Hace algunos años, unas personas que dirigían un
campo nudista me propusieron visitarlo para que viese de qué se trataba. Lo
visité; naturalmente yo parecía un bicho raro al ser el único que estaba
vestido entre tantas personas. Poco a poco se me fueron acercando chicas
jóvenes, mujeres, hombres, y lo extraordinario es que cuando uno se encuentra
ante tantas personas desnudas, no le produce ninguna impresión. Yo mismo estaba
sorprendido. Miraba y me decía:
«¡Verdaderamente, no hay de qué escandalizarse!»
Todo parecía muy simple y natural: las personas, su actitud, su expresión.
Después nos sentamos y todos me interrogaban sobre distintos temas y escuchaban
con gran atención.
Os estaréis preguntando si estoy a favor o en contra del nudismo. No estoy ni a favor ni en contra, sin embargo noté ciertas cosas que no eran correctas. Me habían dicho que los nudistas, al haberse liberado de ciertos complejos, podían encontrar más fácilmente la santidad, el equilibrio, y también la pureza, y me interesaba ver si era cierto. Por desgracia esto no era totalmente cierto.
En primer lugar se aburrían, pues no hacían casi nada; pero sobre todo, al no tener ningún conocimiento iniciático acerca de la naturaleza y poder de los elementos - la tierra, el agua, el aire, la luz - no recibían muchas de sus ventajas. También noté que no se habían liberado de toda clase de deseos y necesidades que el hecho de vivir desnudos les permitía satisfacer. Por consiguiente, la desnudez no los conducía a la pureza.
La pureza es algo más que la capacidad de desnudarse sin sentir vergüenza. Por otra parte, la pureza no se limita al campo de la sexualidad, sino que abarca todas las regiones y campos de la existencia. El hombre comprende cuando introduce la pureza en su intelecto; se vuelve activo y poderoso cuando la introduce en su voluntad; goza de buena salud cuando entra en su cuerpo físico, y se vuelve clarividente cuando entra en su corazón y en su alma. «Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios», decía Jesús. Así pues, la pureza limitada a la cuestión sexual no es suficiente.
En estos momentos el nudismo se practica en todo el mundo; se editan revistas y se escriben artículos, pero los conocimientos esenciales sobre este tema son insuficientes. Mientras los seres humanos no posean ciertos conocimientos espirituales, el nudismo no les aportará nada de lo que imaginan; sólo e trata de algunos ensayos que no llegarán muy lejos.
Está bien comulgar con las fuerzas de la naturaleza, con el aire o con el sol, pero en tanto el ser humano no tenga conocimientos más vastos acerca de la naturaleza y de él mismo, todo ello servirá de muy poco. Quizás estén abiertos sus poros físicos, pero los espirituales están taponados, porque en realidad no sabe lo que es exponerse a las corrientes cósmicas. Por consiguiente se beneficia muy poco de todo ello, a pesar de vivir desnudo en plena naturaleza.
No hay nada malo en permanecer desnudo puesto que todo el mundo se desnuda en su casa, se baña, etc... Se admite que uno esté desnudo en su casa, pero delante de los demás está mal visto... ¿Por qué? Como quiera que los seres humanos no tienen suficiente pureza y fuerza para dominarse, se han visto obligados a inventar reglas para protegerse los unos de los otros. Pero, en realidad, no hay nada malo en estar desnudo. Por otra parte, si preguntamos a la naturaleza si está furiosa porque las personas se paseen desnudas por los bosques y por las playas, contestará que le da igual, que si ellos se encuentran cómodos pueden ir desnudos. También añadirá que cuando los envió sobre la tierra no estaban vestidos. Si por alguna razón han decidido vestirse, es su problema, pero que ella los creó desnudos.
