- El Canto del silencio
El máximo secreto de la Naturaleza se halla contenido en el valor esencial del sonido. Cuando éste “rasga los éteres y los pone incandescentes, está cimentando la base de la Creación Universal”. Esta frase tiene un valor singularmente esotérico y la hemos sacado del “Libro de los Iniciados”.
Como en los trabajos se hacen frecuentes alusiones a este libro, diremos que se trata del Libro de la Experiencia de las Edades, cuyo contenido se halla expresado en forma de máximas, símbolos, axiomas y cantos, y sólo el iniciado puede leer, comprender y asimilar, para disponer de todo el conocimiento adquirido por la humanidad a través de las edades, y de ciertas claves para el futuro.
El máximo secreto de la Naturaleza se halla contenido en el valor esencial del sonido. Cuando éste “rasga los éteres y los pone incandescentes, está cimentando la base de la Creación Universal”. Esta frase tiene un valor singularmente esotérico y la hemos sacado del “Libro de los Iniciados”.
Como en los trabajos se hacen frecuentes alusiones a este libro, diremos que se trata del Libro de la Experiencia de las Edades, cuyo contenido se halla expresado en forma de máximas, símbolos, axiomas y cantos, y sólo el iniciado puede leer, comprender y asimilar, para disponer de todo el conocimiento adquirido por la humanidad a través de las edades, y de ciertas claves para el futuro.
Al hacer referencia a este libro, no nos guía afán ni pretensión de crear una jerarquía de conocimiento, sino despertar y avivar la fe de muchos seres humanos, para descubrir en sí mismos y a través del corazón, donde el conocimiento de las cosas se halla reflejado, esta esencia de sabiduría que el Libro revela. Si comprenden perfectamente algunos de los comentarios superiores o intuitivos de este Libro, será ésta una prueba evidente de que están adquiriendo, como iniciados en latencia, el derecho de leerlo y utilizarlo.
En la frase “rasgar los éteres y ponerlos en incandescencia, como base futura del Fuego promotor de la vida del Universo”, refiérese al sonido en el sentido de fricción, sin lo cual no existirían la luz y el calor que condensando los éteres constituyen la sustancia universal.
El Sonido, Verbo o Palabra, es la Voz de Dios, es la expresión de Su Voluntad Creadora de Ser y de Realizar; se halla, pues, en la base de toda forma y de todo concepto vivo o expresivo de la Creación.
El canto del silencio que oye el iniciado cuando se halla serenamente escuchando, aguzando el oído interno para poder oír la Voz de Dios, es el principal trabajo de reagrupación de energías que debe realizar como motivo principal de su vida. Este oír constantemente los múltiples sonidos de la Naturaleza, esa atención suprema a cada una de las pequeñas voces, que cada uno de los reinos de la Naturaleza eleva al Creador a través de todas y cada una de sus criaturas vivientes, es el principio mismo de la Magia, en su acepción esotérica o ashrámica, es el proceso infinito que va “del escuchar atento dentro del corazón el sonido inaudible, pero interiormente perceptible de los propósitos creadores subyacentes en cada reino de la naturaleza, y de reproducirlos después conscientemente a través del cuerpo mental”.
Este escuchar serenamente dentro del corazón motivo esencial o propósito de vida de cada ser viviente, incluido el que se eleva del indescriptible mundo de los átomos, y reproducirlo con fidelidad a través del poder de la mente es magia pura, espíritu creador, conciencia de síntesis.
Lógico es que en el Ashrama se le asigne tanta importancia a la práctica “consciente” del silencio, a este aguzar constante de los oídos internos para oír el canto supremo de la creación, pues sólo de esta manera se podrá reproducir más adelante el “canto o sonido de cada cosa”, como ciencia suprema de invocación del poder que cada cosa tiene en el lugar que el Creador la ha situado. Un milagro del orden que sea, siempre puede ser explicado a través del misterio de la invocación, es decir, del poder que tiene el iniciado sobre cada uno de los elementos vivos de la Naturaleza, es decir, sobre cada una de las criaturas que viven en el seno de la tierra, dentro del agua, en el aire, o en el interior del mismo fuego. La invocación es siempre un intento de “materializar” por el poder del sonido a que responde cada reino de la Naturaleza, las fuerzas latentes en todos los elementos de las cosas y de los seres creados.
