Annie Besant - Los siete principios del hombre. Principio 5. El Manas Superior.

EL MANAS SUPERIOR

El Pensador inmortal, como ya habrá comprendido el lector, no puede manifestarse sino muy poco en el plano físico durante el estado actual de la evolución humana. Sin embargo, podemos obtener vislumbres de los poderes que en él residen, tanto más, cuanto que encontramos esos poderes, "aprisionados y limitados", es verdad, pero sin embargo, existen en el Manas inferior. Así hemos visto ya que el Manas inferior es "el órgano del libre albedrío en el hombre físico." El libre albedrío reside en el Manas mismo, en el Manas, el hijo de Mahat, la Mente universal. Del Manas procede el sentimiento de libertad, el conocimiento de que podemos gobernamos a nosotros mismos; en realidad el conocimiento de que nuestra naturaleza superior puede dirigir a la inferior, por más que ésta se rebele y resista. Una vez que nuestra conciencia se identifica con Manas en vez de Kama, la naturaleza inferior se convierte en un animal sobre el que cabalgamos, dejando de ser el yo.

Todas sus defensas y todos sus esfuerzos para dominar, tienen lugar entonces fuera de nosotros, no en nosotros, y acabamos por enfrenarlo y sujetarlo, como enfrenamos y reducimos a nuestra voluntad un rebelde corcel.

Sobre esta cuestión de libre albedrío citaré lo que sigue de un artículo mío que apareció en el Path:

"La voluntad no condicionada es la única que puede ser absolutamente libre; lo no condicionado y lo absoluto son uno: todo lo que es condicionado tiene que ser relativo por virtud de esta misma condición y, por tanto, limitado en parte. Como esta voluntad produce el Universo, viene a ser condicionada por las leyes de su propia manifestación. Las entidades manásicas son diferenciaciones de esta voluntad, condicionadas todas por la naturaleza de su potencia de manifestación; pero a la vez que condicionadas exteriormente, son libres dentro de su propia esfera de actividad, siendo así la imagen, en su mundo propio, de la voluntad universal en el Universo. Ahora bien; como esta voluntad, obrando en cada plano sucesivo, se cristaliza más y más densamente como materia, la manifestación está acondicionada por el material sobre que actúa, mientras, que, relativamente al material es libre. De este modo la libertad interna aparece en la conciencia en cada estado de la evolución; mientras que por otro lado, la investigación enseña que esta libertad funciona dentro de los límites del plano de manifestación en que actúa. Es dueña de influir sobre el plano inferior, si bien está restringida en cuanto a su manifestación por la manera con que dicho plano inferior responde a sus impulsos. Así el Manas superior, en quien reside el libre albedrío por lo que respecta al cuaternario inferior, siendo el hijo de Mahat, el tercer Logos, la palabra, esto es, la voluntad en manifestación, está coartado en su acción, dentro de nuestra naturaleza inferior, por la pereza de la personalidad en responder a sus impulsos. En el mismo Manas inferior sumergido en esta personalidad, reside la voluntad que nos es familiar, dominada por las pasiones, por los apetitos, por los deseos, por las impresiones que vienen de afuera; pero, sin embargo, es capaz de afirmarse a sí mismo en medio de todo, por virtud de su naturaleza esencial, pues en uno con el ego superior de quien es el rayo. Es libre en relación a todo lo qua le es inferior; puede actuar sobre Kama y sobre el cuerpo físico por mucha extorsión e impedimento que sufra su completa expresión a causa de la rudeza del material sobre que opera. Si la voluntad fuese mero producto del cuerpo físico, de los deseos y de las pasiones, ¿de dónde provendría el sentimiento del "yo" que puede juzgar, decidir y vencer? Ella actúa desde un plano más elevado; es regia, en lo que toca al inferior, siempre que reclama los derechos de su real estirpe; y la misma lucha para afirmarse a sí misma es el mejor testimonio de que es libre por naturaleza. Así, pasando a planos inferiores, encontramos en cada grado la. libertad correspondiente a los superiores, gobernando los inferiores, pero, sin embargo, cohibida su manifestación en éstos. Si trocamos el procedimiento y partimos de abajo arriba, la misma verdad se manifiesta. Cargad de cadenas los miembros de un hombre y el duro hierro será un impedimento para la manifestación de la fuerza muscular y nerviosa de que aquéllos están dotados; no por eso dejaría de existir la fuerza; sólo está coartada su actividad en aquel momento. La fuerza puede mostrarse en los mismos esfuerzos que hace para romper las cadenas que la cohíben; no hay poder en el hierro para poner trabas a la libre afirmación de la energía muscular, aunque el fenómeno de la moción sea impedido. Pero aun cuando la energía de que tratábamos no pueda ser gobernada por la naturaleza física que le es inferior, su consumo está determinado por el principio kámico, y las pasiones y deseos pueden impulsarla, dirigirla y ponerla trabas. La energía nerviosa y muscular no puede gobernar las pasiones y deseos, que son libres por lo que a ellas se refiere, siendo ésta determinada por su intervención. Pero Kama puede, a su vez ser dirigido, enfrenado y determinado por la voluntad; con relación al principio manásico está sujeto, no es libre; de aquí el sentimiento de libertad al escoger el deseo que ha de ser satisfecho o el acto que ha de ser ejecutado Como el Manas inferior gobierna a Kama, el cuaternario inferior toma su debida posición de instrumento de la Triada superior, siendo determinado por una voluntad que reconoce como superior, y que es libre por lo que a él respecta. Aquí se le ocurrirá preguntar a muchos: "y en cuanto a la voluntad del Manas superior ¿es a su vez determinada por lo que está encima de ella, así como es libre respecto a lo que está por debajo? Pero hemos llegado a un punto en donde la inteligencia nos falta y en donde la lengua no expresa fácilmente lo que el espíritu siente en tan elevadas alturas. Sólo de una manera confusa podemos darnos cuenta que allí, como en todas partes, la verdadera libertad tiene que estar en armonía con la ley, y que la cordial aceptación del papel de actuar como canal de la voluntad universal, debe unir en uno la perfecta libertad y la perfecta obediencia.

