Omraam M. Aivanhov - La nueva Jerusalem y El hombre perfecto.

Las puertas de la nueva Jerusalén: la perla.

Está escrito en el Apocalipsis: «y vi la Ciudad santa, la nueva Jesusalén que bajaba del Cielo, de la casa de Dios... Provista de una muralla de gran altura, con doce puertas, cerca de las cuales habían Angeles y nombres inscritos, el de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al mediodía tres puertas, al occidente, tres puertas... Y las doce puertas son doce perlas, y cada puerta está formada de una sola perla»

Estas frases fueron escritas hace casi dos mil años y nunca se ha visto que ninguna ciudad descienda del cielo a la tierra... ni nunca se verá ¡De nada sirve mirar al cielo para ver si desciende! ¿Por qué razón una ciudad debería bajar a la tierra? Una ciudad para más de cuatro mil millones de habitantes, no es una ciudad pequeña. Y, ¿cómo hacerla bajar para que no aplaste a los pobres seres humanos? ¿Con qué cables? Sin duda trabajarían en esta empresa los mejores técnicos celestes. Ved que interpretar los textos sagrados en el sentido literal, resulta ridículo. En realidad la nueva Jerusalén es un símbolo. Es el símbolo del hombre nuevo que debe venir. Por lo tanto, no esperéis que la nueva Jerusalén baje del Cielo; trabajad más bien vosotros mismos para convertiros en esta nueva Jerusalén con sus doce puertas.

Diréis: «¿Por qué doce puertas?» Porque esta Ciudad que es la imagen del universo, es igualmente la imagen del ser humano. Sí, puesto que el ser humano posee también doce puertas.

¿Qué son nuestros ojos? Dos puertas. ¿Y las orejas? Dos puertas más. ¿Y las fosas nasales? Otras dos puertas por donde pasan las dos corrientes, Ida y Pingala. Ya suman seis. Con la boca tenemos siete. Dos más corresponden al pecho. Son distintas de las otras, pero son puertas, a pesar de que en el hombre tengan otra función. La décima puerta se encuentra a la altura del plexo solar: es el ombligo, al que está unido el cordón umbilical; por esta puerta la madre nutre a su hijo enviándole sangre, y también aquellos elementos que necesite para la vida. En cuanto a las dos últimas puertas, os dejo para que las encontraréis vosotros mismos. Son, pues, doce. ¿No es extraordinario ver cómo la Naturaleza ha trabajado en el cuerpo humano para abrir las doce puertas?

La función de una puerta es la de permitir el paso de un lugar a otro, y si no sirve para las personas, puede utilizarse para determinadas corrientes, fuerzas o entidades. El tema de las puertas del ser humano es esencial. En la mayoría de los seres estas puertas no funcionan, de momento, más que en el plano físico. Sin embargo, ahora hay que desarrollar en el plano espiritual las orejas, los ojos, la nariz, la boca... Cuando uno se vuelve clarividente, clariaudiente, cuando empieza a respirar los efluvios, a saborear el mundo divino, a volverse creador mediante la palabra, ello significa que ha empezado a abrir sus puertas. Y esta apertura de las puertas es sólo posible purificándose.

Juan dice que cada una de estas puertas de la nueva Jerusalén está formada por una sola perla... esto también es simbólico, ya que, ¿dónde es posible encontrar ostras capaces de fabricar perlas tan grandes? En la Ciencia esotérica, la perla significa pureza, y debido a sus emanaciones está relacionada con la luna, y es por ello que le ha sido consagrada. Hay mucho que decir sobre la perla; ¿Qué hace la ostra para fabricarla? ... Es de lo más interesante; la perla no existe en la naturaleza, sino que es el resultado de la voluntad de la ostra. Al principio no es más que un grano de arena que ha caído en su concha, y este grano de arena representa una dificultad para la ostra, la irrita. ¿Qué hacer? No tiene ningún medio para deshacerse de ella. Y he aquí que empieza a reflexionar, se concentra, medita y acaba por descubrir que si segrega una sustancia que envuelva suavemente el granito de arena, éste se convertirá en algo soportable. 

Se pone pues a trabajar respetando las fases de la luna, y de esta manera este grano de arena duro, rugoso, irritante, termina por volverse liso, pulido, satinado. He aquí cómo la ostra ha aprendido a vencer las dificultades...

