
Por Paramahansa Yogananda, de su
libro “El Yoga del Bhagavad Guita”
De Dios provenimos, y nuestro
destino final es retornar a Él. El fin y el medio para alcanzar esa meta es
el yoga, la ciencia eterna de la unión con Dios.
El capítulo inicial del Bhagavad
Guita sirve de introducción al sagrado discurso que le sigue. Su propósito, sin
embargo, no es simplemente situarnos en la escena y proveer un telón de
fondo que haya de leerse a la ligera, como un texto insustancial. Cuando
se lee como la alegoría que su autor, el gran sabio Vyasa, pretendió
exponer, este capítulo presenta los principios básicos de la ciencia del
yoga y describe las primeras contiendas espirituales del yogui que se
dispone a recorrer el sendero hacia kaivalya, la liberación, la unidad con
Dios —la meta del yoga—. Comprender las verdades que se hallan implícitas
en el primer capítulo significa emprender el viaje del yoga con un
itinerario claramente delineado.
Cómo emplear el poder de la
introspección para triunfar en la vida
Dhritarashtra dijo:
«En la sagrada llanura de
Kurukshetra (dharmakshetra kurukshetra), donde con ansias de lucha se han
congregado mi descendencia y los hijos de Panda, dime, ¡oh Sanjaya!, ¿qué
hicieron?».
El rey ciego Dhritarashtra (la
mente ciega) preguntó al veraz Sanjaya (la introspección imparcial):
«Cuando mi descendencia, los Kurus (las irreflexivas tendencias negativas
de la mente y de los sentidos), y los hijos del virtuoso Pandu (las
tendencias puras del discernimiento) se congregaron en el dharmakshetra
(sagrada llanura) de Kurukshetra (el terreno corporal de la actividad), con ansias
de luchar por conseguir la supremacía, ¿cuál fue el resultado?».
En sentido literal, Sanjaya
significa «completamente victorioso», «aquel que se ha conquistado a si
mismo». Sólo quien no está centrado en su ego tiene la capacidad de ver
con claridad y de modo imparcial. Por eso, en el Guita, Sanjaya personifica
la visión divina que mora en nuestro interior; para el devoto aspirante,
Sanjaya representa el poder del autoanálisis intuitivo e imparcial, la
introspeccíón discernidora. Es la capacidad de tomar distancia de uno
mismo, observarse sin prejuicios y juzgar con exactitud. Los pensamientos
pueden estar presentes sin que nos percatemos conscientemente de ello. La
introspección es aquel poder intuitivo mediante el cual la conciencia es
capaz de observar los pensamientos. No razona; más bien, siente —no con la
parcialidad de la emoción, sino con la claridad y la calma de la
intuición.
En el Mahabharata, del cual forma
parte el Bhagavad Guita, el gran rishi (sabio) Vyasa preludia el texto del
Guita otorgándole a Sanjaya el poder espiritual de ver a distancia lo que
está ocurriendo en la totalidad del campo de batalla, a fin de que pueda
relatárselo al rey ciego Dhritarashtra a medida que los acontecimientos se
desarrollan. Por ello, uno podria esperar que la pregunta que el rey formula en
la primera estrofa se encontrara en tiempo presente. El autor, Vyasa hace de
manera intencional que Sanjaya narre el diálogo del Guita en forma
retrospectiva y emplee el verbo en tiempo pasado (¿qué hicieron?), a fin de
indicar claramente a los estudiantes perceptivos que el Guita se refiere
sólo de modo incidental a una batalla histórica que tuvo lugar en la
llanura de Kurukshetra, al norte de la India. Lo que en realidad Vyasa
describe es primordialmente una batalla universal: la enconada contienda
que a diario se libra en la vida de cada ser humano.
La pregunta que con gran interés
formula el rey ciego Dhritarashtra, para solicitar del imparcial Sanjaya un
informe objetivo acerca del resultado de la batalla entre los Kurus y los
Pandavas (los hijos de Pandu) en Kurukshetra, es, metafóricamente
hablando, la pregunta que debe formularse el aspirante espiritual cuando
examina día tras día los sucesos de su justa batalla en la que espera
alcanzar la victoria de la realización del Ser, la unidad con Dios. Por
medio de la introspección sincera, analiza sus acciones y evalúa el
poderío de los ejércitos en pugna, constituidos por sus buenas y malas
tendencias: el autocontrol frente a la indulgencia sensorial; la inteligencia
discernidora en contraposición a las inclinaciones mentales sensoriales;
la resolución espiritual de meditar confrontada con la resistencia mental
y la inquietud física; y la divina conciencia del alma en oposición a la
ignorancia y la atracción magnética de la naturaleza inferior del ego.