Este es verdaderamente un problema oscuro y difícil; pero el estudiante encontrará mucha luz en él, meditando sobre los conceptos antes expresados.

Otro de los poderes pertenecientes al Manas superior, y que se manifiesta en los planos inferiores, en aquellas personas en quienes el Manas superior domina conscientemente, es el de la creación de formas por medio de la voluntad. La Doctrina Secreta lo llama Kriyasakti.

El misterioso poder del pensamiento, en virtud del cual produce resultados externos perceptibles por su propia inherente energía. Los antiguos sostenían que cualquier idea se puede manifestar exteriormente si la atención se concentra profundamente en ella; asimismo una determinación intensa de la voluntad puede ser seguida por los resultados que se apetecen. Este es el secreto de toda verdadera “magia"; y como el asunto es importante y la ciencia occidental está empezando a tocar sus límites, consagraré más adelante una sección separada a su consideración, para no romper, por ahora, la continuidad del bosquejo dado aquí sobre los principios.

También nos enseñó H. P. Blavatsky, que Manas o el ego superior, como "parte de la esencia de la Mente Universal, es incondicionalmente omnisciente en su propio plano” y que "es el vehículo de todo conocimiento del pasado, del presente y del futuro". Cuando esta entidad inmortal puede, por medio de su rayo, el Manas inferior, influir en el cerebro de un hombre, este hombre manifiesta cualidades anormales; es un genio o un profeta. Las condiciones del don profético están establecidas como sigue:

Las primeras (las visiones del verdadero profeta), pueden obtenerse por uno de estos dos medios: (A) con la condición de paralizar a voluntad la memoria y la acción independiente e intuitiva de todos los órganos materiales y aun de las celdas del cuerpo, acto que es fácil cuando la luz del ego superior ha consumido y subyugado para siempre la naturaleza pasional del ego inferior, lo cual supone un Adepto; y (B) ser la reencarnación de uno que en su vida anterior haya llegado al estado de santidad del Yogui, por medio de una extremada pureza y de esfuerzos hechos en la verdadera dirección. Existe también una tercera posibilidad de alcanzar en místicas visiones el plano del Manas superior; pero es casual y no depende de la voluntad del vidente, sino de la debilidad extrema y del estado de aniquilamiento del cuerpo material por causa de enfermedades y sufrimientos. La vidente de Prevorst fue un ejemplo de esta última especie; y Jacob Boehme de la segunda categoría. (Lucifer, noviembre 1890).