Desde hace millones de años, la ostra da una lección a la humanidad, pero los seres humanos son tan limitados que no la han aprendido. Y, ¿cuál es esa lección? Nosotros mismos podemos fabricar perlas o piedras preciosas gracias a las dificultades y a los obstáculos que encontremos.

Si no los podemos vencer o alejarlos, debemos trabajar para transformarlos: debemos proyectar partículas de nosotros mismos, de nuestra inteligencia, de nuestro corazón sobre cada una de las dificultades que encontremos, envolviéndolas con materia luminosa y pura. ¡Cuántas riquezas pueden obtenerse con todas estas perlas que cada uno habrá fabricado con su inteligencia, su paciencia, su voluntad, su tenacidad, y sobre todo gracias a un ideal inamovible! ¿Por qué no os acostumbráis a envolver todas vuestras dificultades, todo lo que os molesta con un material luminoso, radiante? Tendréis riquezas insospechadas dentro de vosotros mismos. He aquí lo que debéis comprender: tenéis que trabajar con vuestras dificultades e incluso sobre vuestros enemigos, para convertirlos en perlas preciosas. Quizás esto os parezca un cuento de las mil y una noches, pero es la verdad. Cesad de lamentaros, de rebelaros, ya que de lo contrario no conseguiréis segregar esta materia especial para envolver vuestras dificultades.

Ahora lo más importante es mejorar vuestra comprensión para empezar un trabajo que no habéis realizado hasta el presente. Para hacerlo debéis abriros en las cuatro direcciones del mundo; estas cuatro direcciones forman una cruz, y para cada una de ellas hay tres puertas. A través de estas doce puertas entráis en relación con las fuerzas luminosas del universo, gracias a las cuales podréis transformar la naturaleza de vuestro ser, y una vez regenerada, purificada, santificada e iluminada, os convertís en la nueva Jesuralén en la que brilla el sol. Poneos a trabajar y con los medios y los métodos de esta Enseñanza, conseguiréis transformar completamente vuestra propia materia, volverla flexible, expresiva, brillante. En eso consiste precisamente el abrir las puertas para dejar entrar la luz, y que Dios mismo viva en vosotros.

Por ahora sólo conocemos las puertas del hombre y de la mujer en relación a sus funciones físicas: quedan aún por descubir sus funciones espirituales. Consideremos, por ejemplo, una de estas puertas en el hombre. Todo el mundo sabe que sirve para la eliminación y para la procreación. Pero si se estudia la cuestión desde el punto de vista iniciático, descubriremos cinco funciones todavía desconocidas; esto hace que sean siete en total, y veremos que se pueden utilizar estos órganos para resolver ciertos problemas y realizar otro tipo de trabajo. Diréis:

«¿Cinco funciones desconocidas? Háblenos de ellas, esto nos interesa». Es aún difícil hablar de este tema. La mayor parte de los seres humanos han sido educados desde su tierna infancia con conceptos tan equivocados, tan deformados, quesería peligroso en estos momentos revelarles algunas verdades sagradas.

Sólo os diré que tanto el hombre como la mujer pueden hacer un trabajo gigantesco con estas puertas, ya que la naturaleza, al crearlas, tenía grandes proyectos para ellas; la naturaleza espera el momento en que consigan la suficiente madurez para revelarles estas nuevas posibilidades. Los hombres y las mujeres no saben que poseen en estas puertas llaves gracias a las cuales podrán desentrañar todos los misterios, medios que les permitirán realizar creaciones fantásticas. No saben todavía cómo deben proceder, pero como están preparados para comprenderlo, recibirán estas revelaciones. La humanidad está predestinada a conocer profundamente estas doce puertas, a explorarlas y a encontrar las riquezas que esconden.

El hablar de una puerta implica siempre un paso, un acceso hacia otra cosa. No se hacen puertas sin motivo, sin nada delante ni nada detrás... excepto en el teatro. En principio una puerta permite entrar a otro lugar, a una ciudad, a un palacio, a un templo, en donde puede ocurrir que descubramos riquezas, tesoros ocultos o, por el contrario, espectáculos terroríficos. En numerosos cuentos se mencionan puertas que debían abrirse o, por el contrario, que debían permanecer cerradas para no ser asaltados por toda clase de monstruos que ponían en peligro la vida del héroe. Y es verdad, existen realmente puertas que no deben ser abiertas antes de tiempo.