Esto puede parecer muy difícil de comprender, pero los que se han adiestrado mucho en el silencio y a través del silencio han aprendido a reproducir el canto de cada cosa, saben por experiencia que al reproducir mental o físicamente este canto producen la invocación o “materialización objetiva” de la criatura o de la cosa que lo ha emitido. En estas últimas palabras tienen un indicio del alto secreto de la Magia, se trate de la teurgia que emplean los Magos blancos o la goecia de los Magos negros que en sus distintas gradaciones o jerarquías producen a voluntad hechos y situaciones, por invocación y materialización de los seres vivientes que habitan en los reinos invisibles de la Naturaleza.
El estudio de la Magia, analizada desde este punto de vista, es realmente aleccionador y profundamente sugestivo. De ahí que en las verdaderas escuelas esotéricas se le asigne a la ciencia de la invocación y de la evocación una importancia fundamental. En cierta ocasión, hablando acerca de los misterios implícitos en el Fuego, dijimos que “contemplar es reproducir por afinidad o semejanza las cosas que existen en la naturaleza”. Estas palabras encierran también el secreto de la Magia.
Al escuchar, profundamente expectantes y silenciosamente recogidos, el aliento subjetivo o propósito de unidad, que subyace en el corazón de toda cosa o ser viviente, estamos aprendiendo la primera lección de Magia, aunque no nos demos cuenta de ello. Más adelante, el día menos pensado y sin posible explicación para nosotros, reproducimos sin querer, o inconscientemente, algunas de estas voces o de estos cantos de la Naturaleza y “materializamos” a los seres que los emiten, los cuales se sienten llamados o invocados. La primera experiencia es de pasmo, maravilla o temor, después nos acostumbramos a estas cosas o a estas visiones, hasta que finalmente, y por la práctica inteligente, adquirimos el poder y la capacidad de seleccionar los cantos o las voces, es decir, buscamos en el orden de la Naturaleza a la criatura más adecuada para producir un hecho objetivo o particular, el que debe crear a nuestro alrededor un aura positiva de armonía.
Por la práctica hemos aprendido ciertas técnicas de invocación con respecto al OM sagrado, al que nos referiremos más adelante, que nos han hecho conscientes de ciertas claves de armonía de la que participan ciertas fuerzas bienhechoras del ambiente, singularmente dévicas, que utilizamos en las meditaciones espirituales de grupo. Se trata de una técnica definida de contacto consciente con estas fuerzas subjetivas de la Naturaleza, que rigen la evolución de los “tattwas” o corrientes eléctricas de expresión cíclica. Idéntica técnica, pero realizada por elevadas Entidades planetarias, sirve de invocación a “corrientes especiales” de ordenación cíclica, como aquellas fuerzas liberadas en los solsticios y en los equinoccios o de algún otro planeta específico con el que se quiere entrar en contacto.
Como podrán apreciar, la Magia es un secreto implícito en la Iniciación en su aspecto de Invocación, y es utilizada por todos los seres, desde el ser humano que empieza a pensar y a aguzar sus pequeños oídos internos, hasta el más exaltado Ser planetario, universal o cósmico. Aplicamos como siempre la ley de analogía hermética.
Nuestro interés es sacar conclusiones prácticas de estas ideas, que si bien parecen extrañas o misteriosas, son cosas que ocurren constantemente a nuestro alrededor, hasta el extremo que el conocimiento de las mismas puede alterar, modificar y hasta destruir las bases kármicas donde se asienta nuestra existencia humana. He aquí otra idea que nos parece digna de la máxima atención, por parte del aspirante espiritual, como base de futuras interpretaciones acerca del misterio esencial de la vida y del poder de controlar el ambiente y las circunstancias en que vivimos, para poder preparar el karma más conveniente y menos doloroso para el futuro. De no ser así, el sólo hecho de predicar ideas o de emitir hipótesis sería una cosa vana; sólo la continuidad de una serie de elementos erróneos que ofuscan la mente en lugar de aclararla.
