Él no sabe que es un dios, pero
lo es, y está equipado para serlo.
¿Por qué tendrá que enfrentar a
la bestia de nuevo? Porque para poder hacer conocido lo desconocido, debe
enfrentarse a su adversidad, y en el encuentro comprobar si realmente está
preparado. Y así un día, cuando se ha convertido en un muchacho joven, alto y
delgado, sobrepasando en altura a sus padres, la criatura llega al pueblo en
medio de un gran estruendo y acaba con todo el mundo. Pero él comienza a correr
enfrente de la bestia y empieza la persecución. ¿Qué creéis que va a pasar?
Ciertamente se está cumpliendo el destino. El muchacho deja atrás a la bestia.
¿Y qué creéis que piensa cuando el monstruo tropieza y se cae? «Benditas sean
estas piernas que tengo. ¡Que así sea!» Ahora, ¿va a seguir teniéndole miedo al
Tyrannosaurus Rexl ¿Está preparado? ¿Lo está? ¿Qué tipo de descendencia traerá
él al mundo? Entidades más inteligentes y con las piernas más largas. Date la
vuelta y explícale a tu compañero lo que es la evolución genética. Podéis
comenzar.(1)
Ahora, mi querida gente, hay
esperanza. La esperanza que nos queda es que vosotros nunca más seréis un
homínido, y que vais a mejorar. Nunca vais a empeorar, lo peor ya ha pasado.
Pensad en esto por un momento: tenemos muchas capas de realidad que están
ocurriendo en este plano simultáneamente. ¿Sabíais eso? Tenemos encarnaciones
físicas que están sucediendo, y en las que cada generación sucesiva produce
descendencia superior a la generación anterior. Así que tenemos un elemento
creativo hermoso y maravilloso que está sucediendo aquí: el Hogar de los
Dioses, que se está perpetuando y expandiendo. Y nosotros, vosotros y yo,
fuimos los que pusieron esto en marcha.
Vosotros y yo somos los
responsables de que nuestros cuerpos genéticos, en cada una de nuestras vidas,
sean —y hayan sido— como son. Nosotros fuimos los responsables porque el cuerpo
es el templo de un dios viviente. El dios viviente conoce siete niveles del
paraíso, y con él ha traído el vínculo de esos siete niveles y tiene el poder
de su propia divinidad. ¿ Qué es esa divinidad? La mente. Esa mente es superior
a la materia. Y esa mente, en su estado más bruto y hermoso, cambia cualquier
medio ambiente en el cual se encuentre presente. Ésa es la ley. Ahora, el
cuerpo que tenéis hoy en día es el resultado de diez millones y medio de años
de evolución desde que descendisteis sobre la Tierra. Y si vais a un museo y
estudiáis algunos de los fósiles originales, encontraréis que ha habido una
evolución en el ser humano. Y lo más dramático de esa evolución es el tamaño de
su cerebro.
Al principio, cuando vosotros
llegasteis aquí y ni siquiera sabíais lo que era un árbol, no necesitabais un
cerebro muy grande. Lo que necesitabais eran unos ojos grandes y una frente
dura. Pero al volveros mucho más sofisticados y mientras más usabais el cerebro
para crear la realidad, éste se volvía más grande, a tal grado que —con un poco
de ayuda por parte de vuestros hermanos mayores, que habían venido aquí antes
que vosotros— el cerebro os ayudó a dar un salto en la evolución, al recibir de
ellos su semilla genética, lo cual os llevó de las junglas hasta la
civilización; y aunque aún no tenéis dominio sobre ésta, ya lo conseguiréis.
Ahora la cavidad donde yace vuestro cerebro es mucho más grande de lo que solía
ser. ¿Esto qué significa? Significa que vuestra capacidad para crear a este
nivel es extra-ordinaria, y que vuestro dios tiene la habilidad de usar este
cerebro para producir una mente tan capacitada como para crear el reino de los
cielos aquí en la Tierra; en otras palabras, la iluminación.
Vosotros usáis menos de la décima
parte de la capacidad de vuestro cerebro, menos de la décima parte. Ahora, no
confundáis iluminación con intelecto, no son la misma cosa.
El intelecto es historia
memorizada; no tiene nada que ver con la experiencia. La iluminación es
experiencia, porque es evolutiva y no está estancada. Así, una persona que no
esté iluminada, aunque sea inteligente, aún está usando solamente una décima
parte de su cerebro. ¿Qué está pasando entonces con el resto? Está esperando a
que suceda algo. ¿Y qué es ese algo? Que el dios despierte dentro de él y sepa
lo que es, y que el cerebro esté preparado para que la totalidad de los siete
cuerpos puedan actuar en uno solo.
