Annie Besant - Los siete principios del hombre. Principio 5

PRINCIPIO V

MANAS, EL PENSADOR

Hemos llegado a la parte más complicada de nuestro estudio, siendo necesario de parte del lector alguna atención y discurso para obtener siquiera sea una idea elemental de la relación que tiene el Quinto principio con las otros, en el hombre.

La palabra Manas viene de la voz sánscrita man que es la raíz del verbo pensar; el Manas es el pensador en nosotros, del que con vaguedad se habla en occidente como "mente”. Ruego al lector que considere a Manas como pensador, más bien que como mente, parque la palabra pensador sugiere la idea de alguien que piensa, esto es, de un individuo o entidad: y esta es, precisamente, la idea teosófica del Manas, parque Manas es el individuo inmortal, el "Yo" real que se reviste una y otra vez de transitorias personalidades y es, en sí mismo eterno. Está descrito en la Voz del Silencio, en la exhortación dirigida al candidato para la iniciación: "Persevera como quien ha de existir para siempre. Tus sombras (personalidades) viven y se desvanecen; lo que en ti ha de vivir siempre, lo que en ti conoce, porque es conocimiento, no es de vida pasajera; es el hombre que fue, que es y que será, para quien la última hora no sonará jamás". H. P. Blavatsky lo ha descrito claramente en la Clave de la Teosofía: "Imagináos un "espíritu", un ser celestial, sea cualquiera el nombre con que se lo llame, divino en su naturaleza esencial, y, sin embargo, no bastante puro, para ser uno con el Todo, y teniendo, para conseguirlo, que purificar su naturaleza hasta alcanzar al fin aquella meta. Para ello debe pasar individual y personalmente, esto es, espiritual y físicamente, por todas las experiencias y sensaciones que existen en el Universo múltiple o diferenciado. Por tanto, después de haber obtenido tales experiencias en los reinos inferiores, y después de ascender más y más al subir peldaño por peldaño la escala del Ser, tiene que pasar par todas las experiencias en los planos humanos. En su propia esencia es pensamiento, y, por tanto, se le llama en su colectividad Manasaputra, "los hijos de la mente (universal). Este "pensamiento" individualizado es lo que nosotros, los teósofos, llamamos el Ego humano real, la entidad pensante, aprisionada en un estuche de carne y huesos. Esto no es, seguramente, materia (*) , sino una entidad espiritual; tales entidades son los egos que encarnan y que informan el conjunto de materia animal llamada humanidad, y cuyo nombre es Manasa o "Mentes" (Clave de la Teosofía).

(*) Es decir, no es la materia que conocemos en este plano del Universo objetivo.

Esta idea puede hacerse quizás más clara por medio de una ojeada rápida sobre la pasada evolución del hombre. Cuando el Cuaternario hubo sido lentamente formado, constituyó una hermosa casa sin inquilino, que permaneció vacía esperando la llegada de aquél que debía vivir en ella. Los Manasaputra (los hijos de la Mente), entidades espirituales, elevadas inteligencias, vinieron en esta coyuntura a la tierra y tomaron habitación en el Cuaternario humano, en los hombres sin mentes. Esta fue la encarnación de los Manasaputra que vinieron a ser los habitantes de las formas humanas así desarrolladas en la tierra; y estos mismos Manasaputra, tomando cuerpo época tras época, son los egos que se encarnan, los Manas en nosotros y las individualidades persistentes, el Quinto principio en el hombre.

La variedad de nombre dados a este principio, ha contribuido probablemente a aumentar la confusión que lo envuelve en la mente de muchos principiantes de Teosofía; Manasaputra es lo que podemos llamar su nombre histórico, el nombre que da idea de su entrada en la Humanidad en un momento dado de la evolución. Manas es el nombre común que indica la naturaleza del principio así designado; el Individuo, el "Yo'" o Ego, se refiere al hecho de que esté principio es permanente, que no muere, que es el principio que individualiza, diferenciándose en el pensamiento de todo lo que no es él mismo, el sujeto en la terminología occidental, como opuesto al objeto; el Ego superior el contraste del Ego personal, del cual se dirá algo ahora. El ego que se reencarna tiene su importancia en el hecho de que es el principio que continuamente toma cuerpo y reúne así en su propia experiencia todas las vidas pasadas en la tierra. Se le dan también otros varios nombres, pero éstos no son corrientes en tratados elementales. Los ya mencionados son los que con más frecuencia se encuentran y, realmente, no ofrecen dificultad; pero cuando se usan indistintamente, sin explicación alguna, el desgraciado estudiante está expuesto a tirarse de los cabellos en su angustia, preguntándose cuántos principios ha llegado a alcanzar y qué relación tienen entre sí.

