Seth - La hipnosis natural, curación y la transferencia de síntomas

La hipnosis natural, curación, y la transferencia de síntomas físicos a otros niveles de actividad.

Algunas personas que han estado enfermas durante años se curan de repente, y luego se dedican con gran empeño a trabajar en una obra benéfica social en la que sus problemas quedan diluidos, y logran una nueva estabilidad. A menudo esto representa una transferencia simbólica de síntomas desde el cuerpo hacia la estructura social.
Con esto no quiero dar a entender que todos los trabajadores sociales se ven impulsados a su trabajo por problemas personales. Por otro lado, también es muy cierto que muchas de estas cuestiones se convierten en desafíos con sólo cambiar de actitud mental, y luego se utilizan como impulso para incidir en ciertos cambios sociales.

En estos casos el problema se proyecta fuera del ser y se ve como una condición exterior que es posible manipular. En realidad hay implicada una transformación «mágica», aunque con esto no quiero decir que todos los actos creativos provienen de problemas o neurosis individuales. Más bien lo contrario, de hecho. Por lo que se refiere al individuo estos problemas proyectados hacia el exterior nunca se solucionan, ya que no se comprende su origen.

Al no comprenderse el origen, ninguna manipulación exterior en la estructura social es lo bastante eficaz, y la persona implicada ve el problema personificado en cada aspecto de la vida. Por eso, cualquier mejora en la estructura social resultará «invisible» a los ojos del individuo, porque le parecerá insignificante en comparación con el problema.

Otro tanto ocurre cuando os concentráis en una enfermedad personal, y luego juzgáis insignificante cualquier mejora porque vuestra atención está enfocada en los aspectos negativos.

Los síntomas físicos pueden desaparecer repentinamente por una conversión, cualquier clase de conversión. Con este término me refiero a un intenso despertar emocional y una nueva implicación emocional, una nueva sensación de pertenencia que tanto puede ser en el campo de la religión, la política o el arte o, simplemente sentirse enamorado.

En todos estos casos, el problema, sea cual sea su naturaleza o causa, se transfiere «mágicamente» a otra faceta de actividad, proyectada desde el ser. Se movilizan grandes cantidades de energía. El hombre que se creía malo quizá vea ahora que el «malo» es el mundo, o personas de otra religión o afiliación política. Siente así que se ha deshecho del problema y, con gran fariseísmo, se cree justificado para atacarlo en los demás.

Trazo aquí una distinción entre este tipo de experiencias de conversión y la comprensión mística genuina,(*) la cual también "puede" ocurrir de repente. Pero la iluminación mística no ve ningún enemigo, y no tiene ninguna necesidad de arrogancia, ataque o autojustificación.


(*) Un ejemplo evidente en este caso es la conversión del apóstol Pablo (Saulo de Tarso) de camino a Damasco aproximadamente en el año 36 d.C, poco después de la "muerte" de Jesús.


El amor, tal como se experimenta a menudo, permite que una persona tome de otra su sentido de autovalía y, durante un tiempo al menos, reemplace su creencia en su falta de valor por la creencia del otro en su valor. De nuevo, hago una distinción entre este tipo de amor y un amor superior en el que dos individuos, conociendo su valor como personas, son capaces de dar y recibir.

Vosotros creáis vuestra propia realidad. Cuando contempláis el mundo, los grupos sociales, los grupos políticos, vuestros amigos, vuestra experiencia privada, todo ello es atraído a vuestro campo de actividad por vuestras creencias. La hipnosis natural, tal como se explicó en el último capítulo, os lleva a buscar las situaciones que confirman vuestras creencias, y a evitar las que las amenazan.

A menudo trataréis de proyectar hacia afuera un problema para sentiros libres. Al actuar así, el problema siempre parece estar fuera de vosotros, sin solución, y tener unas proporciones inmensas. Veamos con detalle la situación en que se encuentra implicada una mujer que llamaré Dineen, que telefoneó a Ruburt hoy desde un estado del oeste.

Dineen es una mujer bien educada de mediana edad con varios hijos mayores, sin problemas económicos, que posee todas las cosas que el dinero puede comprar. Llamó a Ruburt, casi frenética; desesperada, dijo, porque alguien la ayudara. Como ha escrito a Ruburt varias veces, éste conocía la situación. Dineen estaba convencida de que alguien le había echado un maleficio, de que estaba hipnotizada, y que había caído en manos de otra persona.

Había ido de psíquico en psíquico y había probado la escritura automática, y apenas veía a su marido, el cual estaba demasiado ocupado con sus negocios. Varios «psíquicos» le habían dicho que ella llegaría a ser una maestra psíquica, y le habían dado varias palabras y técnicas para resguardarse de la influencia «malvada».