El campo de batalla espiritual se
encuentra en el cuerpo y la mente humanos
El campo de batalla en que se
enfrentan esas fuerzas es Kurukshetra (Kuru, de la raiz sánscrita kri,
«trabajo, actividad material»; y ksetra, «campo»). Este «campo de acción»
es el cuerpo humano con sus correspondientes facultades físicas, mentales y
espirituales; es el terreno donde se desarrollan todas las actividades de
la vida. En esta estrofa del Guita se alude a dicho terreno como «Dharmakshetra»
(llanura o campo sagrado, pues dharma significa rectitud, virtud,
santidad), porque éste es el lugar donde se libra la justa batalla entre
las virtudes de la inteligencia discernidora del alma (los hijos de Pandu) y
las acciones innobles y descontroladas de la mente ciega (los Kurus, la
descendencia del rey ciego Dhritarashtra).
El Dharmakshetra Kurukshetra se
refiere también a los deberes y acciones religiosos y espirituales (aquellos que
el yogui desarrolla en la meditación) en contraposición con las responsabilidades
y actividades mundanas. Por consiguiente, en esta interpretación metafísica más
profunda, el Dharmakshetra Kurukshetra representa el campo corporal
interior en el que tiene lugar la actividad espiritual de la meditación
yóguica para alcanzar la realización del Ser: la llanura del eje cerebroespinal
con sus siete centros sutiles de vida y de conciencia divina.
La conciencia material frente a
la conciencia espiritual
Existen dos fuerzas o polos
magnéticos opuestos que rivalizan en este campo: la inteligencia
discernidora (buddhi) y la mente ligada a la conciencia sensorial (manas).
Buddhi, el
intelecto discernidor puro, está representado alegóricamente por
Pandu, esposo de Kunti (madre de Arjuna y de los demás príncipes pandavas, que
defienden los rectos principios de nivritti, la renuncia a la
mundanalidad). El nombre de Pandu deriva de pand, «blanco»: una referencia
metafórica a la claridad del intelecto discernidor puro.
Manas se encuentra representado
alegóricamente por el rey ciego Dhritarashtra, padre de los cien Kurus o
impresiones y tendencias sensoriales, la totalidad de las cuales se
inclina hacia pravritti, el goce mundano.
La capacidad que posee buddhi
para discernir correctamente la obtiene de la supraconciencia del alma que se
manifiesta en los asientos causales de la conciencia situados en los centros
espirituales del cerebro y de la espina dorsal. Manas, la mente sensorial
—el polo magnético sutil orientado hacia el exterior; en dirección al
mundo de la materia- se encuentra ubicada en el puente de Varolio, el cual,
desde el punto de vista fisiológico, se halla en todo momento ocupado en
la coordinación de los sentidos.
(El puente de Varolio o
protuberancia anular es una porción del tronco encefálico; se
encuentra situado por encima del bulbo raquideo y centrado por debajo de
los dos hemisferios cerebrales, y conecta el cerebro, el cerebelo y la
médula. Sus dimensiones son pequeñas (aproximadamente 2,5 x 2,5 x 3.8 Cm)
y por su interior pasan las vías ascendentes sensitivas y descendentes motoras
que conectan el cerebro con el resto del cuerpo.
Éstas vías atraviesan una densa red de neuronas. llamada
“formación reticular” cuya función es activar el resto del cerebro y regular
el ciclo circadiano de sueño y vigilia. El puente de Varolio contiene una
estructura especial. el locus coeruleus (lugar azul): un pequeño y
comprimido racimo de células que contienen norepinefrina, una
sustancia química cuya función es estimular la movilización que
prepara el cuerpo para la acción. Esta estructura participa en los
procesos de despertar, soñar, dormir y en la variacón de los estados de animo.)
De este modo, la inteligencia
inherente a buddhi atrae la conciencia hacia la verdad o las realidades
eternas, la conciencia del alma o la realización del Ser. Manas (la mente
sensorial) aleja de la verdad a la conciencia y la mantiene ocupada en las
actividades sensoriales externas del cuerpo y, por consiguiente, inmersa
en el mundo de las relatividades ilusorias, o maya.