Cuando la humanidad conozca las cinco otras funciones de los órganos sexuales, podrá realizar creaciones fantánticas, pero actualmente me veo obligado a guardar silencio sobre este tema. Por otro lado, desde siempre, los Iniciados han velado estas verdades, e incluso si se preconiza el cubrir esta parte del cuerpo, no se debe a razones de pudor o de higiene, sino para demostrar que es preferible dejarlas en la oscuridad, porque encierran demasiado significado, un poder formidable.

Las puertas representan, pues, un símbolo extremadamente significativo. A menudo os habréis sorprendido por mi insistencia en la necesidad de saber abrir, y sobre todo saber cerrar las puertas de una casa. Sí, os extrañaba que insistiera en detalles materiales tan insignificantes.

Muchos accidentes ocurren por no saber cuándo hay que cerrar o abrir, e incluso qué es lo que hay que cerrar o abrir. Si sólo se tratara de puertas físicas no sería tan grave, pero existen otras puertas que no son físicas, y es de estas últimas de las que os quiero hablar. Detrás del mundo físico veo otro mundo, y cuando constato, por ejemplo, que algunos de vosotros dejan, inconscientemente, las puertas abiertas, sé con antelación que otras puertas están abiertas para todos los visitantes y espíritus indeseables, Y entonces éstos entran a su antojo. Por lo tanto, no saben guardar las riquezas espirituales que les han sido dadas: todo está abierto y entonces es fácil despojarlos.

Muchos se me quejan de que al volver a sus casas, después de una estancia en Izgrev o en el Bonfin, pierden enseguida su entusiasmo, su ímpetu. Pero se debe, sencillamente, a que no saben guardar durante mucho tiempo la luz y el calor espiritual que han recibido aquí. Diréis: «Sí, pero, ¿cómo conservarlos más tiempo?» Cerrando las puertas. Si su inspiración se ha perdido tan pronto, es porque han sido ignorantes y no han sabido cerrar las puertas; estaban abiertas y los ladrones entraron para desvalijaros.

¡Cuántas cosas sobre las que no pensáis! Sin embargo, cuando hay ruido en una habitación, vais a cerrar la puerta; con lo cual el ruido disminuye. Sabemos pues lo que hay que hacer en el plano físico, pero en el plano astral lo dejáis todo abierto y después os preguntáis porqué os sentis turbados y enfermos. Es muy extenso el tema de las puertas. Vuestro corazón y vuestro intelecto son también puertas, pero no sabéis cómo abrirlas y para quién cerrarlas: dejáis pasar los mequetrefes y los golfos y dejáis fuera al Señor.

Toda la vida se basa en estos dos mecanismos, cierre y apertura. Es lo que nos enseñan las conchas, las ostras... Hay que saber observar y comprender. Las conchas que se abren y se cierran nos enseñan que la vida es una alternativa de apertura y cierre. Es, pues, esencial para el hombre el saber en qué momento debe abrirse y en qué momento cerrarse; de lo contrario no podrá conseguir jamás la pureza de la perla.

Sobre las puertas de la Nueva Jerusalén, san Juan dice además que en cada una de ellas había un ángel. Sí, todo ser humano, hombre o mujer, lo suficientemente puro como para convertirse en la nueva Jeresulén, tiene un ángel detrás de cada puerta. Cada ángel tiene la función particular de recibir todo lo que viene y transformarlo. Todo lo que oís, miráis, respiráis, coméis, etc., lo recibe y lo transforma un ángel. Por lo tanto, cuando una mujer realmente purificada concibe un hijo, hay un ángel que trabaja sobre el germen que ha recibido, y luego el niño que nace es un genio, una divinidad. Pero cuando la mujer es impura, detrás de la puerta hay un demonio, y entonces ella trae al mundo un bruto o un monstruo.

¡Cuántas cosas hay que revelaros! Pero todo llegará, tened pacienca. Todavía no sabéis lo que es un hombre y una mujer: su estructura, las fuerzas que trabajan en ellos y cómo deben vivir para ser verdaderos tabernáculos del Dios vivo, de las nuevas Jesusalén. Precisamente os estoy llevando en esta dirección desde hace años, para que cada cual se convierta en la nueva Jerusalén.



Omraam Mikhaël Aïvanhov
Los secretos del libro de la naturaleza




Fuente:
http://www.trabajadoresdelaluz.com
16 de Enero 2018