Annie Besant - Los siete principios del hombre. Principio 6 y 7

PRINCIPIOS VI Y VII


ATMA BUDDHI, EL ESPÍRITU

Como complemento del pensamiento de la sección anterior, vamos primeramente a considerar a Atma-Buddhi en su relación con Manas, y después pasaremos a un aspecto del mismo algún tanto general, como lo es la Mónada. La descripción más clara y mejor de la trinidad humana, Atma-Buddhi-Manas, puede encontrarse en La Clave de la Teosofía, en la que H. P. Blavatsky da la definición siguiente:
- Nuestro Yo supremo es:

Atma , el rayo inseparable del Ser universal y único. Es el Dios que está sobre nosotros, más bien que dentro de nosotros. Dichoso el hombre que consigue saturar con él su ego interno.


- El Ego espiritual divino:

El Alma espiritual o Buddhi en estrecha unión con Manas el principio mental, sin el cual no sería ego ninguno sino el vehículo átmico.


- El Ego interno o superior es:

Manas , el quinto principio, así llamado independiente mente de Buddhi. El principio mental no es el ego espiritual, sino cuando llega a ser uno con Buddhi. Es la individualidad permanente o el ego que se encarna.


Atma, tiene, pues, que ser considerado como la parte más abstracta de la naturaleza del hombre, el "soplo" que necesita de un cuerpo para su manifestación. Es la realidad una que se manifiesta en todos los planos, la esencia de la cual lodos nuestros "principios" no son sino aspectos. La existencia eterna y una de la cual proceden todas las cosas, que encarna uno de sus aspectos en el Universo, aquello que llamamos vida una, esta eterna existencia radia como Atma, el propio ser tanto del Universo como del hombre; lo que éstos tienen de más íntimo, su mismo corazón, aquello a lo que todo es inherente. Incapaz por si misma de manifestaciones directas en los planos inferiores, es, sin embargo, aquello sin lo cual no existirían dichos planos; se reviste de Buddhi, como su vehículo o médium, para otras manifestaciones. "Buddhi es la facultad de reconocer el canal por medio del cual el conocimiento divino llega al ego; el discernimiento del bien y del mal, y es asimismo conciencia divina y alma espiritual, vehículo de Atma." (Doctrina Secreta)

Se habla de él a menudo como del principio del discernimiento espiritual. Pero Atma-Buddhi, principio universal, necesita individualización para poder reunir las experiencias y alcanzar la conciencia. Así es como el principio mental se une a Atma-Buddhi y se completa la trinidad. Manas se convierte en el ego espiritual, solamente cuando se funde en Buddhi; y Buddhi se convierte en el ego espiritual, sólo cuando se une a Manas; en la unión de los dos reside la evolución del espíritu, o sea conciencia en todos los planos. De aquí que Manas se esfuerza hacia Atma-Buddhi, así como el Manas inferior se esfuerza hacia el superior; por esto también en relación al Manas superior, se llama a menudo a Atma-Buddhi o Atma "El Padre en los Cielos", lo mismo que se ha descrito al Manas superior con respecto al inferior.

El. Manas inferior recoge experiencias que llevar a su fuente y el Manas superior las acumula a lo largo del ciclo de encarnaciones; Buddhi se asimla al Manas superior y éste, penetrado por la luz átmica, se hace uno con este verdadero Yo, y así la trinidad se hace unidad, el espíritu es consciente de sí mismo en todos los planos y el objeto del universo manifestado queda realizado.

Se comprenderá por esto y por lo dicho en la sección anterior, que el Augoeides, o sea el Cristo, es la "forma" más elevada de que nos habla la Teosofía. Aquí llegamos al límite de la forma, y como forma el Augoeides pertenece al quinto plano. Más allá de esto toda forma es aparentemente imposible, pues forma implica separación, y Atma-Buddhi es uno e invisible, es un principio universal en todo y no la individual posesión de nadie.

Pero yo no tengo palabras que aplicar y que puedan explicar o describir lo que está fuera de explicación y de descripción. Las palabras resultan desatinos; tratándose de semejante tema es empequeñecerlo y desfigurarlo. Solamente por medio de una larga y paciente meditación, puede esperar el estudiante llegar a sentir vagamente algo superior a él, y que, sin embargo, se agita en lo más recóndito de su ser; así como para la mirada dirigida fijamente al pálido firmamento de la noche aparece al cabo al resplandor lejano y débil de una estrella, así para la paciente mirada de la visión interna puede venir el tenue rayo de luz de la estrella espiritual, pero como si fuera la mera sugestión de un mundo muy lejano.

Solamente a la paciente y perseverante pureza se deberá esa luz; feliz será por encima de todas las felicidades terrestres aquel que vea aunque no sea más que el pálido reflejo de aquella trascendental radiación.

Con tales ideas acerca del "espíritu" puede fácilmente comprenderse el horror que los teósofos sienten ante la idea de atribuir a "espíritus" los fenómenos triviales de las sesiones espiritistas. Tocar cajas de música, hablar por medio de trompetas, tocar a las gentes en la cabeza, llevar acordeones alrededor de la habitación; todas estas cosas estarán muy bien para entidades astrales, fantasmas y elementales; pero ¿quién puede atribuirlas a espíritus entre los que tengan un concepto aproximado de los mismos? Tales vulgarizaciones y degradaciones del más sublime concepto que el hombre ha podido alcanzar hasta el presente, son seguramente muy sensibles, y de esperar es que antes de mucho ocupen estos fenómenos su debido lugar; esto es, el de testimonio de que la idea que tienen los materialistas del Universo es impropia, en lugar de elevarlos a la posición que no les corresponde, de pruebas de la existencia del espíritu.

Ningún fenómeno físico ni intelectual puede ser prueba de la existencia del espíritu.

Solamente al espíritu puede mostrarse el espíritu. No se puede probar un postulado de Euclides a un perro; ni podéis probar Atma-Buddhi a Kama ni al Manas inferior. Así que ascendamos nuestra vista se ensanchará, y cuando estemos en la cima de la Montaña santa, las llanuras del espíritu se extenderán delante de nuestra visión.


Los siete principios del hombre.
(The Seven Principles of Man)
Theosophical Publishing Society, London, 1892
Annie Besant




Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com