La adicción al sexo puede ser una manifestación
tanto de la vanidad como del orgullo. Las razones por las cuales una persona se
adicción al sexo son diferentes en un caso y en el otro. Por ello
distinguiremos dos manifestaciones diferentes, la lascivia, propia de los
vanidosos, y la lujuria, más propia de los orgullosos y soberbios. La lascivia
es una propensión excesiva a los placeres sexuales. Para el vanidoso, la
adicción al sexo tiene que ver con la necesidad de reconocimiento por parte de
los demás. Es decir, el vanidoso espera que a través del sexo los demás le
reconozcan, le admiren, le complazcan. Se inclinan excesivamente a los placeres
sexuales como forma de satisfacerse a sí mismos, y raramente piensan en las
necesidades de los demás. Frecuentemente utilizan el sexo para absorber a otros
seres, para someterlos a su voluntad, o para darse importancia.
Cuando han saturado sus sentidos y se encuentran
hastiados, buscan nuevos alicientes como forma de hiperexcitar mentalmente su
deseo sexual, ya sea cambiar asiduamente de pareja, recurrir a formas de
sexualidad degeneradas, como el sadismo y el masoquismo, o implicar en sus
orgías a otros seres en contra de su voluntad.
En el caso del orgulloso, la adicción al sexo
deriva de una necesidad o un vacío afectivo, por no haber encontrado a la
persona querida y no admitirlo, o por reprimir o no querer reconocer los
sentimientos de amor hacia una determinada persona. Es decir, el orgulloso
realmente lo que necesita es ser querido y querer, pero el no reconocimiento o
la represión de esta necesidad afectiva le hace refugiarse en el sexo como una
válvula de escape. Es decir, suple la falta de amor con sexo. Por ello existe
un apetito sexual excesivo e insatisfecho que no se llena en la relación
sexual, puesto que el vacío que siente no es sexual, sino emocional. De ahí que
busque más y más sexo, y pueda llegar a degeneraciones semejantes a las
expuestas anteriormente, para intentar aplacar ese vacío, sin conseguirlo.
¿Cómo
vencer la lujuria?
Respecto a la lujuria, la única manera de
vencerla es admitir que ese vacío del interior que intenta llenar con sexo
procede de la falta de sentimiento y que sólo el sentimiento será capaz de
llenarlo.
¿Cómo
vencer la lascivia?
Tomando conciencia de que se trata de una
manifestación de la vanidad, y que por ese camino uno jamás conseguirá ser
feliz. Desgraciadamente, en la mayoría de casos, la lascivia suele ceder sólo
cuando sobreviene la pérdida de la juventud, de la belleza física y del vigor
sexual, y la persona pierde su atractivo sexual, o su cuerpo deja de responder
a los deseos sexuales de la mente. Como consecuencia de todo ello, se esfuma el
cortejo de admiradores y también el principal aliciente de su vida hasta ese
momento. La persona se encuentra entonces con la cruda realidad, que ha
realizado una vida superflua, cultivando relaciones de conveniencia y vacías.
Se ha rodeado de personas que estaban con ella sólo por su atractivo físico y
que, una vez éste se ha perdido, desaparecen como por arte de magia. Tal vez
sólo queden algunas personas que la quisieron de verdad, a pesar de su egoísmo,
a las que seguramente prestó poca atención.
En ausencia del arma que usó para conseguir
satisfacer su vanidad, la belleza exterior, se enfrenta a una nueva etapa mucho
más auténtica, en la que tendrá que esforzarse por sacar algo bello de su
interior para conseguir atraer a alguien a su lado. Así también podrá apreciar
la diferencia entre las relaciones de conveniencia y las de sentimientos, y
aprenderá a valorar más estas últimas.
¿Quiere
decir esto que sólo son lascivas las personas que son bellas y atractivas?