Pero al decir que consciente o inconscientemente estamos practicando la magia, nos atenemos a una verdad esotérica con respecto a las leyes del sonido, pues todos, sin distinción, emitimos voces y sonidos y, por lo tanto, estamos constantemente invocando mental, emocional o físicamente a las criaturas invisibles que pueblan los éteres en donde vivimos sumergidos. Uno de los dones más preciosos, el de la palabra, contiene en sí el poder infinito de la magia. De ahí la reticencia del iniciado, que sólo habla cuando DEBE y no cuando PUEDE, muy al contrario de los seres humanos corrientes y aun de muchos aspirantes espirituales que hablan cuando pueden y no cuando deben, decir, sin ton ni son, sin propósito definido y sin conocimiento alguno de las leyes de oportunidad que nacen del consciente empleo de la economía universal.
Cuando se entra en la gran corriente de vida espiritual que lleva a la iniciación, son cada vez menos las palabras que fluyen por la boca, menos los pensamientos que invaden la mente y menos los deseos que perturban el corazón. El hombre espiritual se auto-define por el silencio y la parquedad de sus argumentos y, si es preciso hablar, por lo atinado y oportuno de sus comentarios.
La magia de las palabras crea el verdadero soporte del karma humano, que será bueno o malo, según las palabras que surgen del corazón y hablan a través de la boca, pues si nos atenemos al misterio infinito que evidenciamos cada vez que abrimos la boca para hablar, seremos conscientes del valor de las palabras de Cristo, cuando decía: “En el día del Juicio os serán tenidas en cuenta hasta vuestras inútiles palabras”, es decir, este hablar por hablar, sin propósito definido alguno, que utilizan la mayoría de las personas que como verdaderos “boomerangs”, retornan a ellas llevando su fruto de karma. Es evidente la cualidad altamente nociva de este fruto cuando se emplea la crítica, la murmuración o la maledicencia. Entonces este fruto será realmente amargo y contendrá las duras semillas de la prueba kármica, que sólo serán disueltas o destruidas cuando el alma del hombre sea capaz de permanecer en verdadero y sentido silencio.
Una voz, una palabra o un sonido contienen en esencia la creación. Cuando en los textos bíblicos o en los sagrados cantos védicos se nos dice que “El Universo es el resultado de la Palabra o del Verbo divino”, se está refiriendo a la magia creadora del sonido. La Voz de Dios, rasgando los éteres y poniéndolos incandescentes, es decir, originando el misterio del Fuego, crea todo cuanto existe en el Universo “en donde vivimos, nos movemos y tenemos el ser
El Karma de Dios, hasta donde nos es posible comprenderlo, dependerá, pues, de su propio aliento creador, expresado a través de la cualidad infinita de su Verbo o de su Palabra. La voz es el distintivo peculiar del Ser interior, ya se refiera a la pequeñísima conciencia que alienta en la diminuta esfera del átomo o a la más exaltada conciencia cósmica. Sólo la longitud de onda, el poder de rasgadura de los éteres, la intensidad del Fuego creador y la potencia indescriptible del Verbo diferencia esta expresión infinita del ser y la extensión del círculo-no-se-pasa, o aura, que se extiende fuera del mismo y define el marco en el interior del cual se cumple y desarrolla la ley del karma.
- La magia del alma
El ser humano, lo mismo que cualquier ser manifestado, prescindiendo de su mayor o menor abertura de conciencia, se define por la Voz. Su vibración particular, la que le sirve de vehículo del sonido, crea un color especial al rasgar los éteres, que puede ser percibido por el clarividente entrenado. Por esta vía cualquier ser humano puede ser seguido en la evolución del mundo espiritual, por el rastro de luz que deja tras sí y que convenientemente seguido por el experimentado observador lo lleva directamente al centro de conciencia, o alma en evolución. Aun cuando la multiplicidad de voces, o estados de conciencia, van tejiendo y destejiendo en el éter multiplicidad de colores, hay un color distintivo especial invariable que es precisamente el que sirve de referencia espiritual y que permanece inalterable en el centro de la incesante movilidad de los colores circunstanciales o pasajes envolventes.
La Voz a la que nos estamos refiriendo es la del alma humana, y hay mucho para profundizar en este sentido y en las elevadas consecuencias de su relación con el tiempo y con el espacio etéreo, en el que tiene su morada el alto secreto de la Magia.