La historia de la maestría y el
proceso de convertirse en un Cristo es el desarrollo del cerebro humano para
traer a Dios hasta la manifestación de la carne, para que no esté escondido, y
que el poder de dominar el tiempo y el espacio que nosotros ya disfrutamos en
el séptimo nivel, —cuando en el momento que teníamos un pensamiento, éste se
manifestaba— una vez el dios esté anclado con todas sus facultades, pueda
despertar su propio poder aquí, en el nivel más bajo de todos. Y el cerebro
está especializado y desarrollado para facilitar ese poder. ¿Cómo lo hace? El cerebro
hace mucho más que operar vuestro sistema digestivo y vuestro sistema
cardiovascular; mucho más que guardar la memoria neurológica; mucho más que
albergar una pequeña y voluble personalidad que además es testaruda. Puede
albergar a un dios. Y la parte que no estás usando es la parte que empezará a
trabajar cuando despiertes y sepas quién eres.
¿Cómo hará esto? Bueno,
¿recuerdas cuando te dije que podías visitar a tus familiares en el sexto nivel
aunque tú estuvieras en el quinto? ¿Recuerdas que dije esto? ¿Y recuerdas que
te dije que para poder hacer esto tú tendrías que dejar a un lado ese cuerpo y
tomar uno nuevo? ¿Recuerdas? Entonces esos copos de nieve que cayeron antes que
tú eran tus hermanos y hermanas sabios que comparten la gracia de Dios. Ellos
son igual que tú, con la excepción de que han estado aquí más tiempo que
cualquiera de vosotros. Y cuando ellos os dejaron su herencia genética —su
genética— dejaron también una habilidad que ellos ya habían alcanzado. ¿Y cuál
era esa habilidad? Que ellos habían creado un cerebro que pudiera facilitar una
mente del séptimo nivel, y con ella ser capaces de manifestar ese tiempo del
séptimo nivel estando en el nivel del tiempo lento.
¿Lo entiendes? En otras palabras,
en lugar de tomar diez mil años para que el coco desarrolle una cascara que le
permita ser vigoroso, un maestro —un dios en un cuerpo humano—, puede crearlo
enfocando el tiempo que sea necesario para producir ese alineamiento de la
mente analógica. Y este cerebro tiene esta capacidad. Ese fue el regalo de los
dioses que vinieron antes que tú, para que tuvieras esa habilidad.
¿Y qué quiere esto decir
realmente? Quiere decir que tú tienes dentro de ti el potencial de la
inmortalidad aun manteniendo la conciencia de los siete niveles. ¿No sabes que
ser un Cristo consiste en la realización del dios-hombre y el dios-mujer? Esto
quiere decir que si tomamos a un simple ser humano —cualquiera de vosotros,
joven o viejo, alto o bajo, adelantado o retrasado, no importa— y si
despertamos el dios en ti, ese dios puede crecer hasta tal enormidad de poder
que el cerebro puede entonces facilitar la totalidad de la mente de Dios. Y en
esta vida, lo que os hubiera tomado millones de años en evolución genética y
lineal, puede hacerse en el transcurso de una vida. Y si tenemos aquí arriba
una entidad del séptimo nivel operando este cerebro, entonces esa entidad del
séptimo nivel está más cerca de Punto Cero de lo que tú estás como personalidad
humana, tratando con las circunstancias de un tiempo que aquí es tan lento.
Más aún, cuando el dios despierta
en ti, el cuerpo, como regalo de tus antepasados, tiene no sólo la capacidad de
detener el proceso de envejecimiento, sino también un generador en su interior
que a través del cerebro y el sistema nervioso puede producir que cada célula
en tu cuerpo vibre tan rápidamente que este cuerpo tuyo nacido en la frecuencia
hertziana, pueda verdaderamente vibrar y resonar en la frecuencia azul
ultravioleta. Así, tú nunca tienes que morir de nuevo para poder tener esa
experiencia, ¿lo entiendes?
Ahora, las personas iluminadas se
dicen a sí mismos: «Yo sé que no he vivido solamente una vez, porque eso no
tiene lógica para mí. Tendría sentido si yo fuera un experimento en un
laboratorio de algún dios sin sentimiento, que simplemente me diera un poco de
vida y después me execrara por mis faltas. Pero no creo que sea así: yo soy ese
ser. Se me ocurre que la razón por la que no puedo recordar, aunque yo sé que
he vivido numerosas vidas, es que estoy tratando de recordarlas con un cerebro
que nació únicamente en esta vida. El cerebro que tengo hoy no es el que tuve
hace quinientos años. Y si la facultad de la memoria está conectada a través
del hipotálamo para controlar una red neuronal específica en la frecuencia de
mis ondas cerebrales, entonces la memoria que tuve hace quinientos años no
puede estar aquí arriba. Pero mis memorias están en algún lugar. Por eso,
aunque no puedo acordarme, yo sé que he vivido, porque eso le da propósito y
dignidad a mi vida.
