El Maestro nos hace presenciar la Iniciación de un compañero de grupo
“... Aunque aparentemente me hallaba sólo en aquel “lugar” donde iba a tener efecto la Iniciación de nuestro hermano de grupo, sabía con profunda certeza que eran muchos los Iniciados y discípulos de los distintos Ashramas que estaban “allí” y que asistían como yo a aquella ceremonia iniciática, contribuyendo más o menos directamente al desarrollo de la misma. Nada me era posible ver en aquella primera fase de contacto, excepto una gran cantidad de puntos luminosos de distintos colores, simétricamente distribuidos y tejiendo y destejiendo figuras geométricas en medio de aquellas ráfagas de luz que como olas de vida universal iban llenando la inmensidad de aquel “recinto sagrado”.
“... Aunque aparentemente me hallaba sólo en aquel “lugar” donde iba a tener efecto la Iniciación de nuestro hermano de grupo, sabía con profunda certeza que eran muchos los Iniciados y discípulos de los distintos Ashramas que estaban “allí” y que asistían como yo a aquella ceremonia iniciática, contribuyendo más o menos directamente al desarrollo de la misma. Nada me era posible ver en aquella primera fase de contacto, excepto una gran cantidad de puntos luminosos de distintos colores, simétricamente distribuidos y tejiendo y destejiendo figuras geométricas en medio de aquellas ráfagas de luz que como olas de vida universal iban llenando la inmensidad de aquel “recinto sagrado”.
Pero al dirigir la atención hacia el lugar que intuitivamente sabía que debía ocupar el HIEROFANTE,(1) pude apreciar claramente que se trataba de Cristo. Por algún tiempo, durante el período preliminar de aquella ceremonia pude contemplar su radiante silueta destacándose nítidamente dentro de un fondo de luz irisolada. Más tarde, todo desapareció de mi vista, todo pareció esfumarse para mi limitada visión, debido quizás al hecho de que mi percepción interna no me permitía “penetrar” todavía ciertos aspectos de aquel ritual sagrado. Me sentía profundamente penetrado, sin embargo, del augusto secreto que en aquellos momentos se estaba revelando y podía ver claramente a mi hermano de grupo, el candidato a la iniciación y trataba de compartir en la medida de mis fuerzas la responsabilidad infinita de aquellos momentos inolvidables.
De vez en cuando, una ráfaga de percepción me permitía abarcar el conjunto formado por el Cristo, los dos maestros que apadrinaban al candidato y a éste en el centro del Triángulo formado por los Tres. Uno de los Maestros, el que se hallaba a mi derecha según el ángulo de mis percepciones, era mi Maestro, el Maestro de nuestro Ashrama, el otro, cuyo nombre no puedo revelar, ocupaba el lado izquierdo, siempre de acuerdo a la posición que yo ocupara en “aquel lugar en el tiempo”. Lo conocía muy bien por haber tenido el alto honor y la infinita oportunidad de haber establecido contacto con Él en mi propio Ashrama. Su porte más bien sencillo que majestuoso poseía sin embargo una dignidad inenarrable. En aquellos momentos, y debido a la extraordinaria “tensión” o “expectación” del Misterio universal que iba a ser revelado, el aura de ambos Maestros brillaba intensamente. Hubo un momento, sin embargo, conforme la ceremonia avanzaba en su desarrollo, que todo desapareció de mi vista.
El campo de mis percepciones había quedado sin perspectiva definida. La Luz se había adueñado de todo el “lugar” o recinto pero del fondo intensamente iluminado continuaba, destacándose la Luz de Cristo, que resplandecía de manera tal que la propia Luz del lugar quedaba como oscurecida. Pude ver en ciertos momentos recortándose muy definidamente de todo aquel océano de Luz, no su Faz resplandeciente, sino la inmaculada estrella de cinco puntas, el símbolo sagrado de Cristo, que representa la perfección del Hombre, la unión de los aspectos divinos de Voluntad e Inteligencia dentro de un Centro de Amor infinito, la fusión de los dos Sonidos creadores, o Mántrams sagrados, el doble OM y el triple AUM dentro del eterno marco de la evolución planetaria. Y sentí mi corazón profundamente sobrecogido por la inmensidad de aquel Misterio de Unión inenarrable.
