Seth - El poder no implica básicamente una superioridad sobre otro.

La mayoría de los delincuentes, tanto dentro como fuera de la prisión, comparten una sensación de impotencia y de resentimiento. Por tanto, tratan de demostrarse que son en verdad muy fuertes, para lo cual recurren a actos antisociales que a menudo implican violencia.
Desean ser fuertes, pero creen que carecen de poder personal. Los han condicionado, y se han condicionado ellos mismos, para creer que deben luchar para conseguir algo de provecho. La agresión se convierte en un modo de supervivencia. Creen tanto en el poder de los demás y en su propia impotencia que se ven forzados a cometer acciones agresivas casi como medidas "preventivas" contra una violencia aún mayor de la que creen que serán víctimas.

Se sienten aislados y solos, no queridos, llenos de una rabia que suele expresarse constantemente a través de una serie continuada de delitos menores. Esto es así tanto si se cometen delitos graves como si no; por tanto, la simple expresión de agresión sin comprensión no sirve de nada.

En el caso de los delincuentes y sus sistemas de creencias, la agresión asume un valor positivo, pues es una condición para la supervivencia. Muchas otras características que podrían mitigar este comportamiento se minimizan, y "pueden" verse como peligrosas. Creen...

(Empezó a sonar el teléfono.)
Haz lo que quieras.

Respondí a la llamada mientras Jane salía del trance. Era para ella, de una amiga que vive en Nueva York. No seguimos con la sesión, que fue una de las más cortas que tengo registradas.

Aisláis a los delincuentes en un entorno que no les ofrece ningún tipo de compensación. Todo el sistema de prisiones -con barrotes incluidos- es un recordatorio constante para el preso de cuál es su situación, y eso refuerza su dificultad original.

Se los priva de toda vida normal hogareña y, a la vez que se fuerza una concentración general en su problema, se les reducen al mínimo todos los otros estímulos. A su modo, los vigilantes y funcionarios de prisiones comparten las creencias de sus prisioneros, lo cual refuerza la idea de fuerza y poder en ambos bandos, y hace que cada uno vea al otro como enemigo.

Los guardias están seguros de que los encarcelados son la lacra de la humanidad y que deben mantenerlos a raya a toda costa. Ambas partes aceptan el concepto de agresión y violencia humanas como método de supervivencia. La energía de los prisioneros se emplea en tareas a menudo aburridas y carentes de interés, si bien algunos centros tratan de proporcionarles algún tipo de formación profesional.

No obstante, tanto los prisioneros como los funcionarios dan por sentado que la mayor parte de esas personas entre rejas reincidirán una y otra vez. Los encerrados proyectan sus problemas personales en la sociedad, y la sociedad les devuelve el «favor». De la misma manera, es habitual que las personas crean que ciertas características son animales o malvadas, y traten de aislar esas partes de otros campos de su actividad, lo cual afecta al poder o a su falta, y a las actitudes relacionadas con él.

Recordad a Augusto, a quien mencionamos anteriormente en este libro. Augusto se sentía "impotente", pues veía el poder en función de la agresión y la violencia, así que aisló esa parte de sí mismo y la proyectó en un «segundo ser». Sólo cuando este segundo ser entraba en funcionamiento, desplegaba todo su poder. Al creer que la agresividad y el poder eran una sola cosa, la fuerza para actuar equivalía a la fuerza para ser agresivo. Y la agresión se equiparaba a la violencia.

Pues bien, en cierto modo ésa fue una transferencia de un problema realizada de una forma excepcional. La necesidad de actuar y de asumir el control de la acción es algo de máxima importancia en los seres conscientes, así que Augusto creó para sí una posición de poder desde la cual "podía" funcionar al menos durante un tiempo. Pero tenía que fingir amnesia para ocultarse a sí mismo ese mecanismo. Cuando el poder se equipara a la violencia, se cree que aquél es necesario para regular la agresión normal en la conducta; y, como el poder se considera violento, en cierta medida se siente miedo a actuar. La bondad se considera equivalente a la falta de poder, y se equiparan maldad y poder. Al no querer enfrentarse a ese «mal» en sí mismo, se lo dirige hacia afuera y se transfiere a otro campo.