El lector estará ahora en disposición de hacerse cargo de la diferencia que existe entre las funciones del ego superior y las de su rayo. El genio, que ve en lugar de argumentar, pertenece al ego superior; la verdadera intuición es una de sus facultades. La razón, la cualidad de pensar y de considerar, que coordina los hechos reunidos por la observación, que compara los unos con los otros, que hace deducciones y saca las consecuencias o conclusiones, representa el ejercicio del Manas inferior por medio del aparato cerebral; su instrumento es el raciocinio; por inducción sube de lo conocido a lo desconocido, construyendo hipótesis; y por deducción desciende después a lo conocido, comprobando sus hipótesis por nuevos experimentos.

La intuición, como se ve por su etimología, es simplemente visión interna, un procedimiento tan directo y rápido como la visión corporal. Es el ejercicio de los ojos de la inteligencia, el reconocimiento infalible de una verdad presente en el plano mental. Ve con certeza, su visión es clara y da sus referencias sin vacilaciones. No puede añadirse prueba alguna a la certidumbre de su conocimiento, pues va más allá de la razón y está por encima de ella. A menudo nuestros instintos ciegos y confusos por causa de las pasiones y deseos, son mal llamados intuiciones, y un mero impulso kámico se considera como la sublime voz del Manas superior.

Es necesario un aprendizaje largo y cuidadoso antes de que esta voz pueda ser reconocida con certeza; pero de una cosa podemos estar completamente seguros: de que mientras estemos dentro del torbellino de la personalidad; mientras que la tempestad de los apetitos y deseos ruja alrededor nuestro; mientras que seamos juguete de las emociones, la voz del Manas superior no podrá llegar a nuestros oídos. El mandato del ego superior no viene en el fuego ni en el torbellino, ni en el trueno ni la tempestad; únicamente cuando reina la calma de un silencio que puede oírse, cuando el aire mismo está inmóvil y el reposo es profundo, cuando el hombre envuelve su cabeza con un manto que cierre sus oídos aun para el silencio terrestre, solamente entonces suena la voz que es más tranquila que el silencio, la voz de su verdadero yo.

Sobre esto ha escrito H. P. Blavatsky lo siguiente, en 1sis sin Velo:

"Aliada con la mitad de la naturaleza física del hombre está la razón que le permite mantener su supremacía sobre los animales inferiores y subyugar la naturaleza a sus usos.

Aliada a la parte espiritual está su conciencia, que le sirve de infalible guía en medio de los escollos de los sentidos, pues la conciencia es aquella percepción instantánea del bien y el mal que solamente puede venir del espíritu, el cual siendo una parte de la Sabiduría y Pureza divinas, es absolutamente puro y sabio. Sus impulsos son independientes de la razón, y solamente pueden manifestarse de una manera clara, cuando no están cohibidos por las bajas atracciones de nuestra naturaleza dual. Siendo la razón una facultad de nuestro cerebro físico, que se define justamente, como la que deduce consecuencias de premisas, y dependiendo por completo de la evidencia de los sentidos, no puede ser una cualidad perteneciente a nuestro divino espíritu. Este último sabe; de aquí que todo razonamiento que implique debate y argumentación, sería inútil. Si tal entidad debe mirarse como emanación directa del eterno Espíritu de Sabiduría, tiene que ser también considerada como poseedora de los atributos propios de la esencia o del todo de que forma parte. Por esto, los antiguos teúrgos sostenían con cierta lógica, que la parte racional del alma humana (espíritu) nunca entraba completamente en el cuerpo del hombre, sino que le daba más o menos sombra por medio del alma irracional o astral, que sirve como un agente intermediario o médium entre el espíritu y el cuerpo. El hombre que ha vencido la materia lo suficiente para recibir la luz directa de su resplandeciente Augoeides, percibe la verdad intuitivamente y no podría errar en sus juicios, a pesar de todos los sofismas sugeridos por la fría razón, porque está iluminado. De aquí que las profecías y vaticinios y las llamadas inspiraciones divinas, sean simplemente los efectos de esta iluminación, proyectada desde lo alto por nuestro propio espíritu inmortal.".