Ruburt percibió correctamente la gran necesidad de emoción y excitación en la vida de esa mujer. Era evidente que Dineen se quedaba sentada en su preciosa casa todo el día sin nada que hacer, y que no hacía ningún esfuerzo para afrontar verdaderamente la situación, sino que recurría a los demás para que lo hicieran por ella, con lo cual reforzaba su sensación de indefensión. En ese momento sentía que ya "no tenia más fuerzas".

Esta es una renuncia muy grave, ya que afecta tanto a la naturaleza espiritual como a la biológica; os sentís atrapados como un animal en una trampa mortal, y os priváis de la capacidad para actuar. Así pues, el poder que se deniega, se transfiere. En el caso de Dineen se otorgó a un tercero. Si ella no podía tomar decisiones, esa otra persona sí que podía "forzarla" a actuar mediante una hipnosis a larga distancia, tanto si ella quería como si no.

Ahora bien, la otra persona no tiene ningún poder que Dineen no posea. Dineen cree sinceramente en el bien y en el mal; de modo que, al estar convencida de que estaba a merced de fuerzas demoníacas, empezó a rezar. Pero, tal como Ruburt comentó, las oraciones no eran más que una débil rendición a la idea de que el mal es muy poderoso. No estaban basadas en una verdadera creencia en el poder del bien, sino sólo en una esperanza supersticiosa de que, si las fuerzas del mal existen, las buenas también.

Después de que ella habló acerca de las comunicaciones automáticas, Ruburt le explicó que éstas no eran más que elementos reprimidos del subconsciente que buscaban una salida necesaria. Le sugirió a Dineen que encontrara un trabajo, que dejara de ver a psíquicos, y que afirmara su propia individualidad y asumiera la responsabilidad de su conducta. Dineen creía que otras personas se comportaban de modo extraño con ella porque todos habían sido hipnotizados para actuar así. Si alguien la miraba con el entrecejo fruncido, se debía a una sugestión hipnótica. A algunos de vosotros todo esto os parecerá exótico, y a otros les resultará muy real, pero "cada vez" que atribuís elementos de vuestra experiencia a fuentes exteriores estáis haciendo lo mismo que Dineen.

Ella creía que ciertos rituales o alimentos la mantendrían alejada de esas sugestiones hipnóticas malvadas, y muchos de vosotros tomáis vitaminas con el convencimiento de que os protegerán de varias enfermedades. Dentro de su sistema de ideas, Dineen actuaba de forma racional, y en vuestro sistemas de creencias hacéis lo mismo.

Estáis convencidos de la "realidad" de la enfermedad. Quizá no esté «ahí fuera esperando» para lanzarse cruelmente sobre vosotros como Dineen cree que está el mal, pero la cuestión es la misma.

Si creéis que acabáis con un resfriado cada vez que estáis en medio de una corriente de aire, estáis empleando la hipnosis natural. Si creéis que debéis estar sometidos a la voluntad de los demás, entonces sois como Dineen, que cree que debe hacer lo que el «hipnotizador» le diga que haga. En su caso, Dineen abandonó la responsabilidad de su conducta; pero, como uno debe actuar, atribuyó las razones a un tercero. Ruburt se lo hizo notar. Dineen quería mi consejo, y Ruburt le dijo correctamente: «Debes aprender a dejar de depender de los demás, a utilizar tu propio sentido común. Tienes que dejar de oponer un símbolo a otro, y observar tu vida y tus creencias».


Podéis proyectar vuestros problemas o vuestras facultades hacia afuera, en otros campos de actividad; pero, hasta que os deis cuenta de que sois vosotros quienes dais forma a vuestra realidad y de que vuestra fuerza reside en el momento presente, no seréis capaces de solucionar vuestros problemas ni de utilizar vuestras dotes adecuadamente.

Ahora bien, Dineen eligió cuidadosamente el ámbito de su aventura. Cuando sus hijos crecieron se sintió sola, prescindible, privada de la estructura de acción vital que era para ella el cuidado de su familia. Así, la gran energía de su ser, antes absorbida por sus hijos, no encontraba una salida.

Ahora su vida, aunque difícil, ha vuelto a ser emocionante. Es una heroína, que lucha contra fuerzas cósmicas del bien y del mal, lo suficientemente importante para que otra persona "quien" controlarla. Incluso los animales buscan estímulos y sienten entusiasmo por la vida; así que Dineen, aunque equivocadamente, expresaba una necesidad muy clara de su ser.

Ruburt también le sugirió que encontrara alguien en quien confiar; pero, mientras Dineen no cambie las creencias que tiene por otras que le permitan emplear al máximo sus facultades, tendrá problemas.

