Buenas noches. Continuaremos el dictado.
Para tener salud, debéis creer en la salud. Un buen médico es alguien que cambia creencias, que sustituye una idea de enfermedad por una de salud. Sean cuales sean los métodos o fármacos que emplee, no serán eficaces a menos que tenga lugar este cambio de creencia.
Por desgracia, cuando el hombre se convirtió en etiquetador, también trazó mapas de gran complejidad, por así decirlo, al clasificar varias enfermedades con más precisión que nunca. Estudió el tejido inerte para descubrir la naturaleza de la enfermedad que le había arrebatado la vida. Los médicos empezaron a pensar en los hombres como portadores de enfermedades que, en cierta manera, ellos mismos [los médicos] habían creado mediante ciertos procedimientos médicos nuevos.
Los antiguos chamanes y curanderos trataban al paciente más directamente, y comprendían la naturaleza de las creencias y la suprema importancia de la sugestión. Muchas de sus técnicas se basaban en el impacto psicológico, que permitía «lavar el cerebro» eficientemente al paciente y librarlo de la enfermedad que creía tener.Para tener salud, debéis creer en la salud. Un buen médico es alguien que cambia creencias, que sustituye una idea de enfermedad por una de salud. Sean cuales sean los métodos o fármacos que emplee, no serán eficaces a menos que tenga lugar este cambio de creencia.
Por desgracia, cuando el hombre se convirtió en etiquetador, también trazó mapas de gran complejidad, por así decirlo, al clasificar varias enfermedades con más precisión que nunca. Estudió el tejido inerte para descubrir la naturaleza de la enfermedad que le había arrebatado la vida. Los médicos empezaron a pensar en los hombres como portadores de enfermedades que, en cierta manera, ellos mismos [los médicos] habían creado mediante ciertos procedimientos médicos nuevos.
La profesión médica actual se ve tristemente obstaculizada por sus propias creencias. A menudo funciona como un marco en el cual la mala salud y la enfermedad no sólo se aceptan como algo normal, sino que se fortalecen los conceptos que subyacen. Aquí encontramos de nuevo, como en el psicoanálisis, un juego del escondite en el cual participan tanto el médico como el paciente.
Naturalmente, ambos creen que se necesitan. Tras esta creencia se encuentra la pauta psíquica de creencias según la cual el paciente suele atribuir al médico los poderes del conocimiento y la sabiduría que sus creencias le han enseñado que él no posee. Aun sabiendo que no es así, el paciente sigue "queriendo" considerar al médico como un ser omnipotente.
El médico, por su parte, suele proyectar sobre el paciente sus propios sentimientos de impotencia contra los que combate. Luego el paciente trata de satisfacer al médico, y en el mejor de los casos se limita a cambiar de un grupo de síntomas a otro. Con mucha frecuencia, el médico comparte la inamovible creencia del paciente sobre la precariedad de la salud y la enfermedad.
No sólo eso, sino que la profesión médica suele proporcionar prototipos de enfermedad, y el paciente muy a menudo se los «prueba» para ver cómo le sientan. Esto no quiere decir que la profesión médica no sea muchas veces de gran ayuda y provecho, sino que buena parte de su influencia positiva se ve obstaculizada por el sistema de valores en que se mueve.
Dado que se tiene a los médicos en gran consideración, se presta particular atención a sus sugerencias. El estado emocional del paciente es tal que éste acepta fácilmente las afirmaciones efectuadas en tales circunstancias sin analizarlas de manera crítica.
La denominación y el etiquetado de «enfermedades» es una práctica dañina que niega en gran medida la movilidad innata de la psique encarnada y su capacidad de cambiar constantemente. Os dicen que tenéis «algo». De repente, «algo» os ha atacado, quizás ha afectado a vuestros órganos más íntimos, y "normalmente" os dicen que vuestras emociones o creencias o sistema de valores "no tienen nada que ver" con las desgraciadas circunstancias en que os encontráis.
El paciente, por tanto, se siente a menudo indefenso y a merced de cualquier virus merodeador que pudiera presentársele. Pero la verdad es que elegís incluso el "tipo" de enfermedad que sufrís, según la naturaleza de vuestras creencias. Sois inmunes a la enfermedad mientras creáis que lo sois.
Éstas son afirmaciones de orden práctico. Vuestro cuerpo tiene una conciencia corporal llena de energía y vitalidad, y corrige automáticamente cualquier desequilibrio; pero vuestras creencias conscientes también afectan a esta conciencia corporal. Vuestros músculos creen "lo que les decís" sobre ellos mismos. Y otro tanto ocurre con cualquier otra parte del cuerpo físico.
Si creéis que sólo los médicos pueden curaros, mejor será que acudáis a ellos porque, en el marco de vuestras creencias, ellos son los únicos que pueden ayudaros. Pero ese marco en sí mismo es limitador; y repito que, aunque os curéis de algo, lo sustituiréis por otra cosa mientras vuestras creencias os hagan tener problemas físicos.