El nombre de Dhritarashtra deriva
de dhrta, «sostenido, apoyado, firmemente sujeto (por las riendas)» y
rastra, «reino», derivado de raj, “gobernar”. Por inferencia, obtenemos el
significado simbólico, dhrtam rashtram yena, «aquel que sostiene el reino
(de los sentidos)» o «aquel que gobierna sosteniendo con firmeza las
riendas (de los sentidos)».
La mente (manas o conciencia
sensorial) coordina los sentidos del mismo modo en que las riendas
mantienen unidos a los diferentes corceles de un carruaje. El cuerpo es el
carruaje; el alma es el amo del carruaje; la inteligencia es el conductor; y
los sentidos son los corceles. Se dice que la mente es ciega porque no
puede ver sin el auxilio de los sentidos y de la inteligencia. Las riendas
del carruaje reciben y transmiten los impulsos provenientes de los corceles
y de la dirección indicada por el conductor. De manera similar, la mente
ciega por sí sola no reconoce ni ejerce dirección alguna, sino que simplemente
recoge las impresiones de los sentidos y transmite las conclusiones e
instrucciones provenientes de la inteligencia.
Si la inteligencia está gobernada
por buddhi, el poder del discernimiento puro, los sentidos se encuentran bajo
control; si, por el contrario, la inteligencia está gobernada por los
deseos materiales, los sentidos se comportan de manera turbulenta y
descontrolada […J y caen en costumbres perniciosas y hábitos autodestructivos.
El devoto que avanza en pos de la
realización del Ser debe contar con un cuerpo saludable, sentidos educados
mediante el autocontrol que se comporten de manera correcta, unas riendas
mentales fuertes para sujetarlos y una aguda inteligencia discernidora para
guiarlos. El carruaje corporal puede, entonces, avanzar hacia su meta a través
del recto y angosto sendero de la acción correcta.
El hombre mundano que posee un
cuerpo vulnerable, escaso discernimiento y facultades mentales débiles, y que
permite que sus vigorosos impulsos vaguen descontrolados a su propio
arbitrio por los ásperos caminos de la vida, con toda certeza deberá enfrentar
un desastroso destino marcado por una salud quebrantada y fracasos
materiales. […]
El devoto es consciente de que el
objetivo más importante de la vida es alcanzar la meta de la realización
del Ser: conocer, a través de la meditación, su verdadera naturaleza como
alma y su unidad con el Espíritu eternamente bienaventurado. A fin de no
verse asediado por las caídas en las zanjas del sufrimiento físico, mental
y espiritual, aprende también a desarrollar la inteligencia discernidora,
facultades de percepción claras y armoniosas, sentidos provistos de
autocontrol y un cuerpo dotado de salud y vitalidad, para que todos ellos
estén al servicio del alma.
Es preciso tomar partido en la
lucha entre
el bien y el mal
Desde el momento de la concepción
hasta que exhala el último aliento, el ser humano debe librar, en cada
encarnación, incontables batallas —biológicas, hereditarias, bacteriológicas,
fisiológicas, climáticas, sociales, éticas, políticas, sociológicas,
psicológicas y metafísicas—, es decir, toda clase de conflictos internos y
externos. En cada enfrentamiento se encuentran las fuerzas del bien y del mal
compitiendo para lograr el triunfo (El bien es aquello que expresa la verdad y
la virtud y atrae la conciencia hacia Dios; el “mal” es la ignorancia y la
ilusión u engaño, aquello que aleja de Dios la conciencia del devoto).
Lo que el Guita se propone es que
el ser humano alinee los esfuerzos del lado de dharma, la rectitud. La
meta final es la realización del Ser: percibir que el verdadero Ser del
hombre, el alma, por haber sido creada a imagen de Dios, es una con la
siempre existente, siempre consciente y eternamente renovada
bienaventuranza del Espíritu.
La primera contienda en la que
toma parte el alma cada vez que se encarna es aquella que la enfrenta a
otras almas que también desean reencarnar. Durante la unión del espermatozoide
y el óvulo que da comienzo a la formación de un nuevo cuerpo humano, se
produce un destello de luz en el mundo astral, el hogar celestial en que
habitan las almas entre una y otra encarnación. Esa luz transmite un
patrón que atrae a un alma según su karma —las influencias creadas por uno
mismo como resultado de las acciones de vidas pasadas—. En cada
encarnación, el karma se expresa en parte a través de las tendencias
hereditarias; el alma del futuro bebé es atraída hacia una familia en la
cual la herencia concuerda con el pasado karma de éste. Muchas almas
pugnan por entrar en esa nueva célula viviente, pero sólo una lo logra. (En el caso
de la concepción múltiple, se halla presente más de una célula
primordial).