Como sociedad, tal vez se proyecte hacia los delincuentes, como nación hacia un país extranjero. Como individuos quizá lo hagáis hacia un jefe, un sindicato, o cualquier otro sector de la sociedad. Sea cual sea el área que elijáis, os sentiréis relativamente débiles en comparación con la fuerza que habéis proyectado hacia afuera. Así pues, hacéis frente a vuestro propio poder denegado cada vez que os encontráis en una situación en la que os sentís débiles ante alguien o algo que os asusta.

El poder no implica básicamente una superioridad "sobre otro". Existe el poder del amor, por ejemplo, y el poder de amar. Ambos implican una acción y vitalidad enormes, y un impulso agresivo que no tiene nada que ver con la violencia. Pero muchas personas padecen síntomas físicos o sufren situaciones desagradables porque tienen miedo de utilizar su propio "poder de acción", y equiparan el poder con la agresión en el sentido de violencia.

Estos sentimientos despiertan culpas artificiales. La persona que defiende a capa y espada la pena de muerte cree que "él mismo" debería realmente ser condenado a muerte, para pagar por la gran agresión (violencia) que tiene dentro de él y no se atreve a expresar.

El delincuente o asesino que es ejecutado muere por el «mal» que hay dentro de cada miembro de su sociedad, y se produce una transferencia mágica.

El amor se ve impulsado por todos los elementos de la agresión natural, y es muy poderoso; pero, como habéis trazado esas divisiones entre el bien y el mal, el amor parece ser débil y la violencia fuerte. Esto queda reflejado en muchos niveles de vuestra actividad. El «demonio» se convierte en una figura poderosa del mal, por ejemplo, y el odio se ve como algo mucho más "eficiente" que el amor. A los hombres les enseñan a personificar la agresividad con todas esas actitudes antisociales que no puede manifestar normalmente. La mente criminal las expresa por él; de ahí las actitudes ambiguas por parte de la sociedad, que muchas veces idealiza a los renegados.

El detective y el delincuente llevan distintas versiones de la misma máscara. En consonancia con estas ideas, practicáis la segregación y aisláis a los enfermos como seres impotentes, encerráis juntos a los delincuentes, y confináis a los viejos en instituciones o en guetos culturales con los de su clase. En todos estos casos hay una transferencia de problemas personales, y agrupaciones de creencias.

El elemento criminal representa las propias agresiones temidas y no afrontadas. Cada individuo encubre estos temores, y a quienes los expresan socialmente se los encierra en prisión. Así como el encarcelamiento forzado de hombres violentos conduce a menudo a motines, el encubrimiento personal de la agresión normal suele producir motines psicológicos y estallidos de síntomas físicos.

En todos estos casos, se realizan pocos esfuerzos para comprender los problemas básicos subyacentes, y la segregación social hace acumular la presión, por decirlo así, de modo que los que albergan creencias similares se ven inmersos en situaciones que sólo perpetúan las causas básicas.

Sin saberlo, los enfermos suelen ceder a los médicos su poder para actuar de una forma sana. Los médicos aceptan esta cesión pues comparten el mismo sistema de creencias, de modo que obviamente la profesión médica necesita tanto a los pacientes como los enfermos necesitan los hospitales. Vuestra sociedad no comprende la naturaleza de la agresión normal, y la considera violenta. Las prisiones y los organismos de aplicación de la ley necesitan delincuentes de la misma forma que los delincuentes los necesitan a ellos, ya que operan dentro del mismo sistema de creencias. Ambas partes aceptan la violencia como método de conducta y supervivencia. Si no comprendéis que sois vosotros los que creáis vuestra propia realidad, quizás atribuyáis todos los buenos resultados a un dios personificado, y necesitéis la existencia de un demonio para explicar la realidad indeseable. De este modo, en la sociedad occidental las iglesias necesitan tanto a un demonio como a un dios.

