La juventud y las drogas.

Uno de los problemas de mayor trascendencia en los tiempos que estamos viviendo, es el de la toxicomanía, o el uso de drogas estupefacientes y alucinógenas por una gran mayoría de personas en todo el mundo. Y lo más nefasto en la mayor parte de los países resulta el alarmante incremento que tal práctica va tomando en grandes sectores de la juventud de todos los pueblos. El índice de toxicómanos aumenta día a día, y es decepcionante comprobar cómo, desde hace algunas décadas, los jóvenes drogadictos van engrosando las filas de ese ejército de la depravación y de la muerte, para beneficio de los criminales que negocian con la salud y el alma de los futuros ciudadanos, que hoy resultan fútiles presas por su mismo anhelo de buscar un mundo nuevo, una humanidad mejor.

Porque no es posible pensar que los jóvenes de hoy caigan en el vicio por simples motivos de placer efímero... Muchos de ellos habrán que lo hagan por inconsistencia de principios morales o por falta de una adecuada educación. Pero hay muchos, también, que han ido a parar en las garras de una droga por estar cansados de la hipocresía y la inconsecuencia de la vida social y material de este mundo que se debate en los estertores de una civilización agonizante, como vimos en mi anterior libro. Nuestra civilización agoniza -ya lo expuse en "YO VISITE GANIMEDES..."- y uno de los síntomas de esa, mortal enfermedad no es otro que el uso de las drogas, perseguido publicar mente por la generalidad de los gobiernos, y amparado, secretamente por varios de ellos...

Y la juventud, en todas partes, encuentra un mundo cada vez más corroído por un materialismo que sólo busca realizar pingues ganancias y negocios, muchas veces turbios e inconfesables, para saciar, cueste lo que cueste, la desmedida ambición de los grandes consorcios y de los mezquinos intereses egoístas de grupos de poder económico, empeñados en manejar el mundo entero como si fuera un gran feudo...

Y entre esos nefastos grupos se encuentran mañas que negocian con las drogas, que, hasta ahora, no es posible erradicar definitivamente del planeta. Y ese tremendo tráfico mortal está haciendo pingues utilidades con las grandes masas de la juventud en todas partes. Porque a la curiosidad que despierta lo desconocido, se une la inconsciente complicidad de los mismos viciosos, quienes, una vez dominados por el morboso hábito, no trepidan en buscar nuevos acompañantes en el engañoso placer de los primeros días, que los lleva, lenta pero ineludiblemente, a la degeneración, la ruptura moral y física y, al final, a la más despreciable condición humana y la muerte...

Casi siempre el drogadicto es un débil y un ignorante de la verdadera acción que ejerce la droga, cualquiera que ella sea. Trátese de la morfina, la heroína, el opio, el haschis, la marihuana o el LSD, todas ellas son mortíferas a más o menos plazo, y todas producen una lenta pero segura degradación en sus víctimas. Hemos dicho que una de las causas, la más común, es la ignorancia al respecto. No se pretende, con eso, decir que el drogadicto sea un tipo ignorante. De ningún modo; ni que sea falto de inteligencia. No... Precisamente, muchos intelectuales, y bastantes elementos estudiosos de las más difíciles profesiones, han caído, a veces, en la toxicomanía. Si hemos empleado el término "ignorante" es refiriéndonos a la ignorancia sobre los verdaderos efectos de la droga, para cuya evaluación se requiere, en último término, conocimientos de cosmología y metafísica que no abundan en el mundo.

Porque a los efectos inmediatos de cualquiera de las mencionadas sustancias; conocidos por todos los que las usan, se unen, artera y secretamente, las distintas consecuencias internas que ellas ejercen sobre los "chacras" (palabra sánscrita) o sea los centros de fuerza y de poder fluídicos internos, cuya coincidencia con las glándulas endocrinas es muy grande y secreta, y gobierna, en cierta forma, todas las manifestaciones de nuestra vida interior. Y por eso hemos dicho que la causa primordial de la toxicomanía es la ignorancia, pues quienes conocen de estos secretos de la naturaleza jamás caen en ninguna desviación de la vida natural y equilibrada; por tanto, nunca pueden caer en un vicio...