Cuando se encuentra en el vientre
de la madre, el bebé nonato lucha contra las enfermedades, la oscuridad y
los periódicos sentimientos de limitación y frustración que le invaden a
medida que la conciencia de su alma recuerda y luego gradualmente olvida
la mayor libertad de expresión que disfrutaba durante la permanencia en el
mundo astral. El alma encerrada dentro del embrión debe, ademas, luchar
contra el karma, el cual influye —para bien o para mal- sobre la formación
del cuerpo en el que ahora reside. A esto se le debe sumar el conflicto con
las influencias vibratorias que le llegan desde fuera: el entorno y las
acciones de la madre, las sensaciones y sonidos procedentes del exterior,
las vibraciones de amor y de odio, de calma y de ira.
A partir del nacimiento, el
instinto del bebé por lograr el bienestar y la supervivencia lucha contra
la relativa impotencia de su inmaduro instrumento corporal.
El niño inicia su primera batalla
consciente cuando debe optar entre el deseo de jugar sin un propósito fijo
y el deseo de aprender, estudiar y seguir algún tipo de educación
sistemática. De manera gradual, se le presentan batallas de índole más
seria, que le vienen impuestas, desde el interior, por los instintos
kármicos o, desde fuera, por las malas compañías y el entorno.
El joven se ve repentinamente
enfrentado a una multitud de problemas para los cuales, a menudo, no está
preparado: las tentaciones del sexo, de la guía y
la falsedad, de obtener dinero por medios fáciles pero cuestionables,
las presiones de las compañias que frecuente y las influencias sociales Por lo
general, descubre que no cuenta con la espada de la sabiduría para que le
ayude a hacer frente a los ejércitos invasores de las experiencias
mundanas.
El adulto que vive sin cultivar
ni utilizar los poderes innatos de la sabiduría y del discernimiento
espiritual descubre inexorablemente que el reino de su cuerpo y de su
mente se halla asolado por los elementos insurgentes de los erróneos
deseos causantes de sufrimiento, los hábitos destructivos, el fracaso, la
ignorancia, la enfermedad y la infelicidad.
Hay pocas personas que sean
siquiera conscientes de que en su reino existe un permanente estado de
conflicto. Por lo general, sólo cuando la devastación es casi completa, los
seres humanos se dan cuenta, desvalidos, del triste y ruinoso estado en
que se encuentran sus vidas. Es preciso iniciar cada día una
nueva batalla psicológica en pos de la salud, la prosperidad, el autocontrol
y la sabiduría a fin de que el hombre avance hacia la victoria y recupere, de
ese modo, cada centímetro del territorio perteneciente al alma que ha sido
ocupado por las fuerzas rebeldes de la ignorancia.
El yogui —el hombre cuya
conciencia está despertando- no sólo ha de hacer frente a las mismas
batallas externas que libran todos los seres humanos, sino que además debe
afrontar el choque interno entre las fuerzas negativas de la inquietud
[que nacen de manas, la conciencia sensorial) y el poder positivo de sus
deseos y esfuerzos por meditar (que reciben el apoyo de buddhi, la
inteligencia discernidora) cuando trata de establecerse nuevamente en el
reino espiritual interior del alma —en los sutiles centros de vida y
conciencia divina situados en la espina dorsal y el cerebro.
Por lo tanto, el Guita señala en
su primera estrofa la necesidad fundamental de que el hombre practique cada
noche la introspección, para que le sea posible discernir claramente qué
fuerza —la del bien o la del mal- ha ganado la batalla cotidiana. A fin de
vivir en armonía con el plan divino, el ser humano debe formularse cada
noche esta pregunta que siempre resulta pertinente: «Reunidas en el campo
sagrado del cuerpo —el lugar de las buenas y malas acciones—, ¿qué hicieron
mis tendencias rivales? ¿Qué facción obtuvo hoy la victoria en la
incesante lucha? Vamos, dime, ¿qué hicieron las tendencias erróneas,
tentadoras y malignas, y las fuerzas antagónicas de la autodisciplina y el
discernimiento?».
Después de practicar la
meditación de manera concentrada, el yogui siempre le pregunta a su
capacidad de introspección: «Congregadas en la región de la conciencia del
eje cerebroespinal y en el campo de la actividad sensorial del cuerpo, con
ansias de combatir, ¿qué hicieron las facultades sensoriales de la mente, que
tienden a arrastrar la conciencia hacia el exterior, y qué hicieron los
hijos de las tendencias del discernimiento del alma, que intentan
recuperar el reino interior? ¿Quién ha triunfado en el día de hoy?».