La agresión natural es sencillamente el poder de actuar.

Vuestra actitud respecto a estas cuestiones os dirá mucho acerca de vosotros mismos e influirá en vuestra realidad personal.

Si equiparáis el poder a la juventud, aislaréis a los ancianos, les transferiréis vuestra "impotencia" rechazada, y os parecerán una amenaza a vuestro bienestar. Si creéis que la violencia es poder, castigaréis a los delincuentes con una actitud vengadora, pues entenderéis la vida como una "lucha de poder" y os concentraréis en los actos de violencia sobre los que leéis. Así atraeréis estos aspectos a vuestra vida personal y os enfrentaréis a la violencia, lo cual reforzará vuestras convicciones. Si aceptáis la idea básica de que el mal es más poderoso que el bien, vuestras buenas acciones no fructificarán debido al marco de referencia de vuestras creencias; puesto que creéis que esas acciones tienen muy poco poder.

Hay muchas creencias secundarias relacionadas con estas convicciones. Todas ellas pueden funcionar de tal forma que no os permitís usar vuestras facultades, lo cual hace que proyectéis esas creencias al exterior hacia otros. Si aceptáis la idea de que el conocimiento es «malo», por ejemplo, de acuerdo con esta creencia veréis que todo esfuerzo por aprender es inútil u os causa malestar. No confiaréis en ningún conocimiento que adquiráis con facilidad pues creeréis que tenéis que "pagar" por la consecución de sabiduría. Las interpretaciones literales de la Biblia conducen normalmente a estas conclusiones, de modo que la persecución del conocimiento, que constituye un impulso biológico innato, se convierte en una actividad prohibida.

Debéis entonces proyectar la sabiduría hacia los demás y rechazarla para vosotros, si no queréis afrontar un dilema sobre vuestro valor personal.

A lo largo de los siglos los monjes, sacerdotes y organizaciones religiosas se han separado del resto de la humanidad. Se los ha honrado y temido, amado y odiado. Se han envidiado sus conocimientos, y a la vez se los ha conservado con un respeto supersticioso.

Se respeta al practicante de vudú y el sanador, al doctor brujo y el sacerdote, pero también inspiran cierto terror por su conocimiento y poder. El hombre que cura y el hombre que maldice representan para muchas personas el poder del conocimiento. Quienes sostienen ideas fundamentalistas ven el poder religioso como algo aterrador. La agresión normal, considerada como algo malo, es arrinconada dentro del ser, y también se la ve "fuera" por todas partes.

Algunas personas hacen divisiones artificiales en su vida, de modo que consideran seguro actuar en ciertos campos pero peligroso en otros. Si creéis que la riqueza es algo perverso, por ejemplo, no os permitiréis desarrollar ninguna facultad que pueda reportaros riqueza, e inhibiréis talentos que de por sí consideráis buenos simplemente porque podrían procuraros éxito económico.

Así pues, vuestras creencias son sumamente importantes por la forma en que tratáis el poder de acción personal.

La utilización de vuestra energía personal os lleva a una relación íntima con vuestra fuente de poder. La curación implica un gran impulso natural agresivo de energía, crecimiento, y el foco de la vitalidad. Cuanto más "impotentes" os sintáis, menos "capaces" seréis de utilizar vuestras facultades curativas. Os veréis forzados a proyectarlas hacia afuera en un médico, un sanador o un agente externo. Si vuestra "creencia" en el médico «funciona» y los síntomas desaparecen, hayáis alivio físico, pero ello daña más vuestra fe en vosotros mismos. Si no realizáis ningún esfuerzo eficaz para afrontar vuestros problemas, los síntomas simplemente reaparecerán de otro modo, y se iniciará el mismo proceso. Tal vez acabéis perdiendo la fe en vuestro médico pero no en el estamento médico en general, y vayáis de una consulta a otra.