Es lamentable ver cómo, jóvenes de notable inteligencia, que pueden tener un porvenir brillante con la cultura que van acumulando, se dejan arrastrar al vicio, como si fueran unos pobres polichinelas, meros títeres humanos de las circunstancias y de la falsa amistad. Se puede ser inteligente y educado; instruido y moralmente apto para grandes logros en la vida. Pero si no se tiene carácter para no dejarse arrastrar por otros, de nada vale la instrucción y los buenos propósitos, los buenos modales y los pensamientos en busca del progreso: sin voluntad se puede caer en cualquier cosa, hasta en las más abyectas... Ya lo dijo una vez Florencio Sánchez, célebre autor teatral uruguayo: "Los hombres sin carácter son muertos que caminan"...

Y los seres dominados por cualquiera de los vicios de la humanidad de este planeta, incluso las drogas, son muertos que caminan, porque, tarde o temprano, llegarán a convertirse en guiñapos humanos despreciables, o muertos ambulantes que perdieron su alma. Porque las drogas no perdonan. Y a la lista anterior debemos adjuntar, también, el alcohol, aunque no esté incluido, normalmente en el término "droga". Pero es tan vicio y tan terrible como el que más, en la larga y tenebrosa secuela de los hábitos malignos.

Los tristes resultados de cualquiera de estos vicios destruyen igualmente la personalidad, la dignidad y la salud de quienes caen en sus garras. Los síntomas y efectos exteriores los conocemos todos. Pero los efectos interiores los desconocen hasta los médicos, en muchos casos, pues es necesario ser un metafísico y un cosmólogo para llegar a dominar toda la gama de efectos internos que cada droga puede ocasionar. Es necesario saber qué son los "chacras" y cómo actúan dentro de nuestro organismo, en conjunto con las glándulas endocrinas. Y esto sólo es conocido por muy pocos médicos...

Es sensible que no se pueda divulgar, en un trabajo público como este libro, la importante relación de esos centros fluídicos invisibles para el ojo y los actuales instrumentos de nuestra ciencia, con las glándulas endocrinas. Ya los médicos saben que hay muchas facetas desconocidas en la actuación que esas glándulas tienen dentro de nuestro organismo. Y las más ocultas son, precisamente, las relacionadas con los "chacras" por ser conocimientos que caen absolutamente dentro del secreto de los terrenos de la Cuarta Dimensión, donde no es posible penetrar sin la previa preparación de un "iniciado". Vale decir, con el previo adiestramiento integral que tantas veces hemos mencionado en el curso de mis dos libros...

Y tal conocimiento nos permite asegurar que, cada una de las mencionadas drogas actúa de modo particular sobre uno o varios chacras, y de esa manera las consecuencias resultan más o menos dañinas, pero siempre son nefastas todas ellas.

Todos los órganos de nuestro cuerpo son afectados por su acción, sus efectos inmediatos visibles, se manifiestan ostensiblemente. Pero las consecuencias mediatas, o a mayor plazo, vienen con el tiempo, ya que la acción en la Cuarta Dimensión, que ya sabemos que domina a todo el organismo integral, son más o menos progresivas y seguras en su destructor avance, de no extirpar de raíz el vicio. Y quien no ha tenido voluntad para oponerse a entrar en él ¿puede tenerla para dejarlo? Recordemos, como ilustración comprensible del problema, lo que sucede con la anestesia, fruto de determinada droga empleada legalmente en medicina. Ya hemos explicado, anteriormente, este fenómeno. Según sea el medicamento empleado el cuerpo etérico, o Doble Vital, es expulsado fuera de determinado órgano o porción de nuestro cuerpo, lo que produce la insensibilidad de dicha porción del organismo. Esto, en mayor escala, es el resultado de cada una de las drogas empleadas para el vicio.

Y sus resultados son la respuesta directa del cuerpo etérico dentro de nosotros. Es fácil comprender que si tal acción se repite de continuo, sus efectos serán cada vez más perjudiciales para toda nuestra fisiología y metabolismo, pues la vida celular de los órganos afectados se trastorna y esa perturbación puede ocasionar consecuencias incurables dentro de la economía general de nuestro cuerpo. Un vicioso puede haber sido un ser inteligente, de inteligencia brillante incluso; pero si el ataque artero de la droga va dañando paulatinamente las células de su cerebro, llegará a convertirse, poco a poco, en un torpe, embrutecido por el vicio antes de llegar a la muerte... Otros, como en el caso del alcohol, verán entorpecerse su cerebro, ennublarse su conciencia y caer en la más despreciable abyección, antes de morir con el hígado desecho, como casi todos los embrutecidos alcohólicos sempiternos.