La estrella de Cristo irradiaba una Luz que dejaba oscura la propia luz, magnificente sin embargo de aquel lugar sagrado donde se estaba realizando aquella trascendente ceremonia. Pude comprender entonces directamente y sin intermediarios, el significado exacto de aquellas frases esotéricas: “Dentro de la Luz verás la LUZ” y “Cristo, la LUZ del mundo”, perdidas antaño en el laberinto de las ecuaciones mentales. Y mi corazón resplandeció de gozo.
Hubo un momento cumbre durante el desarrollo de aquella experiencia iniciática en que la propia luz de Cristo palideció cuando una Luz todavía mayor “invadió” o se posesionó del lugar, llenando de un dinamismo indescriptible cada una de las partículas de luz que se estaban liberando a través del ritual mágico. Esta invasión de la potencia ígneo-eléctrica de Shamballa tuvo lugar inmediatamente que del corazón de la estrella del Cristo se elevó hacia el Altísimo la sustancia del Verbo solar en aquellas sacramentales palabras: “PADRE, ¿HAGO ESTO EN TU NOMBRE?”. La respuesta inmediata fue la aparición de un Círculo más luminoso que toda posible LUZ, puesto que irradiaba directamente del propio SANAT KUMARA, el Señor del Mundo.
A través de mi limitada percepción, contaminada todavía de muchas ráfagas de humanidad, el cuadro aparecía así ante mi vista: La estrella del Cristo de un brillo intensamente azulado en aquellos momentos, resplandecía indescriptiblemente dentro de un círculo de luz dorada, cuya intensidad, belleza y dinamismo están más allá de toda definición. Hubo otro momento, mientras la ceremonia se acercaba a su culminación, en que el dorado círculo desapareció de mi vista para adoptar la forma de una estrella de nueve puntas que irradiaba sobre la estrella del Cristo la extraordinaria potencia del fuego de Shamballa. Comprendí entonces el alcance universal de aquella afirmación esotérica, presente en el ánimo de todo verdadero discípulo, motivo de tantas y tan profundas reflexiones: “… A los Pies del Único Iniciador y viendo brillar Su Estrella”.
La estrella de Sanat Kumara, símbolo de Sus nueve perfecciones -tal como místicamente se menciona- derramando sobre la estrella del Cristo el terrible poder del Fuego Eléctrico, era la infalible e irrefutable prueba de que el candidato a la iniciación, nuestro hermano de grupo, había sido admitido dentro de los Misterios sagrados de la Gran Logia Blanca del Planeta.
Lo que sucedió después, escapa ya por completo a mi penetración interna, por cuanto era únicamente de la incumbencia o “sagrada interioridad” del propio Iniciado, quien convenientemente asistido por los dos Maestros que lo apadrinaban, estaba recibiendo a través del Cristo la potencia infinita de las energías implacablemente dinámicas del Señor del Mundo.
Esta transmisión de Fuerza se realizaba lógicamente por medio de los Cetros de Poder, una prolongación del “Dedo del Señor” -tal como podemos leer en los libros sagrados del Antiguo Comentario- y entrañaban para el Iniciado el Poder de la Eterna Resolución. Los Maestros que apadrinaban a nuestro hermano constituían, como en el caso de la electricidad corriente, los dos polos, positivo y negativo de la misma, en el centro de los cuales le era posible al recién iniciado mantener en equilibrio estable sus vehículos sutiles y recibir sin peligro la fuerza liberadora, aunque extremadamente peligrosa del Fuego eléctrico de la Deidad planetaria. Mientras tanto, un grupo especial de Devas protegían el cuerpo físico de nuestro hermano de grupo, sumido en profundo sueño “en el lugar previamente elegido por el maestro”.
(1) Aquél que empuña el Cetro de Poder, contenedor del Fuego eléctrico, en el momento de la Iniciación, que prepara por medio del ritual mágico los vehículos sutiles del candidato para esta experiencia. Es Aquél que le toma al nuevo iniciado el juramento inviolable de fidelidad a la Logia, que le transmite los secretos correspondientes al tipo específico de Iniciación conferida con ciertas palabras de Poder, o sonidos creadores, que le abren al Iniciado las Puertas de un nuevo y superior estado de conciencia, de un nuevo plano o subplano de evolución, con el dominio consciente de determinado grupo de Devas actuando en aquellos, así como la visión clara de una parte específica del Propósito creador del Logos y el conocimiento de la parte que de Él, como Iniciado, puede tomar conscientemente en la realización de la misma en su vida personal.