Pero el cuerpo posee su propia integridad, y la enfermedad suele ser una señal natural de desequilibrio, un mensaje físico que debéis escuchar para luego hacer los ajustes necesarios.

Cuando estos ajustes se realizan siempre desde el exterior, se pone en peligro la coherencia innata del cuerpo, y se perturba su relación íntima con la mente. Además, se adormecen sus poderes naturales de sanación. El desencadenante de las reacciones innatas que debieran ser los estímulos internos, pasan a serlos medios «externos».

La fe del individuo se transfiere cada vez más a un agente externo. Esto impide que haya un diálogo interno de autocuestionamiento, y la autocuración que podría tener lugar se produce por la "creencia" en otro.

Me refiero principalmente a la cultura occidental. En otras civilizaciones, y especialmente en lo que consideráis el pasado, el médico brujo operaba dentro de un contexto natural que todos aceptaban, y aunque incitaba a las fuerzas naturales "en nombre" de su paciente, que momentáneamente era incapaz de hacerlo por sí mismo, lo devolvía a su fuente de origen y revivía en él su sentido del poder. Cuando una persona se siente impotente, acaba por morir.

El punto de poder está en el presente, cuando vuestro ser no físico se funde con la realidad corporal. El simple reconocimiento de este hecho puede revitalizar vuestra vida.

Desde vuestro punto de vista, vuestra especie se halla en un estado de evolución. Parte de esta experiencia consiste en una fascinación natural por los sucesos externos. Estáis desarrollando unas facultades de la conciencia que a su modo son únicas, vuestras, tal como lo es vuestro entorno. Ello requiere un enfoque intenso, ya que estáis implicados en un proceso de aprendizaje en el que debéis explorar todos los elementos inherentes en esa situación.

A lo largo de esta aventura, no obstante, durante el estado de sueño os mantenéis siempre en contacto con la realidad de la que surge vuestra experiencia física. Según vuestra concepción temporal, al final lograréis unir la comprensión interna con vuestro ser físico, y conformar el mundo sobre una base consciente. El objetivo de este libro es ayudaros a hacer precisamente esto.

Cuanto más implicados estáis con complejos organismos físicos, más energía proyectáis hacia afuera y más os cautivan las manifestaciones «exteriores». Básicamente esto es un método de aprendizaje natural. Vuestra vida interna se transforma en realidad corpórea. A medida que la percibís y os "relacionáis" con ella, empezáis a cuestionaros primero su origen y luego su significado.

Esto os lleva de regreso a vosotros mismos, y a un reconocimiento de vuestras propias facultades. Lo que ahora creáis inconscientemente, vuestra especie acabará por crearlo conscientemente. La infinita capacidad de la conciencia se enfoca en una realidad en particular, que luego se expande. Vuestras creaciones temporales se añaden a las capacidades "con que" las creasteis. Aprendéis a través de vuestras creaciones. La mente, físicamente dirigida, utiliza enormes fuentes de poder y energía junto con una ilimitada creatividad, de modo que cada día físico es en realidad absolutamente único. Así pues, no podéis esperar que una parte de vuestro entorno permanezca estático, y vuestro organismo se encuentra constantemente en un estado de cambio.

Vuestra estructura social, desde las más grandes urbes a la más diminuta granja, desde los barrios más ricos a los más pobres, desde los monasterios a las prisiones, refleja la situación interna del ser individual y las creencias personales que alberga cada uno de vosotros.