El individuo común y corriente,
como asediado guerrero cubierto con las cicatrices resultantes de las
batallas libradas, se halla muy familiarizado con la lucha. No obstante,
en numerosas ocasiones, su entrenamiento fortuito es incapaz de brindarle
una comprensión completa de la naturaleza del campo de batalla y de los
principios científicos que se hallan tras los ataques de las fuerzas contrarias.
Tal conocimiento podría lograr que se multiplicasen sus victorias y
disminuyeran sus desconcertantes derrotas.
El alma contra el ego
En la narración histórica acerca
del motivo de la guerra de Kurukshetra, se relata que los nobles hiios de Pandu
gobernaron virtuosamente su propio reino hasta que el rey Duryodhana, el
malvado gobernante qua era hijo del rey ciego Dhritarashtra, despojó astutamente
a los Pandavas de su reino y los condenó al exilio. (El rey
ciego Dhritarashtra tenía cien hijos. […] el mayor, Duryodhana,
representa el Deseo Material «El primogénito, aquel que ejerce poder sobre
las demas inclinaciones del reino corporal y es famoso por las guerras y causas
malvadas. La derivación metafórica de Duryodhana es duh-yudham yah sah
“aquel que es dificil de contrarrestar en todo sentido”. El nombre
mismo proviene del sánscrito dur “dificil”, y yudh «combatir». El deseo material
es extremadamente poderoso, por ser el rey y el lider de todos los goces
mundanos, así como el causante y perpetrador de la batalla contra la justa
reclamación del alma sobre su reino corporal.)
En un sentido simbólico, el
reino del cuerpo y de la mente le pertenece, por derecho, al rey Alma y a sus
nobles úbditos, las tendencias virtuosas. Sin embargo, el rey Ego y sus
parientes, las innobles tendencias negativas, usurpan arteramente el
trono. Cuando el rey Alma se yergue para reclamar su territorio, el cuerpo
y la mente se transforman en un campo de batalla. (En este párrafo los
epitetos “Rey Alma” y “Rey Ego” se emplean en el sentido mas amplio de su
significado y no necesariamente para referirse a su uso específico en la alegoría
del Guita, en la que Krishna es el alma y Bhishma es el ego.)
La esencia del Guita es mostrar
cómo el rey Alma gobierna su reino corporal, lo pierde y lo conquista de
nuevo.
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La manera en que están
organizados el cuerpo y la mente del ser humano revela, a través de su
detallada perfección, la presencia de un plan divino. «¿No sabéis que sois
templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?». El Espiritu
de Dios —el reflejo de Dios en el hombre- es el alma.
El alma ingresa en la materia
como una chispa de Vida y conciencia omnipotente que se aloja en el
interior del núcleo formado por la unión del espermatozoide y el óvulo. Al
desarrollarse el cuerpo, este primer «asiento de la Vida» permanece en el
bulbo raquideo, el cual se considera, por consiguiente, el portal de Vida
a través del cual el rey Alma hace su entrada triunfal en el reino del
cuerpo. […]
Las facultades o instrumentos
creativos del alma son de naturaleza astral y causal. […] . Los
centros de vida y conciencia a partir de los cuales operan estos poderes son
el cerebro astral (o «loto de mil pétalos» de luz) y el eje astral
cerebroespinal (o sushumna), que contiene los seis chakras o centros
sutiles.
(En el cuerpo humano, el alma se
halla encerrada en tres cuerpos: el cuerpo fisico, el cuerpo astral de luz y
energía vital, y el cuerpo causal de conciencia (llamado así porque es el
causante de los otros dos cuerpos). Los poderes sutiles del cuerpo astral son
los que construyen, mantienen y dan vida a la densa forma física, y son
los siguientes: la inteligencia “buddhi”, el ego (ahamkara), el sentimiento
(chitta), la mente (manas, la conciencia sensorial), los cinco instrumentos del
conocimiento, los cinco instrumentos de la acción y los cinco instrumentos del
prana.)
****************
Las fuerzas de la mente menos
refinadas se manifiestan en las estructuras más burdas del cuerpo; en cambio,
las sutiles fuerzas del alma —la conciencia, la inteligencia, la voluntad,
el sentimiento— precisan del bulbo raquídeo y de los delicados tejidos del
cerebro para habitar allí y manifestarse a través de ellos.