Y si yo sé eso, entonces mi
memoria yace en algún lugar, y ciertamente yo debo tener esa facultad y ser
capaz de rememorarla. Quizás esté en mi subconsciente. Quizás ellos tengan
razón, puede que tenga un alma. Pero puede que el alma no sea una cualidad
divina y religiosa sino más bien una computadora que archiva todo lo que yo
siempre hice por el simple motivo de estar informado sobre todo lo que he hecho
conocido y he llevado de regreso a Dios. Entonces, digamos que mi alma guarda
todas las memorias. ¿Pero dónde está mi alma? Mi alma no puede estar en mi
cabeza. Y si estuviera en la base de mi glándula pineal, y si mi glándula
pineal está realmente en control de la serotonina y la melatonina, y
simplemente es una planta de elaboración de químicos, ¿por qué querría mi alma
vivir allí? Debe de estar en algún otro lugar, pero sé que está muy cerca. Y si
está cerca, ¿por qué no sé dónde está?».
Bueno, y si vosotros fuerais
verdaderamente unos iluminados, entonces os diríais: «Si conciencia y energía
crean la naturaleza de la realidad, y si lo que yo guardo aquí arriba (en el
lóbulo frontal) como deseo afecta verdaderamente el mundo invisible de energía,
entonces, déjame pensar por un momento. Mi vida, tal como la he conocido hasta
este momento, ha sido en verdad exactamente igual a lo que yo he esperado que
sea, porque yo la creé. Oh, yo lo hice todo. Sufrí porque quería sufrir e hice
de mis amigos los tiranos. Yo hice eso. Le eché la culpa a mi madre por mi
condición genética. Pero, ¿por qué debería yo culpar a mi madre de mi condición
genética? Después de todo, ¿no es mi condición genética igual a mi evolución
espiritual? Debería serlo. Entonces, yo he estado ciertamente creando mi
realidad durante toda mi vida, y yo la he creado basándome en mi doctrina. Si
esto es verdad, lo único que tendría que hacer sería involucrarme emocional y
apasionadamente en el sueño.
Y digamos que el sueño es que
quiero conocer mi alma. Entonces, si yo soy Dios, todo lo que tengo que hacer
es contemplarla singular, tranquila y apa-sionadamente. Y si realmente soy
Dios, mi alma debería revelarse ante mí, y mi cerebro tener la facultad de
interpretar para mí lo que él no sabía antes. Pero una vez éste sabe algo,
nunca lo olvidará. Ahora yo ya no quiero morir nunca más, por que me he dado
cuenta de que beber las aguas encantadoras de la muerte no es sino una
referencia a ese lugar del que yo ya conozco todo. Pero yo vivo fascinado con
mi cuerpo, y el lugar que habito, y sé que lo estoy porque estoy pensando todo
el tiempo en él, y pienso en el rostro de mi amante, y también en sus
genitales. Pienso en mi propio rostro, en mi estomago. Pienso en lo que voy a
comer, en como me voy a ver. Pienso en el lugar donde voy a vivir y como me voy
a ganar la vida. Ciertamente paso tanto tiempo pensando en este lugar que no me
extraña que no tenga otro lugar a donde ir».
¿Lo entendéis? «Y si yo soy Dios,
bueno, creo que yo mismo me he metido en una encrucijada, ¿no es cierto? No me
extraña que cada vez que mi cuerpo ha muerto —esas miles de veces que tuvo que
hacerlo—, esa parte mía que lo reconocía tuvo que olvidarlo cuando regresé de
nuevo a otro cuerpo, porque el cuerpo al que yo estaba regresando no sabía
absolutamente nada de lo que yo fui una vez. Y todo lo que me importaba era mi
próximo cuerpo, el próximo abrazo, el próximo encuentro sexual, la próxima
fiesta, la próxima copa de vino, la próxima historia exitosa, la próxima bolsa
llena de dinero. Eso es todo lo que pienso. De este modo me he dado cuenta que
no ha sido Dios el que ha evitado que yo me conozca a mí mismo, sino que yo
mismo lo he olvidado por elección propia. Y sigo regresando y naciendo de nuevo,
y sigo viniendo a esos cuerpos en los que tengo que aprender a caminar de
nuevo, y tengo que aprender a hacer funcionar el cuerpo de nuevo.