No, pero mayoritariamente suelen ser las que se
dejan atrapar más profundamente por la lascivia, ya que otras personas
vanidosas que no son físicamente atractivas, aun queriendo, no pueden utilizar
el atractivo físico como reclamo para conseguir lo que quieren. En estos casos
la vanidad les hará despertar la envidia y el deseo insatisfecho por alcanzar
la belleza que otros tienen y que ellos no ven en sí mismos, llegando a
obsesionarse por perder peso y a realizarse mil y una operaciones de cirugía
estética, para lograr verse más atractivos. Hay muchas personas que son
físicamente atractivas que también se dejan atrapar por esta obsesión por
poseer un cuerpo perfecto, una manifestación de la vanidad llamada “narcisismo”
o “culto al cuerpo”.
¿Podrías
exponer con mayor amplitud en qué consiste el narcisismo o “culto al cuerpo”?
Como digo, se trata de una más de las
manifestaciones de la vanidad, en la que se exalta la belleza física propia
como el valor máximo al que uno puede aspirar. El inconformismo con el propio
físico y la búsqueda del “cuerpo perfecto”se convierte en una obsesión, una
enfermedad psicológica que hace cometer a la persona todo tipo de aberraciones,
como dejar de comer, consumir todo tipo de substancias adelgazantes, vigorizantes,
excitantes, etc, colocarse todo tipo de prótesis, poniendo incluso en riesgo su
propia vida. La persona atrapada bajo el influjo del narcisismo jamás se
conforma con su físico. Invierte todo su tiempo, su energía, su voluntad y su
dinero en modificarlo, creyendo que se trata de sí mismo, cuando en realidad no
es más que un vestido que utiliza para operar en el mundo físico. Alberga la
falsa ilusión de que llegará el día en el que alcanzará su cuerpo ideal y será
feliz, alentada en esa creencia por la industria de la estética, la cosmética y
el consumismo, que se lucra a su costa.
Pero esta ilusión es sólo una trampa tendida por
el defecto, porque la felicidad no se consigue de ese modo. Sólo se consigue a
través del progreso en el amor. Por ello, la insatisfacción crece más y más. Y
mientras, el reloj biológico transcurre inexorablemente hacia la vejez,
pareciendo que el proceso natural de envejecimiento va frustrando todas las
conquistas realizadas con tanto esfuerzo. Y así pasa la vida y llega el momento
de dejar definitivamente el que fuera un bello cuerpo físico, condenado
inexorablemente al proceso de descomposición natural. Cuando el espíritu vuelve
al mundo espiritual toma conciencia del tiempo y esfuerzo malgastado
inútilmente en embellecer algo ajeno a uno mismo, un cuerpo que se pudre ahora
en una tumba, y de lo poco que ha dedicado a mejorar lo que perdura, lo que uno
es, el espíritu. Pero no hay nada irremediable, ya que la vida del espíritu
continuará y podrá volver a encarnar para volver a hacer lo que no quiso en la
vida que malgastó creyendo ser el cuerpo que vistió.
Visto de ese modo, la belleza física es casi un
obstáculo para el progreso del espíritu.
No creáis por lo que he dicho que la belleza es
un atributo negativo en sí mismo. Al contrario, porque a medida que el espíritu
avanza, los cuerpos en los que el espíritu encarna son cada vez más perfectos,
más bellos, en consonancia con la belleza del interior de los espíritus que
encarnan en ellos, y así ocurre en los mundos físicos espiritualmente más
avanzados que el vuestro. Pero sí puede ser un arma de doble filo en los mundos
primitivos, en manos de espíritus poco avanzados. Para los espíritus poco
avanzados, inmersos en la etapa de la vanidad, el atractivo físico es un arma
para dar rienda suelta a toda su vanidad, y la utilizan con este fin. Saben que
aunque se comporten como personas caprichosas, groseras, maleducadas, altivas,
su belleza física les proporcionará lo que desean: admiradores, personas que
estén a su disposición para complacerles. ¿Para qué esforzarse por ser buenas
personas si consiguen lo que quieren con la deslumbrante belleza de su
cuerpo?...