La voz del Alma, el poder del gran sonido OM que la caracteriza, es creadora de situaciones permanentes y reside en ella la capacidad de transformar la vida y destruir el karma. Esta capacidad inherente al alma, de transformar la vida en términos de realización, es Magia, el poder de crear a voluntad las situaciones kármicas, que aparecían como aspectos fatales e implacables de la Voluntad de Dios respecto a nosotros, y de conducir la nave de la vida hacia océanos infinitos de liberación. El Verbo, o Voz del Alma, es el poder mágico que convenientemente empleado puede destruir dentro de la conciencia el aliento de todas las voces menores, recuerdos de otras vidas y apegos a lo inmediato que nos circunda y que en su mutua y fatal interdependencia crea y origina el misterio del karma.
El llanto de un niño que nace y el estertor de un moribundo son voces menores que nos hablan de nuestra relación con el espacio y el tiempo, en tanto que la Voz del alma, una vez reconocida y conscientemente pronunciada, nos hará testigos del gran Misterio de la eternidad. La magia de la Voz del alma es poderosísima, pues es un vehículo de la Voluntad de Dios. El secreto del cuarto reino, o reino humano, reside en el consciente empleo del Mántram solar OM, de cuyo sonido específico cada alma participa en la medida justa de sus fuerzas y posibilidades.
Cada reino tiene su propia Voz, su propio distintivo en color y sonido, y en el descubrimiento de este misterio se halla el conocimiento de las almas grupales, minerales, vegetales y animales que en cada reino de la Naturaleza realizan su evolución. De esta manera el esoterista entrenado, o el iniciado, pueden seguir fácilmente la historia del planeta con solo aguzar sus experimentados oídos para escuchar la Voz o seguir el rastro de luz que cada una de las almas grupales emite como característica distintiva de su vida en evolución.
Dentro del misterio que oculta cada reino y que se exterioriza a través de cada una de sus innumerables criaturas, es posible seguir el rastro de luz y de sonido que emite cada una en particular y aprender a materializarlas según técnicas científicas de invocación. Los aspectos de milagro, magia o prodigio, que pueden producir los esoteristas experimentados tienen su raíz en dos aspectos científicos muy definidos, que sin darnos cuenta estamos utilizando a cada instante: el oír y el hablar. Esta magia que está tan a nuestro alcance origina situaciones planetarias, pues los hombres como un todo pronuncian voces y emiten sonidos, que al adueñarse de los éteres producen el karma de la humanidad. Ya sea en lo individual o en lo planetario, todo depende de la calidad de nuestras luces y de nuestros sonidos.
A medida que el individuo va sutilizando sus expresiones de luz y de color se va acercando al Sonido característico del Alma Solar o Planetaria, el OM, y aprende a ver la luz que este OM genera al poner incandescentes los éteres, que lo hacen sensible a la Vida que rige el conjunto planetario. En esta forma se pone inteligentemente en relación con Aquel que utiliza el planeta Tierra como cuerpo de Su expresión, y aprende la técnica suprema de reproducir en su pequeña vida el OM solar, por el cual es posible la evolución de los planetas del Universo.
Cada vez que hablamos estamos reproduciendo el misterio solar de manifestación y colaboramos con nuestra palabra a la perpetuación de este misterio. Cuando somos conscientes del valor afirmativo del Verbo, como creador de situaciones individuales o mundiales, es que podemos medir el alcance de nuestra responsabilidad planetaria. También se podrá comprender la reticencia y circunspección del iniciado frente al misterio de la Palabra y el porqué de sus prolongados silencios y de su culto a la ley de la oportunidad cíclica, en la cual todas las palabras deberían ser pronunciadas. Él sabe del poder y de la responsabilidad de cada una por insignificante que parezca, y de la relación de ellas con la voz o sonido de las criaturas invisibles que pueblan los éteres y que al ser “materializadas” por invocación determinan las condiciones planetarias.
La ampliación de este concepto, al que haremos nueva referencia en el capítulo dedicado a los devas, y su cuidadoso estudio, debería hacernos muy responsables y hacernos conscientes de que la iniciación, con sus infinitas oportunidades y posibilidades, es un resultado de emplear cuidadosa e inteligentemente las palabras y de la capacidad de silencio, en virtud del cual los oídos internos se abren a la majestuosa sinfonía de Creación.