Composición del Ashrama
Los Ashramas podrían ser descritos como “lugares en el tiempo”. Existen por la fuerza misma de la evolución. Esta descripción tan vaga de los Ashramas como “lugares en el tiempo” quiere indicar que no son lugares físicos. Pero, el hecho de que las experiencias en los mismos pueden ser recordadas, lo cual implica percepción, demuestra que aún dentro de los confines de lo que llamamos mundos subjetivos existe el tiempo, aunque en una dimensión desconocida para la mayor parte de la humanidad.
Un Ashrama se compone usualmente de un Maestro de la Jerarquía, de algún discípulo iniciado y de un grupo de discípulos menores en distintos grados que reciben entrenamiento espiritual y son preparados para la Iniciación. El Maestro ocupa el centro de esta congregación subjetiva y en tanto dura el período de enseñanza, existe una misteriosa relación telepática entre todos y cada uno de los componentes del Ashrama. Los mensajes se trasmiten de mente a mente, aunque existe lo que podemos llamar la Voz del Maestro y el oído atento de los discípulos. Esto parece un contrasentido, pero no lo es, si se tiene en cuenta que las “cosas” de los planos subjetivos son “objetivas” cuando se tiene el dominio de los mismos.
Tampoco puedo decirles cuál es exactamente la ubicación del Ashrama. Cuando se siente el llamado se va hacia “allí”. Este allí es un término muy nebuloso para la mente normal, pero no se puede dar una explicación racional de un lugar que no es un sitio concreto y definido. Se puede decir, que la llegada allí se realiza instantáneamente. No es tampoco un lugar de misterio si entendemos por ello algo inconcebible por el entendimiento respecto a las cosas que en este lugar ocurren. Hay, un cierto velo en lo que hace referencia a las verdades que allí se comunican. La mente del discípulo recibe todo cuanto puede recibir y aunque la Voz del Maestro habla para todos, cada cual recibe lo suyo. Esto libra del peligro de la indiscreción, pues “quien más recibe, más siente aumentar dentro de sí el poder de la responsabilidad”. Comprendan pues que sólo se puede decir aquello que es dado decir, lo cual es suficiente para estímulo espiritual de los aspirantes en el Sendero, capaces de recibir un entrenamiento parecido.
Dentro del Ashrama existe una noble y leal camaradería que trasciende en mucho los límites de la mejor de las amistades en la vida personal. Un interés común reúne a este grupo de servidores y una inmensa simpatía vincula sus corazones.
El Maestro ilustra siempre sobre un tema específico, aunque siempre en conexión con el Plan jerárquico y la manera específica de llevarlo a cabo desde el humilde lugar en que la vida ha situado al discípulo.
Una de las condiciones básicas de la enseñanza es la intensa “expectación” que se produce cada vez que habla el Maestro. Sin darse cuenta todas las facultades y capacidades de atención se abren al influjo de sus palabras. Raras veces se originan preguntas debido a que es la mente superior la que entra en juego en este sistema de enseñanza esotérica y de entrenamiento espiritual. Cuando éstas se formulan son siempre de interés general y es el propio Maestro quien nos induce a formularlas.
La entrada y admisión en un Ashrama y la participación en los misterios de luz que constituyen su vida, no es una prerrogativa de ciertos seres privilegiados, especialmente dotados para esta clase de actividad. Se puede asegurar honradamente que todos los seres humanos tienen el mismo derecho ante la Ley que rige el Ashrama. Sólo les es exigido a los candidatos una cosa: el deber de olvidarse de sí mismos en favor de los demás. Este deber tiene muchos grados de responsabilidad pero la guía más segura en el camino de este cumplimiento es el ejercicio constante de la buena voluntad. El desarrollo de esta buena voluntad en la acción debe colmar la medida de la pequeña personalidad y predisponer el ánimo para las cosas grandes y elevadas de la vida. Tal es en realidad el Sendero que recorrieron los sabios de todos los tiempos.
Aseguro que para pertenecer a un Ashrama no se precisan dotes especiales o cualidades específicas extraordinarias por encima de los seres corrientes, tales como poderes psíquicos, grandes capacidades intelectuales u ocupar un puesto relevante en la sociedad. Puede darse el caso de que en un miembro del Ashrama concurran algunos de estos factores, pero honradamente, no son esenciales.