Y los trastornos a la médula espinal, a los pulmones y al corazón son tan comunes que no merecen mayores explicaciones al respecto. No hay órgano que no sea afectado, más o menos directamente. Y en este ataque general a la propia fortaleza de nuestro cuerpo, unas y otras, con mayor o menor rapidez, realizan su demoledora acción en todo nuestro ser...

Ya conocemos cómo se comporta el morfinómano, el opiómano, el marihuanero, al perder totalmente el control de sí mismo... Y si recordamos que, en términos generales esos tan mencionados "chacras" se convierten de servidores sumisos y obsequiosos en carceleros y verdugos, tendremos que pensar en el terrible cuadro que le espera al drogadicto a corto plazo... Si entendemos esto, ¿por qué no oponernos a la destrucción total?... ¿Por qué no hacer un esfuerzo de voluntad, una demostración de personalidad consciente, de verdadera consistencia humana, y apartar la droga?...

¿Puede considerarse un ser consciente quien se deja arrastrar por un simple agente químico, por una sugerencia necia de un amigo, por una momentánea tentación de experimentar sensaciones nuevas, cuando sabe que se va a causar daños que pueden llegar a ser irreparables?... Creo que es demostrar una imbecilidad mayúscula, si quien así procede ha podido razonar. Claro está que quien no razone ¿merece llamarse ser humano?...

¡Y un ser humano tiene tanto en qué pensar! Hay tantos problemas que requieren atención en nuestro mundo, ¡que no merezcan el esfuerzo de nuestras juventudes para su resolución!... Porque, en verdad, creo que los jóvenes, en todas partes, se están retrayendo, se están aislando, por un falso concepto de valor humano para enfrentarse a las circunstancias y a los verdaderos causantes de la decadencia actual de nuestro mundo. No es formando grupos aislados ni entregándose a las drogas como puede salvarse nuestra humanidad. Así, los verdaderos tiranos, los culpables de la situación mundial que repudian, honestamente, las juventudes; los responsables anónimos, escondidos tras las bambalinas del teatro de la Vida en este mundo, seguirán medrando en la sombra y hundiendo, cada vez más, a esta pobre humanidad...

Creo, sinceramente, que el fenómeno de la rebeldía juvenil que estamos contemplando, obedece a motivos muy plausibles, a deseos muy puros y encomiables.

Ellos, los jóvenes de este siglo XX, están convirtiéndose en los jueces insobornables de este mundo... Su rebeldía, ante las atrocidades que cometen quienes conducen esta humanidad a la hecatombe, tiene mucho de .estoicismo negativo ante la proximidad de los desastres. Lleva, en su fuero Viten», mucho de la resignación de los mártires y del conformismo del esclavo, que se ampara en la noche de la droga, para olvidarse de la injusticia y la crueldad de los hombres... Pero este no es el camino. Esta no puede ser la solución. Sería como el camello que hunde la cabeza en la arena creyendo salvarse del peligro o la amenaza... Los jóvenes de hoy en día anhelan «8 mundo mejor, una forma de convivencia más pura y más franca, un mundo sin tapujos ni embelecos de pasadas épocas, que hoy, en la era atómica, se deje de engañifas y sofismas, que escudan su hipocresía y su bajeza para alcanzar utilidades tenebrosas, y emprenda la conquista de una mejor civilización, sin lacras ni compromisos del pasado...

Y ese mundo nuevo, esa nueva civilización regenerada, no se logra con las drogas ni se construye con el aislamiento estéril. ¿Puede esperarse de quien no tuvo carácter para evitar un vicio, que pueda convertirse en el apóstol o el líder de una causa grande y sagrada como la regeneración de un mundo...? Para ello se requiere de una voluntad de acero. De una moralidad a toda prueba, porque un inmoral no puede pretender que lo sigan quienes aspiren a reformar la civilización actual, Y para ello se necesita de sacrificios heroicos, los que implican cualidades excepcionales que, de hecho, han perdido aquellos que no tuvieron el valor de decir "no" al amigo drogadicto que pretendió arrastrarlo al vicio...


Extracto de Mi preparación para Ganímedes
de Yosip Ibrahim



Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com