Dios mío, tú pensarás que ya es
hora de que haya dominado todo esto, pero no, y es porque hay algo que aún me
falta. Yo no sé que nunca fue necesario morir, pero ahora estoy empezando a
sospechar que soy capaz de seguir viviendo, porque lo que yo no quiero hacer
otra vez es morir y olvidar. No quiero volver a morir nunca más, y no acordarme
de ti, ni poder recordar este momento y esta hermosa puesta de sol, y la
dulzura de todo lo que hemos compartido hoy. Yo no quiero olvidar eso nunca
más. Entonces depende únicamente de mí el poder acordarme de todo».
Pero el yo que está deseando esto
es diferente al yo que habita en el cuerpo, que necesita descanso y su comida,
sus éxitos y sus fracasos, sus enfermedades y cosas de qué quejarse.
«Entonces, si yo estuviera
realmente iluminado, sabría que si fuera capaz de manifestar la jornada de mi
alma, tendría también el poder de manifestar mi memoria para que nunca más me
fallara y para que nunca más me olvidara de ti. Yo tengo la capacidad para
hacer eso».
¿Quién puede decir —de los que
viven en este plano— que conocen exactamente cómo funciona el cerebro? Yo os
aseguro que tal persona no existe; lo único que tenemos son conjeturas y lo que
la ciencia nos dice. Pero nadie sabe donde está ese espacio sereno en el
cerebro. Más aún, ellos ni siquiera han llegado a separar el cerebro de la
conciencia.
Y después tenemos este otro problemita:
la mente. ¿Es la mente lo mismo que la conciencia o ésta pertenece al cerebro?
¿O quizá el cerebro pertenece a la conciencia y la mente quedaría fuera de
ambas? ¿Cómo funciona todo esto? Quizá funcione de esta manera: si tú eres un
ser espiritual, entonces eres la conciencia que fluye hacia un cerebro que fue
genéticamente construido para ti. El flujo de esa conciencia es de alguna
manera como un río de luz que hace que las bujías produzcan la chispa. Y las
bujías producen su chispa solamente si están de acuerdo con su destino
genético. Todo lo que el cerebro piensa está produciendo el fenómeno llamado
mente. De este modo, mi mente es el resultado de conciencia y energía en un
cerebro humano que está creando pensamiento holográfico. Y esto es así simplemente
porque el pensamiento es el observador que da vida a la energía y hace que el
coco pueda flotar en el océano. ¿Lo entiendes?
Ahora, vuestra jornada —y quiero
dejaros con esto esta noche—, la jornada de la persona espiritual es un poco
diferente a la jornada de la persona física. Cuando tú vienes y me dices:
«Deseo conocer al señor Dios de mi ser, y en verdad deseo conocer a Dios, amar
a Dios y ser amado por Dios; deseo conocer el poder que habita en mí más que
ninguna otra cosa, es lo más importante en mi vida», entonces tú has dicho las
primeras palabras que salen de la boca de un estudiante, el deseo de la Gran
Obra. La Gran Obra no consiste en hacer de ti un éxito en el campo físico, sino
en hacerte un Dios espiritual que además es eterno.
Esta noche quiero que penséis que
habéis vivido millones de vidas, no una, ni dos ni tres, como alguien os ha
dicho. Y no sólo tuviste una vida que fue espectacular, sino que tuviste muchas
de ellas. Pero lo que tú eres hoy es simplemente equiparable a lo que fueron
tus vidas en el pasado. Aún te queda mucho camino por recorrer. ¿Qué vas a
hacer con esto? Si tú eres Dios, deberías saber más. Más aún, si eres Dios tus
prioridades deberían cambiar. Si tú eres el observador que la ciencia te dice
ser , entonces eres un ser extraordinario, tan extraordinario que puedes tomar
un cuerpo perfectamente sano y enfermarlo al día siguiente. Sois tan extraordinarios
que podéis concebir un niño en el vientre a partir de la semilla de los
genitales. Sois tan extraordinarios que podéis entrar a una habitación llena de
plantas que ni siquiera hablan, y si estáis de un humor detestable, conseguir
que las flores que emanan perfume se marchiten y se caigan, porque nada debería
estar feliz a vuestro alrededor. Así de poderosos sois.
(1) La articulación en voz alta
de la lección aprendida dirigida a un compañero o a uno mismo es una
característica del estilo de enseñanza de Ramtha. Esta técnica ayuda a integrar
y recordar la lección aprendida.
Extracto de: Los orígenes de la
civilización humana - Ramtha
http://trabajadoresdelaluz.com.ar