Siguiendo atentamente el curso de estas ideas, están entrenándose para los grandes secretos de la magia. Con sólo responsabilizarse plenamente de cuanto digan o hagan (hacer es otra forma de decir) y de utilizar palabras correctas en sus conversaciones, cuidando que cada una de ellas no hiera ni mortifique a los demás, de ser parcos en sus comentarios, evitando palabras inútiles y sin sentido, están convirtiéndose por obra y gracia del Verbo en verdaderos Magos blancos, en verdaderos teurgos de la buena ley.
Están derrumbando por este sencillo procedimiento, las estructuras poderosas que sostienen el mal karma planetario, constituido por cuanto dijeron o hicieron incorrecto todas las generaciones precedentes.
Nos referimos al OM solar y también al AUM planetario. El doble OM y el triple AUM son los sonidos que en su mutua y armoniosa conjunción producen al hombre realizado, al ser humano perfecto o Maestro de Compasión y de sabiduría.
V.B.Anglada
En la frase “rasgar los éteres y ponerlos en incandescencia, como base futura del Fuego promotor de la vida del Universo”, refiérese al sonido en el sentido de fricción, sin lo cual no existirían la luz y el calor que condensando los éteres constituyen la sustancia universal.
El Sonido, Verbo o Palabra, es la Voz de Dios, es la expresión de Su Voluntad Creadora de Ser y de Realizar; se halla, pues, en la base de toda forma y de todo concepto vivo o expresivo de la Creación.
El canto del silencio que oye el iniciado cuando se halla serenamente escuchando, aguzando el oído interno para poder oír la Voz de Dios, es el principal trabajo de reagrupación de energías que debe realizar como motivo principal de su vida. Este oír constantemente los múltiples sonidos de la Naturaleza, esa atención suprema a cada una de las pequeñas voces, que cada uno de los reinos de la Naturaleza eleva al Creador a través de todas y cada una de sus criaturas vivientes, es el principio mismo de la Magia, en su acepción esotérica o ashrámica, es el proceso infinito que va “del escuchar atento dentro del corazón el sonido inaudible, pero interiormente perceptible de los propósitos creadores subyacentes en cada reino de la naturaleza, y de reproducirlos después conscientemente a través del cuerpo mental”.
Este escuchar serenamente dentro del corazón motivo esencial o propósito de vida de cada ser viviente, incluido el que se eleva del indescriptible mundo de los átomos, y reproducirlo con fidelidad a través del poder de la mente es magia pura, espíritu creador, conciencia de síntesis.
Lógico es que en el Ashrama se le asigne tanta importancia a la práctica “consciente” del silencio, a este aguzar constante de los oídos internos para oír el canto supremo de la creación, pues sólo de esta manera se podrá reproducir más adelante el “canto o sonido de cada cosa”, como ciencia suprema de invocación del poder que cada cosa tiene en el lugar que el Creador la ha situado. Un milagro del orden que sea, siempre puede ser explicado a través del misterio de la invocación, es decir, del poder que tiene el iniciado sobre cada uno de los elementos vivos de la Naturaleza, es decir, sobre cada una de las criaturas que viven en el seno de la tierra, dentro del agua, en el aire, o en el interior del mismo fuego. La invocación es siempre un intento de “materializar” por el poder del sonido a que responde cada reino de la Naturaleza, las fuerzas latentes en todos los elementos de las cosas y de los seres creados.
Esto puede parecer muy difícil de comprender, pero los que se han adiestrado mucho en el silencio y a través del silencio han aprendido a reproducir el canto de cada cosa, saben por experiencia que al reproducir mental o físicamente este canto producen la invocación o “materialización objetiva” de la criatura o de la cosa que lo ha emitido. En estas últimas palabras tienen un indicio del alto secreto de la Magia, se trate de la teurgia que emplean los Magos blancos o la goecia de los Magos negros que en sus distintas gradaciones o jerarquías producen a voluntad hechos y situaciones, por invocación y materialización de los seres vivientes que habitan en los reinos invisibles de la Naturaleza.
El estudio de la Magia, analizada desde este punto de vista, es realmente aleccionador y profundamente sugestivo. De ahí que en las verdaderas escuelas esotéricas se le asigne a la ciencia de la invocación y de la evocación una importancia fundamental. En cierta ocasión, hablando acerca de los misterios implícitos en el Fuego, dijimos que “contemplar es reproducir por afinidad o semejanza las cosas que existen en la naturaleza”. Estas palabras encierran también el secreto de la Magia.