Debemos considerar ahora a Manas, durante una sola encarnación, que nos servirá de tipo para todas, y partiremos del punto en que el ego ha sido atraído, por causas engendradas en vidas terrestres anteriores, a la familia en que debe nacer el ser humano que ha de servirle de futuro tabernáculo. (No pienso tratar aquí sobre la Reencarnación, pues esta doctrina grande y esencial tiene que ser expuesta separadamente.) El pensador, pues, espera la construcción de la "casa de vida" que debe ocupar; y ahora se presenta dificultad: siendo él una entidad "espiritual" que vive en un plano mucho más elevado que el del Universo físico, no puede influir sobre las moléculas de materia grosera de que está compuesta su habitación por medio de la acción directa de sus partículas más sutiles y etéreas. Así, pues, proyecta parte de su propia sustancia, que se reviste de materia astral y compenetra todo el sistema nervioso del niño, no nacido aún, para formar, conforme se va. desarrollando el aparato físico, el principio pensador en el hombre, Esta proyección de Manas, que ora se llama su reflección, ora su sombra, su rayo y otros muchos nombres más descriptivos y alegóricos, es el MANAS INFERIOR en contraposición al MANAS SUPERIOR, pues Manas es dual en todos los períodos de la encarnación. Sobre esto, dice H. P. Blavatsky: "Una vez aprisionado o encarnado, su esencia (la manásica), se hace dual, esto es: los rayos de la Mente eterna y divina, considerados como entidades individuales, asumen un doble atributo, que es: (a) su mente esencial, inherente, característica, de aspiraciones celestiales (Manas superior) ; y (b), la cualidad humana del pensador o el pensamiento animal hecho racional, merced a la superioridad del cerebro humano, el Manas de inclinaciones kámicas o Manas inferior." (Clave de la Teosofía).

Tenemos ahora que dirigir nuestra atención a este Manas inferior solamente, y ver el papel que juega en la constitución humana.

Está sumido en el Cuaternario y lo podemos considerar como asido a Kama con una mano, mientras que con la otra se mantiene unido a su padre el Manas superior. El que se deje arrastrar completamente por Kama y se separe de la Triada a que por su naturaleza pertenece, o el que retrotraiga triunfante a su origen las experiencias purificadas de la vida terrestre, constituye el problema de la vida, planteado y resuelto en cada sucesiva encarnación.

Durante la vida terrestre Kama y el Manas inferior se juntan y, por consecuencia, se les llama Kama-Manas. Kama, como hemos visto, suministra los elementos apasionados y animales; el Manas inferior los hace racionales y aporta las facultades intelectuales; así tenemos la mente cerebral o la inteligencia cerebral, o sea Kama-Manas funcionando en el cerebro y sistema nervioso, y usando de los aparatos físicos como su órgano en el plano material.

Así como en una llama podemos encender un pabilo, y el color de la llama de este pabilo depende de sus componentes y de los del líquido en qua está empapado, así en cada ser humano la llama de Manas enciende el cerebro, y el pabilo kámico y el color de la luz de éste dependerá de la naturaleza kámica y del desarrollo del aparato cerebral. Si la naturaleza kámica es fuerte e indisciplinada, manchará la pura luz manásica, presentándole un lúgubre colorido y ennegreciéndola con asqueroso humo. Si el aparato cerebral es imperfecto o poco desarrollado, obscurecerá la luz y la impedirá brillar en el mundo exterior.

H. P. Blavatsky lo expone muy claramente en su artículo sobre el "Genio". Lo que llamamos. manifestaciones del "genio" en una persona, son simplemente los esfuerzos más o menos afortunados del ego para afirmarse a sí mismo en el plano visible de su forma objetiva -el hombre de arcilla- en la vida práctica cotidiana del último. Los egos de un Newton, de un Esquilo o de un Shakespeare, son de la misma esencia y sustancia que los egos de un ignorante, de un estúpido y hasta de un idiota; la propia afirmación de sus respectivos genios depende de la construcción fisiológica y material del hombre físico. Ningún ego difiere de otro ego en su esencia o naturaleza original o primitiva. Lo que hace de un mortal un gran hombre y de otro una persona vulgar y necia, es, según se ha dicho, la calidad y estructura de la envoltura física, y lo adecuado o inadecuado del cerebro y del cuerpo para transmitir y expresar la luz del hombre real interno; esta aptitud o ineptitud es, a su vez, el resultado del karma. Usando de otro símil, el hombre físico es un instrumento de música, y el ego el artista que ejecuta; la virtualidad de la perfecta melodía del sonido, está en el primero; en el instrumento; pues por mucha que sea la habilidad del segundo, no podrá sacar una armonía perfecta de un instrumento roto o mal construido. Esta armonía depende de la fidelidad de transmisión al plano objetivo por medio de palabras y actos del pensamiento divino no expresado, residente en las profundidades de la naturaleza subjetiva interior del hombre. Y, siguiendo nuestro símil, el hombre físico puede ser un término un inapreciable Estradivario, un violín cascado; o un término medio entre ambos, en las manos de un Paganini que lo animase. (Lucifer de noviembre 1889)