Si empleáis el punto de poder adecuadamente, sentiréis la energía no física transformada en poder personal eficaz mediante vuestra intersección con la carne. Seréis capaces de utilizar ese poder conscientemente, intencionadamente, para cambiar vuestra experiencia personal, y así cambiar el marco social al menos en parte. Los ejercicios que propongo ayudan a la evolución de vuestra conciencia, y también os servirán de una manera que ahora no podéis ni sospechar. La conformidad con vuestro propio poder se traducirá automáticamente en vuestra experiencia, y no sólo activará vuestra vida onírica sino que os proporcionará una fuerza adicional que os ayudará en vuestra realidad de vigilia. Ya no necesitaréis transformar vuestra sensación de poder a los demás. Todos los ejercicios proporcionados anteriormente en este libro son requisitos para ello, para que "entendáis" cómo debe utilizarse el punto de poder. El reconocimiento de los sentimientos personales y el trabajo con las creencias ampliará vuestra comprensión de quiénes sois.

Si odiáis a vuestro padre, por ejemplo, no podéis emplear el punto de poder para convenceros de que lo amáis, pero los ejercicios os ayudarán a entender las razones del odio.

No podéis emplear el punto de poder para controlar a otras personas, porque automáticamente caeréis presa de vuestras propias creencias. En cualquier caso, debéis ser "conscientes" de vuestro poder y creeros merecedores de él. Muchos de los capítulos de este libro tienen el objetivo de convenceros de vuestra propia valía. Debéis vivir vuestros sentimientos, no negarlos, de modo que no tenéis que utilizar el punto de poder para tratar de negar la realidad de vuestras emociones.

Cuando comprendáis la naturaleza de la hipnosis natural, ya no sentiréis la necesidad de generar "nuevos" sentimientos negativos. Vuestra carga de inhibiciones se reducirá. Como confiaréis más en vosotros, expresaréis naturalmente vuestros sentimientos, y su contención ya no producirá reacciones explosivas. Las emociones irán y vendrán, y el contacto con el poder será mayor. Es sumamente importante que prestéis atención al fluir de vuestra conciencia. "esto solo" os ayudará a ver en qué áreas rechazáis vuestros impulsos u os dais instrucciones que conducen a una sensación de impotencia.

El ejercicio del punto de poder tiene como objetivo que os familiaricéis con vuestra propia energía y vuestra capacidad para dirigirla. Los ejercicios de hipnosis natural os permitirán dirigir y enfocar ese poder con mayor eficacia.

Cada uno debe trabajar a partir de su propia realidad. No hay otro modo. Si estáis llenos de rabia, no digáis: «Estoy colmado de paz», y esperéis resultados. Con eso sólo taparéis vuestros sentimientos e "inhibiréis" vuestra energía y poder. Si estáis furiosos, golpead una almohada y experimentad la ira, pero sin violencia hacia otras personas. Expresadla hasta que os sintáis físicamente agotados. Si lo hacéis sinceramente, comprenderéis las razones de esa ira, y a menudo os resultarán muy obvias. Simplemente no queríais afrontarlas.

En casi todos los casos [de esta índole], los sentimientos expresan una sensación de impotencia por vuestra parte, pues habéis delegado vuestra fuerza a una situación o persona y sentís que en comparación vuestros esfuerzos son inútiles. "De ser así" recurrid al punto de poder y sentid cómo la energía de vuestro propio ser se irradia a vuestra experiencia. El conocimiento de vuestro poder os libera de todo temor y, por tanto, de toda ira.

Jane me comentó que Seth abordaría pronto los efectos de nuestras creencias sobre nuestro entorno, y que explicaría cómo el clima mental de nuestra especie es responsable de nuestro «clima» exterior. Tiene intención de hablar de las grandes inundaciones locales de junio de 1972, como punto de enfoque para dictar su información, ya que nosotros vivimos una experiencia personal con esa catástrofe, aquí en Elmira. Jane añadió que Seth explicaría que nuestra especie se ha acostumbrado a verse como seres fuera de la naturaleza, tanto que hemos olvidado que somos parte de ella.


Extracto de Habla Seth III
A través de Jane Roberts




Fuente:
http://www.trabajadoresdelaluz.com
29 de Enero 2018