V.B. Anglada - Retorno del Alma a un nuevo nacimiento. II

El Gran Corazón Solar, fuente de la vida del Universo late en nuestro corazón desde el momento mismo en que el átomo permanente, por medio del Deva constructor, inicia el fenómeno físico de la vida.

Avivada esta llama de Vida por el deseo de ser y de vivir del alma, el proceso de la encarnación se desliza reviviendo constantemente recuerdos, que son semillas de facultades y dejando que el tiempo condicionado por ciclos inmortales, permita al Deva consumar su obra. Es una obra que este Ángel realiza con amorosa dedicación, profunda atención y delicadeza infinita. Es la obra de Dios. ¡Y pensar que el hombre puede matar esta obra sin pensar ni sospechar siquiera que es la obra del amor y del sacrificio cósmico!
Los ciclos del tiempo, regulan y condicionan las edades históricas de la vida del hombre durante su proceso evolutivo. Cada edad representa así un aspecto definido de los recuerdos acumulados en el interior del átomo físico permanente que se extienden desde el primer recuerdo de vida (la primera manifestación del Espíritu o Mónada en el hombre en su proceso de expresión), hasta los últimos acontecimientos históricos o físicos de su vida en este plano. Nueve edades existen, laten y se agitan en el corazón de todo ser viviente, son las edades que permiten expresar la cualidad característica de un recuerdo o estado evolutivo. Se trata de una memorización constante de hechos que se extienden, como hemos dicho antes desde el principio mismo de los tiempos a través de cada uno de los reinos de la Naturaleza, de las distintas razas, y de todos los continentes, creando así las requeridas situaciones, que renovadas vida tras vida llegan un día a converger en la divina profundidad del Arquetipo causal.

Esto permite ver con más claridad porqué son nueve los meses de gestación del cuerpo físico del ser humano en el interior de la mística morada materna. Nueve son en efecto los ciclos del tiempo o edades, que corresponden a la impresión cósmica, o sea la resolución de tres trinidades esenciales, una correspondiente a la vida de la Mónada o Espíritu, otra a la del Ángel Solar, resumida en la Tríada Espiritual y la tercera que corresponde al alma humana y se manifiesta por medio del triple vehículo de expresión, mental, emocional y físico. 

Cuando se habla esotéricamente de Sanat Kumara, el Señor del Mundo, se le denomina el “Señor de las Nueve Perfecciones” de ahí que en lenguaje místico, cuando hablamos del hombre según su clave numérica, le asignemos el número nueve, siendo místicamente el nueve, el número que promueve la iniciación, pues el nacimiento de Cristo en el corazón, en lo que a iniciación se refiere, es el aspecto superior del nacimiento de cualquier criatura en el mundo físico, finalizadas las nueve etapas de recapitulación o recuerdo que al mismo dan lugar mediante la imaginación y tomando como base todas las particularidades implícitas en el número nueve, vale decir, empleando la analogía numérica, puede ampliarse considerablemente esta idea.

Finalizada la ordenación de un ciclo de vida que lleva prendido en sí la esencia viva de 9 recuerdos, de 9 edades, de 9 cualidades específicas y de 9 perfecciones en latencia, nace a la existencia una nueva unidad de vida humana.

El Deva constructor ha realizado casi enteramente su misión. El llanto de la criatura recién nacida emite un sonido especial, que une más fuertemente su corazón con el aliento de las Deidades planetarias y con el del alma que debe encarnar. La atención del Ángel Solar profundiza entonces algo más en el diseño o arquetipo de la nueva existencia, o del nuevo destino y marca en la conciencia del alma, los aspectos principales o dramáticos de este destino. A continuación se sumerge en profunda meditación y aparentemente deja de intervenir en la evolución física del proceso. Su actividad, salvo cuando en etapas muy avanzadas de la vida la súplica del alma sea muy intensa o cuando las circunstancias así lo exigieran, será la de un mero observador del dramático proceso de la vida.

El alma en encarnación, en un nivel intermedio, que irá reduciéndose paulatinamente en distancia según la estructura del cuerpo vaya progresando hasta permitir que la conciencia emocional y la mental tomen cierta importancia en la vida de la criatura, va planeando cada vez más cerca de su vehículo físico pero sin introducirse en él. Cuando el cuerpo físico humano tiene la edad de siete años, se realiza un acontecimiento espiritual con dos amplias y definidas vertientes; primero el Ángel constructor desliga su aura del aura de la criatura y vuelve a sus fuentes dévicas de procedencia, el corazón místico de la Madre Naturaleza, reproduciendo así un análogo proceso al que realiza el Ángel Solar, que retorna al Corazón del Sol después de cumplir su misión de perfección, en relación con el alma humana.

Seguidamente el alma humana reencarna definitivamente en el cuerpo y se adueña del corazón, de la vida y de la conciencia del triple vehículo, convenientemente estructurado ya para la obra a realizar.

Desde el momento del nacimiento hasta la edad de siete años, se cumple un proceso similar al que rige la expansión de la vida del alma, o sea, al ciclo particular de 9 edades que configura el proceso de perfección de la vida. El ciclo de tiempo correspondiente al numero 7, contiene la clave de las energías y de las fuerzas que condicionan el sistema Solar; de ahí el misterio de los siete Rayos, de los 7 planetas sagrados, de las 7 notas musicales, y de los siete colores que intervienen en el proceso de recapitulación del alma en cada una de las edades, o recuerdos que constituyen las etapas místicas del sendero de retorno a la vida, es decir, cada una de las estancias del alma, desde que encarna por primera vez, hasta que conscientemente enfrenta la ruta iniciática y ve brillar ante sí, la estrella de Sanat Kumara, cuyas 9 perfecciones son para el alma la única posible ruta de todos sus afanes, propósitos e intenciones.

Lo interesante es tratar de comprender la relación de los números 7 y 9. El primero se refiere a las energías, fuerzas y vehículos, el segundo se relaciona con estados de conciencia. De la inteligente relación de ambos factores numéricos, debe desprenderse la clave mística o simbólica que conduce a la iniciación. Iniciación es conciencia: conciencia renovada a través de cada vez más sutiles cualidades y recuerdos cada vez menos insistentes o apremiantes. En el ejercicio de la ley de analogía se llega a un punto de total equilibrio, que pasando por el centro mismo de la conciencia allega paz, alegría y seguridad.


V.B.Anglada




Fuente:
http://trabajadoresdelaluz.com.ar
11 de Febrero 2018