Teniendo en cuenta estas limitaciones e idiosincrasias (**) impuestas a las manifestaciones del principio pensante por el órgano que ha de servirle de instrumento, tendremos poca dificultad para seguir las funciones del Manas inferior en el hombre; habilidad mental, fuerza intelectual, perspicacia, sutileza, son manifestaciones suyas; éstas pueden llegar hasta lo que se llama genio; lo que H. P. Blayatsky califica de "genio artificial, el producto de la cultura y de la perspicacia puramente intelectual". Su naturaleza se demuestra a menudo por la presencia de elementos kámicos, esto es, pasiones, vanidad y arrogancia.

(**) Limitaciones e idiosincrasias debidas a las acciones del ego en vidas terrestres anteriores.

El Manas superior puede sólo manifestarse raras veces en el estado presente de la evolución. De vez en cuando un resplandor de estas regiones alumbra el crepúsculo en que vivimos; a tales resplandores es a lo que los teósofos solamente llaman verdadero genio.

"Mira en cada manifestación del genio, cuando está combinado con la virtud, la indudable presencia del celestial desterrado, el ego divino, cuyo carcelero eres tú, hombre de materia".

Pues la Teosofía enseña "que la presencia en el hombre de diversos poderes creadores, denominados genio en su conjunto, no se debe a la ciega casualidad, a ninguna cualidad innata procedente de tendencias hereditarias (aun cuando lo que se conoce por atavismo pueda dar intensidad a estas facultades) sino a la acumulación de las experiencias individuales del ego, adquiridas en sus vidas precedentes. Porque, aun cuando es omnisciente en su esencia y naturaleza, necesita, sin embargo, adquirir la experiencia de las cosas de la tierra, en el plano objetivo, merced a sus personalidades, para poder aplicarles el goce de aquella abstracta experiencia. Y nuestra filosofía añade que el cultivo de ciertas aptitudes en una larga serie de pasadas encarnaciones debe al fin brotar en alguna vida, en una florescencia como genio, en una u otra dirección" (Lucifer, de noviembre 1899). Para la manifestación del verdadero genio, es condición esencial la pureza de vida.

Kama-Manas es el Yo personal del hombre; hemos visto ya que el Cuaternario, como un todo, es la personalidad, la "sonibra"; y el Manas inferior suministra el elemento individualizador que hace que la personalidad se reconozca como "yo".

La personalidad se hace intelectual, se reconoce a sí misma como separada de todos los demás yos; y engañada por la separación que siente, no alcanza la unidad más allá de todo lo que es capaz de sentir. El Manas inferior, atraído por lo vívido de las impresiones de la vida material; dominado por el ímpetu de las emociones, pasiones y deseos kámicos, solicitado por todas las cosas materiales, cegado y ensordecido por el fragor de las tempestades que le envuelven, está expuesto a olvidar la gloria pura y serena de su origen, a arrojarse en el torbellino que engendra arrebatos en vez de paz. Y recuérdese, que es este mismo Manas inferior el que da el último toque de deleite a los sentidos y a la naturaleza animal; porque ¿qué es la pasión que no puede prevenir ni recordar? ¿En dónde está el éxtasis sin la fuerza sutil de la imaginación y sin los delicados colores de la fantasía y de los ensueños?

Pero puede haber cadenas todavía más fuertes y apretadas que sujeten el Manas inferior estrictamente a la tierra. Son las forjadas por la ambición, por el deseo de fama, ya sea en lo que se relaciona con el poder del hombre de Estado, ya con lo que hace referencia a un gran refinamiento; en tanto que una obra cualquiera se lleve a efecto por razones de amor, para recoger elogios, o tan siquiera porque se reconozca que la obra es mía y no de otro; en tanto que en el secreto del corazón permanece la más ligera aspiración a ser reconocido como separado de todo; en tanto que esto suceda, aunque la ambición sea elevada, aunque la caridad sea extensa, aunque las empresas sean de un origen superior, Manas continuará impregnado de Kama, y no será tan puro como la fuente de donde procede.


Los siete principios del hombre.
(The Seven Principles of Man)
Theosophical Publishing Society, London, 1892
Annie Besant



Fuente:
www.trabajadoresdelaluz.com