El cuerpo de los hombres y de las mujeres posee ciertas antenas etéricas gracias a las cuales pueden comunicarse con la naturaleza y recibir su fuerza y sus mensajes. Pues bien, si pueden exponerse a ella en el bosque o al borde del mar para realizar un trabajo espiritual con la tierra, el aire, el sol y el agua, tienen muchas más posibilidades de emitir corrientes y de captarlas y, por consiguiente, de obtener resultados positivos. Los brujos, y sobre todo las brujas, utilizaron siempre la desnudez en sus prácticas, ya que conocían su gran poder; la literatura ocultista relata numerosos casos en los que las brujas se desnudaban para hacer sus conjuros, sus hechizos, lanzar sus maldiciones... La desnudez atrae tanto al bien como al mal, por esto es peligroso exponerse desnudo si no se es bastante consciente y dueño de sí mismo como para cerrarse a todo lo negativo, tenebroso, y abrirse a lo luminoso.
Realmente los hombres y las mujeres no tienen la misma actitud ante la desnudez. En conjunto las mujeres se exhiben más fácilmente desnudas que los hombres. Estos sienten más bien vergüenza al desvestirse delante de los demás, pero les gusta ver a las mujeres sin ropa y a éstas les gusta exhibirse. La naturaleza los ha hecho de este modo. Desde hace siglos, por más que se intente inculcar les que la desnudez es contraria al pudor y a la pureza, vemos que muchas mujeres aún no han llegado a aceptar esta idea. Aunque obedezcan poniéndose vestidos, en su fuero interno no han admitido esta regla, pues no corresponde a su naturaleza profunda. No es por vicio o desvergüenza que les guste desnudarse, sino que obedecen a su idiosincrasia y no ven en ello ningún mal.
La mujer puede ser reprendida por el uso que hace de su desnudez, pero no por su natural necesidad de mostrarse así. Cuando ha comprobado cuán débiles son los hombres y lo fácilmente que pierden la serenidad ante su cuerpo, la mujer ha pensado que podía aprovecharse de ello, y ahora utiliza su belleza para dominarlos, explotarlos o vengarse de ellos. Hoy en día esto es tan corriente que casi no se encuentran mujeres que ignoren el poder de su encanto físico y no intenten utilizarlo sobre los hombres para manejados a su antojo. De esto sí que son culpables.
Que sean hermosas y tengan encanto está muy bien, nadie se lo puede reprochar, pero en vez de utilizar los poderes que la naturaleza les ha dado para tentar al hombre y hacer que se enfangue en la suciedad, deben aprender a utilizarlos para ennoblecerlo, inspirarlo y unirlo al Cielo.
En los Misterios se menciona que el Iniciado debe llegar a contemplar a Isis sin ningún velo.
Gracias a su pureza y sabiduría, el Iniciado hace caer uno a uno los velos de Isis, la Naturaleza, para poder contemplarla en todas sus manifestaciones, conocerla en todos sus secretos, en toda su belleza. Por este motivo, simbólicamente, idealmente, una mujer desnuda delante de su amado representa a Isis sin velo ante los ojos del Iniciado. Los seres humanos no lo han comprendido, pero durante toda su vida no hacen más que repetir los misterios de la Iniciación, los misterios de Isis. ¿Por qué aparece la novia envuelta en velos y en su noche de bodas se desnuda delante de su amante para ser contemplada? Casi todo el mundo desconoce el profundo significado de estas costumbres, y sólo retienen el aspecto más grosero, inferior y material, en lugar de prepararse para comprender uno de los más grandes misterios de la naturaleza. Por esto surgen después tantas anomalías, porque no se está preparado.
Los recién casados van en viaje de novios: a esto lo llamamos «luna de miel», y se tiene la idea de que es un período en el que hay que revolcarse en los placeres sexuales hasta la náusea.
¡Qué manera tan triste de vivir el símbolo eterno del Iniciado que se presenta ante su novia, Isis, para celebrar la boda! Por esto no encuentran ni el amor, ni la felicidad, sino todo lo contrario.
Mientras se obstinen en comprender las cosas de manera errónea, ¡que no esperen encontrar lo que buscan! Preguntamos a una madre «¿Dónde está su hija? Ha salido con su marido a pasar su luna de miel en Venecia». Otra vez la expresión «luna de miel». y verdaderamente, ¿qué van a elaborar este par de mentecatos si no poseen ningún conocimiento? Abusarán del placer hasta hastiarse mutuamente. Al estar ciegos, ninguno de los dos verá la verdadera belleza del otro, no percibirán el espíritu ni el alma, ese esplendor que se encierra en su interior; sólo verán la piel, las piernas, la materia, nada más. ¡Pobre humanidad!