Dineen goza de excelente salud, y es una mujer sumamente atractiva. No eligió una situación en la que su salud o su belleza corrieran riesgo. También permaneció al margen de cualquier relación sexual fuera del matrimonio. Eligió el campo psíquico porque, para empezar, lo encontraba algo fuera de lo común, e impregnado de todo tipo de misterios. Cualquier dificultad que tuviera se revestiría de encanto y distinción. Cuanto más la tranquilizaban otras personas con las mismas creencias, más implicada estaba en ellas.

Cada persona posee lo que puede llamarse un área psíquica de poder. Esto representa una zona inviolable donde la persona se siente, suprema y es consciente de su unicidad y facultades. Esta región psíquica se protege a toda costa, y existe en ella una verdadera inmunidad ante cualquier enfermedad o carencia. Otras partes de la psique tal vez sean campos de batalla de distintos problemas; pero, mientras esa área básica reste intacta, la persona no se sentirá realmente amenazada de una forma grave.

Así pues, Dineen ha elegido su campo de conflicto, evitando cualquier clase de desfiguración o problema grave de salud, que representaría para ella un peligro mucho mayor. Según las características personales, otra persona puede mantener inviolables sus cualidades mentales, por ejemplo, y expresar su problema en una enfermedad corporal. Otra persona quizás elija experimentar la más severa "pobreza", y proyectar en esa situación sus conflictos. Otro escogerá el alcoholismo. 

En estos casos puede haber una sensación de pánico si un psicoanalista o un amigo trata de cambiar esas zonas conflictivas. Por ejemplo, el alcohólico está bien familiarizado con el campo de batalla que ha elegido. Una persona enferma que sana de repente tiene que afrontar dilemas que antes pasaba por alto o que proyectaba en la enfermedad.

Privada del apoyo del entorno que había elegido, Dineen tendría que hacer frente a las preguntas que había proyectado ahí. Pero todas las dificultades internas pueden resolverse si se entiende que uno forma su propia realidad, y que el punto de poder está en el presente.

La costumbre de no hacer frente a los problemas, que en realidad "son" desafíos, puede constituir una adicción. Una sensación de impotencia en un campo de la vida puede transferirse a otros. Cuando esto ocurre mediante hipnosis natural, incluso el área psíquica de poder puede verse atacada. En este caso el individuo se vuelve muy susceptible, se siente amenazado, y se da cuenta quizá por primera vez de la naturaleza de las creencias y de sus dificultades. Es una lucha creativa de vida o muerte. Como resultado de ello, puede haber una curación milagrosa o un cambio radical durante la madurez.

Todo esto está íntimamente relacionado con la estructura biológica, cuyo objetivo es obedecer la interpretación de la realidad que hace la mente consciente.

Tal como ya he dicho antes, vuestros pensamientos son realidad, y afectan directamente al cuerpo. Os consideráis sumamente civilizados porque colocáis a vuestros enfermos en hospitales para que cuiden de ellos. En realidad lo que hacéis es aislar a un grupo de personas que están colmadas de creencias negativas acerca de la enfermedad. Las creencias se contagian. Los pacientes están evidentemente en los hospitales "porque están enfermos".

Los enfermos y sus médicos funcionan sobre la base de ese principio.

"Las mujeres que dan a luz tienen que hacerlo en ese mismo entorno" quizás os parezca muy humano, pero en realidad todo el sistema está estructurado de tal forma que el parto no parece ser el resultado de la salud sino de la enfermedad.

En tales organizaciones no hay cabida para los estímulos relacionados con la salud. Se junta a los enfermos con otros enfermos, y se los priva de sus condiciones normales y naturales, e incluso de ciertas motivaciones compensatorias que "por si solas" a veces serían suficientes para "restablecer la salud", si se las dejara actuar.

Este aislamiento ya sería bastante desafortunado por sí solo, sin la administración de drogas o fármacos que pretenden ayudar, pero que suelen darse sin conocimiento. Los enfermos pueden recibir visitas de sus seres queridos pero sólo en ciertos momentos, de modo que se impide que quienes desean lo mejor para esos enfermos, quienes más cerca están de ellos y los quieren, puedan beneficiarlos naturalmente con su presencia.

A efectos prácticos, a los enfermos se los encierra en prisión, donde se ven forzados a concentrarse en su enfermedad. Y a todo esto pueden sumarse otros efectos degradantes, como las condiciones de hacinamiento de los pacientes, la falta de privacidad y a menudo la violación de su dignidad.

Todo ello hace que el paciente se sienta indefenso y a merced de los médicos y enfermeras, que por lo general no tienen tiempo ni energía para ser gentiles o para explicarle su estado en términos comprensibles. El paciente se ve así forzado a transferir a otros su sensación de poder, lo cual incrementa su penuria; esto, a su vez, refuerza la sensación de indefensión que fue causa de su estado.