Al escuchar, profundamente expectantes y silenciosamente recogidos, el aliento subjetivo o propósito de unidad, que subyace en el corazón de toda cosa o ser viviente, estamos aprendiendo la primera lección de Magia, aunque no nos demos cuenta de ello. Más adelante, el día menos pensado y sin posible explicación para nosotros, reproducimos sin querer, o inconscientemente, algunas de estas voces o de estos cantos de la Naturaleza y “materializamos” a los seres que los emiten, los cuales se sienten llamados o invocados. La primera experiencia es de pasmo, maravilla o temor, después nos acostumbramos a estas cosas o a estas visiones, hasta que finalmente, y por la práctica inteligente, adquirimos el poder y la capacidad de seleccionar los cantos o las voces, es decir, buscamos en el orden de la Naturaleza a la criatura más adecuada para producir un hecho objetivo o particular, el que debe crear a nuestro alrededor un aura positiva de armonía.
Por la práctica hemos aprendido ciertas técnicas de invocación con respecto al OM sagrado, al que nos referiremos más adelante, que nos han hecho conscientes de ciertas claves de armonía de la que participan ciertas fuerzas bienhechoras del ambiente, singularmente dévicas, que utilizamos en las meditaciones espirituales de grupo. Se trata de una técnica definida de contacto consciente con estas fuerzas subjetivas de la Naturaleza, que rigen la evolución de los “tattwas” o corrientes eléctricas de expresión cíclica. Idéntica técnica, pero realizada por elevadas Entidades planetarias, sirve de invocación a “corrientes especiales” de ordenación cíclica, como aquellas fuerzas liberadas en los solsticios y en los equinoccios o de algún otro planeta específico con el que se quiere entrar en contacto.
Como podrán apreciar, la Magia es un secreto implícito en la Iniciación en su aspecto de Invocación, y es utilizada por todos los seres, desde el ser humano que empieza a pensar y a aguzar sus pequeños oídos internos, hasta el más exaltado Ser planetario, universal o cósmico. Aplicamos como siempre la ley de analogía hermética.
Nuestro interés es sacar conclusiones prácticas de estas ideas, que si bien parecen extrañas o misteriosas, son cosas que ocurren constantemente a nuestro alrededor, hasta el extremo que el conocimiento de las mismas puede alterar, modificar y hasta destruir las bases kármicas donde se asienta nuestra existencia humana. He aquí otra idea que nos parece digna de la máxima atención, por parte del aspirante espiritual, como base de futuras interpretaciones acerca del misterio esencial de la vida y del poder de controlar el ambiente y las circunstancias en que vivimos, para poder preparar el karma más conveniente y menos doloroso para el futuro. De no ser así, el sólo hecho de predicar ideas o de emitir hipótesis sería una cosa vana; sólo la continuidad de una serie de elementos erróneos que ofuscan la mente en lugar de aclararla.
Pero al decir que consciente o inconscientemente estamos practicando la magia, nos atenemos a una verdad esotérica con respecto a las leyes del sonido, pues todos, sin distinción, emitimos voces y sonidos y, por lo tanto, estamos constantemente invocando mental, emocional o físicamente a las criaturas invisibles que pueblan los éteres en donde vivimos sumergidos. Uno de los dones más preciosos, el de la palabra, contiene en sí el poder infinito de la magia. De ahí la reticencia del iniciado, que sólo habla cuando DEBE y no cuando PUEDE, muy al contrario de los seres humanos corrientes y aun de muchos aspirantes espirituales que hablan cuando pueden y no cuando deben, decir, sin ton ni son, sin propósito definido y sin conocimiento alguno de las leyes de oportunidad que nacen del consciente empleo de la economía universal.
Cuando se entra en la gran corriente de vida espiritual que lleva a la iniciación, son cada vez menos las palabras que fluyen por la boca, menos los pensamientos que invaden la mente y menos los deseos que perturban el corazón. El hombre espiritual se auto-define por el silencio y la parquedad de sus argumentos y, si es preciso hablar, por lo atinado y oportuno de sus comentarios.