La Ley que impera en un Ashrama es de carácter universal y se rige por principios claramente definidos de espiritual vinculación. Esto presupone un interés profundamente despierto por los grandes problemas mundiales y un afán sincero y genuino por tratar de resolverlos adecuadamente de acuerdo a las normas dictadas por la voluntad superior y según las oportunidades cíclicas, así como por el creciente desarrollo de ciertas facultades en la vida personal. Tal como dijo el Maestro en cierta ocasión: “la Jerarquía no mide el grado de CONOCIMIENTO de los candidatos, sino la pureza y firmeza de la INTENCIÓN espiritual. Aún admitiendo que el conocimiento es precioso y necesario por cuanto es a través del mismo que pueden ser trasmitidas oralmente las verdades captadas del mundo espiritual, siempre se tiene preferentemente en cuenta la intención o propósito superior, ya que es éste el que señala el grado de adaptación a la vida interna y su posible efectividad en las obras de servicio de la existencia externa.
Vicente Beltran Anglada
De vez en cuando, una ráfaga de percepción me permitía abarcar el conjunto formado por el Cristo, los dos maestros que apadrinaban al candidato y a éste en el centro del Triángulo formado por los Tres. Uno de los Maestros, el que se hallaba a mi derecha según el ángulo de mis percepciones, era mi Maestro, el Maestro de nuestro Ashrama, el otro, cuyo nombre no puedo revelar, ocupaba el lado izquierdo, siempre de acuerdo a la posición que yo ocupara en “aquel lugar en el tiempo”. Lo conocía muy bien por haber tenido el alto honor y la infinita oportunidad de haber establecido contacto con Él en mi propio Ashrama. Su porte más bien sencillo que majestuoso poseía sin embargo una dignidad inenarrable. En aquellos momentos, y debido a la extraordinaria “tensión” o “expectación” del Misterio universal que iba a ser revelado, el aura de ambos Maestros brillaba intensamente. Hubo un momento, sin embargo, conforme la ceremonia avanzaba en su desarrollo, que todo desapareció de mi vista.
El campo de mis percepciones había quedado sin perspectiva definida. La Luz se había adueñado de todo el “lugar” o recinto pero del fondo intensamente iluminado continuaba, destacándose la Luz de Cristo, que resplandecía de manera tal que la propia Luz del lugar quedaba como oscurecida. Pude ver en ciertos momentos recortándose muy definidamente de todo aquel océano de Luz, no su Faz resplandeciente, sino la inmaculada estrella de cinco puntas, el símbolo sagrado de Cristo, que representa la perfección del Hombre, la unión de los aspectos divinos de Voluntad e Inteligencia dentro de un Centro de Amor infinito, la fusión de los dos Sonidos creadores, o Mántrams sagrados, el doble OM y el triple AUM dentro del eterno marco de la evolución planetaria. Y sentí mi corazón profundamente sobrecogido por la inmensidad de aquel Misterio de Unión inenarrable.
La estrella de Cristo irradiaba una Luz que dejaba oscura la propia luz, magnificente sin embargo de aquel lugar sagrado donde se estaba realizando aquella trascendente ceremonia. Pude comprender entonces directamente y sin intermediarios, el significado exacto de aquellas frases esotéricas: “Dentro de la Luz verás la LUZ” y “Cristo, la LUZ del mundo”, perdidas antaño en el laberinto de las ecuaciones mentales. Y mi corazón resplandeció de gozo.
Hubo un momento cumbre durante el desarrollo de aquella experiencia iniciática en que la propia luz de Cristo palideció cuando una Luz todavía mayor “invadió” o se posesionó del lugar, llenando de un dinamismo indescriptible cada una de las partículas de luz que se estaban liberando a través del ritual mágico. Esta invasión de la potencia ígneo-eléctrica de Shamballa tuvo lugar inmediatamente que del corazón de la estrella del Cristo se elevó hacia el Altísimo la sustancia del Verbo solar en aquellas sacramentales palabras: “PADRE, ¿HAGO ESTO EN TU NOMBRE?”. La respuesta inmediata fue la aparición de un Círculo más luminoso que toda posible LUZ, puesto que irradiaba directamente del propio SANAT KUMARA, el Señor del Mundo.