El Iniciado, por su parte, no piensa en revolcarse en los placeres, sino que se prepara para su novia, para Isis, y también para una clase de éxtasis que desconocemos. El sabe que la belleza y perfección divinas se reflejan por todas partes en la naturaleza, pero en ninguna otra parte esta belleza y perfección están mejor representadas que en el cuerpo humano. En nuestro entorno, todo está diseminado; los océanos son una parte del cuerpo cósmico, los ríos, las montañas o el cielo también lo son. Sólo el hombre y la mujer reflejan el cuerpo cósmico en su totalidad. Por este motivo, cuando el Iniciado ve a una criatura que refleja mejor que las demás los esplendores del universo, la contempla con placer a fin de unirse a la belleza divina.
Enseguida se da cuenta de que es una criatura que le habla de las virtudes de Dios, y al contemplarla reencuentra esta belleza divina. Mientras que los hombres y las mujeres ordinarios, en lugar de maravillarse del modo cómo reflejan el cielo los seres queridos, lo que hacen es abalanzarse sobre ellos y los echan a perder. Se parecen a esos caballos que se lanzan al galope a través de un prado lleno de flores: todas quedan destrozadas. Hombres y mujeres se maravillarían mucho más ante este esplendor celestial si estuvieran instruidos en la Ciencia Iniciática, y además sacarían de él inspiración, fuerza, energía y voluntad para continuar con su trabajo.
Y aún añadiría algo muy interesante sobre este tema. Ya sabéis que todos los miembros y órganos del cuerpo humano corresponden a fuerzas que circulan por el cosmos. Los diferentes órganos del cuerpo físico han sido formados en relación a estas fuerzas. Hace varios años os revelé a qué regiones del cosmos estaban vinculados los senos de la mujer, y algunos os sorprendísteis. Todo el mundo piensa que sólo sirven para alimentar al bebé. Está claro que sirvan para esto, pero también puede suceder que tengan otra función que desconocemos. Yo dije que el seno izquierdo está relacionado con las corrientes de la Luna, y el derecho con la Vía Láctea, y que si la mujer fuera consciente de ello le podría ser muy beneficioso para su evolución espiritual. La mayor parte del tiempo ella ignora que está en comunicación con toda la naturaleza y también con los seres humanos. Pero aunque ella ignore esta comunicación etérica, magnética, ésta tiene lugar y sus dos senos dan y reciben algo.
Poco tiempo después de revelar esto, visité en España un museo en donde vi el cuadro de un pintor casi desconocido que representaba a una mujer desnuda con la luna sobre su seno izquierdo y la Vía Láctea surgiendo de su seno derecho.
Quedé estupefacto al verlo y me sentí feliz porque era la confirmación de una verdad iniciática.
Ciertamente este pintor poseía conocimientos iniciáticos.
El cuerpo del hombre y de la mujer constituyen en sí mismo un resumen del universo. El discípulo tiene que saber cómo contemplarlo, respetarlo, maravillarse ante él y, por encima de todo, tomarlo como un punto de partida para unirse al mundo divino, allá en lo alto, para glorificar al Señor y avanzar por el camino de la evolución. Entonces podrá descubrir todos los secretos de la naturaleza, pues al no tener que sufrir más violaciones y vejaciones por parte de él, Isis se le desvelará, y dirá: «Este ser está atento, me ama, me respeta, me admira, me mostrará a él». La verdad se revelará así, porque Isis es esto: la verdad. Esta se revelará a su espíritu en toda su desnudez, es decir ,tal cual es allá en lo alto, y no aquí abajo, escondida tras los velos, las ilusiones, «maya». Porque la verdad se revela sólo a aquél que sabe comportarse correctamente frente a los misterios del amor.
Contemplar a Isis sin velo es contemplar la verdad. Por esto los Iniciados hablan de conocer la «verdad desnuda», desprovista de sus velos. ¿En qué consisten estos velos? Son siete y corresponden a los siete planos: físico, etérico, astral, mental, causal, búdico y átmico. Cuando se levanta el séptimo velo se contempla a la Madre Divina, la Madre Naturaleza, desnuda, es decir, en su materia más pura, más sutil, completamente fusionada con el espíritu.
