La tristeza es un estado emocional de
abatimiento y decaimiento de la moral. Pasa con la tristeza que suele activarse
por las mismas razones y circunstancias que la agresividad, pero cuando la
persona es o está más sensible. Por ello es más difícil de detectar, porque
resulta menos evidente que la tristeza pueda provenir del egoísmo. De hecho,
los sentimientos de impotencia, culpabilidad y, en ocasiones, la rabia y la
desesperación, son en realidad una mezcla de agresividad y tristeza. La
tristeza puede aparecer cuando el ser desfallece, se desanima por no ver los
resultados de su búsqueda, o por no ser estos resultados los que uno esperaba.
Existen diversas variantes de la tristeza, cada una con sus peculiaridades.
La amargura es una tristeza crónica, de larga
duración, que no imposibilita realizar las tareas cotidianas de la vida, pero
que está muy profundamente arraigada en el interior, es muy difícil de superar,
y da la impresión de que la persona muere poco a poco de tristeza. Está muy
relacionada con la desesperanza y la resignación, que son formas de tristeza
caracterizadas por la falta de un motivo por el que luchar, por el que vivir,
la segunda generalmente motivada por una circunstancia que la persona se
resiste a asimilar. Un caso extremo de una tristeza aguda e intensa es la
desesperación, que imposibilita a la persona realizar cualquier tarea normal de
su vida y que la puede llevar a desequilibrarse psíquicamente y a cometer actos
extremadamente perniciosos, como poner fin a su propia vida o a la de los
demás.
No me esperaba que consideraras la tristeza como
un sentimiento egoísta.
Pues lo es. Es muy normal que uno pueda sentirse
triste de vez en cuando. Pero cuando la tristeza se convierte en un estado
habitual de la persona, es una forma de estancamiento, porque la persona tira
la toalla. La tristeza le sirve de excusa para no luchar por el avance
espiritual.
¿Acaso hacemos algo malo a alguien cuando
estamos tristes?
Nos hacemos daño a nosotros mismos e
indirectamente a los demás, cuando por culpa de la tristeza nos desentendemos
de hacer por los demás la parte que nos corresponde. Convivir con alguien que
vive en la tristeza y la depresión es una circunstancia bastante desgastadora
y, si no se tiene una gran fuerza de voluntad, es fácil que los que viven con
alguien depresivo acaben contagiándose de ese estado de ánimo. Al igual que
ocurre con la agresividad, también la tristeza acumulada puede provocar
multitud de enfermedades. Hay mucha gente que enferma y muere de tristeza, y
deja por terminar así las pruebas o misiones que tenía encomendadas en esa
vida, al tiempo que abandona los compromisos de ayuda que tenía con otros
espíritus, por ejemplo, padres o madres que al dejarse morir de tristeza
abandonan a sus hijos.
¿Cómo
vencer la tristeza?
Al ser agresividad y tristeza tan semejantes
respecto a los motivos que las despiertan, la misma receta que propusimos para
superar la agresividad puede aplicarse casi punto por punto para vencer la
tristeza. La base de la superación de la tristeza es, por tanto, la
comprensión. La comprensión con nosotros mismos, con los demás y con las
circunstancias que nos han tocado vivir. Comprender que muchas de las
circunstancias adversas a las que nos enfrentamos forman parte de un proceso de
aprendizaje del amor, de superación del egoísmo, y que muchas de ellas las
elegimos nosotros mismos antes de nacer. Y que otras nos las generamos nosotros
mismos por falta de tolerancia, por rigidez e incomprensión hacia cómo son los
demás. Debemos comprender que a veces nos ponemos tristes porque no queremos
admitir que estamos equivocados, o no queremos reconocer ciertas actitudes
egoístas en nosotros mismos.
Si se activa porque alguien nos hace daño,
intentemos comprender que se debe a la falta de evolución de ese espíritu, que
todavía está escasamente avanzado en el conocimiento del amor. Si la tristeza
se nos activa porque reprimimos nuestra forma de ser, porque anulamos nuestra
voluntad, entonces luchemos para expresarnos tal y conforme somos y
conseguiremos superar la tristeza
La receta
que das puede parecer una llamada a la resignación.
En absoluto. Comprensión y resignación son cosas
totalmente contrarias. El que se resigna es el que tira la toalla, el que
renuncia a comprender, el que anula su voluntad. Ya nada le importa, pierde la
ilusión por vivir, se deprime. Como he dicho, la resignación es también una
forma de egoísmo relacionada con la tristeza. Es una manera de no luchar para
no sufrir. Pero de esa forma se sufre más, aunque por motivos distintos. La
comprensión es la que te da la clave para seguir luchando, seguir avanzado,
manteniendo la ilusión y alegría por vivir, porque permite encontrar un sentido
a aquello que antes no lo tenía.
¿Me puedes
poner un ejemplo que ponga de manifiesto la diferencia entre resignación y
comprensión?
La actitud frente a la muerte, por ejemplo. La
actitud frente a la muerte de la mayoría de gente de vuestro mundo es de
resignación, porque no buscáis comprender su significado. Durante la vida
evitáis enfrentaros a ella, eludiendo buscar una respuesta a vuestras
inquietudes. Si os topáis con alguien que quiere hablar en serio sobre el tema
os parece que se trata de un charlatán o un desequilibrado mental. En realidad,
os da miedo y por ello esquiváis el tema, tan ocupados como estáis en vuestro
día a día. No buscáis comprender, sólo evitar. Entonces sobreviene la muerte de
un ser querido y os pilla por sorpresa. Es una situación que os provoca
tristeza, amargura, rabia, impotencia. Finalmente, ante la imposibilidad de
cambiar lo irremediable, os resignáis. El que se resigna es aquel que acepta
algo porque no tiene otro remedio, pero al no comprender, vive amargado y sufre
inútilmente. El que comprende que la muerte no existe, que es sólo una etapa de
transición, en la que lo único que muere es un cuerpo, que
su ser querido sigue viviendo, y que se va a
volver a reunir tarde o temprano con él, ya no pierde la ilusión por la vida,
sino que lucha con más fuerza para que cuando llegue el momento del
reencuentro, lo haga en condiciones de disfrutar, porque no le ha quedado nada
pendiente por hacer en el mundo material.
En los mundos avanzados, la comprensión del
proceso de desencarnación hace que nadie sienta tristeza, desesperación o
amargura cuando alguien muerte. Al contrario, sienten alegría de que un hermano
vuelva al mundo espiritual, que es el auténtico hogar del espíritu.
LAS LEYES ESPIRITUALES
Vicent Guillem
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