Pues bien, lo mismo se aplica a lo que normalmente se llama sanación espiritual. Si os curáis mediante el uso concentrado de la energía psíquica por parte de uno de esos sanadores, simplemente cambiaréis esos síntomas por otros a menos que cambiéis vuestras creencias iniciales. Pero a veces un sanador o un médico son tan eficaces a la hora de curar una enfermedad, que indirectamente os muestran que la energía curativa siempre ha estado en vuestro interior, y esta comprensión puede llevaros a cambiar por completo vuestras creencias sobre la salud.
En tal caso comprenderéis que vuestra enfermedad anterior se vio provocada por vuestra creencia. Si sufrís cualquier problema físico, concentraos en las partes sanas de vuestro cuerpo y en las funciones que marchan bien. En las zonas sanas, vuestras creencias son benéficas.
Tal como mencioné en la última sesión, los sonidos internos son extremadamente importantes. Cada uno de los átomos y moléculas que componen vuestro cuerpo tiene su propia realidad en valores de sonido que no oís físicamente. Así pues, cada órgano del cuerpo posee también su propio y único valor de sonido. Cuando hay algo que no marcha bien, los sonidos internos son disonantes.
Los sonidos inarmónicos se han convertido en parte de esa área del cuerpo como resultado del sonido interno de vuestras propias creencias-pensamiento. Por ello es de vital importancia que no reforcéis estos sonidos internos repitiéndoos las mismas sugerencias negativas. Las sugestiones verbales se traducen a sonido interno, y éste atraviesa vuestro cuerpo más o menos de la misma forma en que lo hacen algunos tipos de luz.
Pues bien, como criaturas físicas que sois, vuestras percepciones deben estar "en gran medida" orientadas físicamente, aun cuando vuestro cuerpo exista en otras formas distintas de las que normalmente suponéis.
Percibís los cuerpos como objetos, con volumen, compuestos de huesos y carne, pero también tienen «estructuras» de sonido, luz y propiedades electromagnéticas que no percibís. Todo ello está conectado con la imagen física que conocéis. Cualquier discapacidad física se mostrará primero en estas otras «estructuras».
El sonido, la luz y las pautas electromagnéticas proporcionan vigor y vitalidad a la forma física que conocéis. Son más móviles que el cuerpo físico, y más susceptibles a las pautas cambiantes de vuestro pensamiento y vuestras emociones.
Os he dicho que los pensamientos se traducen en sonido interno, pero a la vez siempre intentan materializarse. Como tales, son imágenes incipientes, recolectores de energía que elaboran su propia forma embrionaria hasta que ésta se traduce físicamente de un modo u otro.
Las imágenes mentales, por tanto, son extremadamente poderosas, ya que combinan el sonido interno y sus efectos con una clara imagen mental que "busca" la forma física. La imaginación añade una fuerza motivadora y propulsora a estas imágenes, de modo que muchas de vuestras creencias las contempláis internamente de un modo visual pues tienen imágenes mentales asociadas a ellas.
Una de estas imágenes puede representar una creencia en particular o varías de ellas. Cuando repaséis vuestras creencias, descubriréis que algunas de estas imágenes os vienen a la cabeza. Observadlas como haríais con un cuadro de creación propia. Si no os gusta lo que veis, cambiad conscientemente el cuadro en vuestra mente.
Estas imágenes son interiores, pero, al ser una parte muy arraigada de vuestras creencias, también las veréis exteriorizadas en vuestra experiencia.
Pongamos un ejemplo sencillo. Os duele un dedo del pie. De vez en cuando lo veis claramente en la mente. Quizás advirtáis que observáis el dedo con más frecuencia de lo habitual, y quizá también distingáis entre las personas con que os encontráis a todas aquellas que no caminan bien. Normalmente estas personas os pasarían inadvertidas, pero de repente el mundo parece estar lleno de dedos que duelen.
Así pues, se trata de resolver una creencia que ya se ha hecho física. Pero, si continuáis concentrados de esa forma en el dedo, o bien éste no se cura o desemboca en una molestia más grave. Detrás de todo ello, naturalmente, está la creencia que causó el problema; pero, una vez que habéis producido un grupo de síntomas, debéis tener mucho cuidado en no empezar a contemplar el campo de vuestra realidad desde esa posición, pues con ello añadís imágenes internas y externas que refuerzan dicho estado.
Hay una luz que no veis con ojos físicos y un sonido que no oís con los oídos, y ambos se unen para formar mentalmente la imagen física que conocéis. Así pues, debéis trabajar desde el interior hacia afuera. Vuestras creencias son una paleta de colores, recurriendo de nuevo a la analogía del pintor.
Vuestros pensamientos trazan el esquema general de la realidad que experimentáis físicamente. Vuestras emociones llenan esas pautas con luz. Vuestra imaginación las forja y las une.
El sonido de vuestros pensamientos internos es el medio que en realidad empleáis. Esto es mucho más que una analogía, ya que en términos sencillos explica claramente el modo en que los pensamientos conforman la realidad. Cuando estéis tranquilos, la palabra «O-O-O-O-O-M-M-M-M-M», pronunciada lentamente, mentalmente o en voz alta, será beneficiosa para tonificar vuestro estado físico general. Los sonidos contienen en su interior un impulso innato hacia la energía y el bienestar, tal como explicaré en breve.
Seguiremos en nuestra próxima sesión.
Extracto de Habla Seth III
A través de Jane Roberts
http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar
01 de Julio 2017