La magia de las palabras crea el verdadero soporte del karma humano, que será bueno o malo, según las palabras que surgen del corazón y hablan a través de la boca, pues si nos atenemos al misterio infinito que evidenciamos cada vez que abrimos la boca para hablar, seremos conscientes del valor de las palabras de Cristo, cuando decía: “En el día del Juicio os serán tenidas en cuenta hasta vuestras inútiles palabras”, es decir, este hablar por hablar, sin propósito definido alguno, que utilizan la mayoría de las personas que como verdaderos “boomerangs”, retornan a ellas llevando su fruto de karma. Es evidente la cualidad altamente nociva de este fruto cuando se emplea la crítica, la murmuración o la maledicencia. Entonces este fruto será realmente amargo y contendrá las duras semillas de la prueba kármica, que sólo serán disueltas o destruidas cuando el alma del hombre sea capaz de permanecer en verdadero y sentido silencio.
Una voz, una palabra o un sonido contienen en esencia la creación. Cuando en los textos bíblicos o en los sagrados cantos védicos se nos dice que “El Universo es el resultado de la Palabra o del Verbo divino”, se está refiriendo a la magia creadora del sonido. La Voz de Dios, rasgando los éteres y poniéndolos incandescentes, es decir, originando el misterio del Fuego, crea todo cuanto existe en el Universo “en donde vivimos, nos movemos y tenemos el ser
El Karma de Dios, hasta donde nos es posible comprenderlo, dependerá, pues, de su propio aliento creador, expresado a través de la cualidad infinita de su Verbo o de su Palabra. La voz es el distintivo peculiar del Ser interior, ya se refiera a la pequeñísima conciencia que alienta en la diminuta esfera del átomo o a la más exaltada conciencia cósmica. Sólo la longitud de onda, el poder de rasgadura de los éteres, la intensidad del Fuego creador y la potencia indescriptible del Verbo diferencia esta expresión infinita del ser y la extensión del círculo-no-se-pasa, o aura, que se extiende fuera del mismo y define el marco en el interior del cual se cumple y desarrolla la ley del karma.
- La magia del alma
El ser humano, lo mismo que cualquier ser manifestado, prescindiendo de su mayor o menor abertura de conciencia, se define por la Voz. Su vibración particular, la que le sirve de vehículo del sonido, crea un color especial al rasgar los éteres, que puede ser percibido por el clarividente entrenado. Por esta vía cualquier ser humano puede ser seguido en la evolución del mundo espiritual, por el rastro de luz que deja tras sí y que convenientemente seguido por el experimentado observador lo lleva directamente al centro de conciencia, o alma en evolución. Aun cuando la multiplicidad de voces, o estados de conciencia, van tejiendo y destejiendo en el éter multiplicidad de colores, hay un color distintivo especial invariable que es precisamente el que sirve de referencia espiritual y que permanece inalterable en el centro de la incesante movilidad de los colores circunstanciales o pasajes envolventes.
La Voz a la que nos estamos refiriendo es la del alma humana, y hay mucho para profundizar en este sentido y en las elevadas consecuencias de su relación con el tiempo y con el espacio etéreo, en el que tiene su morada el alto secreto de la Magia.
La voz del Alma, el poder del gran sonido OM que la caracteriza, es creadora de situaciones permanentes y reside en ella la capacidad de transformar la vida y destruir el karma. Esta capacidad inherente al alma, de transformar la vida en términos de realización, es Magia, el poder de crear a voluntad las situaciones kármicas, que aparecían como aspectos fatales e implacables de la Voluntad de Dios respecto a nosotros, y de conducir la nave de la vida hacia océanos infinitos de liberación. El Verbo, o Voz del Alma, es el poder mágico que convenientemente empleado puede destruir dentro de la conciencia el aliento de todas las voces menores, recuerdos de otras vidas y apegos a lo inmediato que nos circunda y que en su mutua y fatal interdependencia crea y origina el misterio del karma.
El llanto de un niño que nace y el estertor de un moribundo son voces menores que nos hablan de nuestra relación con el espacio y el tiempo, en tanto que la Voz del alma, una vez reconocida y conscientemente pronunciada, nos hará testigos del gran Misterio de la eternidad. La magia de la Voz del alma es poderosísima, pues es un vehículo de la Voluntad de Dios. El secreto del cuarto reino, o reino humano, reside en el consciente empleo del Mántram solar OM, de cuyo sonido específico cada alma participa en la medida justa de sus fuerzas y posibilidades.