Además, se los priva de los elementos naturales como el sol, el aire y la naturaleza, y de la estabilidad que da la familiaridad. Ahora bien, vuestras creencias os obligan en mayor o menor grado a acudir a un hospital cuando tenéis graves problemas de salud. No digo que muchos médicos y enfermeras no hagan todo lo posible para fomentar la salud, y es cierto que se producen curaciones, pero suceden "a pesar" del sistema, y no gracias a él. En muchos casos la creencia de un "médico" en una persona que está enferma la anima y le devuelve la fe en sí mismo. La confianza del paciente en el "médico" el proceder médico, lo cual llena al paciente de fe en su recuperación. Pero, así como hay procesos curativos naturales en los animales, también los hay en vuestra especie.

Las enfermedades suelen representar problemas sin afrontar, y estos dilemas surgen para que logréis una mayor comprensión y realización. Como el cuerpo y la mente funcionan muy bien juntos, uno tratará de curar al otro, y a menudo tendrá éxito si se lo deja hacer. El organismo posee sus propias creencias en la salud que son inconscientes por vuestra parte.

Sois parte de vuestro entorno, y le dais forma. Pero la energía que os da forma a "vosotros" y al entorno brota en cada uno de vosotros gracias a vuestra intersección con el mundo físico. El sol os hace sonreír. La sonrisa activa recuerdos agradables, conexiones neurológicas, pautas hormonales. Os recuerda vuestra condición de criaturas.

Los antiguos médicos brujos trabajaban dentro del entorno de la naturaleza, "utilizando" su gran capacidad sanadora y dirigiendo de un modo creativo sus cualidades prácticas y simbólicas.

En vuestros hospitales, en cambio, sacáis a los pacientes de su entorno natural, y a menudo los priváis de las comodidades que merecen como criaturas, y prácticamente de todo estímulo emocional. Cuando un anciano senil intenta huir de su encierro en un sanatorio, suele demostrar mayor sensatez que el pariente o la sociedad que lo encerró, íntimamente sabe que necesita ser libre, y siente la falta de la comunicación mística con la tierra que le han negado. su gran capacidad sanadora y dirigiendo de un modo creativo sus cualidades prácticas y simbólicas.

Pequeños hospitales con grandes terrenos, donde los pacientes pudieran moverse libremente -si no están postrados en cama-, serían infinitamente mejores que los que tenéis ahora. Pero en vuestro sistema este entorno resulta imposible excepto para los más ricos.

Entre los animales, el animal enfermo suele aislarse durante un período de descanso, en el que busca las condiciones naturales que le sean más saludables. Viaja para buscar ciertas hierbas, o yace en el barro en la orilla de algunos ríos. Suele recibir ayuda de otros miembros de su especie, pero es libre.

Cuando sus congéneres lo "matan", no es por un acto de crueldad sino porque comprenden instintivamente que la criatura ya no puede funcionar físicamente sin agonía; es decir, se trata de una eutanasia natural, en la que el «paciente» también consiente. En vuestra sociedad dicha muerte natural es muy difícil y, debido a las estructuras de poder, apenas puede fomentarse.

No obstante, los médicos no pueden salvar a quien decide morir. A un nivel muy profundo, el deseo natural de supervivencia requiere que el individuo abandone su cuerpo en un momento determinado. Cuando llega este momento la persona lo sabe, pues la gran vitalidad del espíritu ya no quiere seguir encerrada en un cuerpo físico que sufre.

Pero la profesión médica suele ocuparse de aplicar todos los avances médicos para forzar al ser a permanecer en su carne, cuando de forma natural el alma y la carne quieren separarse. Existen unos mecanismos normales de interconexión que preparan al ser para su muerte, e incluso interacciones químicas que hacen que esa muerte sea físicamente más fácil; una súbita aceleración, por decirlo así, que impulsa al individuo a salir fácilmente del cuerpo. Los fármacos no hacen más que estorbar en este proceso.

Ciertas clases de medicamentos pueden ayudar, pero los que se administran en vuestros hospitales simplemente embotan la conciencia, entorpeciendo su comprensión, e inhiben los mecanismos del cuerpo que permiten una transición sin problemas. Desde luego, en vuestras prisiones hacéis lo mismo: aisláis a grupos de personas con creencias parecidas y los priváis de los estímulos naturales, con lo cual el contagio de las creencias es mayor. Separáis a estas personas del contacto normal con sus seres queridos, y los apartáis de las condiciones normales para su crecimiento o desarrollo.



Extracto de Habla Seth III
A través de Jane Roberts




Fuente:
http://www.trabajadoresdelaluz.com
24 de Enero 2018