A través de mi limitada percepción, contaminada todavía de muchas ráfagas de humanidad, el cuadro aparecía así ante mi vista: La estrella del Cristo de un brillo intensamente azulado en aquellos momentos, resplandecía indescriptiblemente dentro de un círculo de luz dorada, cuya intensidad, belleza y dinamismo están más allá de toda definición. Hubo otro momento, mientras la ceremonia se acercaba a su culminación, en que el dorado círculo desapareció de mi vista para adoptar la forma de una estrella de nueve puntas que irradiaba sobre la estrella del Cristo la extraordinaria potencia del fuego de Shamballa. Comprendí entonces el alcance universal de aquella afirmación esotérica, presente en el ánimo de todo verdadero discípulo, motivo de tantas y tan profundas reflexiones: “… A los Pies del Único Iniciador y viendo brillar Su Estrella”.
La estrella de Sanat Kumara, símbolo de Sus nueve perfecciones -tal como místicamente se menciona- derramando sobre la estrella del Cristo el terrible poder del Fuego Eléctrico, era la infalible e irrefutable prueba de que el candidato a la iniciación, nuestro hermano de grupo, había sido admitido dentro de los Misterios sagrados de la Gran Logia Blanca del Planeta.
Lo que sucedió después, escapa ya por completo a mi penetración interna, por cuanto era únicamente de la incumbencia o “sagrada interioridad” del propio Iniciado, quien convenientemente asistido por los dos Maestros que lo apadrinaban, estaba recibiendo a través del Cristo la potencia infinita de las energías implacablemente dinámicas del Señor del Mundo.
Esta transmisión de Fuerza se realizaba lógicamente por medio de los Cetros de Poder, una prolongación del “Dedo del Señor” -tal como podemos leer en los libros sagrados del Antiguo Comentario- y entrañaban para el Iniciado el Poder de la Eterna Resolución. Los Maestros que apadrinaban a nuestro hermano constituían, como en el caso de la electricidad corriente, los dos polos, positivo y negativo de la misma, en el centro de los cuales le era posible al recién iniciado mantener en equilibrio estable sus vehículos sutiles y recibir sin peligro la fuerza liberadora, aunque extremadamente peligrosa del Fuego eléctrico de la Deidad planetaria. Mientras tanto, un grupo especial de Devas protegían el cuerpo físico de nuestro hermano de grupo, sumido en profundo sueño “en el lugar previamente elegido por el maestro”.
(1) Aquél que empuña el Cetro de Poder, contenedor del Fuego eléctrico, en el momento de la Iniciación, que prepara por medio del ritual mágico los vehículos sutiles del candidato para esta experiencia. Es Aquél que le toma al nuevo iniciado el juramento inviolable de fidelidad a la Logia, que le transmite los secretos correspondientes al tipo específico de Iniciación conferida con ciertas palabras de Poder, o sonidos creadores, que le abren al Iniciado las Puertas de un nuevo y superior estado de conciencia, de un nuevo plano o subplano de evolución, con el dominio consciente de determinado grupo de Devas actuando en aquellos, así como la visión clara de una parte específica del Propósito creador del Logos y el conocimiento de la parte que de Él, como Iniciado, puede tomar conscientemente en la realización de la misma en su vida personal.
Composición del Ashrama
Los Ashramas podrían ser descritos como “lugares en el tiempo”. Existen por la fuerza misma de la evolución. Esta descripción tan vaga de los Ashramas como “lugares en el tiempo” quiere indicar que no son lugares físicos. Pero, el hecho de que las experiencias en los mismos pueden ser recordadas, lo cual implica percepción, demuestra que aún dentro de los confines de lo que llamamos mundos subjetivos existe el tiempo, aunque en una dimensión desconocida para la mayor parte de la humanidad.
Un Ashrama se compone usualmente de un Maestro de la Jerarquía, de algún discípulo iniciado y de un grupo de discípulos menores en distintos grados que reciben entrenamiento espiritual y son preparados para la Iniciación. El Maestro ocupa el centro de esta congregación subjetiva y en tanto dura el período de enseñanza, existe una misteriosa relación telepática entre todos y cada uno de los componentes del Ashrama. Los mensajes se trasmiten de mente a mente, aunque existe lo que podemos llamar la Voz del Maestro y el oído atento de los discípulos. Esto parece un contrasentido, pero no lo es, si se tiene en cuenta que las “cosas” de los planos subjetivos son “objetivas” cuando se tiene el dominio de los mismos.