Cada reino tiene su propia Voz, su propio distintivo en color y sonido, y en el descubrimiento de este misterio se halla el conocimiento de las almas grupales, minerales, vegetales y animales que en cada reino de la Naturaleza realizan su evolución. De esta manera el esoterista entrenado, o el iniciado, pueden seguir fácilmente la historia del planeta con solo aguzar sus experimentados oídos para escuchar la Voz o seguir el rastro de luz que cada una de las almas grupales emite como característica distintiva de su vida en evolución.
Dentro del misterio que oculta cada reino y que se exterioriza a través de cada una de sus innumerables criaturas, es posible seguir el rastro de luz y de sonido que emite cada una en particular y aprender a materializarlas según técnicas científicas de invocación. Los aspectos de milagro, magia o prodigio, que pueden producir los esoteristas experimentados tienen su raíz en dos aspectos científicos muy definidos, que sin darnos cuenta estamos utilizando a cada instante: el oír y el hablar. Esta magia que está tan a nuestro alcance origina situaciones planetarias, pues los hombres como un todo pronuncian voces y emiten sonidos, que al adueñarse de los éteres producen el karma de la humanidad. Ya sea en lo individual o en lo planetario, todo depende de la calidad de nuestras luces y de nuestros sonidos.
A medida que el individuo va sutilizando sus expresiones de luz y de color se va acercando al Sonido característico del Alma Solar o Planetaria, el OM, y aprende a ver la luz que este OM genera al poner incandescentes los éteres, que lo hacen sensible a la Vida que rige el conjunto planetario. En esta forma se pone inteligentemente en relación con Aquel que utiliza el planeta Tierra como cuerpo de Su expresión, y aprende la técnica suprema de reproducir en su pequeña vida el OM solar, por el cual es posible la evolución de los planetas del Universo.
Cada vez que hablamos estamos reproduciendo el misterio solar de manifestación y colaboramos con nuestra palabra a la perpetuación de este misterio. Cuando somos conscientes del valor afirmativo del Verbo, como creador de situaciones individuales o mundiales, es que podemos medir el alcance de nuestra responsabilidad planetaria. También se podrá comprender la reticencia y circunspección del iniciado frente al misterio de la Palabra y el porqué de sus prolongados silencios y de su culto a la ley de la oportunidad cíclica, en la cual todas las palabras deberían ser pronunciadas. Él sabe del poder y de la responsabilidad de cada una por insignificante que parezca, y de la relación de ellas con la voz o sonido de las criaturas invisibles que pueblan los éteres y que al ser “materializadas” por invocación determinan las condiciones planetarias.
La ampliación de este concepto, al que haremos nueva referencia en el capítulo dedicado a los devas, y su cuidadoso estudio, debería hacernos muy responsables y hacernos conscientes de que la iniciación, con sus infinitas oportunidades y posibilidades, es un resultado de emplear cuidadosa e inteligentemente las palabras y de la capacidad de silencio, en virtud del cual los oídos internos se abren a la majestuosa sinfonía de Creación.
Siguiendo atentamente el curso de estas ideas, están entrenándose para los grandes secretos de la magia. Con sólo responsabilizarse plenamente de cuanto digan o hagan (hacer es otra forma de decir) y de utilizar palabras correctas en sus conversaciones, cuidando que cada una de ellas no hiera ni mortifique a los demás, de ser parcos en sus comentarios, evitando palabras inútiles y sin sentido, están convirtiéndose por obra y gracia del Verbo en verdaderos Magos blancos, en verdaderos teurgos de la buena ley.
Están derrumbando por este sencillo procedimiento, las estructuras poderosas que sostienen el mal karma planetario, constituido por cuanto dijeron o hicieron incorrecto todas las generaciones precedentes.
Nos referimos al OM solar y también al AUM planetario. El doble OM y el triple AUM son los sonidos que en su mutua y armoniosa conjunción producen al hombre realizado, al ser humano perfecto o Maestro de Compasión y de sabiduría.
V.B.Anglada
http://www.trabajadoresdelaluz.com
01 de Noviembre 2017