulatorio de las fuerzas que conserva el organismo sutil, así como también puede desgastarse en la esfera inmediata a la esfera física, para en ella rehacerse, a través del renacimiento, conforme al molde mental preexistente, o incluso reducirse a efecto de reconstituirse nuevamente en la matriz uterina para recapitular las enseñanzas y experiencias de que tenga necesidad, conforme con las debilidades de su conciencia ante la ley.

Otros aspectos más del psicosoma examinaremos cuando las circunstancias nos induzcan a analizar su comportamiento en las regiones espirituales vecinas a la Tierra, dentro de las sociedades afines en que las almas se reúnen conforme a los ideales y las tareas nobles que abrazan, generalmente en la preparación de nuevos acontecimientos alusivos a las necesidades y problemas que les son peculiares en los dominios de la reencarnación imprescindible.

Pedro Leopoldo, 19-01-1958.

(2) El cuerpo mental, señalado por diversos estudiosos, es el envoltorio sutil de la mente que, por ahora, no podemos definir con más amplitud de conceptos de aquellos con que ha sido presentado por los investigadores encarnados, y esto por falta de terminología adecuada en los diccionarios terrestres. [Nota del Autor espiritual].


Extracto de Evolución en dos mundos a través de Chico Xavier




Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com
23 de Febrero 2019