Hasta que les sobreviene la vejez y entonces se
quedan solos, porque pierden el único atractivo que tenían y se hunden en su
propia miseria moral, ya que jamás han luchado por mejorar su interior, tan
ocupados como estaban en mantener su exterior bello y atractivo.
¿Cómo se
vence el narcisismo?
Cuando uno toma conciencia de que no es su
cuerpo y que por tanto no debe tomarse tantas molestias por él. Que para ser
uno feliz se debe dedicar a cultivarse a sí mismo, su interior. Muchos
espíritus que han caído en la trampa de la belleza física lo saben. Por ello
eligen cuerpos menos agraciados para las próximas encarnaciones, porque no
quieren desperdiciar más vidas dedicadas a la autocontemplación de su cuerpo,
sino que quieren vencer sus defectos, mejorarse como personas. Y si el tener un
bello cuerpo les va a resultar motivo de tentación, prefieren no tenerlo, de
momento.
¿Y un orgulloso no puede caer en “el culto al
cuerpo”, es decir, no puede sentirse insatisfecho con su cuerpo y desear
ardientemente ser bello para resultar atractivo?
Por supuesto, pero por motivos diferentes al
vanidoso. El orgulloso va buscando más ser querido que ser el centro de
admiración. Y erróneamente cree que siendo más bello será más querido. Si se
trata de un orgulloso guapo, el chasco vendrá cuando descubra que las personas
que están a su alrededor no están con él porque lo quieren, sino porque están
enganchadas a su físico, o a algún otro atractivo que posee, y que cuando se
aburran o encuentren alguna persona con un atractivo mayor, no dudarán en
abandonarle.
¿Y por qué
nos identificamos tanto con nuestro cuerpo y tan poco con nuestro espíritu si
en realidad somos lo segundo y no lo primero?
Porque es lo que en vuestro mundo se enseña: que
el espíritu no existe y que uno es su cuerpo. Y es que en vuestro mundo
hedonista las cualidades que se aprecian son las de la materia (la belleza
física, la riqueza, el poder) y se desprecian las cualidades del interior (la
sensibilidad, la bondad, la humildad, la modestia). En el mundo espiritual
ocurre exactamente lo contrario: se aprecian todas las cualidades espirituales,
y la humildad es una de las más valoradas, mientras que las externas, al no ser
cualidades del espíritu, no tienen ningún valor. Se las considera accesorios
circunstanciales, ya que varían de unas vidas a otras, como cambia el vestuario
del actor, cuando cambia de obra de teatro. Uno puede ser guapo en una vida y
feo en la siguiente, rico en una vida y pobre en la siguiente.
El espíritu, cuando está desencarnado, tiene muy
claras las diferencias, y sabe que viene a mejorarse espiritualmente. Pero al
encarnar, la asociación con el cuerpo y el olvido del pasado espiritual, así
como la influencia de la cultura en la que encarna, hacen que el espíritu de
voluntad débil en sus propósitos de mejora espiritual acabe por identificarse
completamente con su cuerpo, y que su mente rechace las manifestaciones
espirituales, tanto las vividas en primera persona como las de otras personas.
¿A qué te
refieres con manifestaciones espirituales?
Todas aquellas que demuestran la existencia del
espíritu y sus facultades, como el contacto con seres desencarnados, los viajes
astrales, la intuición de los sentimientos propios y de los demás, la percepción
extrasensorial, etc. A mucha gente que ha tenido este tipo de vivencias se la
considera desequilibrada mental. Y a no ser que se trate de un espíritu
bastante avanzado, que confíe mucho en su propia intuición espiritual, puede
llegar a convencerse de que está loco y que necesita tratamiento psiquiátrico.
LAS LEYES ESPIRITUALES
Vicent Guillem
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