Si durante vuestra vida queréis conocer a alguien, intentad conocedo por él mismo y no sólo por sus vestidos, por sus velos. Para conseguido debéis elevaros hasta la región en donde se encuentra verdaderamente su espíritu, su Yo superior, pues allí es donde lo conoceréis. En tanto os detengáis en uno de los velos de su aspecto exterior, os cansaréis inútilmente, mientras que si encontráis a aquél que está detrás de las apariencias, nunca os sentiréis cansados y descubriréis una fuente de alegría inagotable. Por lo demás, esto es lo que yo hago con vosotros. Si no pensara así, hace tiempo que me habría cansado de vosotros. Habría dicho: «Nada me interesa de ellos.
¡Siempre las mismas caras!» Por suerte no pienso así, y desde hace mucho tiempo os he «desnudado» como hacen los hombres cuando encuentran a una mujer. De todos modos, no me comprendáis mal...
Nunca se ha sabido interpretar esta tendencia que tiene el hombre de querer desnudar a la mujer para contemplarla. La naturaleza le ha dado este instinto para incitado a que no se quede estancado en el aspecto externo, sino que vaya más lejos, más arriba, allí donde está realmente desnuda, es decir, en su mayor pureza, esplendor y luz. Allá arriba no hay nada vergonzoso, pues no se contempla su cuerpo físico - sus cabellos, pecho, etc... -, sino su alma, la Divinidad. Los seres humanos no saben interpretar el lenguaje de la Naturaleza: sienten en ellos ciertos instintos, y se entretienen con sus manifestaciones más groseras; por ello capitulan, se vienen abajo y ése es su final.
Cuando os digo que os he desvestido quiero decir que no quiero conoceros sólo en el plano físico, sino que busco en otra parte, en el plano divino, y cuando os miro veo a hijos e hijas de Dios. En ese momento todo resulta fantástico, siento una gran alegría en mí, y entonces la vida fluye. ¿Por qué razón no aprenderíais vosotros a actuar de la misma manera? Naturalmente que la forma es necesaria, pero no puede satisfaceros por mucho tiempo, es sólo un punto de partida. Es como un frasco que únicamente es indispensable para proteger el perfume, esta quintaesencia que es la vida. Tenéis que fijaros en el espíritu que propaga la vida, la luz, que vibra, que crea mundos,.. Si lo hacéis nunca sufriréis decepciones, de lo contrario, tarde o temprano, os sentiréis defraudados.
De momento sólo tenéis una ligera idea de toda la ciencia que encierra la palabra «desnudez».
Estar desnudo es haberse despojado de todas las concepciones erróneas y de cualquier deseo.
Sólo la verdad está desnuda; por consiguiente, para alcanzar la verdadera desnudez hay que liberarse de todo lo que es opaco, grosero e impermeable al mundo divino. Cuando se ha alcanzado esta desnudez, uno puede elevarse muy alto a fin de recibir los mensajes del Cielo, su sabiduría y su amor.
Si las personas no consiguen gran cosa con sus meditaciones, es porque intentan elevarse sin haberse desembarazado antes de sus viejos vestidos sucios y agujereados, simbólicamente hablando. ¿Cómo pueden recibir algo sus antenas actuando de esta forma? Hay que enfrentarse al Cielo completamente desnudos, es decir, despojados de deseos, conjeturas y prejuicios. Así pues, uno se quita sus vestidos y asciende. Cuanto más se desnuda, más asciende... A continuación, cuando desciende de nuevo, se viste otra vez para reemprender su trabajo en la materia. En la Tierra es necesario estar vestido, pero en el Cielo, no; el Cielo sólo ama a los seres «desnudos».
Ahora podéis comprobar la magnífica imagen que nos han dado los Iniciados cuando hablan de la verdad completamente desnuda, de Isis sin velo.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
Los secretos del libro de la naturaleza
www.trabajadoresdelaluz.com.ar
13 de Noviembre 2017