Este Augoeides, según la creencia de los neoplatónicos, y según las enseñanzas teosóficas, “lanza sus reflejos sobre el hombre interno o alma astral", o según la terminología ahora aceptada, sobre la personalidad Kama-manásica o ego inferior. (Al leer Isis sin Velo, debe tener en cuenta el estudiante, que cuando se escribió el libro, la terminología no estaba ni con mucho terminada, ni siquiera como lo está ahora; en Isis sin Velo está el primer ensayo moderno de traducción en lenguas occidentales de las complicadas ideas orientales; y la experiencia ha demostrado que muchos de los términos que se usaban para determinar dos y tres conceptos, pueden ser reducidos a uno sólo, haciéndose así precisos. Así es como "Alma astral" debe de comprenderse en el sentido arriba expresado). Solamente cuando este ego inferior llega a estar puro de todo aliento de pasión, cuando el Manas inferior se liberta de Kama, es cuando puede el Resplandeciente hacer impresión en él; H. P. Blavatsky nos dice cómo los Iniciados se encuentran cara a cara con su ego superior. Después de hablar de la trinidad en el hombre, Atma - Buddhi - Manas, continúa: "Cuando esta trinidad, anticipándose a la unión final y triunfante más allá de las puertas de la muerte corporal, se convierte en unidad por algunos segundos, permite al candidato en el momento de la iniciación, contemplar a su yo futuro. Así se habla en el Desatir persa del "Uno Resplandeciente"; en los filósofos iniciados griegos del Augoeides, visión beatífica que brilla por sí misma y reside en la luz pura, y en Porfirio, que dice que Plotino se unió a su "dios" seis veces durante su vida, y así sucesivamente." (Isis sin Velo).

Esta trinidad constituida en unidad, es el "Cristo" de todos los místicos. Cuando en la iniciación final se tiende al candidato en el suelo o altar de piedra, simbolizando así la crucifixión de la carne o naturaleza inferior, y cuando se "ha vuelto a levantar" de esta "muerte" como conquistador triunfante sobre pecado y muerte, entonces, en el supremo momento, ve delante de sí la Presencia gloriosa y se convierte en "uno con Cristo", es Cristo mismo. En adelante puede vivir en el cuerpo, que se ha hecho su instrumento obediente; se halla unido con su verdadero yo, el ego superior, unido a Atma-Buddhi, y por medio de la personalidad en que habita, maneja en toda su plenitud sus poderes, como inteligencia inmortal espiritual. Mientras que permaneció luchando en las redes de la naturaleza inferior, Cristo, el ego espiritual, fue crucificado diariamente en él; pero en el Adepto completo Cristo se ha levantado triunfante, dueño de sí mismo y de la naturaleza. La larga peregrinación del Manas superior se ha concluido; el ciclo de necesidad ha sido hollado; la rueda del renacimiento ha cesado de dar vueltas; el Hijo del hombre se ha hecho perfecto por el sufrimiento.

Hasta que este punto no sea alcanzado, "el Cristo" es el objeto de toda aspiración elevada. El rayo luchará siempre para volver a su fuente; y Manas inferior aspirará constantemente para volver a ser uno con el Superior. Mientras persista esta dualidad, la continua aspiración hacia la reunión que sienten las más puras y elevadas naturalezas, es uno de los hechos más salientes que demuestran la vida interna, siendo esta aspiración la que toma la forma de oración, de aspiración espiritual, de "deseo hacia Dios" y de anhelo por la unión con lo divino. "Mi alma está sedienta de Dios, de Dios vivo", exclama el cristiano ansioso; y decirle que este intenso anhelo es fútil e ilusorio, es obligarlo a alejarse de quien considera incapaz de comprender; pero cuya insensibilidad no altera la realidad. El ocultista reconoce en esta exclamación el impulso inextinguible del yo inferior hacia el superior del que está separado, pero cuya atracción siente de una manera vívida. Que la persona ore dirigiéndose a Buddha, a Vishnu, a Cristo, a la Virgen o al Padre, nada importa; estas son meras diferencias de dialecto y no de hechos esenciales. En todos, el objeto real es Manas unido a Atma-Buddhi velado por los nombres que las vicisitudes del tiempo o de la raza puedan darle; es a la vez la Humanidad ideal y el "Dios personal", el "Dios hombre", que mencionan todas las religiones, el "Dios encarnado", el "Verbo hecho carne", el "Cristo" que nacerá en cada cual y con quien el creyente debe fundirse en uno.

Todo esto nos conduce a los últimos planos, a los planos del espíritu, usando de esta palabra de la que tanto se abusa, sólo en el sentido de polo opuesto a la materia; aquí únicamente podemos concebir ideas generales, pero no por eso es menos necesario tratar de asimilárnoslas, si queremos llegar a completar, aunque sea de un modo deficiente, nuestro concepto del hombre.


Los siete principios del hombre.
(The Seven Principles of Man)
Theosophical Publishing Society, London, 1892
Annie Besant




Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com