En términos simples, las cámaras
interiores del palacio del rey Alma se hallan ubicadas en los centros
sutiles de la supraconciencia, la Conciencia de Cristo o de Krishna (Kutastha
Chaitanya o Conciencia Universal) y la Conciencia Cósmica. Estos centros
se encuentran, respectivamente, en el bulbo raquídeo, en la porción
frontal del cerebro a nivel del entrecejo (asiento del ojo único u ojo
espiritual) y en la parte superior del cerebro (el trono del alma, en el
«loto de mil pétalos»). En dichos estados de conciencia, el rey Alma gobierna
con supremacía como la imagen pura de Dios en el hombre.
Por el contrario, cuando el alma
desciende a la conciencia corporal, permanece bajo la influencia de maya
(la ilusión cósmica) y de avidya (la ilusión o ignorancia del individuo,
la cual crea la conciencia del ego). […] El alma, en el papel del
ego, se atribuye a sí misma todas las limitaciones y restricciones del
cuerpo. Una vez que ha aceptado tal identificación, ya no puede expresar su
omnipresencia, omnisciencia y omnipotencia. Imagina que se halla sometida a las
limitaciones —al igual que un acaudalado príncipe que, al vagar por los
vecindarios pobres en estado de amnesia, podría imaginar que es pobre—. En
ese estado de ilusión, el rey Ego toma el control del reino corporal.
La conciencia del alma puede
decir, junto con el Cristo que se hallaba despierto en Jesús, «El Padre y
yo somos uno». La engañada conciencia del ego dice: «Soy el cuerpo; éstos
son mis familiares, éste es mi nombre, éstas son mis posesiones» Aun
cuando el ego cree que gobierna, en realidad es un prisionero del cuerpo y de la
mente, que a su vez son títeres de las sutiles maquinaciones de la
Naturaleza Cósmica. […] El ser humano medio es consciente tan
sólo de su cuerpo, de su mente y de las conexiones externas de ambos.
Permanece hipnotizado por las ilusiones del mundo (expresadas de muy
diversas maneras tanto en la literatura antigua como en la actual), las
cuales refuerzan su tácita suposición de que es una criatura mortal y limitada.
*******************
Las regiones físicas del reino
corporal que están bajo el dominio del rey Ego se hallan con frecuencia
desvitalizadas y en estado ¡nsalubre a causa de las epidemias y el
envejecimiento prematuro que se propagan por el reino. […] La ciudadanía
de pensamientos, voluntad y sentimientos permanece sumida en la negatividad,
las limitaciones, el hastío y la desdicha; los inteligentes trabajadores de las
células y de las unidades atómicas y subatómicas de vida se tornan
desorganizados, ineficientes y endebles. […] Se transgreden todas las
leyes que podrían conducir al bienestar de los ciudadanos mentales y celulares
del reino humano. Éste se ha convertido en un territorio en el que impera
la oscuridad, en un lugar plagado de temor, incertidumbre y sufrimientos,
los cuales neutralizan cada breve instante de placer.
*****************
[En] el reino corporal gobernado
por el rey Alma […], la ciudadanía de pensamientos, voluntad y
sentimientos es sabia, constructiva, pacífica y feliz. La multitud de
trabajadores conscientes e inteligentes constituida por células,
moléculas, átomos, electrones y unidades de chispas vitales creativas
(vitatrones o prana) esta llena de vitalidad, es armoniosa y
eficiente. […] Todas las leyes que conciernen a la salud, la
eficiencia mental y la educación espiritual de los pensamientos, de la
voluntad, de los sentimientos y de los inteligentes habitantes celulares del
reino corporal se cumplen bajo la guía suprema de
la sabiduría. Como resultado de ello, la felicidad, la salud, la
prosperidad, la paz, el discernimiento, la eficiencia y la guía intuitiva
prevalecen en todo el reino corporal, ¡un reino de pureza, colmado de luz
y bienaventuranza!
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El cuerpo y la mente humanos son
verdaderos campos de batalla en los que se entabla la guerra entre la
sabiduría y la fuerza ilusoria consciente que se manifiesta como avidya, la
ignorancia. Todo aspirante espiritual que tenga el propósito de establecer en
su interior el gobierno del rey Alma debe derrotar a las fuerzas
insurgentes del rey Ego y sus poderosos aliados.
Patricia Aballay
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04 de noviembre 2016