Tampoco puedo decirles cuál es exactamente la ubicación del Ashrama. Cuando se siente el llamado se va hacia “allí”. Este allí es un término muy nebuloso para la mente normal, pero no se puede dar una explicación racional de un lugar que no es un sitio concreto y definido. Se puede decir, que la llegada allí se realiza instantáneamente. No es tampoco un lugar de misterio si entendemos por ello algo inconcebible por el entendimiento respecto a las cosas que en este lugar ocurren. Hay, un cierto velo en lo que hace referencia a las verdades que allí se comunican. La mente del discípulo recibe todo cuanto puede recibir y aunque la Voz del Maestro habla para todos, cada cual recibe lo suyo. Esto libra del peligro de la indiscreción, pues “quien más recibe, más siente aumentar dentro de sí el poder de la responsabilidad”. Comprendan pues que sólo se puede decir aquello que es dado decir, lo cual es suficiente para estímulo espiritual de los aspirantes en el Sendero, capaces de recibir un entrenamiento parecido.
Dentro del Ashrama existe una noble y leal camaradería que trasciende en mucho los límites de la mejor de las amistades en la vida personal. Un interés común reúne a este grupo de servidores y una inmensa simpatía vincula sus corazones.
El Maestro ilustra siempre sobre un tema específico, aunque siempre en conexión con el Plan jerárquico y la manera específica de llevarlo a cabo desde el humilde lugar en que la vida ha situado al discípulo.
Una de las condiciones básicas de la enseñanza es la intensa “expectación” que se produce cada vez que habla el Maestro. Sin darse cuenta todas las facultades y capacidades de atención se abren al influjo de sus palabras. Raras veces se originan preguntas debido a que es la mente superior la que entra en juego en este sistema de enseñanza esotérica y de entrenamiento espiritual. Cuando éstas se formulan son siempre de interés general y es el propio Maestro quien nos induce a formularlas.
La entrada y admisión en un Ashrama y la participación en los misterios de luz que constituyen su vida, no es una prerrogativa de ciertos seres privilegiados, especialmente dotados para esta clase de actividad. Se puede asegurar honradamente que todos los seres humanos tienen el mismo derecho ante la Ley que rige el Ashrama. Sólo les es exigido a los candidatos una cosa: el deber de olvidarse de sí mismos en favor de los demás. Este deber tiene muchos grados de responsabilidad pero la guía más segura en el camino de este cumplimiento es el ejercicio constante de la buena voluntad. El desarrollo de esta buena voluntad en la acción debe colmar la medida de la pequeña personalidad y predisponer el ánimo para las cosas grandes y elevadas de la vida. Tal es en realidad el Sendero que recorrieron los sabios de todos los tiempos.
Aseguro que para pertenecer a un Ashrama no se precisan dotes especiales o cualidades específicas extraordinarias por encima de los seres corrientes, tales como poderes psíquicos, grandes capacidades intelectuales u ocupar un puesto relevante en la sociedad. Puede darse el caso de que en un miembro del Ashrama concurran algunos de estos factores, pero honradamente, no son esenciales.
La Ley que impera en un Ashrama es de carácter universal y se rige por principios claramente definidos de espiritual vinculación. Esto presupone un interés profundamente despierto por los grandes problemas mundiales y un afán sincero y genuino por tratar de resolverlos adecuadamente de acuerdo a las normas dictadas por la voluntad superior y según las oportunidades cíclicas, así como por el creciente desarrollo de ciertas facultades en la vida personal. Tal como dijo el Maestro en cierta ocasión: “la Jerarquía no mide el grado de CONOCIMIENTO de los candidatos, sino la pureza y firmeza de la INTENCIÓN espiritual. Aún admitiendo que el conocimiento es precioso y necesario por cuanto es a través del mismo que pueden ser trasmitidas oralmente las verdades captadas del mundo espiritual, siempre se tiene preferentemente en cuenta la intención o propósito superior, ya que es éste el que señala el grado de adaptación a la vida interna y su posible efectividad en las obras de servicio de la existencia externa.
Vicente Beltran Anglada
http://www.trabajadoresdelaluz.com
30 de Agosto 2017